Sus manos agarraban con fuerza el brazo de él, mientras sentía otras manos en su espalda, abrazándole. Las manos del Gryffindor dejaron ir lentamente el brazo del hombre, para pasar a sus cabellos negros y lisos. Durante tanto tiempo se había conformado tan solo con ese tacto, con sentir los finos cabellos entre sus manos, sentir su abrazo como ningún otro… pero no podía conformarse solo con eso. Su otra mano, temblorosa, se fue acercando hasta rozarle los labios con las yemas de los dedos. El amigo de su padre le cogió la mano, deshaciendo el abrazo, mientras acercaba los labios hacía los del chico, llegando a rozarlos...

La visión se deshacía lentamente, el rostro que no podía ver desde ese día volvió a desaparecer para sumergirse de nuevo en la oscuridad que parecía rodear todos sus pensamientos. Sus ojos se volvieron a enfrentar a la realidad, una realidad sin su padrino. La oscuridad y el silencio de su habitación se parecían mucho a la de su pensamiento. Hacía ya un mes, tal vez más, que su padrino había desaparecido… o tal vez muerto, como se negaba a pensar. Las cortas cartas que le había enviado Sirius estaban bien guardadas, cerca del colchón de la cama.

Se levanto y se dirigió hacía su lechuza, que estaba aparentemente dormida en su jaula, cerca de la ventana. Sus ojos verdes cubiertos por las gafas miraron de reojo hacía la única mesa que había en la habitación, llena de papeles, algunos de ellos cartas de sus amigos que aun no había leído, cartas empezadas para los mismos pero dejadas a medias.

Apoyo las manos en el marco de la ventana, observando la oscuridad de la noche, escuchando cualquier ruido como había hecho el año pasado, esperando alguna señal… señal que no se había producido, no aun. Mientras observaba, su mente volvía al departamento, a la estancia donde había sucedido todo, donde había empezado su tormento… Si no hubiera sido tan estúpido, si se hubiera parado a pensar, Sirius seguiría con él, habría una pequeña luz en la oscuridad y alguien al que acudir para recibir caricias dulces. Tantas veces su mente le había transportado de nuevo hacía esa estancia, delante del arco. Adelantaba un pie…

Una lágrima salada cayo hacía el suelo, desapareciendo, absorbida por la tierra.

Lentamente y pesadamente, volvió a desplazar su cuerpo hasta la cama, donde se sentó, mirando hacía un punto vació. Parecía mirar lo que nadie más podía mirar, algo invisible a ojos ajenos. Sus ojos se fueron vaciando y las punzadas procedentes de la cicatriz se fueron haciendo más suaves, hasta hacerse imperceptibles. Los brazos le caían flacidamente hacía los lados.

La cámara le estaba esperando, retándole de nuevo, al igual que el arco. Detrás de él estaba su padrino, y esa vez estaba decidido a encontrarlo.

Sus pasos lentos y pesados fueron resonando por la habitación hasta que se detuvo delante del arco. Otra vez ahí, quieto, pero decidido.

Después del primer paso vino el segundo, y después…Ahí estaba, quien había estado buscando en sueños durante los días pasados. Una mano rodeada de luz le daba la bienvenida. Harry estiro su brazo hasta poder tocar la mano, poder agarrarla para no soltarla nunca más. Y sonrió. Por fin podría volver a tener entre sus dedos los finos cabellos negros.