Como todas las mañanas, antes de irse al trabajo, recorre 182 kilómetros para llegar a cierta parte de la carretera que en nada se diferencia del resto. Al menos eso pensaría cualquier persona.

182 kilómetros de agonía.

Cuando llega a su destino, se detiene allí quince o veinte minutos y mira al vacío. Camina un par de pasos más allá, se devuelve, lo intenta otra vez… Es esa su rutina.

Pese al tiempo, jamás ha perdido la esperanza.

Ella dijo que era un viaje solo de ida, pero él sabe en su interior que eso no es así porque vive. Y él no podría vivir sin ella. La vida, a duros golpes, le ha enseñado que todo es solo cosa de tiempo. Se lo dijo alguna vez.

Las cosas suceden cuando deben suceder.

Aunque su corazón se siente devastado cuando descubre que no hay ninguna señal de Storybrook, sabe que un día eso cambiará y podrá tenerla en sus brazos nuevamente.

Pero hoy, como todos los anteriores, no es ese día.

Suspira, baja los hombros y mira la carretera. Estira su brazo en el punto exacto en donde se despidieron y casi puede sentir un roce en la punta de sus dedos.

Duele. Nada ha cambiado.

Regresa al auto cabizbajo pero con la determinación en su rostro de regresar al día siguiente. A pesar de su esperanza, abandona el lugar abatido.

Cada día es una nueva esperanza, pero también una derrota.

Se sube al auto y demora unos minutos en iniciar la marcha de regreso. Hay días, como hoy, en que continuar es más difícil.

Una suicida lágrima se desliza por su rostro.

No sabe que por las tardes hay una mujer que realiza el mismo ritual en busca de él.


Se agradecen los comentarios... :)