Yurio ya no era capaz de escuchar lo que Viktor le decía, la voz de este no lograba llegar a Yurio, las palabras sólo parecían chocar contra una barrera que dividía a Yurio y a ese hombre de todos los demás, ese hombre al que Yurio no podía dejar de notar, aquel que lo observaba con una mirada de ojos oscuros, que se posaban en el con tanta delicadeza, explorando cada detalle de él- Yurio ¿Me estás escuchando? -Preguntó Viktor notando que no recibía ninguna respuesta.

-Sí, te escucho -respondió el muchacho con desinterés, fijándose mejor por donde pisaba cuando notó que era momento de subir las escaleras para embarcarse en aquel viaje.

-No lo estás haciendo -se quejó Viktor enfurruñado.

-Yurio, escucha a tu padre -pidió Yuri que mantenía su mano agarrada a la de Viktor con una tierna gentileza, que hacía que una suave sensación de calidez subiera a su pecho, al igual que una flor que recibe sus primeros rayos de sol al comienzo de la primavera, que siempre parecía, de alguna manera, una experiencia tan nueva como vieja.

-Déjame en paz, cerdo -contestó molesto.

-Creo que está en su etapa de rebeldía -comentó Viktor, totalmente recuperado y con una tonta sonrisa en su cara.

Al mirar hacia arriba, al barco, vio nuevamente aquellos ojos sobre él, pero está vez sus miradas se cruzaron y Yurio, nervioso, no pudo hacer más que lanzare una mirada arrogante a la que el hombre no respondió de ninguna manera, sólo siguió observándolo hasta que el muchacho subió a la nave; desde allí Yurio lo perdió de vista, lo que de pronto lo hizo sentir que una fresca y azul brisa le golpeaba la espalda, lo que hizo más notorio el hecho de que no podía olvidar aquellos ojos.

- ¿Crees que sirvan katsudon? -Preguntó Viktor a Yuri, avanzando entre la multitud.

-No creo...

- ¡Preguntemosle a ese hombre de allí! -exclamó Viktor apuntando a uno de los empleados.

-Yurio, ¡vamos! -dijo el padre animado.

-No quiero -dijo con desprecio-, iré a descansar -respondió dirigiéndose a la habitación, mientras sus padres lo observaban desentendidos. Caminaba entre la gente, pero el sólo sentía la presencia de la luna que apenas comenzaba su reinado en el cielo, y la brisa fría y salada que jugueteaba con sus delgados dedos.

-No pensaba que me encontraría con alguien tan hermosa -alagó J.J. acercándose a Yurio entre la gente- ¿No quieres ir beber algo conmigo? -preguntó pasando su brazo sobre el hombro de Yurio.

-No entiendo cómo dejaron que una peste como tú subiera a este barco -contestó Yurio zafándose de los brazos de J.J. que una vez más veía desde lo lejos la delgada y hermosa figura alejarse de él, dejando en el aire un agridulce olor a rechazo, pero para él no importaba cuantas veces la respuesta fuera no, aun así no podía rendirse con aquel ángel que podía distinguirse entre el resto de las personas, al igual que una rosa entre flores silvestres.

Al llegar a la habitación hizo el intento de dormir, pero en su mente seguían aquellos murmullos que no lo dejaban en paz, todos ellos hablaban sobre la penetrante mirada que los hacía sentir tan valorados y apreciados, pero a la vez una temblorosa intranquilidad subía por su pecho; simplemente no podía dejar de dar vueltas de un lado a otro en la cama, sintiendo como su mente era incapaz de borrar ese recuerdo que ya se había impregnado en lo más profundo de su cerebro.

- ¿Por qué volvemos tan pronto? -Preguntaba la voz de Viktor desde afuera.

-Porque bebiste demasiado -respondió la voz de Yuri, que parecía nervioso.

- ¿Cómo logró estar así en tan poco tiempo? -Preguntó una tercera voz que provenía desde afuera también.

-O-oye Viktor..., no hagas eso tan de repente -se quejó Yuri avergonzado-, Phichit está aquí.

-No tienen que detenerse por mí -señaló Phichit riendo.

- ¡No tomes fotos! -Exclamó Yuri nervioso.

Al abrir la puerta todos se encontraron con Yurio ya vestido- ¿No ibas a descansar? -Preguntó Viktor apuntando en todas direcciones menos a Yurio, mientras su hijo fijaba su vista en la camisa de su padre desabrochada, dejando salir un suspiro de decepción.

-Ese era el plan, pero tu maldito griterío de borracho me despertó -mintió sin dejar ver la verdadera razón que no lo dejaba cerrar los ojos.

- ¿Yurio, a dónde vas? -Preguntó Yuri preocupado.

-A dar un paseo -respondió antes de cruzar la puerta.

- ¿Qué le pasa? -Preguntó Yuri preocupado por su hijo.

- ¿Amor? -Preguntó Phichit riendo, mientras ambos dejaban sujetar a Viktor, que con dificultad podía mantenerse de pie, y que pronto se desplomó sobre la cama.

Al ver las estrellas frente al él, sin nadie alrededor que lo molestara, Yurio soltó un suspiro pensativo, que fue interrumpido de inmediato por la silenciosa presencia de alguien más- ¿Qué mierda crees que estás mirando tanto? -Preguntó Yurio molesto, para voltearse y encontrarse con el alto hombre, que, a sólo unos metros, lo observaba sin vergüenza alguna. El muchacho se acercó desafiante como una fiera al hombre que se mantenía inmutable ante el hostil comportamiento.

- ¿Acaso quieres pelear? -Preguntó caminando con pesados movimientos.

-Yo... yo te recuerdo -habló el hombre al fin, que parecía adormecido por la presencia de Yurio que lo miraba confundido.

- ¿De qué estás hablando?

-Soy Otabek Altin, nosotros estuvimos en la misma clase de ballet cuando eramos pequeños -explicó con seriedad.

Yurio lo observó con atención otra vez, intentando recordarlo, pero no lo lograba, lo único que era capaz de reconocer eran aquellos ojos, por los que sentía haber sido observado antes- De todos modos ¿qué els lo quieres? -preguntó Yurio con una mirada altiva.

-Quisiera que posaras para mí -respondió directamente Otabek, dándole una sutil sonrisa ante la que el muchacho de inmediato se sonrojó, sintiendo de pronto la nostalgia envolviendo su cuerpo.

-Está... está bien -respondió con la mirada baja, ocultando la ráfaga de viento que estaba sufriendo su cuerpo en el interior.

A lo lejos J.J vio ambas figuras alejarse con tanta naturalidad y gracia que pudo él sentir la dolorosa sensación de una grieta apareciendo en su interior.

-Nunca antes me habían dibujado -comentó el muchacho con una tímida sonrisa, mientras dejaba que la bata se deslizara por su tersa piel hasta el suelo, besando sus pies, al igual que cualquiera que se hacía consiente de la hermosura floral que él poseía; dejó ver su fino y moldeado cuerpo desnudo que asemejaba a una muñeca de porcelana por la blancura de su piel y el dorado de su cabello.

-Sólo quiero que te recueste ahí, como te sientas más cómodo -explicó Otabek tomando un lápiz para poder plasmar tal delicadeza en el papel que parecía no ser suficiente para toda la belleza que veía frente a él.

- ¿Así está bien? -Preguntó nervioso en una voz casi imperceptible.

Al levantar la vista Otabek se encontró con la encarnación de un ángel tirada de manera tan indefensa sobre su sofá- Eres hermoso -dijo el hombre sin pensar.

Cuando esas palabras llegaron a Yurio este pudo sentirlas sobre su cuerpo- Si tanto... -nervioso, pero decidido se levantó-, si amas tanto mi cuerpo ¿Por qué no lo tocas en vez de sólo mirarlo desde allí? -Preguntó Yurio intentando mostrar su mirada confiada de siempre, pero lo cierto es que no estaba seguro de nada, sólo de lo que deseaba, él deseaba poder tocar a Otabek que de manera tan dulce miraba a Yurio.