NA: Esta historia está escrita con la colaboración de EasternHare. Es una historia un poco paranoica fruto de su imaginación activa. Espero que nadie se sienta ofendido con algunas cosas que detallaremos. Es todo ficción inspirada en algunos hechos vividos, pero estos son los mínimos. Los personajes no me pertenecen, hay multiparing y la vida es bonita.
Si esto fuera una película tendríamos ahora mismo un primer plano del edificio principal de la escuela católica internacional de Japón de frente. Estaría sonando una canción repipi de música clásica, como primavera de Vivaldi, y enseguida Shimizu Kiyoko o Tsukishima Kei aparecerían en pantalla con sus uniformes impolutos de color azul y dorado, con algún crucifijo de oro, de pequeño tamaño, colgado del cuello. Mirarían con formalidad a la cámara y luego entrarían en el centro a paso lento o se sentarían en alguno de los bancos del jardín botánico a leer a algún filósofo pedante de los que no negaban la existencia de Dios, como Berkeley o Santo Tomás de Aquino.
Si esto fuera una peli de la escuela de zombies, yo estaría eliminado del gion, lo cual me parece mal, porque la esencia de la escuela católica internacional de Japón es esa dicotomía que formábamos Shimizu y yo. El bien y el mal, y aunque parezca mentira el mal no era yo. Pero las apariencias lo eran todo en ese lugar. Por eso llevábamos uniformes de marca, por eso se controlaba al dedillo que libros leíamos, que música escuchamos y hasta cómo debían sonar nuestros pedos.
Pero supongo que primero tendríamos que rebobinar la peli un poco, porque si existiera la habría filmado yo y me vería en la obligación de presentarme debidamente. Eso y además explicar a grandes rasgos cómo acabé en la escuela de zombies.
Empezaremos porque soy un mal hablado, me gusta decir polla y me gustan las pollas. Soy casi adicto al sexo, a las drogas blandas y a las canciones de David Bowie. También soy un observador nato, un actor de pacotilla muy teatral y quizá un romántico aromántico.
Es muy curioso porque cuando llegué a la escuela de zombies no me asombró la pulcritud, ni la apariencia, ni la opulencia del jardín, ni el polideportivo, no. Me aluciné al ver que todas y cada una de las habitaciones de aquel lugar tenían un crucifijo con un señor con cara de sufrimiento pegado a este. Y es que Terushima Yuji es un japonés usual, ateo, sin fundamentos religiosos que le guíen por la senda del diablo. Mi madre nunca me había hablado de un ser supremo de niño, como mucho me había pegado con la zapatilla y me había dicho que todo acto tiene sus consecuencias y pobre de mí que no las asumiera. Es que estaba traumatizada porque mi padre, que no fumaba, se había ido a por tabaco cuando yo tenía 4 años. Responsabilidad, señores, responsabilidad absoluta.
Mi progenitor hembra, una mujer marchitada por la vida había muerto de cáncer dos años atrás dejándome con mi tía abuela Kotoko. Kotoko, Kotoko, Kotoko…. Supuesta hija bastarda de un militar de alto rango japonés al que se cargaron en la segunda guerra mundial y una geisha con la misma habilidad de actor de pacotilla que yo tengo. Y la tía abuela Kotoko es o era una señora excéntrica y rara, de esas que se sientan en la iglesia y sienten placer. No un placer como el de Park Song Suk que se masturba descaradamente, si no del metafísico. Fue ella que al ver mi divina actitud dijo "A este chico hay que disciplinarlo" y acabé en el internado de las apariencias y Vivaldi de fondo.
Y ahí estaba yo, dispuesto a convertirme en una oveja más del rebaño del señor, a tomar la comunión en estado de gracia y a amar al prójimo sin condición. Aunque que no os tome por sorpresa, pero la frase anterior era sardónica. Me importan una puta mierda todos esos rollos, pero era menor de edad y no tenía alternativa. Así que con mis tatuajes y mi pearcing en la lengua, el único que había logrado conservar, aun no enfundado en uno de aquellos santísimos uniformes me adentré en el recinto escolar una mañana de primavera. Porque sí, he elegido esa canción de Vivaldi completamente a propósito a pesar de lo que diga el guion de Supervivencia Zombie.
Como acabo de decir, no llevaba el uniforme y supongo que por eso mismo cuando me adentré por las puertas del recinto varios alumnos me miraron con asombro. Mi ropa no era el típico jersey de Ralph Laurent y unos chinos de color caqui al estilo príncipe encantador, llevaba una camiseta de mercadillo y unos jeans desgastados que le había robado a mi "introduce entre las comillas un adjetivo adecuado que yo desconozco" novio. Alguien de quien no quiero hablar aún, porque en realidad me tomaba aquella separación como la separación final entre él y yo. No iba a volver a verle y era dramático y hermoso a la vez, porque le quería pero estaba harto de sus tonterías.
Caminé por el sendero que iba desde la puerta de metal hasta la bifurcación que separaba el edificio central de los recintos de chicos y el de chicas. Y es que aquel lugar tenía una segregación sexual bastante estricta. Yo apenas llevaba maleta, solo una bolsa de basura con cuatro prendas y un recambio de zapatos. Al llegar a la fuente de agua miré a lado y a lado, observando solo a un chico moreno, de aspecto lúgubre y ojos azules, parecía menor que yo. Sin mediar palabra me señaló el camino hacía el edificio masculino y me hizo preguntarme si es que en aquel lugar se hacía voto de silencio. De ser así lo iba a tener difícil, porque mi verborrea verbal era un hecho inevitable.
—Bueno, chico lúgubre, soy Terushima encantado ¿sabes? — saludé y le tendí la mano tratando de ser educado, pero él solo me lazó una mirada congeladora y empezó a caminar hacía la valla que separaba el edificio central del pabellón masculino. Hombres sudorosos, atrapados en una hilera de habitaciones dobles, cachondos y apartados de las féminas. En realidad yo pensaba que allí podía divertirme, era un lugar horrible, pero a mí nadie me aparta de la diversión.
—Soy Kageyama Tobio, Kageyama para ti — rompió el silencio el chico de hielo mientras abría la puerta del recinto para los seres XY de la escuela de zombies. — Esta puerta se cierra a las 6 pm cada tarde y se abre a las 7 am, a excepción de los fines de semana que solo te abrirán si los miembros de tu club han sido convocados, para ir a misa y si tienes permiso especial para salir del recinto.
Asentí mientras seguía explicándome un montón de detalles de la normativa, alegando que hoy estaba abierta todo el día porque era el día de inicio de curso y no sé qué más sobre que tras dejar las cosas y vestirme adecuadamente debía asistir a la capilla para la ceremonia de inicio de curso.
—Oye, y aquí ¿Dónde te dejan ir a fumar? — le interrumpí mientras me señalaba el huerto en el que debíamos trabajar un fin de semana al mes independientemente del club al que nos uniéramos, porque éramos hombres y parafraseando, los machos sabemos cultivar.
—Está terminantemente prohibido, si eres adicto irás a las sesiones colectivas de desintoxicación — dijo para después mirar una carpeta que sostenía, la abrió y me señaló un par de líneas de lo que se suponía que era una copia de mi expediente. — Tienes que ir por obligación al club de restructuración y educación sexual según esto, así que olvida lo que he dicho de los clubs. Hasta que no pasas un tiempo ahí no te dejan unirte a casi ninguno.
Suspiré preguntándome en qué consistirían aquello del club de restructuración y educación sexual. Mi mente activa solo era capaz de pensar en que te obligaban a tener relaciones sexuales seguras con alguien, pero era poco factible que fuera aquello.
Un chico pelirrojo muy enano saludó al tipo lúgubre, que lo ignoró por completo y se adentró en el edificio de cuartos. Era un lugar agradable, de ladrillo rojo, con ventanas de madera algo viejas y un sistema de cañerías descubierto que se mostraba por las paredes. Una gran viga de mental sostenía el edificio, también descubierta, se veía al subir las escaleras de colores beis.
Subimos las escaleras ante la atenta mirada de diferentes santos, dispuestos por todas las paredes, con caras exaltantes de amor profundo hacía algo abstracto que estaba ausente en las imágenes y entonces el zombie Kageyama Tobio se paró frente a una habitación. La puerta era de caoba, algo desgastada en el marco. Tras golpear suavemente con los nudillos en la puerta, la abrió sin esperar a que contestaran.
—¡Que hay! — Saludé al pasar y ver a un tipo grandote con el pelo largo y barba sentado en la cama junto a la ventana. Parecía tener 40 años y no exagero, tenía hasta las ojeras habituales de un padre de familia preocupado.
El tipo saludó tímidamente mientras yo tiraba mi bolsa de ropa sobre la cama que estaba cerca de la puerta. Del techo colgaba una lámpara ventilador de esas que dan mal rollo cuando giran porque piensas que en cualquier momento se va a caer y te va a sesgar la carne con las aspas.
—Terushima Yuji, este es Asahi Azumane, tu nuevo compañero de cuarto — dijo Kageyama, seguidamente cerró la carpeta y me miró—. La visita a todo lo demás te la hace él, y si alguien te pregunta ha sido Sawamura Daichi el que te ha ido a buscar.
Y tras decir aquello se piró dejándome a solas con el tipo con aspecto de Jesucristo superstar.
—Ahora iré a por tu uniforme, tendrás que ponértelo y luego iremos a la capilla — dijo en un tono bastante monótono. Parecía decaído, como abrumado por algo que yo desconocía. — No me habían dicho que este año tendría compañero…
Por lo que hace a mí, estaba de pie en la cama mirando el crucifijo, que me dejaba sorprendido. Lo giré poniéndolo al revés y entonces le miré para observar que su expresión no había cambiado nada de nada.
—Según lo que leí en internet esta es la cruz de San Pedro, nada que ver con el anticristo— dije provocándole una pequeña risilla.— Ni se te ocurra llamarme por mi nombre completo como ese ¿vale?
—Está bien — dijo levantándose de la cama. — Procura ordenar tus cosas, suelen revisar que todo esté en orden al menos una vez cada dos semanas, yo voy a ir a por tu uniforme, que debe estar listo en la lavandería.
Me estiré sobre la cama y miré la lámpara fijamente. Aquello empezaba a parecerme demasiado una cárcel, y la peor parte era que tenía que repetir curso en aquel lugar porque me había pasado el anterior por ahí con Tendou, Bobata, Taketora y Misaki haciendo el lerdo en vez de atender a mis clases. Pero no importaba, nadie tenía porque saber que tenía 16 años y no 15.
De cualquier modo, obedecí y dispuse mis cuatro pertenencias en el armario de tamaño estándar. Miré en el cajón de mi mesita de noche donde una biblia esperaba a ser leída con un lápiz pequeño para anotaciones supuse. Saqué mi teléfono móvil y tomé aquel lápiz para acabar de decorar el cuarto. Busqué diferentes estrellas satánicas o hexagramas esotéricos y dibujé una que me pareció bonita, no podía esperar a que me expulsaran.
Cuando volvió Asahi, estaba tan centrado en sus pensamientos que ni siquiera se fijó. Me entregó mi uniforme y yo me lo puse como un niño bueno para ir a la capilla. Allí conocí al mencionado Park Song Suk, un tipo majo que se sentó a mi lado en la ceremonia. Sí, ahí fue cuando descubrí que el coreano se la pelaba siempre que entraba en el recinto, como si le pusiera la idea de que estaba en la casa de Dios o algo.
La misa de inicio empezó. Era un ritual curioso en un idioma que desconocía. Mi capacidad intuitiva dijo que debía ser latín, pero estúpidamente no había caído en que era una escuela internacional y que lo que hablaban era inglés. Idioma que yo chapurreaba, idioma que iba a necesitar si no quería repetir curso de nuevo.
Después de llevarme varios codazos del coreano, que cambiaba de mano cada X, y de Yamaguchi que estaba a mi otro lado indicándome cada cuanto tenía que levantarme y sentarme en aquel evento que al parecer se repetiría de forma prolongada todos los domingos habidos y por haber… Terminó y yo me dirigí a buscar a mi compañero cuarentón de cuarto. ¿Seríamos el cuarto de los que repiten para siempre?
Me di un volteo por todas partes a ver si lo veía, pero nanai, así que decidí volver al cuarto, el único lugar que conocía y abrí la puerta sin llamar. No esperaba encontrármelo follando con nadie, porque parecía muy inocentón, pero tampoco hacerlo como lo hice.
Colgado de la lámpara de aspas grimosa, el cuerpo de Asahi tenía el rosto enrojecido y bueno, estaba empalmado. Le miré un poco horrorizado, y quizá tendría que haber intentado descolgarlo o… Pero es que se veía claramente que era cadáver y yo solo podía pensar en el hecho de que la asfixia en los hombres casi siempre tiende a producir eyaculaciones y… No quería hacerlo, pero sentía curiosidad por bajarle los pantalones y mirar si era así.
A pesar de todo, llamé a la puerta vecina esperando que pudieran avisar a un responsable.
