¡Hola! Bien, aqui les dejo mi nuevo Fanfic, el summarie y el primer capitulo están aqui, asi que espero que lo lean y me dejen su opinión.

Disclamier: Los personajes son de , la historia es completamente de mi imaginacion, cualquier similitud, es solo una coincidencia.

(no es cap nuevo, es por unas cosas tecnicas)

Summarie: Isabella 'Arcilla, Gorgona' Swan vive en su mundo, Pero como todo gran Aquiles tiene su propio talon, y el pasado, muchas veces es la mierda que viene para hacernos reaccionar en nuestros errores

Capítulo betado por Mentxu Masen, Betas FFAD

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Mentxu! te doy las gracias, por betearme y todo eso.

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Los tacones resonaban en el piso de aquel edificio, los trabajadores se quedaban en silencio en cuanto ella aparecía. No hacía falta nada más, era la típica escena de una película donde el gran magnate entraba rodeado por sus matones. Solo había tres diferencias: la primera, ella era una mujer; la segunda, no estaba rodeada por matones o guardaespaldas, simplemente era ella y atemorizaba lo suficiente como para que no se oyera ni un solo suspiro; y la tercera, esta no era una película, era la vida real.

Isabella se enorgullecía de eso, de generar temor, incluso a los hombres, pero tenía claro que era su posición y clase social, su porte firme y su voz tranquila lo que más atemorizaba. Porque, cuando alguien grita, tu sabes que está exaltado, y estás preparado para cualquier clase de ataque, pero cuando alguien siempre se mantiene serena, con una máscara de tranquilidad imperturbable, con ojos fríos, tan fríos como el hielo, no sabes que esperar. No sabes cuando está furiosa y cuando nerviosa, es siempre igual. Podía soportar las más grandes presiones y no cambiaba su gesto, por eso todos le decían 'Arcilla' o 'Tempano', la arcilla que resiste más de 1500 grados centígrados y no se deforma.

Se subió al ascensor que todos dejaron vacío. Todos con miedo de ser petrificados con la mirada de aquella Gorgona. Nadie le miraba, nadie le hablaba y su secretaria, que era con quien mejor se llevaba dentro de aquel edificio, temblaba con una sola mirada. Entró a su despacho sin decir palabra. El último piso de aquella empresa siempre se encontraba vacío, solo Arcilla y su asistente. El despacho de ella ocupaba casi todo el último piso compuesto por: un baño; un closet del porte de una habitación de clase media; el lugar donde se encontraba su escritorio, que era por donde se accedía al resto, mediante claves secretas claro; y por ultima, su lugar sagrado, su biblioteca, llena de libros, tres butacas rodeando una mesa de café y en la pared, cerca de la ventana, un citrial junto a una esquinera, en donde había un teléfono con línea empresarial y otro con línea privada, pues no le gustaba salir de ahí cuando entraba. Solo Renée sabía la existencia de aquella salita y el número de teléfono con el que ella le contestaría. Esa biblioteca, además de contener libros, tenía su pasado, su talón de Aquiles. En una de las estanterías, ella conservaba una caja fuerte con todos y cada uno de los regalos que ÉL le había hecho en su juventud. Enfrente del lugar al que ella se sentaba a leer, una chimenea llena de recuadros. Uno predominaba colgado en la pared, el retrato de su padre cabalgando pintado en oleo por un artista local hace mas de 20 años. Rodeándolo, otros más pequeños en los que salían ambos. Ningún cuadro de su madre, Isabella siempre pensó que ese lugar era demasiado cálido para tenerla a ella ahí.

Su madre y todo lo demás era demasiado frio para entrar en Aquel lugar. Solo Renée podía entrar.

Ingresó a su despacho quitándose el abrigo y el sombrero, Seattle era demasiado frio en invierno. Se dirigió al baño y secó las puntas de su cabello, tomándolo en una estilizada coleta y se dirigió a su escritorio, mirando con anhelo la puerta que llevaba a su biblioteca.

120 minutos y voy allí cariño —pensó para sí misma mientras empezaba a leer unos papeles que habían sobre la mesa con hastío. Notó que no serían 120 minutos, sería mucho más tiempo.

La hoja, la cual parecía inofensiva, contenía en ella sus actividades para el día y en una esquina reconoció la letra de su nana recalcando 'llamar a Marie'. Isabella solo rodó los ojos, a pesar de que Marie era frívola y actuó mal con Renée, ella siempre le motivaba a contactar a su madre, pero esta vez estaba segura que era por algo importante. Renée lo escribió con letra grande y en rojo, muy llamativo.

Suspiró y partió por ahí. Al tercer tono, la voz fría y controlada, Incluso más que la de ella misma, de su madre, le respondió.

—Marie, Buenos días.

—Soy tu Madre Isabella.

—Madre es la que cría, no la que engendra —dijo Isabella hastiada. Su madre siempre era igual, antes de siquiera saludarle, le reprendía por algo—. Renée me dijo que debía llamarte, ¿qué quieres? —si Isabella no conociera tanto a Marie, juraría que ella estaba sonriendo.

—Bueno Isabella, voy a Seattle. Manda a uno de tus criados a buscarme al aeropuerto, te presentaré a Dan —dijo Marie. ¿Dan? Bella buscó en su registro mental tratando de averiguar quién demonios era cuando recordó a Renée mencionándole al nuevo novio de su Madre.

—Dan... ah sí, ¿el tipo al que tendré que mantener desde ahora en adelante al igual a que a ti? —su voz cortante y filosa es como una cuchilla. Su voz fría era como un ave rapaz en busca de su presa, el corazón de Marie. Su voz buscaba infringir dolor, eso deseaba, pero Marie era mucho más fría que ella y ni aunque Isabella le hiciera la peor ofensa del mundo, ella se espantaría y mucho menos le dolería.

—Cumples con tu deber Isabella —pero Isabella no era tan fría, y le dolía y hería en lo más profundo de su corazón que su propia madre le hablara de esa forma, pero no lo demostraba, ella solo se defendería y a eso se reducían las pocas veces que hablaban, luchas por ver quién hiere mas a quien. Luchas que Isabella siempre pierde.

—Haz lo que quieras Marie, pero en mi casa no te quedarás —dijo antes de cortar el teléfono. El resto del día pasó entre papeles y reuniones con distintos accionistas a quien buscaba comprar acciones. Ese fue el negocio de su padre, y algo que ella hacía de vez en cuando. Eso le hacía una persona poderosa, el hecho de que cuando se hacían listados de accionistas, ella tenía acciones en casi todas las empresas del país. Salvo una. Una sola empresa de la cual no le interesaba tener acciones. Su papá las tenía y ella las vendió, las regaló a su mejor amiga Alice Cullen.

Aún recuerda cómo lo conoció, pero nunca la menciona, no piensa en él durante el día ni durante la noche.

Por eso esa tarde, antes de irse a su fría mansión en las afueras de Seattle, se sorprendió al pasar a ver el cuadro de su padre y dirigirse a la caja fuerte y abrirla. Cuando fue capaz de encontrar la razón dentro de su propio cuerpo, observó Fotografías: ella montando a caballo, y ella y ÉL en una cena, ÉL tenía una mirada reprobatoria y ella estaba sonriendo con una copa de vino en la mano. Las devolvió nuevamente a la caja fuerte y salió hecha un demonio de ahí.

¿Cómo puedo perder el control así? ¿Cómo puedo ser tan idiota? , lo que más le molestaba de aquella situación era darse cuenta de algo que en su juventud no fue capaz. Ella siempre fue impertinente, siempre cometiendo errores, y eso había sido un error garrafal, era algo que no se debía repetir. NUNCA.

Una vez en la calle, con su abrigo y su gorro puestos, se subió a su auto, un Volvo Negro y presionó el acelerador, dejando las llantas marcadas en el estacionamiento.

Todos observaban y no lo podían creer, todo Seattle conoce su automóvil, y el verlo pasar demasiado rápido con una conductora claramente fuera de control los descolocó. ¿Arcilla no resistiendo la presión? Era algo totalmente inesperado y sorprendente.

Los autos se abrían por las calles, dejando paso al Popular Volvo. Tomó la 101 hacia el sur, luego de dos horas de loco conducir, el Volvo se encontraba frente a una gran reja de hierro oxidado.

Arcilla bajó de su auto. Con su caminar impresionante se acercó a la reja, fue hacia el lado derecho donde se encontraba una pared de Ladrillos, y empezó a arrancar con las manos las enredaderas que allí se encontraban, de manera desquiciada, lastimándose las manos.

Una vez sacó gran parte de aquellas enredaderas, se podía ver un viejo cartel con letras de fierro incrustadas en madera, se alejó y quedo mirando aquel cartel de manera melancólica 'Hacienda La Capitana'

¿Dónde estamos papi? —una inocente niña de 5 años, hablaba con voz clara al jovial castaño—. ¿Qué es este lugar papi? —la pequeña castaña miraba con ansiedad y curiosidad a sus padres.

Esto hija, es nuestra nueva casa —dijo Charlie Swan sonriendo con la alegría de una persona que acaba de cumplir su sueño.

Ha...haci-enda la ca-pit-a-na —leyó entrecortadamente la pequeña, que apenas empezaba a leer.

Así es cariño, 'Hacienda la Capitana'. Nuestra nueva casa —el Sr Swan se acercó a la reja, y la abrió.

De rodillas, Arcilla se encontraba de rodillas, frente a la reja de entrada. No lloraba, no hablaba o suspiraba. Su respiración era tranquila, como si estuviera durmiendo, pero no lo hacía. Recordar el pasado era algo que nunca le gustó hacer, siempre pensó que era una pérdida de tiempo, y habían pasado años desde que se había permitido un momento de debilidad como ese, desde que se había permitido a si misma pensar en su padre con la alegría de los años vividos, y no con la amargura de la muerte.

El teléfono sonaba persistentemente e Isabella presionó uno de los botones en su manubrio contestando en manos libres.

— ¡Bella! ¿Cariño estás bien? —la preocupada voz de Renée le recordó su debilidad y apretó con fuerza sus manos en el volante.

—Renée, estoy en camino a casa. ¿Qué necesitas? —su voz regresaba a la normalidad, no era ronca o afectada, era fría, como una tempano.

—Bells, tu amiga esta acá con un ataque de hiperactividad imposible —dijo su nana riendo—. Esta chica le cae demasiada energía en el cuerpo, te paso con ella —el teléfono sonaba, cambiando de mano.

— ¡Isabella! —dijo ella emocionada, si, solo Renée le decía Bella, nadie más, incluso aunque la conociera desde hace tantos años.

—Alice, ¿qué haces en mi casa? —entonces el silencio se volvió tenso, pero a su amiga no le cambió la voz al responder—. ¿Alice?

— ¡Oh nada en especial cariño! ¿Es que acaso ya no puedo visitar a mi mejor amiga sin que esta dude de mis buenas intenciones? —Arcilla le conocía demasiado bien, sabía que Alice solo la estaba tratando de despistar y se dejaría por hacerla feliz. Ella sabía que le darían un par de vueltas al centro comercial antes que la duende fuera capaz de decirle la verdad.

Apretó el acelerador con fuerza y por el otro lado del teléfono Alice se estremeció, algo andaba mal con Arcilla, y eso la motivó para seguir ocultándoselo por más tiempo.

Hay veces en que las cosas no son como nosotros queremos, Bella, yo no puedo darte eso, y lo sabes desde la primera vez —las palabras quemaban en su mente, como ardiendo. La Gorgona se estremeció. ¿Por qué le recordaba tanto estos días? Ella vivía bien con él lejos de su vida.

En la mitad de lo que se había demorado de ida, llegó a su casa. Nuevamente, la ciudad se abría ante ella, pero esta vez por un motivo diferente. Si antes se había percibido a una Arcilla descontrolada, esta vez la Arcilla se moldeaba de manera imponente e Isabella lo notó, ella sabía perfectamente que ellos le temían, que ella tenía el control y frente a ellos, nunca jamás eso cambiaria.

El Guardia en la entrada de su casa percibió que ella llegaba por el ruido de las llantas y se apresuró a abrir el portón de manera inmediata. Ella era impaciente y su instinto de supervivencia le decía que él no quería cruzar ni dos palabras con ella hoy.

El Volvo cruzó velozmente el portal y cuando Isabella vio el Porche amarillo canario estacionado en forma cruzada delante de la puerta principal, supo que algo estaba realmente fuera de su lugar. Alice, su siempre ordenada y cuidadosa mejor amiga, había dejado su coche del año, mal estacionado y las llantas grabadas en el piso, le indicaron que la cosa estaba aún peor de lo pensado. Dejó el coche con el parking y tomando su maletín y su bolso de mano, ingresó con paso firme a lo que se le avecinara, dispuesta a enfrentarlo.

La gente normal lucha por lo que quiere, tú solo dices que quieres algo y tu papi te lo trae, eres egoísta —maldito, ¿por qué le tenía que recordar ahora? ÉL se encontraba en otra parte del mundo, probablemente en Japón, o China, con su modelo de turno y a ella no le interesaba, realmente, no lo hacía.

Cuando sintió unos pequeños bracitos cruzarse en su cintura se tensó y se separó casi al instante, tratando de no herir los sentimientos de su pequeña amiga.

—Alice ¿cuántas veces he de decirte que no me abraces? —su voz era firme, pero Alice estaba relajada. Su amiga nunca había rechazado sus abrazos y en eso le recordaba a su hermano. Ambos, tan fríos, inalcanzables como una estrella. Pero ella lo hacía, ella les alcanzaba con su cariño—. Bien, ¿cómo va tu compañía duende? Parece ser que desde que subiste a la presidencia todo va mejor.

Si, la compañía Cullen había estado a punto de ser llevada a la ruina por un mal manejo de la junta directiva desde que él había dejado la presidencia. Nadie había querido asumirla y la junta directiva se encargaba de todo, pero eso casi lo arruina, y Alice, la salvadora, llegó para ellos, solucionando los desfalcos y las malas transacciones.

Alice sonrió orgullosa de sus logros.

—Realmente vamos bien cariño, pero nada de eso hubiera sido posible si tu no... —Isabella le dijo silencio con la mirada. Había una sirvienta, Raquel que era excepcionalmente metiche, e Isabella se quería ahorrar problemas, y lo que menos deseaba en esos momentos, era que ella se enterara como había sido salvada milagrosamente por una gran inyección de capital.

—Sí, Alice, lo sabemos. Ahora cállate, ¿qué me tienes que decir? —se levantó del sillón caminando hacia el segundo piso. Su amiga sonrió, sabiendo que Arcilla no quería por nada del mundo que sus sirvientas o cualquier otra persona se enterase que ella había sido quien le pasó el dinero para la compañía de su familia.

Al cabo de unos segundos, le siguió entrando a su habitación con cara de fastidiada.

—Aunque lo hiciste, aún no entiendo el porqué, nadie sabe que fuiste tú, Isabella. No pediste acciones ni formar parte de la empresa, y aunque sabes que yo te regresaré el dinero, me pregunto ¿por qué ayudar a una compañía en la que ÉL obtiene ganancia? —Arcilla le miró con una mirada vacía, fría, sin nada para responderle. Ella sabía perfectamente por qué no quería que se supiera que fue ella, y el porqué lo había hecho. A pesar de ÉL, por ÉL.

—Alice, son asuntos míos, nunca te has metido ahí, nunca lo has hecho, no lo hagas ahora —voz firme, mirada fría. Otra vez volvía a ser aquella Gorgona tenebrosa, aquella que se ganó a pulso el apodo de Arcilla. Aunque el apodo en si era idiota, ella sabía cómo se lo ganó. Su rostro nunca cambiaba, su personalidad fue moldeada y rota una sola vez y fue un arduo trabajo reconstruirse, volverse a juntar, pero esta vez su personalidad ya no tomó la misma forma, se moldeó de una manera completamente distinta.

—Bueno, a lo que vine Isabella, quiero que vayamos de compras —su sonrisa era más parecida a una mueca de preocupación, pero sus ojos brillaban con alegría intensa, verdadera.

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— ¿Como esta Jasper? —la pequeña pelinegra que segundos antes se había estado mirando al espejo sonriente, dejó de sonreír y bajó la vista.

—Um... no, no lo sé —dijo bajito, en un tono de voz tan bajo que Isabella casi no le escucha, y a pesar de que Arcilla por dentro se preocupó, no mostró rastro de seguir siquiera la conversación. La situación para su amiga estaba difícil.

Jasper y Alice con problemas, el mundo se caería a pedazos un día de estos, solo faltaba que Esme y Carlisle se divorciaran y esto sería un claro indicio del fin del mundo.

—No me gusta —dijo luego de unos segundos, Alice le dio una revisión a su vestido color purpura y empezó a quitárselo en silencio.

Esa fue la gran conversación que tuvieron, no más palabras, pero Isabella sabía que Alice tenía claro que le dejaba preocupada.

El resto de la tarde fue así, mentiría si la describo como amena, pues fue más bien tensa, plagada de silencios. Alice no sabía si decirle o no, hasta que se decidió que sería una tontería decirle ¿para qué? A Isabella ya no le importaba, pero en momentos como estos, Alice deseaba tener a su mejor amiga de regreso, esa que un día fue, esa a la que conoció llorando porque su padre había muerto a los 15 años, con quien podía hablar de sus felicidades y de sus desgracias, en lugar de callárselas, para que no le dañara. Extrañaba a Bella, pero también tenía claro que esa Bella estaba destinada a morir.

Por eso permitió el nacimiento de Arcilla, por eso seguía siendo su amiga, por eso pasaba de los desaires, las malas palabras o miradas silenciadoras. Aunque las personas a veces pensaran que era por el dinero de Arcilla, ambas sabían que no era así. Alice amaba a Isabella, claro, no como amaba a Jasper, pero la amaba, era como su hermana, y ambas lo sabían.

Isabella estaba en silencio y tensa por otra razón, por un momento, deseó con todo su corazón no haber cambiado, saber qué palabras decirle a su amiga, preguntarle qué problemas tenía con Jasper, pero esos pensamientos fueron eliminados. La Gorgona no podía poner en orden su cabeza. Ella también amaba a su amiga, en su retorcida forma de amar, peor lo hacía, y había incluso llegado a envidiarla alguna vez, pero no, por que cuando Isabella tenía 20 años, lo notó, se dio cuenta de que no debía preguntarse el ¿por qué a mí? Si no el ¿por qué no a mi? Ella se lo merecía, ella había matado a su padre.

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La oficina no se quedaba en silencio, cuando ella pasaba, todos y cada uno de sus trabajadores estaban murmurando cosas, y esto a ella le enfadó. Con una feroz mirada, tan tenebrosa, ellos al fin se silenciaron y ella procedió al ascensor, como cada día, como cada puto día desde que asumió el puesto en aquella compañía.

En su oficina, su secretaria temblaba nuevamente como una hoja en el árbol en pleno otoño. Arcilla entró velozmente a su despacho mientras su secretaria en silencio, esperaba por órdenes de la Gorgona.

—Periódico, café, cinco minutos y contando —voz fría como la nieve y la secretaria se dirigió a la pequeña cafetería por el café, con el cronometro en mano. Así era su jefa, si ella decía cinco minutos así debía ser, ni un segundo mas, ni un segundo menos.

4 minutos con 45 segundos después, su secretaria estaba organizando unos papeles que le dejaría sobre el escritorio a su jefa, en conjunto al café y el periódico. Justo en ese instante entró Renée en la habitación, le sonrió amablemente, y tomó el periódico, entrando sin anunciarse en la oficina.

—Sí, quiero esos informes mañana en mi despacho William, pero... —no siguió hablado, pues el tono de su teléfono perdió la conexión. Cuando se dio cuenta, Renée tenía el cable telefónico en la mano. Isabella supo que algo estaba mal, se volvió a sentar detrás del escritorio, mirando a Renée algo confundida. Ella solo dejo caer el periódico con un golpe sordo, mostrando la portada.

'El Tiburón de Seattle de Regreso'

Arcilla quedó mirando fijamente, releyendo una y otra vez el titular.

ÉL... ¿Volvería?