Róbame


Disclaimer: Boku No Hero Academia pertenece a Kohei Horikoshi. Ninguno de estos personajes me pertenece solo la historia a base de ellos.

ADVERTENCIA:

1. Kacchako (AU). Si no te gusta dale retroceder por favor.

2. Lenguaje fuerte y contenido sexual explícito.


Capítulo 1

¿Truco o trato?

Agotada miró la ruma de papeles por firmar, se sentía vacía, nula, densa.

Revisó sus folderes encontrando aún más trabajo del esperado. Abatida dejó caer su rostro en el escritorio, no quería saber más de trabajo, estaba a punto de salir de ahí y dejar todo a la deriva.

Desbloqueó su móvil esperanzada en encontrar algo interesante.

0 mensajes. Y él la había dejado en visto, usual. Hizo una mueca, las cosas en su matrimonio iban de mal en peor y no se sentía con ánimos de seguir luchando. Amaba a Izuku, pero últimamente estaba intratable. Cada vez que le hablaba o trataba de acaparar su atención salía con un "Estoy ocupado" "Ochako tengo papeles por revisar" "Tengo una reunión". Sus lágrimas no tardaron en aparecer, todo en su vida estaba tan mal, tanto como profesional y personalmente.

Levantó la vista hacia la derecha, su llanto se hizo aún más amargo. Ahí es donde reposaba la foto de su boda. Izuku lucía sonriente, hasta sonrojado, y todos sus amigos celebrando con ellos aquel día tan importante para ambos como pareja. 5 años de casados, y su aniversario sería en una semana. ¿Planes? Ninguno. Trabajo, Ochako, trabajo. Cómo buena esposa solo debes comprender y esperar ¿No es así? Callar mientras él anda día, tarde y noche con Tsuyu en reunión tras reunión. Cuando no llega a casa a dormir, cuando cancela sus citas.

El intercomunicador vibró. Descolgó el teléfono estirando la mano con desgano.

— Dime Momo. — su voz sonó agria, se lamentó en silencio, ella no tenía la culpa de sus temas.

— Ah... ¿Te encuentras bien Ochako? — arqueó una ceja. ¿Bien? Ay por favor, todos en la maldita empresa sabían que nada andaba bien. Respiró hondo y respondió con la mejor voz que tenía.

— Si, tranquila, ya sabes muchos papeles. — tomó el cuadro dejándolo reposar en la mesa tapando la foto. El solo verla le ponía aún más histérica.

—Sobre eso, todo se postergó hasta en dos semanas. Puedes estar más tranquila. Sal, bebe algo, te presionas mucho. Continuaré mi trabajo ¿Sí? — solo hubo silencio — Ochako, todos aquí te queremos mucho, no lo olvides. — añadió.

— Gracias. Y yo a ustedes. — colgó y soltó todo el aire que tenía guardado en el pecho. Por fin aire, por fin un respiro. Se irguió y busco su cartera en sus cajones. Sacó su espejo mirándose en él. Lucía ojerosa, demacrada. Llevaba dos días sin poder conciliar el sueño. Y su rostro se había llevado la peor parte.

Caminó hacia el baño de su oficina con su cartera en manos. Se lavó la cara y aplicó maquillaje en su rostro para mejorar su aspecto. Se sintió mejor consigo misma al ver su resultado. Era aún una mujer joven, 31 años no eran nada.

Tenía una reunión con el dueño de un gimnasio y de verdad no sentía ganas de asistir.

Trabajar en una agencia de Marketing era agotador. Y eso que era la relacionista pública. No quería ni imaginar el como se rompían la cabeza los creativos de las campañas publicitarias.

Salió de la oficina despidiéndose de Ashido a paso rápido. La oficina de su esposo se encontraba al final del pasillo. El solo sentir algo de su presencia le ponía de nervios así que pasó de largo tomando el ascensor. No quería cruzarse con nadie.

Una vez fuera se dirigió al estacionamiento encendiendo su Mercedes. El motor gruñó sensualmente. Cómo amaba su auto. Encendió la música y e inició el recorrido a un restaurante exclusivo de la ciudad. Ahí sería la reunión con el señor Bakugo, un hombre de 52 años aparentemente pasivo, reservado y amable.

El tráfico le detuvo el placentero viaje regresándole cierta parte de su estrés. Cuando por fin se disipó en un par de cuadras ya estaba frente a la fachada del restaurante. Sonrió, tenía mucha hambre, ojalá pueda cerrar este nuevo negocio y tomarse el día en casa junto a su gata o en el café con un libro nuevo.

— Buenos días, Ochako Midoriya — extendió su identificación — tengo una reserva.

Una joven bella y rubia con los labios más carmín que había visto se acercó a ella con una carpeta, revisándola seguramente para encontrar su nombre entre las reservas del día.

— Bienvenida, ciertamente su nombre se encuentra en lista, pase por favor. Su acompañante llegó hace un par de minutos. — vaya hombre puntual, pensó.

El restaurante era precioso, no frívolo, como los que solía frecuentar con Izuku. Por eso le gustaba tanto, era el lugar perfecto para concretar negocios y charlar gratamente con algún futuro cliente.

Su mesa se encontraba al lado del balcón, su favorita por la luz y la vista a la calle. Un caballero rubio y de mirada sencilla ya estaba sentado esperándola. Cuando la vió llegar le dedicó una sonrisa discreta. Se puso de pie. La asistenta se despidió y retiró.

— Masaru Bakugo un placer. — extendió su mano saludándola con formalidad.

— Ochako Midoriya. Mucho gusto, por favor tomemos asiento. — dicho esto se sentaron y miraron con amabilidad.

— ¿Como se encuentra hoy? ¿Ya estamos listos para firmar el contrato? — de su cartera sacó su carpeta dejándola en la mesa. Tratando de presionarlo para firmar de una vez.

— Señora Midoriya, estamos absolutamente convencidos de que su agencia hará un buen trabajo con las campañas que tenemos programadas para este año y mi esposa y yo queríamos cerrar el contrato hoy, pero aún tenemos un problema. — Ochako no pudo disimular su sorpresa. — ¿Un problema? Dígame cuál es y me encargaré de solucionarlo, lo más pronto posible. — sus ojos conectaron con los contrarios transmitiéndole confianza.

— Mi hijo. — anunció.

— ¿Su hijo?

— Si — suspiró — se rehúsa en acceder a firmar con su empresa sin antes conocer a las personas que trabajaran con nosotros. Es muy exigente, a pesar de su edad.

Esto no podía estar pasando, de verdad no quería convencer más personas, su cuerpo necesitaba un descanso. Esto estaba programado para hoy, Izuku armaría un alboroto en cuanto le dijera que no pudo cerrar el contrato en el plazo programado. Ya lo veía temblando y dando vueltas por la oficina. Sonrió incómoda.

— ¿Y cómo puedo hacer para comunicarme con él? ¿Se encuentra en el gimnasio ahora? ¿Podría llevarme?

— Se encuentra ahí, pero no podré llevarla, me gustaría estar con usted para convencerlo juntos pero lastimosamente tengo una cita con mi esposa. Confío en su buen criterio señora Midoriya. Buena suerte.

El almuerzo transcurrió normal, el señor Bakugo era muy amable, casi no se le sentía como cliente. Una vez terminada la reunión bajaron a la recepción y se despidieron con un beso en la mejilla. El rubio le deseó suerte, otra vez. Según el de verdad la necesitaría.

Aún no entendía por qué su hijo tenía tantos problemas con la agencia de marketing. No tenía nada que ver con su labor, su padre era el dueño y administrador. ¿Qué voz o voto podría tener? Ni siquiera supo a que se encargaba exactamente. Subió a su auto de nuevo y condujo hacia su casa.

Le dió el día libre a los empleados y entró a su habitación, se recostó en su cama. Su gata Himiko no tardó en subir a su lado y restregarse con su rostro.

— Hola~ — la tomó en brazos y le miró con tristeza. — ¿Cómo convenzo a este chico problema, gatita? Dame ideas, seamos creativas. — sonrió a la felina que ronroneaba embelesada por sus acciones.

Pensando se le prendió el foquito de las ideas.

— ¿Sabes qué? La mejor forma de conocer un negocio es recibir su servicio, me inscribiré en el gimnasio. — dejó a Himiko en la cama y fue a por su ropa deportiva. Cuando se la puso notó que aún se veía bien en ella. No había tenido hijos así que su cuerpo se mantenía intacto. Lo único que había cambiado es el ancho de sus caderas. Se veía más voluptuosa por consumir anticonceptivos a largo plazo.

Llenó su maletín con lo necesario y salió antes acariciando a la gata que maulló al verla irse.

De nuevo en el coche manejó hasta la dirección que el señor Bakugo le había dado. Un edificio sencillo se alzó a su vista. Un rotulo pasado de moda rezaba "Gimnasio Bakugo" en el frente.

Estacionó el auto y bajó de él. Después de todo hace meses que no asistía al gimnasio. Un poco de sudor podría quitarle el maldito estrés. Quizá, quizá.

Las escaleras que dirigían al piso del gimnasio eran estrechas y estaban mal decoradas, muchos cambios por hacer. De verdad necesitaban una asesoría de imagen, y con urgencia.

El gimnasio era sencillo, pero acogedor. Le hacía sentir cómoda a pesar de lo deteriorado que estaba. Miró a su alrededor buscando al entrenador del gimnasio y con suerte encontrar al dichoso hijo del señor Bakugo.

— ¿Hola? Ahm, soy una nueva cliente. — que mala atención, ahora entendía por qué había una baja considerable en sus ganancias.

De pronto un joven rubio fornido a niveles extraordinarios apareció secando unas pesas que sostenía. Sus brazos eran el cuádruple de los suyos y sus pechos marcaban sus pezones erguidos sobre la camiseta sin mangas que traía puesta. Qué hombre, digno entrenador de gimnasio, mordió su labio inferior involuntariamente. Cuando la luz dió en su rostro entendió todo en ese momento, él era el hijo del señor Bakugo.

— ¿Qué se le ofrece? — su voz era grave y poco amable. Le daría muchos problemas ganarse su confianza. Era mucho más joven que ella, su edad rondaba los 24 o 25 años aproximadamente.

— V-vengo a inscribirme en el gimnasio. — su voz había sonado temblorosa en mucho tiempo. Él era intimidante.

— Bien, deje la jodida maleta en los casilleros de allá y empecemos.— señaló unos viejos casilleros que estaban al fondo del cuarto.

— Está bien. — caminó hacia el lugar descrito mirándole de reojo. Le pareció ver una sonrisa en los labios del rubio. Nerviosa dejó su maletín y se quitó el saco dejando expuestas sus curvas al presente. Incómoda caminó hacia la sala de nuevo mirándole con las cejas alzadas.

— Y bien. ¿Qué es lo que quiere mejorar? — el joven se acercó a ella mirándole el cuerpo sin tapujos. — no encuentro nada mal en usted. ¿Para que quiere entrenar? Veo todo en orden. — su voz era realmente desagradable. Una persona sin tacto, si fuera un cliente real nunca más regresaría a ese gimnasio. Entonces iría defrente al grano.

— Déjeme presentarme. Soy Ochako Midoriya, Relacionista Pública de la agencia de Marketing, UA. Un placer conocerlo, hace unas horas estuve en una reunión con su padre. Me comentó que tenía inconvenientes con la firma del contrato, y bueno estoy aquí para convencerlo de que somos la mejor opción para administrar las campañas de su empresa. — cuando terminó de decir todo ésto dudó en haber tomado la decisión correcta. El joven había puesto una cara de furia considerable.

— Así que es usted la lagartija que quiere meter sus narices en nuestro negocio. — chasqueó la lengua ofuscado. — regrese por donde vino, no habrá contrato. No mientras yo sea el jodido entrenador.

— Déjeme convencerlo, se que si llega a conocerme podrá ver que somos personas de confianza y aceptaría... — el dedo índice del rubio se posó en sus labios, callándola.

— ¿Escuchó lo que le dije? No quiero firmar ni una mierda de contrato, largo. — Ochako frunció el ceño perdiendo la paciencia.

— ¡¿Qué pasa contigo?!— Bakugo tomó la mano de Ochako que había salido despedida en un ángulo perfecto para estamparse en su cara. El rió divertido.

— No estás mal. — caminó a su alrededor observando a detalle sus curvas y deteniéndose a mirar nuevamente con descaro su trasero, muslos y caderas. — pero según noto eres una mujer descuidada. Por ese anillo veo que estás casada, pero esas ojeras delatan que todo no está bien. ¿O me equivoco? — se paró frente a ella mirándole directamente a los ojos con sorna.

— No se inmiscuya en mi vida personal, yo solo vine a tratar de convencerlo de trabajar con nosotros, no a ésto. Me retiro. — él la tomó del brazo volteándola y apegándola a su pecho.

— Hagamos algo, yo aceptaré el contrato de porquería ese pero tendrá que venir a entrenar aquí todos los putos días y pagará el triple por clase durante un mes. Ah y ni una palabra de esto a mi padre. — ella le dió un empujón alejándose. Estaba furiosa, pero aún así debía pensar en la empresa y en el exigente hombre que había tomado por marido, antes que en ella misma. ¿Tan bajo habías caído Ochako?

— Bien. Pero hoy no me quedaré. Nos vemos mañana Bakugo-kun. — tomó su maleta y se colocó su saco empezando a caminar en dirección a las escaleras.

— Hasta mañana preciosa. — respondió Bakugo con sarcasmo, mandó un beso volado que Ochako gruñó al oír. Quería matarlo.

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Holaaaaaa. Como dice en la descripción de arriba este fic será un AU. Esto será netamente Lemon así que no se sorprendan si las cosas se ponen intensas en el siguiente capítulo. Si no gustan de infidelidades y ese tipo de temas, cuidado (?) De ésto se trata este fic. Aquí también Ochako es un poco más sería debido a su estrés, edad y profesión, pero no se preocupen, poco a poco retomará su personalidad, al igual que Bakugo n.n Tendrá una trama un tanto más sombría que Sol de Otoño. Espero les haya gustado. uwu

En fin, nos vemos en el próximo capítulo :3

Akai Sumi.