Disclaimer: El universo de Harry Potter, su historia, así como todos sus personajes pertenecen a J.K. Rowling. Está historia está escrita sin ningún fin lucrativo.
ADVERTENCIA: +18. Escenas de sexo explícitas. Relación homoerótica.

Esta historia participa en el #WizardingFest2018 del grupo de Facebook Wizarding Shippers.
Temática para el fest: sexo en público.


Reflejados

Scorpius odiaba ir de compras.

Era un trauma que tenía desde pequeño.

Su madre le llevaba a comprar ropa al menos una vez por semana. La mayoría de veces eran cosas pequeñas, como bufandas, capas o corbatas. Las compras más fáciles eran las túnicas para el colegio, porque todas eran iguales. Lo peor venía cuando tenía que comprar alguna túnica de gala, porque su madre no quería que repitiera vestimenta en un acto público, así que tenía que comprarse ropa para cada evento que tuviera su familia.

Y Astoria Malfoy no hacía nada a medias.

Su madre se encargaba de elegir el color, la tela, el ancho, el largo, el grosor, y cada detalle de la túnica que iba a comprar. Incluso lo que iba a vestir por debajo, o por encima de ella. Todo tenía que estar perfecto. Y la perfección llevaba varias horas en conseguirse.

Scorpius podía pasarse tardes enteras dentro de una tienda de túnicas. Por obligación, claro.

Elegir ropa muggle tampoco era fácil. Ni más rápido. Era casi peor, porque los muggles tenían mucha más ropa donde escoger, muchos más colores, telas y estampados. A Astoria le encantaba combinar complementos, y nada le hacía más feliz que utilizar a su hijo de maniquí.

Scorpius aguantó eso durante catorce años. Fue el periodo de tiempo que tardó en aprender a chantajear a su padre para que lo librase de las garras de su madre cuando ésta quería ir a comprar. Después de eso, las compras semanales pasaron a ser mensuales, lo cual fue todo un alivio.

Su vida mejoró bastante. Fue creciendo, y a medida de eso, su vestuario fue disminuyendo hasta llegar al de una persona normal, con prendas de ropa que él mismo elegía y que podía vestir más de una vez.

Hasta que llegó Albus Severus Potter.

A Albus no es que le gustase ir de compras, es que siempre quería vestir bien. Así que, aunque compraba poco, cuando lo hacía se tomaba su tiempo.

Eso era algo que Scorpius había aprendido en su primer año de relación y que intentaba evitar a toda costa, pero nunca le salía bien. No sabía cómo, pero su novio siempre conseguía salirse con la suya y arrastrarle por todas las tiendas de ropa que había en Londres.

— ¿Qué tal este?

El rubio alzó los ojos, miró los pantalones negros de vestir que llevaba Albus en esos momentos, y se encogió de hombros con aburrimiento.

— Igual que el anterior.

— ¿Vas a contestarme siempre lo mismo?

— Es que todos los pantalones son iguales —protestó.

— No lo son. Este tiene un brillante aquí —replicó Albus, señalando un pequeño rombo dorado a la altura de los bolsillos.

Scorpius entornó los ojos.

— ¿De verdad crees que alguien va a fijarse en eso?

— Tu madre lo haría.

Abrió la boca para replicar, pero pronto se dio cuenta de que su novio tenía razón. Su madre probablemente sí distinguiría dos pantalones iguales.

— Eso es una tontería —respondió de todas maneras.

— No lo es. Voy a conocer a tus padres, y quiero causarles una buena impresión en la cena de esta noche.

Scorpius parpadeó, incrédulo.

— Ya conoces a mis padres. Te los presenté cuando teníamos once años, ¿recuerdas? —contestó, con sarcasmo.

— No de esa manera —replicó el moreno.

— Elige el pantalón que quieras y vámonos ya —se quejó.

Albus rodó los ojos con exasperación, volviendo a entrar en el probador.

Se apoyó en la pared, cruzándose incómodamente de brazos mientras sostenía una bolsa de papel que contenía la camisa que su novio iba a vestir en la cena.

Miró hacia el fondo del pasillo, donde la dependienta de la tienda colocaba en orden unas chaquetas. Cuando volvió la vista hacia Albus, notó que este efectivamente se estaba cambiando de ropa, pero con la cortina del probador abierta de par en par.

— ¿Qué haces? —cuestionó con voz tensa.

— Probarme otros pantalones —contestó el otro, con voz cándida. Scorpius hizo amago de ir a cerrar la cortina, pero vio a Albus negar con la cabeza, mientras sonreía sugerente.

Se quedó parado, más expectante de lo que debería, mientras las manos de su novio recorrían su propio pecho, abriendo cada botón de su camisa con una lentitud desesperante. Sus ojos volaron con nerviosismo hacia el lugar donde aún se encontraba la dependienta, y luego volvieron hacia el moreno.

— Albus... —llamó, suplicante.

El chico ensanchó su sonrisa, quitándose la camisa del todo para colgarla en un perchero.

Observó con cuidado el satinado pecho de su novio. Su piel se notaba suave a simple vista, sin una sola marca. A Scorpius le encantaba acariciarle, sentir el tacto terso de la dermis del otro bajo las yemas de sus dedos.
Sus músculos se marcaban ligeramente, tanto en el abdomen como en los brazos, y sus rosados pezones se erguían como si le estuvieran llamando. El único contraste de color era la fina capa de bello oscuro que trazaba un camino desde el ombligo hasta perderse bajo el pantalón, y un puñado de pecas que salpicaban sus hombros y que Scorpius adoraba besar.

Le vio llevar sus manos hacia la bragueta de su pantalón, bajándosela. Su corazón se aceleró, y sus ojos se desviaron con ansiedad por el pasillo, vigilando a la dependienta.

— ¿Necesita ayuda? —preguntó la chica servicialmente.

— No —respondió, exaltado. Carraspeó, intentando serenarse—. Gracias.

La dependienta le ofreció una sonrisa amable, mientras él intentaba corresponderla. Cuando volvió a fijar la vista en su novio, se encontró con un Albus saliendo de sus pantalones, apoyado cómodamente sobre el espejo a su espalda, con una sonrisa provocativa y sus ojos verdes llenos de obscenidad.

— ¿Crees que este pantalón me quedaría mejor? —cuestionó en tono inocente.

La polla de Scorpius se apretó contra la tela de su ropa interior. Notaba como su rostro empezaba a acalorarse, mientras que sus manos empezaban a sudar, ansiosas.

— Estamos en medio de una tienda —riñó en un susurro ahogado.

— Aunque este es mucho más apretado —contestó, ignorándole completamente—. Tal vez debería quitarme la ropa interior.

— Albus, ni se te ocurra.

No le hizo caso.

El moreno se relamió, agarrando el elástico de su ropa interior, y bajándolo con dilación.

Para ese entonces, la erección de Scorpius estaba completamente dura, sus piernas se sentían agarrotadas, y hacía un calor asfixiante dentro de la tienda.

Albus debía estar en unas condiciones similares, porque su pene se irguió contra su estómago en cuanto se deshizo de la poca ropa que llevaba.

— Albus...

— Me encanta cuando me miras de esa manera —interrumpió, en un tono que empezaba a tener tintes de un desesperado afán.

Cerró los ojos, llenando temblorosamente de aire sus pulmones. Hubo un agudo tintineo que hizo eco en la tienda, lo que le hizo elevar sus párpados, solo para ver a dos chicas entrando por la puerta.

— Scorpius.

Su respiración se entrecortó cuando enfocó el cuerpo de su novio, quien en ese momento jadeaba, con la espalda arqueada y su mano derecha subiendo y bajando lentamente por su erección. Por el rabillo del ojo, vio a las dos chicas paseando entre las estanterías.

Había algo excitante y emocionante que hormigueaba en su estómago al pensar que Albus estaba ahí, desnudo y masturbandose, mientras esas chicas que estaban a unos metros de él ni si quiera se lo imaginaban.

— Nos van a pillar —advirtió.

Albus sonrió, coqueto y lujurioso, a la vez que aceleraba el ritmo de la mano que frotaba su pene.

— Eso es lo mejor, ¿no? —dijo entrecortadamente—. ¿No quieres entrar aquí?

— No.

Su negativa había sonado mucho menos contundente de lo que había querido.

— ¿Qué tengo que hacer para que vengas?

La voz de su novio sonaba tan temblorosa y había un ápice de sumisión tan candente que estaba empezando a dudar de su propia decisión.

Que Albus llevase el dedo corazón de su mano izquierda hasta su boca, y lo lamiese de una manera que solo podría catalogarse como impúdica, tampoco ayudó nada. Empeoró aún más cuando el moreno soltó un gemido, lamiendo ya dos de dos dedos.

Scorpius lo vio levantando una de sus rodillas para apoyarla en la pared de al lado, aún masturbandose, solo para llevar sus dedos lubricados hacia su ahora expuesta entrada. Observó cómo su dedo corazón desaparecía por lo que, el rubio sabía, era un estrecho y caliente pasadizo.

Sus ojos conectaron con los verdes de Albus, que lo miraban excitado y desesperado. Admiró la fina capa de sudor de su pecho, esas maravillosas pecas en sus hombros, su polla rosada con el glande goteando de placer, sus piernas abiertas y su ano engulléndose sus dedos.

Era una imagen digna de admirar.

— Por favor, Scorpius. Por favor...

— ¿Qué? —demandó, ronco.

Albus se mordió el labio inferior. Sus dedos salieron de su entrada, y luego entraron en un movimiento rápido y demandante.

— Ven aquí, por favor.

Tragó saliva con dificultad. Su pene palpitó dolorosamente, dándole una clara respuesta.

Captó un movimiento por el rabillo del ojo. Cuando giró el rostro, vio que las dos chicas se acercaban hacia los probadores. Miró a su novio con nerviosismo, pero este se encontraba más concentrado en dilatarse con tres de sus dedos que en el hecho de que estaban a punto de pillarles.

Se metió en el probador, cerró la cortina con un movimiento errático y retuvo el aliento mientras las chicas pasaban por fuera.

— ¿Has visto que guapo era? —oyó que decía una de ellas en un murmuró.

— Cállate, que te va a escuchar.

Las chicas rieron, y el rubio se permitió soltar un suspiro de alivio.

Aún con el susto, su pene seguía rígido, ciñéndose contra su ropa. Su corazón latió expectante, a la vez que se daba la vuelta para mirar a Albus.

El chico estaba mordiéndose el labio inferior, con la cabeza echada hacia atrás, los ojos entrecerrados y con el pecho subiéndole y bajándole con rapidez. Su mano derecha seguía sobre su erección aunque no se movía. Scorpius sabía que eso era porque estaba a punto de correrse, y no quería terminar. Su mano izquierda, por el contrario, penetraba su entrada con desesperación.

— Scorpius —sollozó lastimeramente.

Albus se acercó a él, estrellando su boca con la contraria. El rubio dejó de pensar en ese momento, mientras sus manos acariciaban con vehemencia la espalda de su novio, y éste gemía con deleite en su boca, sabiendo que había conseguido salirse con la suya.

— No hagas ruido o nos descubrirán.

— Ellas lo disfrutarían más que nosotros.

Scorpius no pudo evitar sonreír, llevando una mano hacia la caliente y húmeda polla de su novio y la deslizó sobre la cálida carne, ahogando los jadeos de Albus con su boca. Lo notó temblar contra él, con todo el vello de su cuerpo erizándose y su piel desnuda rozándose contra su ropa.

Tuvo que retener sus propios gemidos cuando las manos del moreno desabrocharon su pantalón, y su pene dejó de estar apresado entre su ropa, solo para encontrarse atrapado en la firme sujeción de los dedos de Albus. Sus músculos se tensaron, su estómago hormigueó impaciente, mientras que sus testículos se oprimieron doloridos.

Merlín, iba a correrse malditamente rápido.

— Date la vuelta —demandó con urgencia.

Albus obedeció inmediatamente, dejando su espalda pegada al pecho del rubio. Scorpius alineó su erección contra la dilatada entrada del otro, y embistió suavemente, recreándose en la maravillosa sensación de la abrasadora estrechez del moreno a su alrededor.

Se dio cuenta de que había cerrado los ojos y de que respiraba con dificultad cuando notó que su novio se inclinaba hacia adelante, empujando sus caderas hacia él, haciendo que su pene se enterrase más en su interior. Cuando sus párpados se abrieron, se encontró de frente consigo mismo, reflejado en el espejo del probador.

Tenía las mejillas coloreadas y el rostro perlado en sudor. Su camiseta seguía en su lugar, pero sus pantalones habían quedado embutidos a la altura de sus rodillas.

Albus, en cambio, era un lío desmesuradamente excitante. Su cabello negro era un desastre, tenía una mirada impaciente y deseosa, y la boca entreabierta, respirando con dificultad. Sus manos y su aliento dejaban cercos de vaho sobre el espejo y su pene había adquirido un tono amoratado, seguramente por retener el orgasmo.

Debía comprar un espejo como ese para su habitación.

— Sí supieras cómo te ves ahora mismo.

El moreno se removió lloriqueando, balanceando sus caderas para urgir algún movimiento por parte del otro. Scorpius no se hizo de rogar, meciéndose hacia atrás para embestir con un movimiento firme.

Un largo y extasiado gemido salió de la garganta de Albus, sin tomarse la molestia de retenerlo. Le hubiera reprendido, si no fuera porque la excitación no le dejaba hablar. Su único pensamiento en ese momento era que necesitaba correrse, y necesitaba que Albus se corriera con él.

Afianzó sus manos contra las caderas el otro, llevando el ritmo de sus arremetidas a algo más desordenado y apremiante. Scorpius miró a su novio a través del espejo, observando cómo cerraba los ojos, en una expresión de auténtico placer, cómo sus manos se agarrotaban contra su reflejo, y cómo su piel se sonrojaba hasta que las pecas de sus hombros apenas se distinguían.

Notó como la estrechez alrededor de su entrepierna aumentaba, lo que le hizo apretar los dientes, enfriándolos con el paso del aire al respirar, mientras sentía la conocida sensación del éxtasis arremolinarse en su estómago.

— ¿Hola? —escuchó que decían, al otro lado de la cortina—. Señor, ¿necesita ayuda?

Envío una mirada alarmada hacia Albus a través del espejo. Hizo ademán de detenerse, pero el moreno negó rápidamente.

— No pares —le susurró—. Estoy a punto de correrme.

Scorpius mordió su labio inferior, continuando con sus embestidas. Sus dedos se clavaron en la piel del otro, dejando sus dedos blancos. El cuerpo entero de Albus se estremeció, arqueando su espalda, eyaculando contra su propio reflejo.

— ¿Señor?

El rubio emitió un sonido estrangulado, a la vez que la cortina del probador se abría.

Observó el rostro asombrado de la dependienta a través del espejo, y Scorpius se hubiera avergonzado, si no fuera porque en ese momento el orgasmo estalló en él, tan fuerte, que sus párpados cayeron, y pudo jurar que vio colores aún con los ojos cerrados.

Cuando volvió en sí, se dio cuenta de que Albus seguía inclinado, con el cuerpo ya relajado, y que la chica seguía detrás de ellos, con los ojos abiertos como platos.

— Yo... lo siento.

La dependienta cerró la cortina con un movimiento brusco. El cuerpo de su novio se sacudió, y solo entonces se percató de que Albus estaba intentando aguantar la risa.

— Mierda —se quejó, apartándose del otro y subiéndose los pantalones.

Rebuscó su varita, mientras Albus recogía su ropa para vestirse, y lanzó un rápido hechizo de limpieza para ambos.

Respiró hondo, y salió del probador con la cabeza bien alta, como si no le acabasen de pillar en sus más morbosas intimidades. Cuando pasaron frente al mostrador, le ofreció una ligera mirada de disculpa a la chica, mientras que Albus aún intentaba retener las carcajadas.

— Al final no me he comprado los pantalones —se quejó el moreno totalmente divertido, una vez que pisaron la calle.

Scorpius miró a su novio de soslayo.

— Todo esto ha sido por tu culpa. Menos mal que aquí no nos conoce nadie.

— Oh, vamos. Lo he hecho por ti.

— ¿Por mi?

Albus sonrió sugestivamente.

— Apuesto lo que quieras a que esta vez no te has aburrido mientras comprábamos.

Abrió la boca, dispuesto a replicar, pero luego lo reflexionó.

Pensándolo así...

— Creo que deberíamos ir a comprarte unos pantalones.

El moreno soltó una carcajada, pero no se negó ante la idea.

Iba a ser una larga tarde de compras.


¡Hoooooola gentecilla!
Alguien me querrá matar ahora mismo porque en vez de actualizar mi Drarry estoy escribiendo esto, pero bueno...

He aquí un pequeño Scorbus^^ (no sé porqué lo escribo como si fuera una historia llena de fluff jaja). La verdad es que llevo tiempo queriendo escribir algo de ellos, y en un principio esta era una idea que tenía adaptada para un Drarry, pero decidí escribirla aquí.
No soy de las que escriben mucho lemon, así que espero que me haya quedado bien.

Seguramente, la siguiente historia que escribiré para el WizardingFest la publicaré en el siguiente capítulo de esta historia, porque serán one-shots relacionados el uno con el otro. Espero que me dé tiempo a escribirlo xD

¡Gracias por leerme!