ATENCIÓN: ESTE FIC ES UN SPOILER TOTAL DEL LIBRO HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FÉNIX. SI NO LO HAS LEÍDO AÚN, NO LEAS ESTE FIC.

REPITO. SI NO HAS LEIDO HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FÉNIX, NO LEAS ESTE FIC.

Ahora a lo nuestro

Disclaimer: Harry Potter y sus personajes le pertenecen a J.K.Rowling, no me pertenecen a mi. Y si me pertenecieran, ustedes estarían pagando para leer esto... La vida sería tan bella...

Ahora el fic...

SI NO HAN LEÍDO HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FÉNIX, NO LEAN ESTO...

Ejem... perdón... era por si acaso...

Este fic está dedicado a mi amiga Barby, que en muchas ocasiones me hace sentir como el doctor Frankenstein...

- - MUAHHAHAHAHA! ESTA VIIIIIIVO!!!...

Una vez más, le pido perdón a toda la familia de Barby por haber creado un monstruo de calibre Harrypotteriano que tendrán que soportar de Diciembre a Marzo...

Harry Potter y el Enigma de Elspeth

Capítulo 1

La mancha en el techo

Los vecinos del número 4 de la calle Privet, Little Whinging, Surrey, estaban acostumbrados al extraño comportamiento de sus habitantes.

Los vecinos estaban acostumbrados, por ejemplo, a la lechuza blanca que se posaba en una de las ventanas del piso superior de la casa de junto.

Sabían que una vez al año, el Señor Dursley, el corpulento propietario del número 4, llegaría como a hurtadillas en su automóvil, entraría en la casa en puntas de pie y escudriñaría todo a su alrededor, como si esperase no haber sido notado. Era en esas ocasiones en las cuales se podía ver al sobrino del Señor Dursley, un muchacho muy delgado y desalineado que parecía nunca haberse peinado, y que pasaba los veranos en casa de sus tíos.

En aquellas ocasiones, el muchacho sacaría un enorme baúl de la cajuela y lidiaría con una lechuza que chillaba y aleteaba, al parecer molesta por estar enjaulada.

Los vecinos ya no se perturbaban por la presencia del extraño muchacho, ya que los Dursley habían explicado que estaba internado el un instituto para los mentalmente inestables.

Sin embargo, las sonoras discusiones que se oían entre el Sr. Dursley y su sobrino, aún despertaban la curiosidad de los vecinos; pero se habían hecho tan frecuentes que eran olvidadas al día siguiente.

Pero ese verano, las cosas habían sido bastante diferentes a los veranos anteriores.

Los vecinos habían visto al Sr. Dursley llegar en su automóvil con su sobrino y había entrado en la casa exactamente de la misma manera que los anteriores veranos, lo que solo podía significar que la paz de su calle pronto sería rota. Pero estaban equivocados.

Los vecinos no habían oído las discusiones a las que ya se habían habituado, la lechuza ya no se posaba en la ventana del piso superior de la casa, y si no hubiese sido por la Sra. Dursley, que regaba las hortensias del jardín muy temprano en la mañana, la casa hubiese parecido vacía.

Las cortinas permanecían cerradas la mayor parte del día, las luces se apagaban apenas caía el sol, las cartas que dejaba el cartero se amontonaban hasta el día siguiente, y la pintura de la verja, que otros años hubiera permanecido inmaculada, ya había comenzado a descascararse.

Ni siquiera se veía al hijo de los Dursley, un muchacho gigantesco con cara de cerdito, temido por todos los niños del barrio por sus habilidades pugilísticas, las cuales ponía en práctica con cuanto muchachito se cruce en su camino, sin necesitad de un ring, guantes o árbitro.

Era muy obvio que las cosas eran diferentes.

En las dos semanas posteriores a la llegada del sobrino de los Dursley, todo había sido silencio.

Esa noche, como todas las noches, las luces en la casa del número 4 de la calle Privet, las luces se habían apagado al atardecer.

Harry Potter yacía en su cama, mirando el techo.

Las cortinas de su ventana se mecían suavemente con la brisa que entraba por la ventana entreabierta.

Con una mano, espantó un mosquito que zumbaba cerca de su oído.

Sus ojos le pesaban mucho y sentía un cansancio terrible. Pero cada vez que caía en sueños, las pesadillas comenzaban.

Harry Potter no era un muchacho normal. O al menos ero creían los Dursley y todos los vecinos de Privet Drive.

Todo lo que lo rodeaba era extraño. Desde el baúl al pie de la cama hasta la lechuza blanca que dormitaba en una jaula sobre el escritorio.

Algo más hacía de Harry un muchacho extraño: una cicatriz brillante en su frente con forma de rayo, símbolo de lo que Harry era y uno de los pocos recuerdos que el muchacho tenía de la noche en que sus padres murieron. Era precisamente esa cicatriz lo que hacía de Harry un muchacho inusual, no sólo ante los ojos de sus tíos o de sus vecinos, sino también ante los ojos de la gente de su mundo, donde ni su lechuza ni su baúl eran raros.

Harry era un mago. Y el día en que supo que lo era y que acudiría al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, era uno de los recuerdos más felices que Harry poseía.

Pero esa noche del verano en que todo parecía distinto, Harry miraba fijamente el techo para concentrarse en una manchita de humedad color negro que apenas se vislumbraba a la luz de la luna.

Por momentos, la manchita parecía agrandarse. Otros, desaparecía. Entonces Harry entrecerraría los ojos intentando volver a encontrarla.

No cerraría los ojos y no pensaría en otra cosa que no sea la manchita.

Porque esa noche, mientras yacía boca arriba en su cama, en la habitación más pequeña del primer piso del número 4 de la calle Privet, Harry no deseaba otra cosa que olvidar que era un mago.

Quería olvidar el baúl al pie de la cama, quería olvidar a la lechuza sobre el escritorio, y sobretodo, quería olvidar la cicatriz en su frente, que desde hacía un año, no dejaba de molestarle.

Hacía dos semanas que Harry no dormía más de un par de horas por noche, cerraba los ojos vencido por el cansancio y despertaba repentinamente al escuchar su propia voz, no mucho después de haberse quedado dormido.

Harry entrecerró los ojos, había perdido de vista a la manchita, se le hacía cada vez más difícil encontrarla.

La mancha negra se hizo más grande. Cambió de for4ma súbitamente y comenzó a cubrirlo todo. Primero el techo, luego, poco a poco, las paredes, hasta que finalmente, sólo Harry no pertenecía al negro de la mancha.

Harry estiró la mano para alcanzar la inmensidad de la oscuridad que lo rodeaba.

Las yemas de sus dedos alcanzaron algo que Harry no recordó que estuviera tan cerca. Entonces fue cuando se dio cuenta de que lo que estaba frente a él ya no era una mancha, sino una cortina negra enorme, que se movía suavemente aún cuando no había viento.

Harry sabía que no debía correr la cortina, no sabía muy bien por qué, pero no debía. No importaba cuanta curiosidad sintiera, no debía tocarla.

Y sin embargo, estiró la mano, pero ya no la alcanzaba. Seguía ahí, pero ya no podía tocarla. Era como aquella vez que deseaba abrir la puerta azul y no lo lograba.

Escuchó una voz que le llamaba del otro lado de la cortina.

- - ¡Harry! ¡NO!

Y luego escuchó su propia voz, como un trueno.

- - ¡Sirius! ¡Sirius!

Harry despertó una vez más, bañado en sudor, con el corazón latiéndole tan fuerte que apenas escuchaba su respiración entrecortada que rompía el silencio de su propia habitación.

Se refregó los ojos.

En un rincón del cuarto descansaba su Saeta de Fuego. Harry sintió como se le estrujaba el corazón.

A lo lejos se escuchaban los ronquidos de Dudley.

Harry suspiró pesadamente.

Por una vez, deseaba que su primo entrara en su cuarto y lo utilizara como saco para practicar sus golpes. Deseaba que su tío le gritara que no vea la televisión o que su tía lo obligara a preparar el desayuno frunciendo la nariz con disgusto.

Pero nada de eso sucedería.

Porque, al fin, todos los deseos de Harry, todas las amenazas y sus intentos para que sus únicos familiares lo dejen tranquilo y lo respeten, habían surtido efecto.

Tras el ataque de los dementores el verano anterior, Tía Petunia decidió que su hijito adorado permanezca en casa por las noches.

Y Harry, que había pensado que pasaría todo el verano siendo molestado por su primo, se había equivocado.

Dudley ni siquiera le hablaba, y cada vez que cruzaban miradas, su primo bajaba la cabeza y se concentraba en la comida.

En cuanto a la Tía Petunia, era la que más había cambiado. Ya no le reclamaba que se peine antes de salir a la calle, ni le pedía que guarde todos los libros de Hogwarts bajo llave en caso que un ladrón entrase en la casa y se dieran cuenta que su sobrino era un fenómeno. Apenas le dirigía la palabra, y cuando lo hacía, utilizaba la menor cantidad de sílabas posibles.

Palabras como "Desayuno", "Almuerzo" y "Cena" eran las que conformaba todas las conversaciones que mantenía con Harry.

En cuanto al Tío Vernon, tras la sutil amenaza del Profesor Lupin en la estación King's Cross, sólo se dignaba a observar a su sobrino con los ojos empequeñecidos, casi cerrados, la cara amargada y el cuello tieso. A veces hasta era divertido ver cómo la vena en su frente se hinchaba casi tanto como su nariz, pero al cabo de media hora, durante la cual el cuello de tío Vernon se volvía progresivamente rojo, la vena regresaba a su tamaño normar, sin decir palabra.

Harry se volteó en su cama, enojado por quedarse observando su Saeta de Fuego, y hundió la cabeza en la almohada apretando los dientes.

Escuchó un traqueteo en la ventana.

Harry levantó la cabeza. No tenía idea de qué hora era, pero era de noche todavía, lo que lo hizo enojar más aún, que quería desesperadamente que salga el sol.

Crish, Crish...

Harry estiró el brazo para cerrar la ventana, pero algo entró zumbando repentinamente.

El corazón de Harry casi se le sale por la boca. Medio dormido y agotado por las dos semanas de insomnio, le costó darse cuenta de que lo que había entrado por la ventana era la lechuza de Ron, Pigwidgeon.

Harry saltó de la cama intentando atrapar al ruidoso pajarito que daba vueltas por la habitación.

Cuando por fin lo logró, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para desatar el paquetito que el ave tenía atado a una de las patas.

Mantuvo el sobre en su mano durante unos minutos. No estaba muy seguro de querer abrirlo.

Durante los últimos días había recibido algunos mensajes de Hermione y del profesor Lupin, preguntándole cómo estaba. Pero no eran más que recordatorios de aquello que quería olvidar. Que había cometido un error y que su padrino Sirius había acudido en su ayuda. Que su padrino Sirius había caído detrás de la cortina. Que su padrino Sirius había muerto por su culpa.

Encendió la lámpara de su escritorio y se dispuso a leer la carta.

Harry,

¿Cómo estás? Sería bueno que respondas las cartas. Espero que lo hagas.

Ron

Simple, prolijo y al grano.

Pero Harry no pensaba contestar.

No le interesaba hacerlo. No quería saber lo que ocurría en el mundo mágico.

Por primera vez, Harry no deseaba regresar a Hogwarts.

Si al menos los Dursley lo molestaras... ¡Pero no! No hacían más que mirarle en silencio.

Harry hizo un bollito con la carta de Ron y  la arrojó a un rincón.

Pigwidgeon se posó sobre la jaula de Hedwig, que picoteaba al aire salvajemente, molesta por la intrusa.

Harry apagó la luz y se acercó a la ventana.

Abrió los postigos y respiró el aire fresco.

La calle estaba vacía. Privet Drive dormía. Pero Harry seguía despierto.

Un gato dormitaba sobre un bote de basura.

Harry frunció la nariz. Era uno de los gatos de la Señora Figg, la vecina solterona que el verano pasado se había revelado como una squib.

Harry odiaba que lo vigilen, pero sabía que no había nada que él pudiera hacer para evitarlo. Si Dumbledore lo quería así, Harry lo aceptaría.

Había aprendido una amarga lección. Intentaría obedecer a toda orden que se le diera. Se quedaría en casa de los Dursley sin quejarse, no se desesperaría por tener información de las actividades de la Orden, porque la información no le llegaría. También sabía que otro error podría costarle su regreso a Hogwarts. Y por mucho que detestara ser un mago en ese momento, no estaba tan loco como para arriesgarse.

Harry se sentía atrapado. No pertenecía al mundo muggle y odiaba recordar que era un mago.

Agotado, se tiró en la cama. Y esta vez, sin mucho esfuerzo por evitarlo, se quedó dormido.

Despertó al día siguiente con el grito a todo pulmón de Tía Petunia anunciando el desayuno.

Harry bajó, todavía vestido con las ropas del día anterior, se sentó en la mesa de la cocina bajo la mirada iracunda de Tío Vernon, y se dispuso a comer el cuarto de pomelo que le correspondía

Mientras hacía lo posible para lograr que Dudley se molestara porque, extrañamente, el trozo de pomelo de Harry era notoriamente mayor que el de su primo, vio a la Señora Figg recogiendo el correo.

Harry volteó rápidamente. Había estado huyendo de ella las últimas semanas, no porque no le cayera bien, sino porque, simplemente, no sentía deseos de que lo invite a tomar el té.

Pero fue demasiado tarde. La Sra. Figg ya cruzaba la calle y timbraba en casa de los Dursley.

Harry se apresuró a abrir la puerta, sabiendo perfectamente que era a él a quien buscaba.

La Sra. Fig. le sonrió amablemente mientras uno de sus gatos se desperezaba en el tapete de la entrada, donde podía leerse "Bienvenidos" (por cierto, el tapete más hipócrita que Harry hubiese visto jamás).

- - Hola, muchacho – Le dijo la Sra. Fig. examinándolo de pies a cabeza – Caramba, como has crecido.

Harry hizo lo posible por sonreír. Después de todo, la Sra. Figg había testificado a su favor en la audiencia que decidiría si Harry sería expulsado de Hogwarts o no. Se sentía en deuda con ella.

- - ¿Por qué no vienes a tomar el té hoy por la tarde? Prepararé unas galletitas.

El muchacho asintió con la cabeza, las mejillas doliéndole por el esfuerzo de sonreír falsamente.

- - Bien. Te espero, muchacho.

Harry volvió a la mesa para seguir molestando a Dudley con su trozo de pomelo, pero, claro está, éste había sido confiscado y yacía en algún rincón del hiperdesarrollado estómago de su primo.

El tío Vernon miró a Harry con ojos pequeños asomando por sobre el diario, pero no dijo nada.

Al ver que su desayuno había desaparecido, Harry decidió regresar a su habitación a mirar la mancha en el techo hasta la hora del almuerzo.

Cuando entró en su cuarto, cuatro lechuzas lo esperaban.

Una era muy bonita, de color grisáceo que probablemente llevaría una carta de Hermione. Otra era bastante pequeña y llevaba un gran paquete; otra era grande, de color marrón y la última era Errol, el ave de la familia Weasley.

Harry suspiró. Pig seguía sobre la jaula de Hedwig, que chillaba como nunca al ver tantos intrusos.

Tomó el sobre de la pata de la primer lechuza y efectivamente llevaba una carta de Hermione.

Querido Harry,

Estoy cansada de enviarte mensajes y que no los respondas. Francamente, ya me estoy preocupando. ¿Cómo estás? ¿Por qué no contestas las cartas?

Esta lechuza va a quedarse esperando tu respuesta, así que más te vale enviar una cuanto antes o te seguirán llegando lechuzas de mi parte y tu cuarto se transformará en una Lechucería.

Un abrazo de

Hermione.

Harry bufó. No le quedaba otra salida. Tampoco era justo que sus amigos se preocupen. Lo haría después.

Tomó el paquetito que llevaba la segunda lechuza y ésta salió por la ventana inmediatamente después.

El sobre era del profesor Lupin.

Harry,

Los muchachos me han comentado que no han sabido nada de ti y están algo preocupados. Procura contestarles.

Sé que probablemente no estés de humor, pero son tus amigos y se interesan por ti.

Pronto recibirás noticias nuestras.

Saludos

Remus

P.D.: Todos por aquí envían sus saludos.

Harry bufó una vez más. Lo único que le faltaba era que Lupin le diera lecciones por correo.

Pero por otro lado, se sintió algo aliviado. Donde decía "todos por aquí" Lupin se refería a todos los miembros de La Orden del Fénix.

Dejó de lado la carta y se puso a pensar en la Orden.

¿Dónde estarían reunidos ahora que su escondite secreto había sido revelado por el elfo doméstico de Sirius?

Luego sacudió la cabeza. No quería pensar en Sirius.

Miró a Errol, que había perdido muchas plumas que aún volaban perezosas alrededor de la habitación.

Tomó el paquete de la maltrecha lechuza y le acercó un poco de agua.

Otra carta de Ron.

Harry,

Ya estoy perdiendo la paciencia. Si no contestas, enviaré a Fred y a George a que te hagan probar sus nuevos chascos.

Ron

P.D.: Mi madre te envía saludos y una torta, aunque no te la mereces. Y has el favor de enviar de vuelta a Pig y a Errol. Las necesitamos.

Finalmente, Harry tomó la carta de la cuarta lechuza.

Éste era un paquete muy decorado con florituras ininteligibles.

Examinó el sobre tratando de determinar su procedencia, pero se dio por vencido.

Abrió el sobre con cuidado, aún intentando descifrar el remitente.

Señor Harry Potter,

La Comisión Examinadora de Estudios Mágicos, perteneciente a la Secretaría de Estudios Mágicos, Departamento de Regulación de la Magia, Sección Gran Bretaña, le comunica que ha obtenido un total de 9 (nueve) Matrículas de Honor en Brujería.

Para detalles acerca de cada uno de sus exámenes, por favor, consulte la lista adjunta. Su diploma le será entregado durante el año escolar en su correspondiente institución.

Sin más, le saluda atentamente

Griselda Marchbanks

Presidente de la Comisión Examinadora de Estudios Mágicos

Secretaría de Estudios Mágicos

Departamento de Regulación de Estudios  de la Magia, Confederación Internacional de Magos, Sección Gran Bretaña

Ministerio de la Magia

Lo menos que Harry hubiese esperado en ese día eran los resultados de sus MHBs. Y se sorprendió más aún al notar que eran muy buenos resultados.

Y a pesar de todo lo que había estado deseando, se sintió orgulloso de ser un mago.  No pudo contener una sonrisa y sintió urgencia de escribir a Ron y a Hermione para preguntarles cómo habían sido sus exámenes. También sintió ganas de escribir al Profesor Lupin para contárselo, y de contárselo a la Profesora McGonagall, y a la Señora Figg ...

Harry contuvo la respiración. Sí. Se sintió feliz por un momento. Se sintió vivo.

Desdobló rápidamente el segundo pergamino que contenía el sobre.

Nombre del Alumno: Harry Potter

Institución a la que concurre: Hogwarts, colegio de Magia y Hechicería.

(La información se encuentra ordenada en Materia, Clasificación, Notas del examinador)

Adivinación, 6. El alumno no posee las cualidades pero sí la predisposición.

Astronomía, 7. Enorme capacidad de observación y rapidez. Se observan errores que han sido considerados de acuerdo con la situación en la que transcurrió la evaluación.

Cuidado de Criaturas Mágicas, 10. Altas capacidades y excelente observación de las criaturas, paciencia y dedicación.

Defensa contra las Artes Oscuras, 10. Excelencia superada.

Herbología, 10. Gran dedicación y paciencia.

Historia de la Magia, 9. Excelente memoria pero falta de atención a los detalles.

Pociones, 9. Falta de concentración, aún así, obteniendo buenos resultados. Excelente precisión en la medición de ingredientes.

Teoría de los Encantos, 10. Excelencia. Alta Capacidad para realizar hechizos fáciles, y precisión en aquellos más complicados.

Transformaciones, 9. Grandes capacidades y excelente precisión.

Ha obtenido un total de 9 Matrículas de Honor en Brujería, 7 de ellas en grado de Excelencia y dos en grado Estándar.

Felicitaciones

Profesor Albert Holloway

Profesora Griselda Marchbanks

Profesor Otto Rippemburg

Profesora Eunilda Rockcliff

Profesor Frederick Tofty

Comisión Examinadora

Harry dejó a un lado la carta y sonrió satisfecho. Había logrado MHBs en las materias que se requería para intentar ser un auror.

Sin borrar la sonrisa de su rostro se dirigió al escritorio y apartó un pergamino, donde comenzó a escribir una carta para Ron, excusándose por no haber respondido a sus cartas, que no se preocupe por él, y que se encontraba bien. Luego escribió una carta idéntica a Hermione, y en ambas agregó sus resultados en los MHB.

Satisfecho, envió a las lechuzas de vuelta, pero al salir por la ventana, Errol se incrustó en un arbusto y tuvo que ser asistido por Pig y por la lechuza del correo.

Harry volvió al escritorio y se quedó mirando un pergamino en blanco.

Casi sentía su mano escribiéndole a  Sirius.

Suspiró profundamente y caminó hasta su baúl.

Revolvió entre los calcetines y encontró el Espejo Ida y Vuelta que Sirius le había regalado y que había olvidado tontamente que tenía encima.

Harry levantó el espejito.

- - Sirius... – Dijo en voz alta.- ¡Sirius!

Pero sólo pudo ver su propio reflejo mirándole desde el cristal. Y sólo pudo escuchar su propia voz.

- - Sirius. He sacado 9 Matrículas de Honor en Brujería. Pensé que te gustaría saberlo. ,

Miró una vez más con detenimiento, y sólo vio sus ojos mirándole.

Con cuidado, dejó el espejo dentro del baúl, y se dejó caer pesadamente sobre la cama.

Sonrió al pensar en lo furiosa que se pondría Tía Petunia si se diese cuenta que estaba enviando lechuzas a plena luz del día.

Los ojos de Harry se cerraron casi sin que se diera cuenta, sin que sintiera la necesidad de concentrarse en la mancha en el techo y olvidar que era todo lo que era.

Poco después estaba profundamente dormido.

NOTAS DE LA AUTORA:

SI NO HAN LEIDO HARRY POTTER Y LA ORDEN DEL FÉNIX, NO TENDRÍAN QUE HABER LEÍDO ESTO...

En fin

DESPUÉS DE UNA REESCRITURA MASIVA... ESTOY DE VUELTAAAAAA!!!!!

Todavía estoy en plena reescritura, pero bueno... algo es algo, quería descargar esto urgente, no vaya a ser que alguien me robe mis ORIGINALES ideas... (aaajajajajajaja!... jajajajajajajajajaa!... aaaayy...)

Bueno... durante los primeros capitulines todo estará bastante tranquilo. Mucho muy pero muy tranquilo, hasta que adapte la historia a lo que ya estaba escrito.

El capitulo 2 ya está escrito y lo tendrán por aquí apenas termine de pasarlo a la computadora...

En fin.

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