Advertencia: Este fanfic contiene spoilers sobre la trama y diálogos de Mass Effect 2, juego que, por cierto, recomiendo encarecidamente. Espero que os guste.

CAPITULO 1: El asesino

Observé el enorme acuario durante unos instantes, tratando de relajarme. Horizonte había sido un duro golpe para mí, a pesar del éxito parcial de la misión. Pulsé el botón del alimentador y el mecanismo liberó la comida suavemente en el agua. Los peces ascendieron veloces, hambrientos.

Los dejé disfrutando de su comida y me senté frente a mi consola personal. Abrí una vez más los informes que me había enviado el hombre ilusorio: Garrus, el "arcángel", Mordin, el "científico", Jack, la "sujeto cero"… El hombre ilusorio era parco en palabras, pero parecía saber lo que hacía. Cada uno de ellos era el mejor en su especialidad. Comprobé la última ficha: el "asesino". Había pocos datos, como siempre. Hablaba de él como el más cualificado asesino del universo conocido, de nombre Thane Krios, tenía 39 años y era un drell. Cerberus había recibido información sobre el paradero de su próximo objetivo, la ciudad asari de Nos Astra. Sin embargo no había un nombre, ni lugares concretos. Tecleé rápidamente la palabra "drell" en la base de datos y la búsqueda devolvió la imagen de un alien que recordaba vagamente a una cobra. Leí la explicación por encima:

Los drell son humanoides de aspecto reptiliano, omnívoros, con una vida útil promedio de 85 años galácticos estándar. Su apariencia es similar a la de los asari y a los seres humanos, pero su tejido muscular es ligeramente más denso que la de estos últimos, confiriéndoles una fuerza superior. Muchas de sus características de reptil se ocultan. Sin embargo, una característica única es el hueso hioides en la garganta, que les permite inflar sus gargantas para producir sonidos vocales fuera del rango humano.

Apoyé la cabeza en la mano y revisé la entrada completa. Muchos datos eran irrelevantes; sociedad, religión, planeta de origen... La cuestión era que seguía sin saber cómo demonios era aquel tal Krios y lo único que podía hacer para encontrarlo era volar a Nos Astra, en Illium, y esperar a ver si un drell con pinta de asesino pasaba a mi lado y me decía hola. Suspiré.

En ese momento un pitido indicó que el servidor seguro había recibido un nuevo mensaje para mí. Entre en la bandeja de mensajes no leídos y abrí el mensaje, de remitente desconocido.

Kaidan…

Por un instante reviví el tenso momento que había supuesto nuestro reencuentro en Horizonte y me sentí estúpida. Después de mi milagrosa resurrección, encontrar a mis antiguos compañeros había sido casi una obsesión. Para mí, aquellos dos años no habían existido. No había habido un lapso de tiempo entre el momento en que los segadores destruyeron la Normandía y mi despertar en las instalaciones de Cerberus. Había ocurrido el mismo día. El mismo día yo amaba a un hombre y al día siguiente ese hombre estaba en paradero desconocido. Pero Kaidan no lo había comprendido. El siempre leal Kaidan, soldado hasta la médula, me había despreciado por mi relación con Cerberus, sin pararse ni un momento a pensar cómo podía sentirse una mujer que llevaba dos años muerta. Y ahora allí estaba, mandándome un mensaje lleno de miseria y culpa.

Leí su nota varias veces, pero no me sentí mejor. Si me pedía perdón, si me daba alguna esperanza, no resultaba más que una frustración más en mi camino. Contemplé la foto digital que Cerberus había tenido a bien colocar en mi escritorio y, herida por aquel estúpido mensaje, lo puse boca abajo tapando el rostro de Kaidan. No quería verlo. No por ahora.

Pulsé el botón del intercomunicador que me conectaba con Joker, y la voz del piloto vibró metálica en el camarote.

-¿Comandante?

-Joker, pon rumbo a Illium. Nos Astra.

-Aye, aye… -crepitó la voz de Joker.

Cerré el intercomunicador y me recosté en la silla, cansada. Los peces seguían comienzo felices en su tanque de agua artificial.

-Muy bien, asesino -dije para mis adentros-. Voy a por ti…



El despacho de Liara ofrecía una vista magnífica de Nos Astra, una de las ciudades más hermosas del territorio asari. Miles de luces iluminaban la atmósfera, enmarcando los rascacielos y las caprichosas construcciones que se perdían en el horizonte. Me había sorprendido encontrar allí a Liara T'Soni, convertida en una corredora de información, una suerte de Corredor Sombrío. Por supuesto había oído hablar del asesino.

-Llegó hace unos días -explicó-, pero no puedo decirte dónde se encuentra. Sólo sé que su objetivo es Nassana Dantius.

El nombre me sonaba.

-¿Nassana? -Fruncí el ceño y me acerqué a la ventana. El cristal devolvía mi imagen casi tan fielmente como un espejo-. Me suena ese nombre.

Liara se encogió de hombros.

-Esa mujer es un demonio, así que no me voy a quejar si Krios consigue terminar con ella. De todas formas creo que deberías hablar con Seryna -me aparté del cristal y presté atención-, en los muelles de carga. Era la jefa de seguridad de Nassana hasta que la despidió de malos modos. Ella es la que ha contratado a Krios, aunque no tengo ni idea de por qué. De todas formas más vale que te muevas rápido o se te escapará de las manos.

Asentí.

-Gracias, Liara. ¿Hay algo que pueda…?

-Vete ya, Shepard, ya hablaremos más tarde.

Abandoné el despacho de Liara con una sensación agridulce. El pasado, que para mí no era más que un presente interrumpido, volvía a poner las cosas en su sitio, atropellándome en el proceso. Era muy sencillo seguir siendo la Shepard de siempre cuando no había habido ningún tiempo que me cambiara, como había pasado con los demás. Pero todo aquello no eran más que tonterías. Había una misión que cumplir. Siempre había una misión.

Fue fácil localizar a Seryna y conseguir la información sobre Krios. Seryna había sido despedida tras enfrentarse a Nassana por una cuestión de método. Nassana destruía todo lo que interrumpía su ascenso a la cima, ya fueran rivales o oficiales del gobierno. No me costó recordar la muerte de su propia hermana, en la que yo misma había tenido algo que ver. Un motivo más para avergonzarme, pero no era el objetivo de mi misión. Seryna había proporcionado al drell los planos de las gigantescas torres Dantius. A su entender, el asesino trataría de entrar a través de la segunda torre, todavía en construcción, y lo haría esa misma noche. La joven asari se ofreció a llevarnos allí y supuse que creía que así aumentaban las posibilidades del asesino. Acepté la oferta, y pronto estuvimos en el desolado edificio.

Garrus desenfundó el rifle y se adentró en el edificio, seguido de Miranda. Me giré en la entrada y observé el cielo estrellado. Si Krios estaba allí no tendríamos mucho tiempo antes de que eliminara a su objetivo y se marchara. Saqué mi pistola y eché a correr hacia las tripas del edificio.

El interior era un caos. Algunos empleados habían sido masacrados por operativos de Eclipse y había sintéticos por todas partes. Nos abrimos camino por las escaleras hasta llegar al ascensor y subimos hasta el puente que conectaba las dos torres. El maldito sitio estaba lleno de mercenarios que disparaban a quemarropa.

-Cruzar esto no va a ser fácil -Garrus eliminó a otro de los mercenarios y se cubrió tras una estructura de metal. Miranda estaba retirada, tratando de recuperarse de la descarga biótica.

Observé la situación. La puerta escupía operativos de Eclipse a más velocidad de la que nosotros podíamos soportar.

-Hay que correr -apreté los dientes-. Al otro lado será más fácil cortarles el paso. No tendrán tanto sitio. Aquí estamos atrapados como ratas…

-Shepard -Miranda corrió hacia mi posición y se agacho a mi lado-. ¿Qué hacemos?

Había que llegar al otro lado. Estábamos al descubierto.

-¡Corred! -Me puse de pie y lancé una carga biótica contra un grupo de mercenarios. Garrus y Miranda obedecieron la orden y corrieron hacia el edificio principal mientras yo los cubría desde atrás. Aguanté hasta que estuvieron en posición y después salté de mi escondite.

Por un momento sentí que alguien me observaba. Miré hacia arriba confundida, pero no fui capaz de ver nada. Garrus gritaba como un loco al otro lado, así que esprinté hacia su posición. Una de las balas atravesó parcialmente mi escudo, sin herirme. Salté en el mismo momento en que Garrus hacía explotar a un montón de sintéticos que avanzaban hacia nosotros.

-¡Mierda, Shepard! -Garrus parecía enojado, o tal vez preocupado-. ¿Qué te ha pasado ahí fuera?

No contesté. Enfrente de nosotros estaba el ascensor que nos llevaría al bungaló de Nassana.

-Vamos -dije, sin dar más explicaciones. Los otros me siguieron y yo recé internamente para que Krios no hubiese terminado ya su trabajo.

Nassana nos recibió rodeada de un escuadrón de guardaespaldas.

-¡Shepard! Pero… -la asari me había reconocido tan rápido como yo a ella-. ¡Estás muerta!

Hice una mueca irónica.

-Me he recuperado.

La asari se cruzó de brazos y me miró con actitud arrogante.

-Y ahora estás aquí para matarme.

-No soy una asesina, Nassana -miré a mi alrededor esperando encontrar al drell-. Pero busco a uno.

-¿Entras aquí y destrozas mi seguridad sólo para encontrar a la persona que ha venido a matarme? -Nassana parecía histérica-. ¿A qué estás jugando, Shepard? -Una de las guardaespaldas se movió y comenzó a comprobar su omniherramienta-. ¿Qué? -Le espetó con agresividad.

-He oído algo.

-¡Maldita sea! ¡Hay que mirar las demás entradas!

La guardaespaldas salió corriendo de la habitación y yo sentí un cosquilleo. De nuevo me sentía observada. Nassana me apuntó con el dedo, amenazadora.

-Tú… No te muevas.

Entonces lo vi. Elegante y ágil como un gato, el drell saltó desde el techo y aterrizó silenciosamente sobre el suelo, detrás de los guardias.

-Cuando haya terminado con este incordio, tú y yo vamos a… -Nassana seguía gritando sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. El drell partió el cuello de uno de los guardias y golpeó al otro en la garganta, cortándole la respiración en el acto. Observé maravillada la elegancia de sus movimientos. Sacó una pistola y disparó sobre la última de las asari para girar de nuevo sobre sí mismo. Nassana aún seguía dando gritos cuando sintió el arma clavarse en su costado-. ¿Quién…?

El drell disparó.

Nassana gimió con suavidad al sentir la bala penetrando en sus órganos vitales. Krios la sujetó por la nuca y la dejó lentamente sobre la mesa, casi con ternura. Después, sin dejar de observar cómo se apagaba la respiración de su víctima, colocó las manos de la mujer cruzadas sobre su pecho. Nassana estaba muerta.

El drell la contempló por unos instantes. Después agachó la cabeza y juntó las manos para orar.

Lo observé boquiabierta.

-Impresionante -murmuró Garrus-. Está claro que sabe cómo presentarse.

El drell hizo caso omiso del comentario y continuó en la misma posición. Me sentí fuera de lugar, como si hubiese presenciado algo que no debería haber visto.

-He recorrido un largo camino para hablar contigo -aventuré.

Krios no levantó la cabeza.

-Nunca hay que olvidar las plegarias por los malvados -su voz era grave y cálida a la vez. Contemplé el cuerpo sin vida de Nassana.

-¿De veras crees que lo merece?

-No lo hago por ella -el drell levantó la cabeza y clavó sus extraños ojos negros en mí-. Lo hago por mí -Abandonó la posición y caminó hacia nosotros con paso elegante-. Es difícil discernir el auténtico valor de un individuo solo por sus acciones. Mírate tú, por ejemplo. Toda esta destrucción, el caos… -dejó que las palabras se desvanecieran en el aire-. Sentía curiosidad por ver hasta dónde llegarías para encontrarme. Bien, aquí estoy.

No era aquello lo que había esperado de un asesino. Me moví inquieta.

-¿Cómo sabías que iba a venir?

El drell pasó a mi lado sin mirarme. Era alto y delgado. No pude evitar contemplar su perfil, de nariz recta y labios carnosos. No había visto un drell en mi vida, pero no pude evitar que me pareciera atractivo.

-No lo sabía -contestó-. No hasta que cruzaste la puerta principal y comenzaste a disparar. Nassana se había vuelto paranoica. Ya viste cuantos guardias tenía. Creía que una de sus hermanas iba a matarla -Krios había cruzado los brazos en la espalda, sobre la levita de piel, y me observaba a penas de reojo-. Tu distracción ha sido valiosa.

Aquel comentario me hizo sentirme avergonzada.

-Vamos al grano. Te necesito para una misión -respondí secamente.

-¿De veras? -El drell siguió dándome la espalda.

-¿Conoces a los recolectores?

Krios caminó hacia la ventana y observó la vista de la ciudad. La claridad del exterior hacia que su silueta se oscureciera a contraluz.

-De oídas.

-Están abduciendo colonias humanas enteras. Lo de Progreso de la Libertad fue cosa suya.

-Ya veo -el drell agachó la cabeza, meditando mis palabras.

-Estamos tras ellos -dije por fin.

Krios se dio la vuelta y me miró fijamente. Eran unos ojos extraños. Parecían casi negros y, sin embargo, me había parecido ver un brillo verde en algunos momentos.

-Para atacar a los recolectores habría que atravesar el relé de Omega 4. Ninguna nave ha conseguido regresar después de intentarlo.

También era imposible llegar a Ilos. Yo lo había hecho.

-Mi nave será la primera.

Krios esbozó lo que parecía una sonrisa.

-¿Así que quieres que proteja a unos humanos a los que nunca he visto de unos aliens de los que nadie sabe nada, yendo a un lugar del que nadie ha vuelto jamás?

Asentí. Hacía que pareciera una idea descabellada.

-Este iba a ser mi último trabajo -Krios agachó la cabeza-. Me estoy muriendo. Las escasas probabilidades de supervivencia no me preocupan. La abducción de tus colonos sí.

Por un momento no supe qué decir. ¿Se estaba muriendo? El informe del Hombre Ilusorio no mencionaba nada de aquello. Krios era un hombre joven.

-¿Te estás muriendo? ¿Cuánto tiempo te queda? -Aquellas preguntas eran tan poco adecuadas como cualquier otra.

-Si te interesa lo hablaremos en tu nave. No es contagioso y no afectará a mi trabajo.

No pude evitar sentirme mal.

-No sabía nada de esto -sacudí la cabeza-. ¿Puedo hacer algo al respecto?

El drell me miró por unos instantes y después desvió la mirada.

-Ofrecerme esta oportunidad es suficiente -contestó-. El universo es un lugar oscuro. Pretendo que brille un poco más antes de morir. Hoy han muerto muchos inocentes. No fui lo suficientemente rápido y ellos sufrieron. Debo expiarlo. Trabajaré para ti, Shepard -levantó la mano hacia mí y se la estreché. Fue un contacto firme, cálido-. Y gratis.



Jacob parecía irritado, como siempre. Me sorprendía que aquel fiel operativo de Cerberus pasara tanto tiempo discutiendo las ideas de su adorado Hombre Ilusorio. No había esperado que diera una cálida bienvenida al drell, pero tampoco que mostrara una repulsa tan evidente.

Thane entró en la sala de comunicaciones y se detuvo al vernos. Inclinó la cabeza hacia mí a modo de saludo y después adoptó una postura que llegaría a reconocer como algo típico en él: las manos enlazadas en la espalda, las piernas ligeramente abiertas.

-He oído historias impresionantes, Krios -¿era aquello un comentario irónico?-. Serás una gran incorporación al equipo… siempre que te parezca bien que te vigile un asesino -me había dirigido las últimas palabras con verdadero enfado.

-He aceptado un contrato -la voz de Thane seguía siendo fría, inalterable-. Mi arma es de Shepard.

Jacob cruzó los brazos sobre el pecho en actitud defensiva.

-Ajá… No sé tú, pero mi fidelidad no se paga con dinero.

Aquello estaba pasándose del castaño oscuro.

-La suya tampoco -dije molesta-. Va a emprender esta misión gratis, Jacob. ¿Qué te preocupa?

-Los mercenarios no me gustan. Un asesino es un mercenario meticuloso.

Era sorprendente que no se considerara a sí mismo un mercenario. Y ni siquiera era meticuloso según su propia definición.

-Un asesino es un arma -explicó Thane-. El arma no decide matar. Lo hace el que la esgrime -se giró hacia mí y dejó a Jacob en silencio, rumiando su respuesta-. ¿Dónde pongo mis cosas? Preferiría algún lugar seco, si es que lo hay.

SID se activó de inmediato en el centro de la mesa.

-El area anexa a la planta de soporte vital de la cubierta de la tripulación suele ser más árida que el resto de la nave -explicó con su suave voz monótona y metálica.

Thane observó sorprendido la imagen holográfica de SID.

-Ah, ¿una IA? -Esperé la reacción de repulsa habitual, pero no tuvo lugar-. Gracias.

El drell inclinó la cabeza de nuevo, a modo de saludo, y se retiró.

-Parece muy civilizado -un comentario curioso viniendo de una inteligencia artificial. Asentí.

-Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir. No me esperaba que un asesino fuera así -de hecho, no esperaba que el famoso asesino fuera así en absoluto. Estaba más que intrigada por aquel nuevo miembro de mi tripulación-. Tal vez te sorprenda -dije dirigiéndome a Jacob.

El soldado me miró, fastidiado.

-Sí. O tal vez no.

(Continuará…)