Disclaimer: El Universo de Harry Potter, sus personajes y todo lo reconocible son propiedad de JK Rowling. Yo solo juego con sus creaciones y todo es sin fines de lucro. La trama de esta historia sí es mía y su distribución, adaptación y/o traducción está prohibida sin mi previo consentimiento.

Aviso: Esta historia ha sido creado para los "Desafíos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

Palabra: Vino.

La fuerza de nuestro amor.

Capítulo uno.

Si había algo que Ron siempre intentó evitar a toda costa en su relación con Hermione era la rutina. Ese momento en el que todo se volvía monótono y el estrés los agobiaba.

Les había ocurrido una vez, cuando ellos eran novios. Hermione estaba muy ocupada en su trabajo, luchando por un ascenso, plagada de documentos y sin tiempo ni para almorzar. Él estaba ocupado, en su trabajo surgió un caso importante y peligroso, que afortunadamente no pasó a mayores gracias al tiempo que le dedicó. Pero, como resultado, él y Hermione habían caído en la tan temida rutina.

Lo que más le gustaba de su relación con ella era lo inesperada que podía llegar a ser. Todo el tiempo surgían cosas nuevas. Siempre encontraban momentos para pasarlo juntos, y lo disfrutaban de maneras distintas. Ver una película muggle, infantil, de terror o de comedia. Siempre un género nuevo. Luego descubrió que leerle un libro a Hermione mientras ella se relajaba entre sus brazos era… divertido. Además, ella tenía un muy buen gusto con los libros. En algunas ocasiones ponían música muggle, siempre un género distinto, y bailaban hasta cansarse. Unas tres veces fueron a un spa, y era realmente relajante, sobre todo en compañía de ella.

Como cualquiera podría concluir, su relación era todo menos monótona. Pero todo cambió en esos estresantes meses. Ya no se veían, ninguno tenía tiempo para el otro, no pasaban bellos momentos juntos. Los días era así, levantarse, desayunar, ir al trabajo, regresar a casa, trabajar en casa y dormir. Ambos olvidaron sus pasatiempos favoritos y sus vidas se redujeron a trabajo. Afortunadamente, juntos lograron salir de eso. Cuando Hermione consiguió su ascenso y él finalmente cerró el caso.

Sus vidas volvieron a ser como antes. Inesperada, sorpresiva, impredecible. Se casaron. Sin previa planeación, él le propuso matrimonio. Tuvieron dos hijos, ninguno fue planeado, pero ambos fueron muy deseados. Con la llegada de esos dos hermosos niños su vida fue aún menos predecible. Rose y Hugo siempre los sorprendían con una cosa nueva. Desde la primera carcajada, los primeros pasos, la primera palabra…

Pero ahora estaban cayendo en eso que Ron tanto temió. La rutina. La monotonía.

Sus dos hijos estaban en Hogwarts. Ahora volvieron a ser solo él y Hermione. Por un tiempo pensó que no sería tan malo. Podrían hacer lo que quisieran en cualquier lugar de la casa, sin interrupciones. Pasarían más tiempo juntos, se levantarían tarde, no cocinarían y comerían chatarra en la cama mientras veían una película.

Pero las cosas no fueron tan buenas. Hermione estaba luchando por el puesto de ministra de magia. Y las cosas para ella estaban siendo muy difíciles. Primero, por la ridícula razón de que es mujer y el mundo no la cree capaz de tal responsabilidad. Si tan solo supieran…

Y segundo, porque es una nacida de muggles, claro.

Él también estaba muy estresado. Había cambiado el trabajo de auror por ayudar a George en Sortilegios. Al inicio les fue muy bien, pero justo ahora estaban en una especie de… quiebra.

Y Hermione… ella lo ha estado pasando muy mal.

El estrés los estaba colapsando y sus vidas se redujeron a una sola cosa: Trabajo.

Así, sin pensarlo, sin darse cuenta, poco a poco su vida fue volviendo a la rutina. Para Hermione era levantarse, ir al trabajo, llegar tarde, trabajar en casa y dormir como máximo cuatro horas.

Para Ron era despertar, desayunar solo, ir al trabajo, pasar el mayor tiempo posible con George intentando resolver sus problemas, llegar a casa, comer y dormir.

Para ser sincero, no recordaba el sabor de los labios de Hermione, el aroma del perfume en su piel, el peso de su menudo cuerpo sobre su pecho, la sensación de sus rizos haciéndole cosquillas en el cuello...

Hoy, domingo, libre para la mayoría, Hermione decidió ir a trabajar, como siempre. Y él decidió emborracharse con vino muggle. Del caro, del sabroso. Vino del bueno.

Antes de hacerlo sabía que no era la mejor idea. Él borracho sacaba todas las verdades, y podría ser muy peligroso que Hermione lo encontrara así. Pero lo cierto era que no pudo resistirse a la tentación. Era el mismo vino que tomaron el día en el que se casó con Hermione, en la ceremonia. Ella lo pidió para sus familiares, que no conocen las bebidas mágicas. Probó un poco, y le gustó más que lo que tenía su propio vaso. Más tarde ella lo sacó de su bolsa la primera noche de su luna de miel, en un hotel en Hawái. Para darle un toque de sensualidad a la situación, según ella. Y desde ese momento, se enamoró de ese vino.

Le gustaba incluso más que una cerveza de mantequilla o un wiski de fuego.

No sabía cuánto tiempo, exactamente, llevaba bebiendo. Pero era muy consiente de que estaba totalmente ebrio. Un hipo irritante comenzó a torturarlo. Fue una muy buena decisión sentarse en una silla, en el comedor. De lo contario, seguro estaría tirado en el piso.

Ahora que lo pensaba, esa sería una imagen muy divertida de él. Lazado en el piso, boca abajo y con la botella de vino en la mano. Ja, podía imaginarse la reacción de Hermione al verlo así. Se reiría mucho con sus gritos de loca y su chillona voz diciendo "Ronald, eres un idiota, Ronald".

Un sorbo más. Estaba realmente delicioso ese vino.

Mañana llegaban sus hijos de Hogwarts. ¿O era pasado mañana? Un momento… ¿qué día es hoy?

Oh no, la sala de estar era un desastre. Estuvo vagabundeando en ella toda la tarde y las cosas estaban esparcidas por todo el lugar. Hermione le gritará, definitivamente lo hará.

Tal vez no sea tan malo. Es decir, sería la conversación más grande que habrán tenido en… ¿cuánto tiempo? Esperen, ¿qué año era?

Va, este hipo era realmente irritante. El hipo es terrible, ahora entendía por qué Rose siempre se quejaba de eso cuando era niña.

—Ah, Rose —suspiró con un hipido. Extrañaba mucho a su hija. Ya no era una niña pequeña, pero seguían siendo muy cercanos. Su relación siempre fue muy buena.

Más y más hipo. Una vez Hermione le dijo a Hugo que para curar el hipo debía asustarse… ¿era eso? Pero tal vez fue una broma. ¿Cómo podría asustarse él mismo? ja, es imposible.

—¡DEMONIOS! —oh dios, un tremendo ruido lo asustó. Lo asustó mucho. ¿Qué habrá sido?

—¡RONALD WEASLEY, ¿QUÉ MALDITO DESASTRE HAS HECHO?! —vaya, Hermione estaba enojada. Bueno, era de esperar.

—Oye, ¿tú dijiste que el hipo se cura con el susto, o fue mi mam…? hip —volvió a hipar, riendo al ver la expresión de Hermione.

—¿Estás ebrio? —preguntó.

—Qué pregunta más idiota, mujer. ¿Acaso no es obvio? —rió. Si estaba postulando a ser ministra, debería reconocer a un Ron ebrio de un Ron sobrio. Qué divertida es Hermione cuando se pasea por toda la casa enojada.

—¡Quiero que ordenes todo el desastre que hiciste! —le gritó, paseándose por la sala para ver qué más desordenó él. No era un desastre tan grande.

—Me duele mucho la cabeza, hazlo tú —dijo despreocupadamente. —oye, ¿cuándo llegan los niños? ¿Mañana o pasado?

—LLEGAN HOY, PEDAZO DE IMBÉCIL — le volvió a gritar Hermione.

¿Hoy? Claro que no llegaban hoy. Si hubiesen llegado hoy… él no se habría emborrachado. Además…

—¿Qué día es hoy? —preguntó.

—¡Lunes! Ordena la casa mientras voy a recoger a los niños.

—Espera, mujer, cálmate un poco.

—Deja de llamarme así — jaja, Hermione se ve muy tierna cuando se enoja. —No puedes recibir a los niños de esta manera, ¿Qué clase de imagen quieres que tengan sobre ti? Eres su padre, Ron, compórtate como tal.

—Yo soy un buen padre —protestó Ron. Su matrimonio podría estar pasando por un mal momento, pero con sus hijos todo sigue, y siempre seguirá igual.

—¿Un buen padre? Un buen padre estaría esperando a sus hijos con el almuerzo preparado para recibirlos luego de meses sin verlos. No emborrachándose y desordenando todo a su paso. Deja de ser tan irresponsable…

—Ya, mujer, tu chillona voz hace que me duela la cabeza —se quejó Ron. De la nada sintió un tremendo y punzante dolor de cabeza, y el mundo estaba comenzando a girar un poco.

—Ron, no te atrevas a vomitar en mi alfombra… —muy tarde. No pudo evitarlo. Sentía un montón de espesor subiendo por su garganta y no tuvo las fuerzas de evitarlo.

En su defensa, le pidió a Hermione que dejara de gritar.

Se levantó y limpió sus labios con la manga de su camiseta.

—Definitivamente no vas a recibir a los niños así —dijo ella, milagrosamente más serena que hace un rato. Al menos ya no estaba gritando, pero lucía… decepcionada. —Limpiarás mi alfombra —ordenó antes de darse la vuelta.

—¿Yo? Pero si todo esto es tú culpa —le gritó.

—¿Mi culpa? —Hermione se volteó a mirarlo. Era muy divertida verla tan indignada —No es mi culpa que decidieras emborracharte, Ron. Y encima con vino. Te he dicho millones de veces que el vino es peor que la cerveza…

—No me refiero a eso —gritó Ron. O al menos él creyó que gritaba, pero ni para eso tenía fuerzas.

—¿A qué te refieres entonces?

—A esto. A todo esto por lo que estamos pasando. Nuestro matrimonio es una mierda por tu culpa —gritó Ron. Aunque no habían hablado directamente de eso, Hermione no podía ser tan tonta. Debía darse cuenta de que estaban muy mal.

—Claro que no Ron, yo no tengo la culpa —volvió a protestar, pero sin mucha seguridad.

—Es por tú culpa que ya no pasamos tiempo juntos. Yo lo he intentado, mucho. A pesar de lo ocupado que he estado, siempre intentaba hacer un espacio en mi trabajo para ti. Pero tú no. No te importaba pasar tiempo conmigo. No te dignabas a retrasar algo para dormir, siquiera. Eres tú la que no se ha dignado a pasar tiempo conmigo. Es tú culpa. Es tan irritante que pongas tu trabajo por sobre toda tu vida, incluso tu familia —le gritó. Y esta vez estaba seguro de que lo había gritado.

—No seas imbécil, Ron. Y escúchame bien, iré con los niños a la casa de Ginny, volveremos tarde, y cuando lo hagamos, la casa debe estar impecable y tú y tus maletas deben estar fuera de este hogar.

—¿Qué dices? —preguntó Ron, irritado.

—¡Lo que oyes! Si tanto es mi culpa, si tanto te molesta que luche por lo que quiero, entonces vete y búscate una mujer que esté a toda tu disposición cuando quieras. No te necesito, te quiero fuera. —volvió a gritar antes de voltear y salir por la puerta.

Por muy borracho que estuviera Ron, de algo estaba seguro. La había cagado.

Hermione estacionó el auto en el lugar correspondiente. Recién ahí, se permitió el lujo de llorar.

Lloró como hace años no lo hacía. Lloró como solía hacerlo entre los brazos de Ron, recibiendo sus caricias, sus besos y sus palabras de apoyo.

Su familia se estaba destruyendo, y tal vez lo que dijo Ron sí fuera cierto. Él se ha esforzado, eso ella lo sabía, pero estaba muy ocupada. Realmente ocupada. De verdad quería ese puesto de ministra, era su sueño, lo anhelaba con todo su ser. Pero… para ser honesta, su vida no sería nada sin su familia, con o sin el puesto de ministra, necesitaba a su familia completa para ser feliz. No servía de nada obtener el trabajo de sus sueños si su familia no podía apoyarla y felicitarla por eso.

Y al replantearse la idea de seguir luchando… al pensar en qué tan malo sería abandonar el puesto… se le rompía el corazón. En realidad, estaba muy cerca de lograrlo, de obtener el trabajo de sus sueños, y también estaba muy cerca de destruir su matrimonio y su bella familia formada.

Si tuviera que elegir… estaba muy confundida. Confundida. Esa era la palabra que describía ese difícil momento en su vida. Podría elegir abandonar su lucha por el puesto de ministra, pero ¿serviría de algo? La cosa con Ron ya estaba bastante mal, tal vez se necesite más que eso para arreglarlo. En el mejor de los casos, podría no ser necesario abandonar sus sueños.

Dios, extrañaba tanto su matrimonio. Pasar tiempo con Ron, sentir su amor, su cariño. Sentirlo cerca. Jamás fue su intención destruir a su familia, ella solo quería seguir su más grande sueño. Ron también pudo haberla apoyado, preguntarle qué tal le estaba yendo, cómo lo llevaba todo, qué tan cerca o lejos estaba de conseguirlo. Él pudo ayudarla, habrían pasado tiempo juntos. Pudo preocuparse de que comiera, o consolarla cuando recibía una crítica que en verdad le dolía.

Porque ha recibido muchas críticas últimamente. Más de las que ha recibido en toda su vida. Le llegaban cartas de las más conservadoras familias pidiéndole cordialmente que abandone la lucha por el bien del país. Aunque, luego de notar que no renunciaría, ya sus pedidos no eran tan cordiales. Sus cartas eran insulto en la máxima expresión de la palabra.

Y se sentía sola. Sentía que todo estaba siendo en vano. Que luchaba por una causa perdida que nada valía la pena. Dios, necesitaba apoyo, en verdad.

Secó sus ojos. Arregló su cabello. Salió del auto.

Caminó con la frente en alto hacia su destino. Sus tacones retumbando, imponiendo su llegada. Su aspecto no era el mejor, sobre todo con sus cabellos así de rebeldes y su rostro tan demacrado, pero su actitud emanaba poder. Sentía el respeto en el aire. La miraba intimidada de las personas más conservadores, de las mentes más cerradas. Temerosas de que ella pueda llegar al dominio del país, con miedo de lo que podría hacer al obtener tan grande puesto. Ignoró cada una de esas miradas, ignoro al mundo. Nadie existía para ella, nada le importaba. Solo sus hijos. Eran lo único realmente imprescindible. Podía divorciarse de Ron, buscar otro hombre, seguir soltera o olvidar por completo el mundo, pero sus hijos siempre lo iban a ser todo para ella.

Finalmente, sin dejarse intimidar por absolutamente nadie, llegó al lado de Harry. Él era, obviamente, más alto que ella. Sintió su divertida mirada penetrando su perfil.

—Hola —rió.

—Vaya, esa fue la entrada más difícil que he hecho en toda mi vida —confesó. Se sentía bien decirlo en voz alta.

—Bueno, no estuvo nada mal. Quiero decir, los asustaste mucho —dijo, mirando hacia atrás.

—Gracias —sonrió Hermione —Debo confesar que también me asustaron, pero solo un poco.

—¿Y Ron? —preguntó, observando hacia todos lados para encontrarlo en algún lugar.

Hermione buscaba la manera correcta de hacerle saber a Harry las nuevas noticias de la familia Granger Weasley. Pero, al sentir nuevamente su mirada, él ya lo había comprendido.

—Por favor, dime que Ron no hizo alguna estupidez —suplicó.

—Se emborrachó, me dijo que soy irritante, que es mi culpa que nuestro matrimonio se destruya y que pongo mi trabajo por sobre mi familia —resumió, enumerando con los dedos. Harry suspiró pesadamente.

—¿Y qué hiciste? —preguntó suavemente, con una profunda mirada de comprensión.

—Lo eché de casa. Luego de ordenarle que limpiara el vómito en mi alfombra —respondió Hermione. Casi río con la mueca de Harry.

—Se lo merecía. Tal vez eso le sirva para… reflexionar —opinó.

—Estoy muy confundida, Harry. No sé qué hacer —dijo suavemente, con la voz quebrada. Realmente no podía ponerse a llorar en ese lugar. No en frente de ese tipo de personas. —Creo que tardará algo en librarse de esa borrachera, así que me invité sola a almorzar en tu casa —sonrió. Harry soltó una carcajada. Al menos la tensión no se hacía presente en el ambiente.

—Siempre son bienvenidos en casa. Ginny cocina para un ejército y la comida siempre sobra. Hoy toca lasaña —sonrió.

—Oh, la lasaña de Ginny es la mejor —sonrió Hermione. Tenía un muy buen amigo, que realmente lograba alegrarla en el peor de los momentos. Y estaba segura de que Ginny lograra un efecto similar.

—Ahí vienen los niños.

La casa de su tío Harry toda la vida le ha gustado mucho. Era una segunda versión de La madriguera. Oculta por magia, en medio de matorrales, cerca de un hermoso lago.

Su casa estaba ubicada en la ciudad muggle, así que no era tan rural. Y a ella en realidad le gustaba mucho ese ambiente rural. Pero no se quejaba, amaba su hogar. Principalmente porque le quedaba muy cerca de la casa de sus abuelos maternos, a los que ama mucho. Así tiene más posibilidades de visitarlos. Esa era la principal razón por la que sus padres escogieron vivir en una localidad muggle.

Su madre quería compartir más su vida con sus padres, sobre todo después de ver lo heridos que estaban al ocultarles algo tan importante como una guerra. Y se sentía muy mal por haberles borrado la memoria. Así que quiso vivir cerca de ellos, para no olvidarlos, para estar más presente. Y su padre, por supuesto, apoyó completamente esa decisión. De hecho, fue su idea. Él sabía más que nadie lo mucho que su madre ha sufrido por ese tema, y la ama tanto que no dudó ni un solo segundo en comprar una casa muggle.

Bueno, la amaba.

Ahora no estaba tan segura de afirmar algo así. Principalmente porque desde que ella entró a Hogwarts, hace ya tres años, cada vez que volvía a casa su recibimiento era el mismo. Un almuerzo y una cena deliciosa, todos en familia, y una tarde de películas. Este era el primer año de Hugo, y le apenaba un poco ver su tristeza al saber que su recibimiento no ha sido el esperado. Parece que su madre también se dio cuenta de eso, a juzgar por su rostro de culpabilidad.

Si de algo estaba segura Rose es de que no fue culpa de su madre. Porque ella se veía muy arrepentida, definitivamente no se ha esperado que algo así ocurriera.

Que algo así ocurriera.

¿Qué había ocurrido, de todas formas? O lo sabía exactamente, pero no era tonta. Ya no había almuerzo en casa y en familia. porque su padre no estaba, lo cual era algo nuevo. Nunca antes había pasado algo así, y Rose tenía mucho miedo de perderlo. Porque su padre lo era todo para ella. Se le aguaban los ojos al pensar en lo que posiblemente estuviera ocurriendo en el matrimonio de sus padres.

Bueno, el almuerzo estuvo delicioso, pero no era tan bueno como la lasaña que prepara su padre. La salsa era más espesa y tenía un sabor más fuerte. Era eso a lo que estaba acostumbrada. Y no le gustaba abandonar esa rutina.

Luego de eso su madre les dijo que fueran a pasar un rato con sus primos, en lo que ella hablaba con sus tíos. Era la señal. La señal de que estaban a punto de tener una conversación en la que ella no era bienvenida.

Y no se opuso. En cualquier otro momento lo habría hecho, sí. Pero no ahora, no podía hacerle eso a su madre. Ella la estaba pasando mu mal y no quería ponerle las cosas peor. Así que tomó a su hermano, quien no parecía analizar las cosas como ella lo hacía, y con un fuerte apretón en el brazo prácticamente lo arrastró por las escaleras.

Y cuando ya estuvieron arriba, sentados en la cama de James y en la compañía de sus tres primos, finalmente Hugo dejó salir todos sus sentimientos.

En pocas palabras, que temía perder a sus padres.

—Vamos, Hugo, sabes que tus padres siempre discuten por estupideces, seguro no ha de ser nada grave —lo animó James, con unos innecesarios golpes en el brazo.

—Si no fuimos a almorzar a nuestro hogar… tal vez mamá se va de casa, y nos lleva con ella —dijo Rose, suavemente. Inmediatamente sintió el peso de la mirada de James, que le gritaba No digas esas cosas En verdad quería ayudar para que Hugo se sintiera mejor, pero no podía dejar de lado sus propias inseguridades.

—Si ese fuera el caso, el tío Ron jamás los dejaría sin hogar —opinó Lily, con su suave y melodiosa voz. Ella recibió la misma mirada de parte de James, y solo se encogió de hombros con una tímida sonrisa.

—Entonces tal vez sea papá quien se va de casa, y mamá solo le está dando tiempo —lamentó Hugo. Rose no soportaba verlo así de desilusionado.

—Son mamá y papá, se aman mucho, seguro que lo arreglan —sonrió ella, a pesar de no estar segura de ninguna de sus palabras.

—Sí, Hugo, seguro no es nada —ayudó Albus.

—Ya, pero extraño mucho a papá, de verdad quiero verlo. Y también extrañó a mamá.

—¿Qué dices? Si tu madre está solo a un piso de distancia —sonrió Lily.

—Ya, pero la siento… distante. Es casi como si no fuera la misma sin papá a su lado —Rose entendía muy bien a lo que se refería Hugo. Claro que estaba distante, seguro ella también la estaba pasando muy mal.

—Es que así es, Hugo, ellos no son nada sin el otro, por eso no aguantará ni un día separados. Ya verás, pronto lo solucionan.

Nuevamente, no estaba segura de nada de lo que decía.

Parece que Hugo lo había notado, pero el sonido de la puerta abriéndose evitó que él pudiera formular una respuesta, afortunadamente.

—Niños, debemos irnos, los quiero sobre el auto en cinco minutos —dijo su madre antes de retirarse.

Rose logró ver sus ojos y su nariz roja. Seguro había estado llorando.

La cosa más difícil que ha hecho Hermione en toda su vida fue decirles a sus hijos algo tan terrible como la temporal separación de sus padres.

Jamás se imaginó en una situación así. Ella y Ron nunca han pasado por algo así antes.

Claramente nadie te enseña a ser madre. No existe un libro para guiarte y seguir sus ordenes letra a letra. Y tampoco existe un manual para decirles a tus hijos que el matrimonio de sus padres está en la mismísima mierda.

Por ende, lo único que se le ocurrió fue decir que estaban pasando por un momento muy difícil y que necesitaban distanciarse para pensar mejor las cosas y toar una decisión correcta.

Lo que recibió por respuesta fue una mirada de furia por parte de Hugo y una de lastima por parte de Rose.

Solo eso.

Ni una sola palabra.

Como no hallaba qué más hacer, solo les dijo que bajaran del auto y caminaran hasta llegara al caldero chorreante. Que la habitación de su padre estaba en el sexto piso y era el número 13, y que los esperaba antes de las diez.

Solo asintieron y se bajaron. Y Hermione no sabía cómo interpretar eso.

Solo intentó controlar su tembloroso labio. Tardó unos segundos en recordar que apretaba contra su pecho una hoja arrugada de papel. La estiró y leyó.

Hola, Hermione.

Lamento mucho el escándalo de hace un rato, fue completamente mi culpa y asumo totalmente la responsabilidad. Aún no recuerdo exactamente bien lo que hice, pero lamento si te di muchos dolores de cabeza.

La casa está reluciente, todo está impecable y la cena está hecha. Hice todo sin magia para autocastigarme por lo que sea que hice mal. Si me echaste de casa, no juzgo tu decisión, me lo merecía.

Lamento mucho haber arruinado la llegada de los niños, pero, por favor, déjame verlos para disculparme por lo que hice. No quiero que me odien por el resto de mi vida.

Estoy en el Caldero Chorreante.

Siento mucho hacer que tuvieran que ir a almorzar a otro lugar. Y quiero agradecerte, Hermione, por no dejar que mis hijos me vieran así. Eres… la mejor.

Bes… Lo siento. Ehm… saludos.

Esta vez no pudo soportarlo. Una lágrima cruzó su mejilla, seguida por muchas más.

Ron tenía razón él se ha esforzado, aún lo hace, por ese matrimonio. Es ella quien lo sigue arruinando. Ni siquiera era necesario echarlo de casa.

Dios, Ron era el mejor padre del mundo. Y el mejor esposo, aunque estén separados.

¡Hola a todos!

Llevaba mucho tiempo sin publicar nada, pero es que he andado un poco corta de inspiración últimamente. Lo siento.

Bueno, ¿quién diría que unas simples palabras harían que se creara esta historia en mi cabeza? Es impresionante.

Les aviso que esta historia constará de cinco capítulos (una palabra por capítulo). Las palabras son: vino, lápida, juicio, taberna y gato. Se las dejo por si quieren sacar conclusiones adelantadas acerca del futuro de este fic.

Fue difícil narrar la versión de Ron estando borracho. Bueno, yo nunca he estado borracha, así que no sé exactamente cómo retratar eso en una historia. Es la primera vez que hago algo así, y no estoy segura de que haya quedado muy bien. Agradecería mucho que me dejaran su opinión.

Me interesa mucho saber qué les parece este inicio y el desarrollo de la historia. Así que por favor, dejen un review.

Besos.