La caja de los tesoros
El atardecer de aquel caluroso día de verano, caía perezoso sobre el recinto sagrado. Los caballeros y aprendices daban fin al extenuante entrenamiento diario, para retirarse a sus aposentos privados a terminar con la faena, mientras que algunos rezagados se quedaban a disfrutar de la naturaleza que rodeba el Santuario, bañada con las luces del ocaso.
Una mujer sentada sobre una piedra, se refrescaba mojando su largo y hermoso cabello oscuro con el agua del manantial que tenía al frente. La imagen era digna de un cuadro, la chica de curvas discretas, pero cuyo cuerpo evidenciaba los resultados de un disciplinado trabajo físico, parecía al contraluz, una sirena que descansaba sobre la roca acicalándose de forma coqueta.
Mientras tanto un chiquitín de unos tres años miraba la escena como si de lo más sublime se tratara.
-Es tan…bonita –decía el pequeño de cabellos lila, dejando escapar un largo suspiro- se padece a mi mamá, papá me enseñó una foto.
-Huele a flores blancas –decía Shaka distraído en otra cosa, por variar, sin darle mucha importancia al asunto- ¿cómo se lo quitamos?
-Las flores se llaman fasmín* –contestaba el pelila, saliendo de su ensimismamiento- ¿qué le quieres quitar?
-Quiero su aroma…me acuerdo del te que nos da tu hermano.
-¿Para qué, Shaka?
-Dijimos que guardaríamos en la cajita lo que más nos gusta, quiero su olor, me gusta –el rubio seguía tratando de atrapar mariposas amarillas, sin ver a su amigo al hablarle.
-Mmmmm…ella no cabe en la caja…
-No la quiero a ella, quiero su olor.
-Pero si la metemos a ella en la caja, los dos tendlremos lo que queremos –decía decidido el pelilila cruzando los brazos con seguridad- Ahora ¿cómo la hacemos pequeña?
-La..desibratamos…-contestaba con tranquilidad Shaka.
-¿Y eso qué simifica?
-Le quitamos el agua –seguía el rubio dejando desatendidas a sus mariposas amarillas- lo leí en un libro…
-Entonces tenemos que decirle que no se ponga más agua!
Un carraspeo y una voz interrumpió a los pequeños en sus profundas cavilaciones, haciendo que se respingaran del susto.
-¡Hola!
Frente a ellos, se encontraba la amazona que los niños estaban espiando, y que era la causa de su discusión. La chica sonreía dulcemente, al tiempo que se agachaba para estar a la altura de los pequeñitos.
-Me sorprendieron sin máscara, pilluelos…
Los dos chiquitines conocían lo que aquello significaba para una amazona, así que pensando en lo peor, a los dos se les aguaron de inmediato los ojos.
-¿Nos vas a matar? –preguntó Mu, a punto de soltar el llanto. Al ver la reacción de su amiguito, Shaka lo abrazó protegiéndolo y dijo a la muchacha, quien los veía con unos ojos que dejaban ver toda la ternura que le despertaba la escena de los niños.
-La idea de desibratarte fue mía, deja que él se valla –y se volvió hacia Mu- no te pleocupes Mu, yo te cuido.
-Nooo pequeñitos, no les voy a hacer daño…todo lo contrario –decía acariciándoles el cabello- si tuvieran edad suficiente, no dudaría en amarlos porque son lo más hermoso que he visto, pero como no es así vamos a olvidar que esto pasó…¿trato hecho?
Mu asintió haciendo pucheritos, mientras se acurrucaba en el pecho del rubio, quien tenía una gran determinación en la mirada, al ver a la chica.
-De hecho –prosiguió la chica, tocándole la punta de la nariz a Shaka con el índice, logrando que éste relajara el semblante- me siento muy halagada de que hayan sido ustedes dos los hombres que vieron mi rostro…les aseguro que soy muy afortunada por ello…ahora ¿puedo hacer algo por ustedes?
Los chiquitines se respingaron, cambiando la expresión de angustia por una de alegría y se volvieron a ver con una mirada cómplice…
Cerca de la alcoba del Santo Patriarca, dos pequeñitos, se encontraban entretenidos decorando una caja de madera, la cual le había servido en otros tiempos a un pintor como recipiente para guardar sus herramientas de trabajo.
Los niños, de expresivas miradas, tenían a su lado gran cantidad de materiales que habían recogido en todo el santuario; hojas otoñales, conchas pequeñas, pinturas, pegamento y bellotas. Con sus manitas habían hecho hermosas formas de colores con pigmentos acrílicos y sobre ellas pegaron algunos de los objetos que encontraron por allí y que les pareció bonito incluirlos en su original decoración.
-Shaka, recuerda no ensuciar los tesorlos… -Mu advertía a su amigo, quien estaba muy emocionado con la pintura. El pequeño lemuriano, al ver al rubio tan expresivo, decidió cambiar de lugar los preciados objetos a uno resguardado del ataque de creatividad del otro.
Dentro del grupo de tesoros, se encontraba un enorme escarabajo verde, que buscaba la escapatoria con desesperación, una rosa azul del jardín de la doceava casa, un mechón de cabello oscuro atado con una cinta rosa y una fotografía de la amazona de Corona.
Un hombre muy alto, que vestía una túnica negra y con los bucles de su largo cabello plateado cayendo sobre sus hombros y espalda, se acercó a los niños y se quitó la máscara de metal y el yelmo que escondían sus hermosos rasgos. Con una mirada llena de ternura se agachó para observar el trabajo de los pequeñitos, uno de ellos, el de cabellos lilas, corrió hacia el mayor para darle un abrazo.
-¡Padre!
-Hola mi pequeño Mu... -dijo correspondiendo el cariño de su hijito y se volvió al otro niño- Shaka ven a darle un abrazo a tu Patriarca, no te hagas el desentendido conmigo.
Shaka estaba demasiado entretenido estampando con gran fuerza sus manitas llenas de pintura de colores en la tapa de la caja de madera, como para advertir la entrada del mayor, definitivamente era más interesante lo que hacía, al verle imitó al lemurianito y se lanzó a los brazos del ariano, provocando carcajadas de este último al caer sentado, cuando recibió los afectos de los dos pequeños.
Por supuesto que el futuro caballerito de virgo no se lavó las manos antes de abrazar a su Santidad.
Al ver que su cara y su preciosa túnica se convirtieron de repente en un improvisado lienzo, el Patriarca se echó a reír de nuevo ante la congoja evidente en los ojitos del rubio, los cuales de pronto se tornaron acuosos.
-Perdón, señor -dijo Shaka en un puchero.
-No te preocupes hijito, ya estaba vieja, de todos modos -espetó el mayor en referencia a la túnica- ahora va a servir para hacerles delantales a todos ustedes para cuando tengan estas explosiones creativas –terminó, observando las ropas manchadas de los niños.
Para Shion, el momento más gratificante de la jornada, era cuando estaba libre para sentarse con sus niños dorados, y los pequeños le mostraban lo qué hacían o jugaban con él, mientras que los mayores charlaban de todas las cosas que les eran importantes. Así olvidaba las tensiones propias del patriarcado y además se daba cuenta de cuánto iban creciendo.
-¿Tú también tienes un cofle de tesoros, maestro?
-Sí Shaka, algo así.
-¿Dónde lo escondes padre?
-Aquí -dijo el Patriarca tocando su pecho.
-¿Y qué guardas adentro? –decía Mu tocando con un dedo el pecho del mayor.
-Guardo lo que más quiero.
-Uhhh...y ¿qué es lo que más quieres?
-A mis niñitos dorados.
Un poco tierna, yo sé, pero aquí se las dejo, se agradecen mucho los comentarios…un abrazo
*Jazmín, un niño de tres años normalmente no habla bien, es español tienen problemas con las "r" intercaladas y los diptongos, por eso lo que parecen en general faltas de ortografía.
