Nos dirigíamos a las afueras del pueblo con el Jeep de Lincoln, el maletero cargado con todos los utensilios del trabajo.
Ambos habíamos cursado a la vez historia y arqueología, debido a que el pueblo en el que crecimos y en el que ahora trabajamos tiene historias que contarte en cada uno de sus rincones, de sus piedras, su teatro romano, su castillo formado en una mezcla de mano de obra durante el transcurso de los siglos todos habían añadido su granito de arena. Más de dos mil años de historia que debían ser escuchados.
-¿Por qué tienen que construir edificios a dos kilómetros?-Pregunte poniendo mis ojos en blanco.
-Porque cada vez que intentan edificar en el pueblo les paras las obras.-Respondió Lincoln divertido.
-No es mi culpa que todo el subsuelo este repleto de restos arqueológicos.
Pero era cierto, cada vez que levantaban una piedra aparecía restos, la puerta del circo (el circo estaba desaparecido bajo edificios), parte de la Vía Agusta, los cimientos de una domus, cementerios de todas las épocas...
Y era nuestra obligación tratar de conservar la historia.
Llegamos al solar en el que estaban excavando para cimentar, al lado ya había un edificio casi terminado.
Era mediodía y el sol de verano a esas horas abrasaba, tanto que en mi camiseta gris ya se habían formado manchas de sudor, en las axilas, bajo el escote y sobre mi columna.
Nos cargamos las mochilas a la espalda y fuimos directos hacia los encargados de la obra, tras la presentación nos guiaron hasta el hallazgo con el que habían topando trabajando. Era una abertura cuadrada en el suelo, no muy grande pero sí lo suficiente para que pasara una persona.
-¡No Lexa!-Escuche gritar a Jaha, se acercaba deprisa pero tranquilo con su siempre impoluto traje.-Otra vez no, no me vas a paralizar este proyecto.-Me cogió del brazo y me retiró un poco.-¿Cuanto cuesta que hagáis la vista gorda?
-La historia no tiene precio.-Respondí con arrogancia,
-La historia tal vez no,-Dijo entre dientes.-pero... ¿Y tú?
Permanecí en silencio, Jaha sonreía complacido yo observaba a Lincoln, estaba cepillando el borde de esa entrada, retirando con cuidado toda la tierra.
-Ibero.-Oí comentar a mi compañero.
-Déjanos trabajar Jaha, todo sera más fácil.-Respondí con el ceño fruncido.-Otra oferta como esa y nos veremos en un juzgado.
Me acerque a Lincoln, pude ver que los bordes de aquel agujero perfectamente cuadrado no eran otra cosa que enormes piedras talladas en forma rectangular.
Saque la linterna de mi mochila, me tumbe en el suelo asomando mi cabeza y alumbrando lo que ahí dentro había.
Me estaba clavando el borde de las piedras bajo el pecho, me costaba respirar, se veía el suelo a dos metros bajo mi cabeza, enfrente una pared, dos, tres y la luz de mi linterna se perdía más allá de donde alcanzaba a ver.
-¡Es un túnel!-Mi voz retumbo por las paredes.-Y juraría que lleva al pueblo.-Informe entusiasmada.
-Lexa...-Escuche en un susurro.
-¿Qué?-Pregunte molesta girando mi cabeza hacia Lincoln.
-Yo no he dicho nada.-Respondió encogiéndose de hombros.
No le di importancia, quería bajar me veía impulsada a hacerlo. Tome prestada una escalera de aluminio y con ayuda de mi compañero la deslizamos por aquel agujero.
-Lexa no creo que un túnel de más de dos mil años sea estable.-Rogó para que no bajara.
-Tú espera aquí, voy a echar una ojeada rápida y vuelvo.-Me puse mi mascara de protección buco nasal que además tenia una pantalla, me hacia parecer Darth Vader así que decidí bromear para animar a mi compañero.-Lincoln,-Imite el ruido de un respirador artificial.-juntos dominaremos la galaxia.
Lincoln negó con la cabeza divertido, baje por aquellas escaleras. Ilumine el camino pero más allá de la luz se abría más oscuridad, si estaba en lo cierto al menos habrían 2 km de camino que obviamente no iba a recorrer por completo, no hoy.
-Lexa...-Otro susurró.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo pero era agradable, sentía una paz indescriptible en mí, los susurros deberían ser imaginaciones mías, el sonido del viento al correr por aquel túnel que parecía no tener fin. Me sentía atraída irremediablemente hacia su interior, camine, de vez en cuando alumbraba el techo para asegurarme que no había ningún peligro.
-Lexa...-Esta vez me giré algo asustada, ya no era un simple susurro que podía confundir con la corriente de aire.
Seguí avanzando como atraída por un imán, un dolor que me quemaba se apodero de mi pecho impidiéndome respirar.
-Lincoln.-Grité en busca de ayuda.
Me quite la mascara en busca de más oxigeno, estaba paralizada luchando por respirar entonces me vi como en un espejo, pero aunque era mi rostro esa no era yo, no era ningún reflejo porque no era mi ropa, ni mi pelo. Llevaba un colgante precioso, un anillo de oro con una piedra azul atado a un cordón de cuero alrededor del cuello.
-Vuelve a por ella, no la dejes atrás...-Me rogué con preocupación antes de que todo se volviera negro.
Unos ojos azul cielo mirándome llenos de felicidad bajo un sol radiante y aquel anillo nuevamente, ahora entre mis manos.
-¡Despierta caza tesoros!-Escuche antes que todo se volviera negro de nuevo.-¡Lexa!-Esa voz femenina me resultaba conocida.
Sentí unas palmadas en mis mejillas, entreabrí los ojos para volverlos a cerrar pero pude ver esos ojos azules de nuevo pero ahora llenos de preocupación.
-Lapislázuli.-Murmuré.
-¿Lápiz azul?-Preguntó aquella voz femenina.
-Lapislázuli, debe referirse al anillo.-Reconocí la voz de Lincoln.
Abrí los ojos sobresaltada, encontrándome de frente con la doctora Griffin, casi le doy un cabezazo.
Clarke se había mudado al pueblo hacia un par de años, no sé exactamente porqué motivo, no eramos amigas y lo desconocía aunque para ser sincera tenia cierto interés por saberlo, por ella, era preciosa y me llamo la atención nada más conocerla. Pero mi escasa vida social solo nos hacia coincidir de vez en cuando en el trabajo, exactamente cuando aparecía algún cadáver.
Estaba tirada en el suelo, asustada, la tierra se había adherido a las partes mojadas por el sudor de mi camiseta, Clarke me miraba divertida y Lincoln parecía querer matarme.
-Parece que te has ligado a una momia.-Bromeó Clarke sin que yo entendiera nada.
-¿Qué?-Pregunté confusa.
-Te he escuchado gritar Lex,-Empezó a explicarme Lincoln.- he bajado al túnel y te he encontrado inconsciente en el suelo al lado de los restos de lo que parece una mujer romana. ¿No lo recuerdas? Estabas hablando de su colgante hace un momento.
Negué, no había visto ningún resto humano, solo me había visto a mi misma. Volvimos a bajar y entonces pude verla, este túnel se había convertido en su sarcófago personal. Conservaba la piel que se había vuelto cuero reseco pegado a los huesos, el pelo, parte de su ropa y el mismo colgante con el que yo había alucinado.
Me acuclille frente a ella, no estaba acostumbrada a ver momias, solo esqueletos y me ponía la piel de punta la conservación de esa mujer. En su cara se podía distinguir una mueca de dolor, de sufrimiento y sus manos estaban aferradas a su pecho, volví a sentir la misma presión sobre el mio, una punzada ardiente que dolía tanto que tuve que salir inmediatamente en busca de de aire fresco, arrancándome la mascara en cuanto vi la luz del sol.
Estaba de pie en las escaleras, solo mi cabeza se asomaba al exterior del túnel, una sombra apareció ante mí, sus piernas apretadas por unos vaqueros azules, subí mis ojos por aquel cuerpo hasta llegar a sus ojos, Clarke.
-Estoy empezando a preocuparme por ti.
Tras catalogar los objetos la doctora Griffin se llevo el cuerpo para podernos decir más cosas sobre ella, nosotros seguimos trabajando allí, apuntalando el túnel para explorarlo y lo más importante por si hallábamos a alguien más. Estaba convencida que lo haríamos, era una corazonada que ahí dentro había alguien más esperándonos, esperando ser encontrada y contar su historia.
Habíamos paralizado la obra de Jaha, una más, era un enemigo poderoso al que mejor no enfadar pero me daba exactamente igual, no tenia nada que me pudiera ser arrebatado.
Era de noche y me dirigía a mi casa cuando vi a Clarke, la seguí, me vi impulsada a ello. No podía sacarme de la cabeza ni el colgante ni a su propietaria, tenia demasiada curiosidad y quería respuestas.
Caminaba por el casco antiguo del pueblo, siempre me habían encantado estas calles empinadas, estrechas, alguna de ellas sin salida, de pequeña solía perderme por aquí con Lincoln fascinados por su especial estructura y encanto, por los escudos nobiliarios que habían en algunas fachadas, por algunos agujeros de bala en las más viejas y abandonadas.
Clarke entro en una casa antigua, estaba prácticamente pegada a la ladera de la montaña donde se situaba el castillo. Me sorprendí llamando a la puerta, yo no solía hacer estas cosas, quería salir corriendo pero la puerta se había abierto y la doctora me miraba sorprendida.
-Lexa Woods.-Me recibió con los ojos de par en par y una sonrisa.-¿Como sabes donde vivo?-Pregunto algo confusa sin desdibujar su sonrisa.
-Te he seguido.-Confesé nerviosa, palidecí de inmediato ante mis palabras.
-¿Tengo que pedir una orden de alejamiento?-Preguntó Clarke divertida.
-¡No! No, yo solo...-Estaba balbuceando.-Quería saber que has averiguado de mi...
-¿De tu novia milenaria?-Rió ligeramente molestándome pero no podía estar más bella y yo enrojecí.-¿No podías esperar hasta el lunes? Te ha dejado huella.-Volvió a bromear.
Unos minutos inconsciente al lado del cuerpo de esa mujer y había bastado para ser la burla de quienes se habían enterado. Asentí resignada y me invito a pasar, de repente un escalofrío recorrió mi cuerpo, la electricidad lo atravesaba pero era reconfortante.
-¿Estas bien?-Me pregunto preocupada Clarke levantando mi cara ligeramente con su dedo en mi barbilla, poniéndome nerviosa al encontrar sus ojos azules intrigados.-Es la tercera vez que te veo así hoy.
-Sí, solo, solo ha sido un escalofrío.-Murmure a trompicones mientras rompía el contacto visual.
-Sentí lo mismo la primera vez que entre a esta casa,-Hablaba con tal naturalidad que me hacia sentir cómoda.- las paredes son de piedra y parece que estés todo el año en una nevera. Sal al patio se esta mejor fuera que dentro.-Me señalo una puerta abierta.-¿Cerveza o vino?
-Cerveza.-Dije mientras Clarke se alejaba.
Salí al patio, la temperatura era más templada, estaba lleno de plantas, flores, hierbas aromáticas era embriagador, tras todo aquello la pared que daba fin a la casa, coloque mi mano contra sus piedras sonriendo, ese tipo de roca, su corte, conocía esos detalles a la perfección, no era una simple pared, era parte de una muralla que alguna vez paso por allí.
-Sabia que amabas las piedras señorita caza tesoros, pero si necesitas más intimidad...-Una burla más.
Rodé los ojos y me senté en una de las sillas de madera que habían alrededor de una mesa del mismo material.
-Los objetos hablan Clarke, y más cuando tienen tanta historia.
-Voy a empezar a pensar que estas loca.-Me dedicó una sonrisa.-El pasado es el pasado Lexa, mejor mirar hacia el futuro.-Me ofreció la cerveza que traia.
-Quien olvida su pasado esta condenado a repetirlo.-Le di un trago a la cerveza.-¿Qué me puedes decir de ella Clarke?
-Que era una esclava del norte de África.-Me aseguro sirviéndose una copa de vino.
-No, eso es imposible.-Sentencié.
-Mi ciencia es exacta y no se basa en especulaciones como la tuya. La hemos estudiado al milímetro y te aseguró que es del norte de África, sus tatuajes te lo confirmaran y las marcas de su espalda, cicatrices, esa chica fue azotada. ¿Qué tienes para rebatir mis datos?
-Un anillo demasiado valioso para que lo llevara una esclava.-Dije con demasiada seriedad, era una perdida de tiempo discutir con gente de ciencias.
-¿Solo eso?-Preguntó divertida.-Por cierto quizás esto sea lo más interesante,-Se detuvo unos segundos haciéndose de rogar.- murió de un flechazo en el pecho.
Asentí con tristeza, le di un trago a la cerveza procesando aquella información, una esclava del norte de África con un anillo romano demasiado valioso en su cuello y una flecha atravesándola.
-Cartago.-Murmuré.
Este pueblo era una ciudad aliada de Roma, fue el desencadenante que dio inicio a la segunda guerra púnica, esa chica debería estar huyendo del incendio que arraso con la ciudad, de la muerte y la destrucción que termino con todos aquel día.
Clarke bebía de su copa, mirándome de una forma extraña que me ponía nerviosa, aparte la mirada fijándola en la botella de vino, negué con la cabeza al ver la procedencia, importado.
-Sabes que esta ciudad distribuía el mejor vino de todo el imperio romano...
219 a. C. Ciudad Hispana aliada de Roma.
Estaba en el puerto esperando el regreso de mi padre, había partido hace meses con un gran cargamento de nuestro vino, era el más deseado de todo el imperio.
En cuanto atraco el barco y lo vi bajar corrí hasta él emocionada por verlo nuevamente.
-Clarke hija mía.-Me recibió estrechándome entre sus protectores brazos que tanto había añorado.
-Te he echado de menos padre.-Bese su mejilla.-¿Los dioses han sido generosos?
-¡Hija de mil putas!-Escuche gritar a Pike interrumpiendo la conversación.
De repente cayo sobre la pasarela a unos pocos metros de nosotros una joven morena con las manos encadenadas, no debía ser mucho más joven que yo.
-¿Padre?-Pregunte asustada.
-Una condena de muchacha, a que mala hora te compre niña.-Le dijo severo mi padre.-¿Qué ha sido ahora Pike?-Refunfuño.
-La muy bastarda me ha mordido.-Respondió el fiel sirviente de mi padre bajando del barco, se acerco a la joven y cogiéndola del pelo la levantó del suelo.-¡Levanta!
Sus salvajes ojos verdes se clavaron en los mios y escupió asustándome, maldiciendo en una lengua que no se parecía en nada al latín ni al griego.
-Iba a ser un regalo para ti hija mía pero mejor pensado la mal venderé, es un castigo de los dioses.
Al volver a casa me fasciné escuchado las historias de mi padre, me había mandado a por más vino cuando escuche los gritos de Pike, estaba flagelando a la muchacha que habían traído con ellos, la dureza de los ojos de la joven helaba, sus labios apretados en un gesto de asco cada vez que recibía un nuevo azote del látigo de Pike, pero no se quejaba, ni gruñía, se mantenía firme ante el dolor.
-¡Basta!-Ordene interponiéndome.
-Mi señora me ha mordido.-Dijo retorciendo el látigo bajo sus duras manos.
-Y ya ha recibido castigo por ello.-Deje la pequeña ánfora en el suelo y la desate.-Dile a mi padre que acepto gustosa el regalo.
La lleve conmigo a mis aposentos, prácticamente la tuve que obligar a meterse en el agua, me senté en el borde de la tina y le quite esos harapos rasgados y sucios que llevaba. Su piel morena la hacia parecer una diosa, empecé a limpiar su espalda, con suavidad, escurriendo el trapo en sus hombros para que el agua la recorriera, pronto el agua adquirió un tono sanguinolento.
-¿Como te llamas?-No me respondió, estaba rígida, solo mostraba debilidad cuando el trapo rozaba los cortes de su espalda y se contraía.-Te he hecho una pregunta.-Le dije con autoridad.-¿Como te llamas esclava?-Ni siquiera sabia si hablaba mi idioma.
-Esclava es un buen nombre.-Respondió con arrogancia.
Reprimí una sonrisa, su brazo estaba adornado con tinta formando siluetas extrañas que recorrí con mis dedos.
-¿Símbolos de tus dioses?-Pregunte intrigada sin obtener respuesta.-Te he salvado de las garras de ese salvaje no debes tenerme miedo esclava.
-No necesitaba ser salvada señora.-Su voz estaba teñida de un amargo orgullo que dolía.-Y no tengo miedo alguno.
-Ahora eres mía, responderás ante mí y solo yo podre ordenar que seas castigada.-Le dije con seriedad.-Y quiero saber tu nombre esclava.-Exigí.
-Lexa.-Murmuro con odio.
¿Qué os parece? Sé que soy una negada poniendo títulos.
La ciudad existe, se llama Sagunto.
Twitter: saritasegval
