Esta es primera vez que hago un fic IchiRuki, espero les guste. No creo que sea muy largo, por lo menos estoy pensando hacerlo en unos 6 capítulos todo dependerá de la aceptación. Sé que para las fans IchiRuki no les gustará el principio pero denle oportunidad, a medida que avance la historia lo entenderán.

Advertencia: Este es un fic categoría "M", para mayores de edad, si no lo son favor de retirarse. Además está relacionado con la temática BDSM, si necesitan traducción a ello mejor ni se metan al fic porque no es un lemon convencional.

Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Tite Kubo y nadie más que a él; yo solo los he tomado para que ejecuten mis perversiones.


Adicción fatal

I

Abrió los ojos con desgano al molesto contacto de los rayos del sol que se colaban por las cortinas de la habitación. No es que detestara el levantarse temprano, pero en ocasiones como esa prefería quedarse en la cama hasta que su cuerpo gritara de dolor.

Se giró abriendo los ojos con pesadumbre para tocar y observar el reloj de conejo que estaba ubicado en la mesita a la par de la cama, recordando una vez más como su novio le hizo burla al momento de sacarlo de la caja y colocarlo en su nuevo sitio ¿Y ella que culpa tenía que los conejos le gustaran tanto? A pesar de haber pasado los 25 años y aunque tuviera 80 sus gustos siempre serían los mismos.

—Las 5.50 —gimotea maldiciendo al bendito astro rey que despierta tan temprano cada mañana.

No tenía ganas de nada, solo de quedarse de lado observando la pulcra habitación del apartamento de su novio, estaba cansada y hasta cierto punto nerviosa, su promoción en el trabajo sería esa misma tarde.

—Buenos días —la saluda su novio que la toma de la cintura arrastrándola hasta él para rozarle su erección mañanera.

—Buenos días Renji —responde diligente moviendo sus caderas con la clara intención que aquella erección consiga toda la dureza posible.

Y lo consigue. El pelirrojo comienza a acariciar su pequeña cintura metiendo sus manos por debajo de la camisa blanca, propiedad de él, que Rukia lleva como si fuese un camisón.

Sus pezones están erectos, el jadeo de ambos es intenso especialmente cuando él acaricia sus senos con clara vehemencia, lo que le hace recordar a la pelinegra que el pelirrojo tiene un castigo pendiente.

Se levanta y se sienta en la orilla de la cama para llegar a la mesita y buscar cierto artefacto que la ayudará a imponer el castigo. Renji puede ver claramente aquel fuego intenso que ha sustituido las pupilas de los ojos de su pelinegra y está completamente seguro que es lo que viene a continuación.

—Eran las 3 cuando me desperté y aún no estabas acá —reclama seriamente dándole la espalda.

—Trabajo amor, trabajo —le responde y aunque ella no puede verlo, él tiene una pícara sonrisa en su rostro y es que no solo ella tiene prácticas ocultas, sino que él también.

—¿Sabes lo que significa, verdad? —le dice y aunque él asiente ella no espera ninguna respuesta.

Le muestra unas esposas, no de las que usan en la policía, sino que unas especiales revestidas de cuero para no dejar marcas, Renji sabe lo que viene.

En su vida el pelinegro se imaginó que al comprar el respaldo de su cama de caoba y barrotes servirían para que ella atravesara las esposas encadenándolo allí.

—¿Estás conciente que necesitas un castigo verdad? —pregunta al terminar con su acción para luego quitarle la única prenda de su cuerpo: su bóxer.

—Si ama, estoy conciente de mi falta —acepta con sumisión total, su erección no puede estar más dura y si su excitación se incrementara era posible que muriera de un infarto por tanta emoción.

Ella quita su pequeña braga tirándola por un lado, pero deja su camisa para que Renji no pueda verla desnuda. Sin compasión introduce el gigante y ensanchado falo de su pelirrojo en su interior, una sola estocada con una fuerza descomunal que no parece que aquella menuda chica de 1.50 mts tuviera.

El pelirrojo se muerde los labios para no gemir intentando controlar sus expresiones faciales, aún no tiene permiso de sentir y que Kami sama lo protegiera si llegase a decir algo cuando aún no se lo había permitido su ama.

La pelinegra saca aquel miembro deseoso de su interior con la misma rudeza anterior. Ambos se encuentran tan mojados que la acción no provoca dolor ni incomodidad, solo deseo y desesperación por continuar.

—Eres un buen chico Renji y tu falta podría ser castigada con suavidad —le asegura estando sentada a horcajadas sobre su vientre mientras el pene del pelirrojo roza su trasero.

—Gracias mi ama —le responde deseando que cualquier castigo que le imponga no sea el no eyacular.

—Solo porque eres buen chico te daré a elegir por esta vez, ¿Deseas venda o no?

—Si mi ama lo permite desearía por ésta única ocasión poderla admirar.

Ella sonríe con malicia tomando un pequeño latigo para luego impactarlo contra el plano y bien formado estómago del pelirrojo. El silencio que con mucho esfuerzo guarda la excita más a ella, definitivamente su Renji es un buen chico.

Siente como la dura erección se mueve rozando más en sus nalgas, ella desea agarrarla para introducírsela de un solo golpe en su interior, pero su juego recién empieza.


II

—...Es todo un honor para el Gotei nombrar a la nueva capitana del escuadrón No. 13 de robos y homicidios: Rukia Kuchiki.

Una pequeña ceremonia en la estación de policías de la ciudad de Karakura finaliza después de las palabras del Capitán Comandante.

Rukia no puede sentirse más feliz y orgullosa, aunque a decir verdad ser promovida a capitana es un gran honor, pero dentro de los 13 escuadrones que comprende la policía, la 13a es de las más bajas.

Todos los capitanes y tenientes de los demás escuadrones se paran y se cuadran en forma de saludo, no hay aplausos, ni ovaciones, ni siquiera una pequeña sonrisa, solo respeto por parte de las 8 mujeres y los 16 hombres que se cuadran al momento que el viejo Capitán Comandante termina su discurso para nombrarla como nueva capitana.

—Felicidad Rukia —le dice su hermano mayor extendiéndole su mano al momento de terminar.

—Gracias nii-sama —responde con orgullo con su voz ronca, nadie en su sano juicio que la conocía diría que ella era una chica acaramelada, muy al contrario siempre era seria y digna.

—Es un gran logro el que has obtenido, no debes de sentirte mal que sea en el escuadrón 13.

Aquellas palabras sienten que le ensanchan su pequeño pecho y su baja estatura; cualquiera que supiera la verdad le diría que era una enferma, de hecho ella misma se lo repetía cada vez que podía, porque cada logro que ella obtenía su objetivo era ese: que su hermano mayor la elogiara.

La primera vez fue al obtener un "sobresaliente" en el kínder cuando sus maestros la felicitaban por pintar mucho mejor que sus compañeros, su hermano la abrazaba dándole un pequeño beso en su cabeza felicitándola. Luego en primaria al obtener el primer lugar en notas, él la volvía a felicitar regalándole una bolsa de chocolates en forma de conejos. En secundaria al ser la única en sacar un perfecto 10 en matemáticas cuando los demás reprobaban, él le regalaba una familia de peluches en forma de conejos: papá, mamá y una hija. En preparatoria la llevaba a un viaje para felicitarla que obtuviera el primer lugar una vez más, pero en esta ocasión dejando muy atrás a sus compañeros.

Suspira casi sonriendo, pero nuevamente invoca su seriedad.

La última vez que recordaba la felicitación de su hermano fue al momento en que le aprobaban su ingreso a la academia de policías, un abrazo y ella casi eyaculaba en ese instante, si... Era una enferma por tener esa clase de pensamientos por su hermano.

—Felicidad Rukia —interrumpe sus pensamientos su pelirrojo novio teniente del escuadrón No. 6 de antinarcóticos, el mismo en donde su hermano es el capitán.

—Gracias a ti también Renji.

—Renji —interrumpe su hermano quitando sus guantes blancos que acompañan a su traje de gala. Su subordinado asiente.

—Esta noche tus padres darán una fiesta para darle a conocer a la sociedad que has sido promovida, la modista de tu madre ya tiene tu vestido y el estilista estará a las 6 en punto en la mansión de tus padres para arreglarte, el Capitán Comandante también ya lo aprobó —informa como si fuese una fiel secretaria del Kuchiki mayor.

—Nii-sama, pero... —intenta escaparse de la obligatoria fiesta que, estaba segura, su madre organizaba sin su permiso.

—Nuestra madre se siente orgullosa de tu logro, eres la segunda Kuchiki que consigue el puesto de capitán antes de los 30 y la tercera en toda la historia del Gotei —su hermano mayor había sido nombrado al cumplir los 23 y ella tenía 26, nadie lograba dicho puesto antes de los 33, exceptuando también por el capitán del escuadrón 10 Hitsugaya Toushiro que lo nombraban a los 19.

—Está bien. Estaré puntual —acepta con humildad y obediencia al único que le da órdenes: su hermano Byakuya.

—Kuchiki Taicho —los interrumpe una cadete rubia de cabello corto llamando la atención de los dos hermanos—. Perd-done, Kuchik-ki Rukia Taicho —se corrige con obvia vergüenza logrando que el Kuchiki mayor le lance una mirada de reproche por ser tan inepta—, la necesitamos...


III

Rukia conoce todas las funciones de su escuadrón y todo es porque desde 1 año atrás ella las cumplía al pie de la letra como si de su responsabilidad se tratase ya que su capitán padecía de una enfermedad crónica lo que lo hacía ausentarse y delegar todo sobre su teniente que era ella.

La escena del homicidio afortunadamente no se encuentra contaminada y todo gracias a un pelinaranja que la ha protegido colocando hieleras y maletas por todos lados, pero que ésta sea justo en la playa principal de Karakura lo complica como nadie tiene idea.

—Entrevisten a las chicas y revisen la escena, llamen al escuadrón 4 y díganle a la teniente Isane que necesito los resultados lo más pronto posible —sus tres subordinados asienten llamando de inmediato al equipo forense.

Rukia camina alrededor de la escena, la cabeza de una chica que está enterrada en la arena y enfrente de ella sus brazos desmembrados en cruz, ni una gota de sangre, ni rastros, ni huellas, es la 11ª víctima en menos de 8 meses, la frustración y la vergüenza de su escuadrón de no poder encontrar al asesino que una vez más se burla con su acto.

—¡Noooo! ¡Noooo! ¡Yoooo quieroooo irmeeeee! —grita como desquiciada una mujer tratando de huir al mar de sus subordinados, ¡Suerte la mía, una estúpida sin cerebro! Reprocha en su mente al ver su voluptuoso cuerpo y su rubia cabellera, decide ignorarla para dirigirse al pelinaranja que está tan calmado como ella.

—Mi nombre es Kuchiki Rukia y soy la capitana del escuadrón de homicidios de la policía de Karakura —se identifica enseñándole su placa que recién la estrena.

—Mi nombre es Kurosaki, Ichigo Kurosaki —se presenta con su voz ronca, grave y varonil.

Por un momento ella se desvanece y lo admira tranquilamente examinándolo desde sus pies descalzos pasando por su pantaloncillo corto, lo que hace que trague grueso al ver su bulto imaginando la extensión y dimensión de su miembro, para después ver sus duros y bien formados pectorales llegando hasta su boca y su serio rostro, ¿Amor a primera vista? No, eso no le podía pasar a ella, eso era ¡Sexo a primera vista!

—Me informan que usted fue el que dio aviso a la policía —empieza a interrogar, debe parecer profesional, aunque lo unico que desea es azotar ese perfecto cuerpo y permitirle eyacular sobre ella.

—Es correcto, mis amigas y yo estábamos nadando a medio kilómetro —indica por medio de señas— pero la corriente nos atrajo hasta aquí, vi algo que me llamó la atención y nadé hasta este punto para investigar de que se trataba. Cuando vi una cabeza enterrada entendí a la perfección lo que sucedía, le dije a las chicas que trajeran todas las maletas y las hieleras que portamos, examiné la escena y decidí colocarlas para evitar que alguna de ellas la contaminara —solo asiente escuchándolo, no es que tenga que tomar alguna declaración por escrito eso es trabajo de otros no de la capitana, a ella le corresponde atarlo y darle de azotes.

—¿Es usted policía? —pregunta con curiosidad al escuchar su relato.

—No, soy abogado, trabajo para la fiscalía —ella empieza a entender porque la escena no le afecta al delicioso y bronceado pelinaranja, sino que muy al contrarioparece que solo está en presencia de un simple robo—. ¿El capitán Ukitake finalmente se retiró? —siendo fiscal es obvio que está en contacto con su escuadrón.

—Si, a partir de ahora yo soy su reemplazo.

—Kuchiki Taicho —la interrumpe un joven alto de cabello negro.

—¿Si Kotsubaki? —en ese momento desea matarlo y no de buena manera, ¿Por qué tiene que interrumpir su conversación con Ichigo —Adonis— Kurosaki?

—Encontramos el torso... —acepta con clara perturbación en su rostro, ya que como él dice solo es el torso.

Examina una vez más la escena encontrando su pista más representativa, Espadas, asegura en su mente al ver como tiene tatuado en el vientre el No. 11 y una espada atravesándolo, lo que confirma el número de víctimas que llevan en su conciencia.

—¿Encontraron las piernas? —pregunta al chico quien niega con la cabeza mientras hace una mueca de asco. Toma su teléfono para llamar a la capitana del escuadrón No. 4, maldito forenses que nunca aparecen, reclama mentalmente tratando de conservar la calma.

—Perdone Kuchiki Taicho, ¿Mis amigas y yo podemos retirarnos? —el pelinaranja sigue igual que antes, inmutable, ella asiente, sabe que no puede retenerlo mucho tiempo, solo una cita para que se presente a la estación del Gotei y hacerle las preguntas correspondientes, pero no es culpable de homicidio, ni siquiera un sospechoso y ya lo han interrogado lo suficiente.

—Claro —responde de manera tranquila para entregarle su tarjeta recién impresa—, si tiene algo que nos pueda ayudar a resolver este crimen le agradecería cualquier información, Kurosaki san.

—Ichigo —repite y ella puede ver que el cielo si existe, su pequeña sonrisa aunque casi es imperceptible, es lo mejor que ha visto en toda su vida, ¡Sí! Por un momento se olvida de su obsesión y complejo de Edipo con su hermano mayor.

—Ichigo... —sonríe asustando a sus subordinados, porque Kuchiki Rukia no es muy dada a sonreír, ni siquiera cuando está con su hermano mayor, pero en esta ocasión ella hace una excepción.

—Mi tarjeta Rukia —la llama con familiaridad—, cuando gustes puedes llamarme con gusto y te ayudaré en lo que se te plazca.

El pelinaranja le da la mano y ella puede jurar que una corriente eléctrica le recorre el cuerpo llegando hasta su vientre haciéndola mojar su ropa interior, ese adonis que estaba como quería le hace flaquear las piernas deseando meterlo en su cama.