DGM es propiedad de Katsura Hoshino. Esta historia participa en el Reto de San Valentín: "Y es así como te amo"
Tipo de amor: Amor no correspondido.
Kataomoi
Road Kamelot no podía dormir. Un poco irónico, ¿no? Pero había una buena razón para ello. No podía parar de pensar en Allen Walker. ¿Por qué? Él solo era un exorcista más. Aunque era un exorcista peculiar comparado con el resto. Era el único que podía ver el alma de los akumas. El único que luchaba por salvar el alma de dichas máquinas de matar. Porque ellos no tenían la culpa de haberse convertido en lo que son ahora. El alma que yacía dentro había sido llamada por un ser querido al no soportar el dolor de haberlo perdido. Y no podía culparlo. Probablemente si la historia hubiera sido al revés, aquélla alma que ahora lloraba también hubiera traído de regreso a esa persona.
Allen era el único que pensaba de esa manera, razón por la cual algunos miembros de la Orden estaban enojados con él. Pero al chico no le importaba. Ese era el camino que había elegido y que caminaría sin fin.
Frustrada por no dejar de pensar en él, Road giró en su cama por enésima vez en esa noche, tratando de encontrar una cómoda posición en la que pudiera conciliar el sueño.
No supo cuanto tiempo pasó, pero al fin se había quedado dormida, aunque lamentablemente cuando apenas llevaba un rato dormida, su padre tocó a la puerta de su habitación. Era hora de levantarse e ir a la escuela.
Llegó al colegio muriéndose de sueño y para empeorar las cosas, había olvidado por completo qué día era. Todos sus compañeros de clase estaban totalmente animados y hablaban sin parar. Road se preguntaba qué ocurría, hasta que vio lo que todos comían y los adornos que colgaban del techo.
—Ay no—se quejó—San Valentín.
Tuvo que soportar todas las cursilerías y cuchicheos de toda la escuela. ¿Por qué era tan importante aquélla fecha? No lo entendía, pero lo comprendió gracias a una maestra.
—Chicos, hoy es un buen día para demostrarle a sus seres queridos cuán importantes son para ustedes, podemos decirlo con algún detalle o con nuestras acciones, pero si somos demasiados penosos como para decirlo con palabras, podemos dar chocolates para transmitir aquel mensaje y endulzarnos un poco la vida, pero recuerden, hoy es San Valentín, pero no olviden que no solo en esta fecha debemos demostrar nuestro afecto a las personas, eso debe ser cosa de todos los días.
Ya a la salida del colegio; Road no se podía quitar de la cabeza las palabras de su maestra. Solo pensaba en alguien. Allen Walker.
Road pasó por la tienda de dulces que tanto le gustaba y se fijó desde fuera que estaba abarrotada de chocolates. No lo pensó y entró.
Al salir de allí, se sentía realmente tonta.
—Chocolates—se decía a sí misma—es obvio que Allen jamás aceptaría chocolates de mi parte. Ni siquiera sé porqué los compré. Mejor me los como yo sola.
Pero detuvo su andar al darse cuenta de que, en una tienda cercana estaba el dueño de sus pensamientos. Road se quedó mirándolo atentamente.
El chico veía el escaparate de la tienda con cara de hambre, incluso pasaba su mano por su estómago, el cual Road supuso que gruñía. Vio también como el chico con cara de decepción se alejaba de ahí y seguía caminando hacia dónde ella se encontraba.
Allen había ido a ese pueblo por una misión, la cual resultó ser un fracaso, ya que el supuesto fenómeno causado por la posible inocencia, solo era obra de unos niños que supieron engañar perfectamente a los buscadores.
El exorcista se moría de hambre, pero aún tenía que esperar a un par de buscadores para poder regresar a la Orden y disfrutar de una deliciosa cena preparada por Jerry. Además, no traía ni un centavo consigo, así que no podía comprarse ni un par de chocolates, los cuales se le antojaron al ver la ciudad llena de ellos.
Se retiró de una de las tantas tiendas de dulces, deseando que los buscadores aparecieran pronto para poder irse.
—Mitarashi dango—decía anhelante, cuando sintió que fue empujado por alguien hacía un callejón que se encontraba al lado de la tienda. Aquélla persona lo empujó tan fuerte que terminó cayendo al suelo, no pudo evitar caer por haber sido tomado por sorpresa.
—Auch—se quejó mientras se sobaba—¿Qué fue lo que…?
Pero Allen se quedó en silencio, al percatarse de quién era la persona que lo había empujado. Observó a Road Kamelot sentada entre sus piernas y mirándolo con una sonrisa.
Road no se había aguantado las ganas de ir a saludarlo, así que apenas tuvo la oportunidad lo hizo, además era un buen momento para darle los chocolates que le había comprado.
—¿Road? —preguntó sorprendido Allen.
—Hola Allen—le saludó.
—¿Qué se supone que haces aquí?
—Esa debería ser mi pregunta. Te encontré cuando salía de clases, así que decidí saludarte. Te extrañaba mucho. No nos veíamos desde el arca.
—¿De clases? —preguntó confundido—¿tú vas a clases?
—Obviamente—afirmó, como si fuera algo obvio.
Allen la miró bien. Parecía que era cierto. Ese día usaba una blusa y falda negras que parecían un uniforme, era distinto a su ropa habitual. Además de que llevaba una pequeña mochila morada con ella.
—Con que clases, ¿eh? Nunca lo hubiera imaginado de alguien como tú.
—Pues lo creas o no, es cierto Allen. Pero dime, ¿qué haces aquí?
—¿Acaso te importa?
Allen no podía olvidarse de algo muy importante. Road era su enemiga y sabía perfectamente que, aunque ella aparentara tranquilidad, en cualquier momento sería todo lo contrario.
—Allen hoy no te voy a hacer nada, no tienes que estar en guardia conmigo.
—Y aunque eso fuera cierto Road, no tengo porqué darte explicaciones de lo que hago.
Road puso un puchero y se sentó al lado del exorcista que aún seguía en el duro suelo donde cayó.
—Bien, no tienes porqué decirme, pero por lo menos puedes complacerme en otra cosa.
Allen no tuvo tiempo de preguntar a qué se refería, ya que sintió como la chica metía algo dulce a su boca. Saboreándolo con precaución, se percató que se trataba de un chocolate.
— ¿Tenías hambre, no? —le preguntó la chica.
Una vez que Allen tragó el dulce pudo contestarle.
—¿Y? Eso no significa que quiera tus chocolates. Además, ¿cómo puedo saber si no están envenenados? —Allen tenía que tomar sus precauciones, aunque en realidad sí que se le antojaban aquellos chocolates, pero eso Road no tenía por qué saberlo.
—Ay Allen, por favor. Si quisiera asesinarte, lo haría de una manera mucho más divertida que con chocolates envenenados—Road rio ante ese escenario—Cómelos Allen—la Noah le ofreció la bolsa con dulces que acababa de comprar.
Allen se negaba o por lo menos lo intentaba y hubiera sido más fácil si su estómago no hubiera gruñido sonoramente.
—Sabía que tenías hambre—le dijo Road al escuchar a su estómago.
Allen aún indeciso, miraba aquella bolsa.
—¿Segura? —le preguntó para cerciorarse.
—Claro que sí Allen, si no, no te los hubiera ofrecido.
—Pues, gracias…supongo…
El chico tomó la bolsa de las pequeñas manos que la sostenían y comió los chocolates uno por uno y sin prisa. Quería disfrutarlos.
Road veía encantada como iban desapareciendo. Había comprado esos chocolates sin pensarlo, pero su objetivo se había cumplido. Allen se los estaba comiendo con mucho gusto.
Después de un rato, Allen se los había acabado todos.
—¿Estuvieron ricos? —le preguntó Road.
Allen asintió nada más, ya que aún tenía uno dentro de su boca.
—Me alegra, los compré especialmente para ti.
Allen tragó el último trozo y la miró confundido.
—¿Los compraste para mí?
—Así es.
—¿Por qué? ¿Por qué comprarías chocolates para mí? ¿Sabías que yo andaba por aquí?
—Los compré por puro impulso, en realidad no sabía que estabas por aquí, pero sí los compré pensando en ti y poder regalártelos hoy que es San Valentín.
—¿Por qué? —volvió a preguntar—no te entiendo.
—Allen, simplemente quise darle chocolates a la persona que me gusta y esa persona eres tú, por si no lo recuerdas.
Allen se puso de pie inmediatamente y Road lo imitó.
—Yo no te entiendo, Road. No es la primera vez que dices que te gusto, pero sabes perfectamente que eso no puede ser.
—¿Por qué?
—¿Todavía te atreves a preguntar por qué? Tú eres una Noah y yo un exorcista. Esa es la razón principal.
—¿Y?
Allen empezaba a enojarse. Esa chica no entendía razones.
—Road, no sé que es lo que no entiendes. ¿Tengo que recordarte todo lo malo que le has hecho a mis compañeros? ¿A Lenalee, a Miranda, a Lavi? —el chico había empezado a gritar.
—Pero el único que me gusta eres tú. No me importan los demás.
—Eres demasiado egoísta. Tus ideales y los míos no concuerdan. Yo pienso primero en mis compañeros y luego en mí.
—No deberías hacer eso, antes que nadie debes ser tú, Allen. Siempre.
—¿Sabes qué? —le siguió gritando enojado—es una perdida de tiempo hablar contigo. Mejor me voy. Gracias por los chocolates, pero no volveré a aceptar nada de ti.
—¡Allen! —Road no quería que se fuera—¿por qué no puedes entender cuánto me gustas?
La chica intentó lanzarse nuevamente a sus labios como aquel día, pero Allen entendió lo que quería hacer, así que la empujó con todas sus fuerzas.
—No voy a dejar que vuelvas a besarme.
La cara de desagrado que Allen tenía en ese momento hizo que Road quisiera llorar. No le gustaba que Allen la mirara así. Se sentía como si para el fuera un estorbo, una simple escoria de la humanidad que no debía existir en este mundo.
Road sintió algo húmedo descender por su mejilla, al principio pensó que eran las lágrimas que se habían desbordado sin proponérselo, pero al tocar ese líquido se dio cuenta de que era sangre. Al parecer, se había golpeado la cabeza contra el muro del callejón cuando Allen la lanzó.
La chica miraba la sangre sin emoción. Ni siquiera había sentido el dolor por aquel golpe. El dolor que sentía en su pecho era muchísimo peor que cualquiera herida que hubiera tenido antes.
Allen empezaba a sentirse culpable al ver a la chica sangrando. Sabía que, al ser miembro de los Noah, sanaría fácilmente, incluso ya lo había visto con sus propios ojos en la ciudad rebobinada, pero esa sangre había sido obra suya y aunque ella fuera su enemiga, no quería dañar a los humanos, independientemente de que ella pensara que no es igual a los humanos comunes y corrientes.
Road sacó un pañuelo que traía en su mochila para secarse la sangre, pero mientras lo hacía, observó como la expresión de Allen cambiaba de furia a culpabilidad. El chico se acercó a ella y le quitó aquel pañuelo para pasárselo en donde fluía la sangre.
—Perdón—le dijo en un susurro—no era mi intención lastimarte.
—Esto no es nada, pronto sanará.
—Lo sé, pero no debí hacerlo.
Una vez que Allen notó que la sangre había dejado de salir, se detuvo y le devolvió el pañuelo a Road.
—No lo quiero. Está lleno de sangre. Y la razón de esa sangre no me agrada.
—Ya te pedí disculpas.
—Me pediste disculpas por haberme herido en la cabeza, pero no por la herida en mi corazón.
A Allen le sorprendía muchísimo la expresión de Road. Nunca había imaginado que pudiera poner una cara tan triste.
—Road, te lo repito una vez más. No hay ni puede haber nada entre nosotros. Somos totalmente diferentes—Allen en esta ocasión se lo explicó gentilmente.
—Ya sé que no me amas como yo te amo, no hace falta que lo repitas tanto. Pero déjame decirte una cosa Allen Walker. Tal vez ahora me odies…
—No es que te odie—interrumpió Allen, pero Road lo ignoró.
—Pero en un futuro, tú serás mío, ya lo verás.
—Road…
La chica hizo aparecer su puerta y se adentró en ella.
—Nos vemos mi amado Allen, feliz día de San Valentín—y dicho esto, la chica cerró su puerta y desapareció.
Allen suspiró y miró al pañuelo ensangrentado aún en su mano.
—¿Y ahora qué hago con esto?
Road entró a su habitación cerrando la puerta sonoramente detrás de ella. Tyki la vio llegar y quiso preguntarle qué era lo que le pasaba, pero decidió dejarla sola o se desquitaría con él.
La Noah se dejó caer en su cama, poniendo una almohada contra su cara. Gritó en esa posición, aunque el grito no se escuchó.
—Allen…odiaré San Valentín por tu culpa.
Road prefirió seguir ocultando su rostro con la almohada. Ni ella quería ver esas lágrimas que empezaban a salir de sus ojos.
—Demonios, ¿qué me has hecho Allen Walker? Mírame. Llorando como una estúpida humana a quién le rompieron el corazón.
