¡Hola!

Me decidí por publicar esta historia. La idea nació de muchas ideas. Quería hacer varios fics pero el tiempo no me lo va a permitir, así que recurrí al método precipitado: reuní todas las ideas en un solo tema. ¡Ta-ra~! Espero resulte. Como sea, la idea se sitúa en el cuarto año de Harry, con un Harry Potter algo particular, en un ambiente tranquilo. No voy a adelantar mucho, ¡abajo dejo algunas explicaciones!


Harry Potter y el Legado de la Luz

Bufó, dejando finalmente el libro a un lado. A su izquierda, Hermione no dejaba de ver al pelirojo con desaprobación.

—Así que, ¿es eso? Sólo estás conmigo porque yo sí hago tus deberes.

—¡Claro que no, Harry!—se apresuró a responder Ron, su mejor amigo, con una expresión de horror—. Hombre, no has entendido nada…

—Quizá es porque ni siquiera para esto tienes algo de tacto, Ronald.

Ahí estaba, otra vez la castaña se lo echaba en cara. Lo vio ruborizarse hasta las orejas pero no hizo ni un amago de justificarlo. Ya no, esta vez estaba del lado de ella. Todavía sentía algo de molestia en la boca del estómago, probablemente por haber escuchado semejante estupidez.

—No, no, es sólo que… No quise decir eso.

El azabache arqueó una ceja pero optó por no dejarse llevar por el impulso. Lo torturaría un poco más para su propio deleite.

—Mira, Ron, si no quieres estar conmigo en tu tiempo libre y jugar Quidditch, entonces hazlo. No me molesta, pero no te intentes justificar con idioteces como esas.

Sabía qué era lo que pasaba, pero no quería decirlo. Hermione calmó el ceño, claramente complacida con la respuesta. Su mejor amiga, su hermana, los quería a los dos, pero Ron Weasley era, simplemente, un idiota cuando se lo proponía.

Tampoco deseaba mortificarlo más.

—No, no es eso… Pensé que querrías venir conmigo…

Se formó un silencio, en el que no fue capaz de levantar la mirada, que ahora observaba el libro abierto en su falda, con una expresión de estupefacción. No supo si ella había tenido una reacción semejante, pero no pudo comprobarlo una vez levantó la cabeza y fijó sus ojos verdes en los azules que parecían vagar por todo el espacio del compartimiento. Los alumnos de tercero se agazapaban en el carrito de golosinas.

Frunció el ceño—. Ron, sabes que yo no vuelo.

—¡Porque todavía no lo has intentado!

Los tres sabían que eso era una gran mentira, pero guardaron silencio. El más alto parecía que pronto iba a explotar, pero de la creciente ansia en su interior. No quiso saber sus motivos, ni siquiera cuestionó.

—Seguro Oliver tiene algo planeado, ve con él.

Ron le dirigió una mirada que penetró en la suya pero, silenciosamente, dio un asentimiento y se giró, desapareciendo del compartimiento, dejándolos a ambos completamente ajenos a su fantasía.

—Es un idiota.

—Tranquila 'Mione, seguro algo le ha dicho mi padre o Sirius.

—¡Ellos también son unos idiotas!—dobló la mirada para verla, justamente indignada y con las mejillas rojas del enfado. No pudo evitar sonreír y luego menear la cabeza en una negativa. Ella lo observó y suspiró, resignada—. Disculpa, Harry, pero admite que es verdad. Hasta tu madre acepta que su comportamiento es infantil, sólo porque eres como ella.

Arrugó ligeramente el entrecejo y no dijo más. Sabía a qué se refería con ese "como ella". Era justamente la razón por la cual siempre estaban indagando en sus actividades extraescolares. De alguna forma, ser el hijo, ahijado y sobrino de tres de cuatro merodeadores significaba que debías de ser exactamente como ellos, o peor. Sin embargo, ese no era su caso y más de uno lo sabía. No le extrañaba que por todo Hogwarts comentasen el típico "Su padre qué diría" o "Cómo se reiría su padrino si lo escuchase" cada vez que obtenía un logro. Era irritante. Agradecía, al menos, que con su Tío Remus la cosa no fuese realmente así. El profesor Lupin, de Defensa Contra Las Artes Oscuras, había sido muy inteligente en sus años de adolescente y, junto a su madre Lily Potter, había sido Prefecto. Por tal motivo, no obtenía más que elogios de su parte. Por otro lado, estaban James Potter y el mismísimo Sirius Black. Sabía que lo querían, pero no desaprovechaban ninguna oportunidad de mofarse un poco de su posición y no lo hacían de mala fe. Claro que no, ¡cuántas veces le había dicho James, con la sonrisa más amplia que había visto jamás y los ojos brillando de arrogancia, lo orgulloso que estaba de ser su padre! Y él, no para menos, siempre terminaba sonrojándose; una reacción adquirida de su adorada madre.

Y es que Harry James Potter no era un mago ordinario. Era un Gryffindor que, ni más ni menos, estaba cursando sus EXTASIS de séptimo con tan sólo catorce años. Había escuchado más de una vez que era un prodigio, un mago dotado sin duda, puesto que su primer acto de magia accidental había sido con pocos meses de vida. Pero él no lo creía tan así. No negaba que tenía facilidad para realizar las cosas o la suficiente inteligencia para llevarlas a cabo, no obstante; no era el caso. Había un problema, no tan grande, pero sí importante.

Era aburrido.

Aburrido para aquellos que esperaban que se pareciese a su padre o un poco a su padrino. Pero desde pequeño aquello se tuvo en cuenta: no había heredado la sangre merodeadora. Muchas veces se había reído cuando escuchaba semejante tontería dicha con tanto drama de parte de varios miembros de su familia, a excepción de su madre, que se divertía con las payasadas que Sirius le recriminaba a su ahijado en las cenas de navidad. «Cómo puede ser que MI ahijado no sepa…» «Y la sangre merodeadora no le llegó…» «Todo es tu culpa, peliroja…». Obvio que, al final, no llegaba consciente abrir los regalos. Y acabamos en otra gran característica heredada de su madre: su carácter. Más de una vez le dijeron que se parecía mucho a su progenitora, a pesar de ser salvo los ojos, una figura exacta de la imagen adolescente de su padre. No negaba que era verdad, de tener la misma edad lo único que los delataría serían los ojos.

Pero Harry Potter se asemejaba tanto a su madre que había logrado superar el intelecto heredado por ambos obteniendo capacidades propias de los halagos del mismísimo Albus Dumbledore. Claramente, los citatorios de felicidades terminaban con una Lily Potter sollozante de alegría, un James Potter completamente orgulloso y un Harry Potter con un sonrojo capaz de ganarle a los Weasley. Charlus Potter también era citado a esas juntas, normalmente por el mero gusto de tener a toda la familia reunida, pero siempre acababa ajeno a las reacciones de los demás. Harry había descubierto a su hermano menor, de once años recién cumplidos, observándolo con una curiosidad que jamás había visto en él.

Charlus había sido nombrado en honor a su abuelo, aunque ellos nunca lo conocieron. Harry vagamente recordaba haber estado en brazos de su abuela, pero Dorea Potter hacía mucho tiempo había acompañado a su marido. Su hermanito iba a ingresar ese año a Hogwarts y había sido para orgullo de sus padres y el suyo, la esperanza del cuarto león de la familia. Era hábil y astuto, pero no destacaba demasiado entre los de primero, salvo en Transformaciones, donde era realmente bueno. Al igual que Harry, Charlus consideraba a Minerva McGonagall la mejor profesora de todo el colegio, y no era por el simple hecho de que fuese la jefa de su Casa (o ser la única que el menor conociera). Era estricta y muy inteligente, e imponía un respeto que todo el mundo sabía que merecía; pero además, era amable y su presencia creaba en los herederos Potter una calma poco común entre los alumnos de la profesora. Era ella quien realizaba las pruebas de habilidad unos meses antes del ingreso de los alumnos de primero, las cuales se decretaron tras un pequeño accidente muchos años atrás, y se había ganado el cariño de su hermano.

Recordaba graciosamente todas las reacciones de la profesora cuando Harry realizó medio temario anual en una sola semana, al primer intento. Jamás había visto tanto orgullo en una mirada, salvo cuando, además de a él, observaba a Hermione. Harry no terminaba de comprender por qué razón a Hermione Granger no le ocurría lo mismo que a él. Muy a pesar de escucharla decir que "él era un mago mucho más excepcional que ella" continuaba pensando que se lo merecía tal vez más que su persona. Se excusaba diciendo que había cosas que no podía hacer, cosas que Harry ya sabía, y se le traslucía la decepción. Claro que ésta desaparecía cuando Harry la elogiaba con algún hechizo nuevo. Era una bruja extraordinaria y todos lo sabían, a pesar de que todavía cursase cuarto como su edad dictaba.

Un ligero salto dado por el vagón lo devolvió a la realidad y observó a la castaña juguetear con Crookshanks. Esbozó una pequeña sonrisa y dirigió una mirada hacia la ventana, donde ya se podía ver el oscurecido cielo que anunciaba la pronta llegada a Hogwarts, a su lugar favorito en todo el mundo.

—Sé que Ron no lo dijo como debería… pero no creo que sea mala idea que intentes entrar al equipo.

Desvió los ojos del cristal y observó fijamente a su mejor amiga, la cual lo veía despreocupada. El felino también lo observaba, con aquella fea cara que fácilmente se interpretaba como reproche.

—Sabes que yo no… No me gusta el Quidditch.

La vio sonreír y tuvo que hacer muchos esfuerzos para no hacerlo también. Sabían ambos que eso era una mentira colosal.

—El que no hayas tocado una escoba como se debe desde tu accidente en la práctica de primer año, no quiere decir que no tengas oportunidad. Harry, ¿cuál es el problema?

—Mis exámenes—soltó sin pensárselo mucho. En parte, era cierto. Prácticamente, una vez los rindiera terminaría todo su curso, pero aún le quedaban tres años sin poder hacer magia a su antojo o poder ejercer lo que deseaba para su carrera. El director había pedido su presencia en su despacho una vez obtuviera los resultados. De sólo pensarlo se sentía muy nervioso.

—Los EXTASIS son duros, ¿no?—ella adoptó una expresión seria aunque interesada. Esa era Hermione—Te he visto estudiar el año pasado, para los de sexto, no me imagino cómo te habrás pasado las vacaciones. De cualquier forma, tienes tiempo libre—suspiró, no podía renegarle nada. Lo conocía como la palma de su mano—, no te vendría mal otra práctica física además de ayudar a Hagrid. Lily me dijo una vez que cuando eras niño te la pasabas jugando con tu padre en tu escoba,—los ojos castaños se clavaron en él y, sintiéndose observado, volvió a ver hacia afuera. El tren se detenía—Aunque sea piénsalo, ¿sí? Te vendrá bien y sé que Ron estará contento. Quiere compartir algo contigo, se siente fuera de tu ritmo, y no sabe cómo seguirte o hablarte. No comprende y sabes que te quiere. Eres su mejor amigo y lo demuestras siempre que lo aconsejas en lo que sea, como ninguno de sus hermanos lo hace.

Se recriminó por haber sonreído ante la última oración. Lo sabía, y también sabía lo inseguro que era el pelirojo con respecto a sí mismo. Ron era su hermano, al igual que Hermione, y Harry, más que nadie, se encargaba de hacerle notar su valía. Jamás lo dejaba solo y eso era una de las tantas cosas que enorgullecía a Sirius y a su padre: una amistad tan fuerte, que se nombraba hermandad.

Volvió a verla. Ella también sonreía.

—Ya hemos llegado, tu hermano debe estar camino a los botes.

OoOoOoOoOoO

Cuando bajaron del tren, los de primer año ya no estaban a la vista. Se mordió el lado interno de su mejilla derecha cuando la decepción lo abordó, al no poder divisar a Hagrid. Siguió a Hermione hacia los carruajes, buscando con la mirada a Ron. Lo halló no muy lejos de ellos, enfrascado en una conversación con Seamus y Dean, sus compañeros de curso. Hacía bastante que no tomaba sus clases con ellos, sólo compartían el dormitorio, donde solían tontear mientras reían y Harry disfrutaba con una sonrisa, los buenos ratos lejos de los libros o los hechizos avanzados.

Ron lo miró y él le hizo un gesto con la mano hacia Hermione, que ya subía a un carruaje completamente vacío. Lo vio sonreír y despedirse, caminando hacia ellos. Harry giró sobre sus talones y divisó el carruaje, acercándose hasta poder subirse. Se sentó del lado contrario a su amiga y vio a Ron subirse luego. Desvió la mirada hacia el frente del transporte cuando Neville se acercó, preguntando si podía subir también. Sus ojos captaron algo.

—Claro, Neville, sube.

Escuchó a Hermione y sintió el temblequeo del carro que delataba el ascenso de otra persona, pero sus ojos no se movían de la criatura que siempre había visto se encargaba de tirar. Se parecía a un caballo, pero tenía alas y era muy extraño. Podía ver el vaho que escapaba de sus fosas nasales en contraste del aire frío que invadía el ambiente. Lo vio agitar sus alas y finalmente el carruaje se movió. Sintió ser observado y levantó la mirada de la criatura, captando un par de grandes ojos azules que lo veían con detenimiento desde el último asiento del carruaje que iba delante del suyo. Vio a la muchacha que lo observaba con cierta ilusión, con un gorro de lana azul algo particular y el cabello largo de un rubio pálido, cenizo. Frente a ella, se encontraba sentada Ginny Weasley, leyendo con aparente interés algo en sus manos.

La rubia ladeó la cabeza y pudo ver los colores de Ravenclaw en su uniforme. Ella desvió la mirada de él y miró al espécimen que tiraba de su carro, manteniéndose así. ¿Ella también lo veía?

—Oigan…—sus tres acompañantes detuvieron una conversación que llevaban y lo miraron atentamente. Él los imitó e indicó con la cabeza hacia la muchacha que ahora sonreía sin motivo, viendo la nada—. ¿Quién es ella?

—¿Ella?—el pelirojo se rió—. Luna Lovegood, es amiga de Ginny, pero no te la aconsejo amigo, está loca.

—¡Ron!—Hermione lo miró en reprimenda y luego observó a Harry—. Es una alumna de Ravenclaw, pero dicen que es extraña aunque buena chica. Bueno… muchos le dicen…

—Lunática—Ron volvió a reírse y el azabache lo miró algo confundido. Volvió a ver a Neville mientras ignoraba una nueva pelea entre sus dos mejores amigos. El menor de los Longbottom también lo veía y le sonreía con cierta pena, debido a la situación. No evitó reírse y negar con la cabeza, volviendo su vista al frente, observando ahora el castillo que se hacía cada vez más grande.

OoOoOoOoOoO

Si había algo que a Harry le gustaba, era el banquete de bienvenida. Siempre era increíble el regresar a Hogwarts, a pesar de no poder ver seguidamente a su familia, salvo al Profesor Lupin o a Sirius cuando se infiltraba las veces que se le antojaba, para dolor de cabeza de la Profesora McGonagall. Esa noche, el techo encantado del Gran Salón estaba despejado y se podía apreciar el hermoso cielo nocturno, salpicado de mil y un estrellas. Parvati Patil los saludó efusivamente cuando estuvieron sentados. Dirigió una mirada hacia la mesa de profesores y sonrió sin poder evitarlo, cuando la gran mano del Hagrid se sacudía, saludándolos desde aquel punto. Le devolvió el saludo, ciertamente feliz de volver a verlo. A su lado, el Profesor Flitwick lo miraba con un gesto gracioso y el Profesor Snape, un hombre algo desagradable pero que respetaba de igual forma, no hacía más que mirar con desaprobación. El asiento junto al director estaba vacío, y seguidamente se encontraba Remus, el cual le sonreía con cariño; correspondió el gesto, viendo cómo continuaba una práctica con la Profesora Sprout, mientras su profesora de Adivinación—materia que ya no cursaba—, una mujer bastante extraña, miraba fijamente en su dirección, con los ojos más grandes que jamás creyó imaginar. Un escalofrío le recorrió la espalda.

Las puertas se abrieron al final, dejando entrar a la cabeza a la Profesora McGonagall, seguida de dos filas de nerviosos ingresos de primer año. A simple vista, era más que claro el tenso ambiente. Sus ojos vagaron hasta encontrar la cabellera de revueltas hebras azabache y sonrió cuando vio pasar a su hermano, quien no dejaba de observar el techo. Del otro lado de la mesa, vio sonreír a Hermione con entusiasmo.

—Cuando escuchen su nombre, acérquense al taburete y les colocaré el sombrero, y él mismo dirá cuál es su Casa—la voz de la profesora se hizo oír, fuerte y claro, por todo el ahora silencioso salón.

El recuerdo de la selección de su primer año llegó a su cabeza cuando vio al primero, una niña de cabello corto y rubio, ser llamado. Se recordaba igual de nervioso, esperando no decepcionar a su padre, el cual lo había despedido en la estación de King's Cross junto a su madre y su hermanito, con aquel entonces ocho años. Ese mismo día conoció a Ron, al compartir el compartimiento, y posteriormente conocer a Hermione, que al comienzo no les cayó muy en gracia.

El viaje en bote fue inolvidable, una mezcla entre temeroso y alucinante, especialmente cuando el calamar gigante que Sirius tanto nombraba lo levantó por los aires, como una cruda bienvenida. Todavía escuchaba las risas de su padrino junto a su padre, comentándole que, según ellos, "lo había reconocido", puesto que ambos se habían arrojado del bote, muchos años atrás, cuando ingresaron al colegio, y casualmente el mismo calamar los devolvió a la superficie. La imagen furiosa de su madre persiguiendo a Sirius por toda la casa todavía le hacía nacer una sonrisa inevitable.

Pero su mayor temor se asentó cuando subió al taburete y el sombrero comenzó a hablar en su cabeza, manteniéndolo más de diez minutos en un peligroso enigma. ¿Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff o Slytherin? No conocía a nadie, al menos famoso o cercano, que tuviese las cualidades destacadas para estar en cualquiera de las cuatro Casas. O en todas. Hasta la fecha, la conversación con el sombrero, era algo que solamente conocían Albus Dumbledore y él.

—¡Potter, Charlus!

Salió de su ensimismamiento, dirigiendo la mirada al frente y observando divertido el paso nervioso que su hermano mantenía hasta verlo sentarse y serle colocado el sombrero. Aguardó el momento, viéndolo mover los labios, murmurando algo que nadie llegó a escuchar. Y su rostro reflejó sorpresa, clavando sus orbes castaños en los verdes de Harry, y se mantuvieron así, con el sombrero todavía moviéndose en clara muestra de conversación. Pero Charlus no hacía nada más que verlo fijamente, con incredulidad, y eso lo asustó. Indagó con la mirada pero no obtuvo respuesta. Finalmente, el sombrero anunció:

—¡GRYFFINDOR!

Los vítores no se hicieron esperar en la mesa de los leones, y Harry se las arregló para sonreír y aplaudir, viendo como Charlus se acercaba y se sentaba no muy lejos de su posición, donde podía verlo. Los ojos heredados de su padre lo volvieron a ver y le hizo un gesto significativo, al cual sólo asintió. Lo conocía bien: tenía que decirle algo.

—¡Bienvenidos, bienvenidos!—la voz del director logró atraer la atención de todos los estudiantes. Dumbledore se había puesto de pie y había extendido sus manos hacia arriba, son una sonrisa satisfecha—. ¡Bienvenidos a un nuevo año en Hogwarts! Espero que su estadía aquí sea inigualable, he aquí unas pocas palabras: ¡Trolls! ¡Lechuzas! ¡Patatas! ¡Llorones!... ¡Muchas gracias!

Rieron, mayormente los de primer año, y entonces el director aplaudió una vez, dando comienzo al banquete tras la aparición de la comida.

—Oí que algo importante va a pasar este año—el comentario de Lavender Brown llamó la atención de varios, incluso la suya. La aludida se vio algo abochornada por ser el centro de atención—. ¿Qué? Muchos lo comentan, seguro que el Profesor Dumbledore lo anuncia. Los de último año cuchichean entre ellos, yo sólo digo…

Harry cruzó mirada con Hermione y ambos voltearon a ver a los cursos mayores, con los cuales Harry se veía obligado a preparar sus exámenes. Arrugó ligeramente el ceño cuando oyó la palabra "peligroso" de parte de un Gryffindor algo entusiasmado. A su alrededor, algunos compartían la emoción y otros todo lo contrario. Suspiró y regresó a ver a sus amigos, con una expresión cansada-

—Sólo espero poder estudiar tranquilo este año…

Ron rió—. Pides algo imposible, amigo. ¿Cuándo fue la última vez que tuvimos un año tranquilo?

Sonrió; era cierto.

OoOoOoOoOoO

Sus pasos eran secos y firmes. No había a qué temer. La marcha era secundada por el eco del sonido y su constante respirar. No sabía dónde estaba, pero los azulejos negros se veían en las paredes e incluso en el suelo. No lograba ver el techo, pero casi suponía era así. Sacudió la cabeza e incluso tuvo la sensación de haberlo hecho, pero su mirada no se perturbó y continuó avanzando. No veía el final y todo comenzaba a enfriarse. Era como sufrir un escalofrío tremendamente gélido. Su respiración no se alteraba, y comenzaba a cuestionarse si era suya.

Y sintió otros pasos además de los propios. Éstos comenzaron a correr detrás de él pero su cuerpo no reaccionó ante la orden de voltearse y atacar. Quería atacar. Alguien corría detrás suyo, corría muy rápido. Lo sentía acercarse. No reaccionaba; al contrario, continuaba caminando a paso lento y firme, sin prisa. Su respiración era tranquila pero su corazón estaba agitado.

Lo golpeó en la espalda. Sintió un intenso dolor entre los omóplatos, la sensación era similar a ser golpeado con hierro. Le llegaron ganas de vomitar. Ahora todo era silencio y cayó al suelo, en una posición que le facilitaba gatear, pero se mantenía quieto. Vomitaba sangre. Sangre. Más sangre. No se detenía. Y por el rabillo del ojo vio pies cubiertos por unos botines sucios de fango y humedad caminar hasta ponerse delante suyo. Llevaba una túnica negra y larga por lo que veía, pero ésta estaba impecable. Volvió a vomitar y vio sus gafas caer al charco de sangre y hundirse en él. Su cabeza comenzó a levantarse. Su mirada recorrió las botas, la túnica y finalmente un torso, antes de ver un objeto oscuro golpear su frente, sumiéndolo a la negrura.

—¡Harry!

Abrió sus ojos y los fijó en los azules que lo observaban de cerca, con preocupación.

—Harry, ¿estás bien?

—Yo…—parpadeó y estiró la mano, tomando sus gafas hasta colocárselas. Recorrió la habitación, ahora vacía a excepción de ellos dos, y cayó en cuenta de estar completamente bañado en sudor. Volvió a ver al pelirojo, que continuaba siguiendo sus movimientos—. Estoy bien, Ron, ¿qué hora es?

—Tarde—sacudió la cabeza, dándole a entender cuán cierto era. Lo volvió a ver, notablemente preocupado—. Anoche te dormiste temprano y cuando nos despertamos hoy no pudimos hacerte reaccionar. Hermione estaba muy preocupada, murmuraban en sueños, decías cosas raras que no te entendíamos. Te dejamos dormir pero cuando subí todavía no habías despertado. Hombre, ¿seguro estás bien? Te ves horrible.

Harry hizo una mueca, queriendo sonreír—. Sí, estoy bien, estoy seguro. Es sólo que he tenido una pesadilla… perturbadora.

Sintió un hormigueo en la frente pero optó por no tomarle importancia cuando Ron se sentó a su lado, una vez estuvo reincorporado, con una sonrisa alegre. Se sintió internamente reconfortado.

—¡Te lo has perdido, Harry! Dumbledore hizo el anuncio y pensamos que te iban a castigar por haberte quedado dormido, pero el Profesor Lupin nos hizo saber que no sucedía nada. Se veía algo extraño, creo que estaba enfermo—el corazón del azabache se sacudió, a sabiendas de a qué se debía—y se veía muy preocupado por ti. Tienes el sueño pesado pero no creo que tanto—rió—. Por cierto, tu hermano estaba con él. Te estaba buscando.

—¿Charlus?—Harry lo miró atentamente. Ron asintió.

—Sí, dijo que cuando pudieras que lo buscaras. No dijo para qué.

Harry solo inclinó la cabeza, dándole a entender que comprendía. Tenía una vaga idea de qué era lo que quería decirle, aunque no supiera qué exactamente. Hizo un gesto pensativo pero fue sacado estrepitosamente de sus indagaciones internas.

—¡No te lo he contado! Y eso que he venido para decírtelo…

—¿Qué sucede?

Ron sonrió, bajo la curiosa mirada verde brillante.

—Hogwarts es anfitrión del Torneo de los Tres Magos este año.


Ahora sí, ¡hola otra vez!

Como verán, es un fic donde el ambiente de guerra no se ve porque no está. Sin embargo, no es un universo sin Voldemort, aclaro. Les dejo un comienzo algo flojo hasta que ordene bien las ideas. Harry es un prodigio, un dotado, tiene a sus padres, ¡e incluso un hermano! Lupin es su profesor y Sirius es… Sirius.

Prometo adelantar tan pronto como pueda. He visto fics donde Harry supera los poderes del mismo Merlín—lo cual me encanta—pero me aburre que todo sea perfecto tras eso. ¡Harry Potter no es Harry Potter sin problemas tras la espalda! Me aseguraré de que los tenga; y muchos.

En fin, espero algún comentario o sugerencia. ¡Un review no viene mal!

Para los que buscan romance… lo voy a pensar. No voy a decir que no me gusta, porque mentiría, pero supongo que será más trasfondo que nada. Veamos qué tal le va a Harry con las chicas—demasiado divertido como para negarlo—.

¡Nos leemos pronto!