En la oscuridad, con solo un rayo luz de luna que se filtraba por la ventana de la habitación, se podía divisar a Chat Noir y a Marinette devorándose a besos acorralados en la pared de esa casi oscura habitación, ella había sido alzada por los muslos y en ese momento apoyada contra la pared, disfrutaba cada sensación que le hacia el felino.
Los besos que el gatito le daba recorrían su cuello dejándole marcas a su paso, como declarando su territorio, provocándole jadear por ese contacto. Las manos de Marinette entretanto se deslizaban por sus suaves y sedosos cabellos, los cuales se detenían por segundos para juguetear con las orejas y luego terminar enroscándola en su cuello, pidiendo por más.
Todo eso sucedía, mientras su corazón latía erráticamente contra su pecho, la cual era la misma sensación que sentía el gatito. Quien ahora daba pequeños besos y mordidas en su oreja, pronunciando su nombre chocando su aliento en su oído.
No estaban muy seguros cuanto tiempo había sucedido, pero las respiraciones entrecortadas, los jadeos, los gemidos constantes, sus ojos cerrados en busca de más placer, ocasionaban que el calor empezara emanar de su cuerpo, provocando que se vuelva insoportable…
Luego de unos segundos Chat Noir empezó a deslizar su mano debajo de la blusa de Marinette, la cual subía por su espalda y ella sentía las pequeñas garras que dejaban leves rasguños a su paso.
Y otra vez entre todas esas caricias, que ocasionaban que la ropa de Marinette estaba siendo lentamente despojada o desgarrada por la impaciencia y lujuria de su gatito.
Una vez más como muchas otras veces, Marinette había caído literalmente en las garras de Chat Noir.
