Título: Stalker

Resumen: James no es un acosador. Cualquiera que lo conozca un poco se hubiese reído ante esta afirmación. Todavía más si tenemos en cuenta que todos los días, desde su ventana ve a su vecino, y le atrae tanto que decide hacerle una "inocente visita"

Aviso: Este fanfic participa en el Rally "The game is on!" del foro I am sherlocked, para el equipo"El sabueso de Baskerville"

Advertencias: Mención de sexo y posible futuro lemon.

Notas: Se llama Stalker porque significa acosador en inglés, y disculpen que no haya podido ser beteado, estoy apurada en subir los capítulos porque ya se vienen las pruebas (ay qué horror xD) y no sé si tendré mucho tiempo, espero que lo disfruten y si tengo algún error me lo hagan saber :3

Stalker

De Sherlock Holmes a Sebastian Moran.

James no es un acosador.

Cualquiera que lo conozca un poco se hubiese reído ante esta afirmación, todos sabían que James Moriarty era un loco, un psicópata, y para sumarle, un maldito acosador, de eso se enteró Sherlock, que un mes después se caminar sintiéndose observado, encaró a James, dándose cuenta así que no era Mycroft (su tonto y gordo hermano) quien lo espiaba.

Sherlock había sido el vecino de James por mucho tiempo, así se conocieron, incluso Jim, para poder acercarse a él, se hizo el novio de Molly, una amiga del trabajo.

James había sentido mucho interés y atracción por Sherlock desde un principio, y no tan sólo porque era muy lindo físicamente, si no, por su personalidad extravagante y su alto coeficiente intelectual. Incluso por un tiempo, James y Sherlock salieron, no como amigos, no como novios, eran más bien amantes, porque de día no se agarraban de las manos ni se decían cursilerías, pero cada noche se derretían con fogosa pasión en la cama de alguno de los dos.

Sin embargo, las cosas un día cambiaron, gracias a un simple hombre rubio, de baja estatura, un porte militar, unos ojos cálidos, unas amables y firmes manos, de suéteres esponjosos y de muy mal gusto. Este hombre se llamaba John, John Watson y no es tan simple como a Jim le hubiese gustado, ¿qué cómo lo sabía? Lo sabía simplemente porque captó la atención de nadie más ni nadie menos que su actual amante. Sherlock cada día pasaba más tiempo con el hombre rubio, dejando las noches de pasión para James. Moriarty pensó que eso sería suficiente, pero eso de sólo ser amantes de noche y de día no verse las caras no le bastaba, empezó a ser muy poco, y se lo había comentado a Sherlock, quien dijo que lo pensaría.

Dos días después Sherlock dejó a James.

Lo dejó, lo abandonó, le cortó.

Nadie le hace eso a James Moriarty, nadie que quisiera seguir vivo. Se sintió frustrado, indignado, y quizás hasta dolido (algo que nunca admitiría). Todavía más cuando Sherlock se mudó con el doctor Watson al 221-B del Baker Street. El, por supuesto, no se iba a quedar atrás, preparó todo para la mudanza y a los tres días y... ¡Voalà!

Sherlock tenía un nuevo vecino.

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Cuando se mudó, James tenía como principal objetivo, por supuesto acosar a cierto detective consultor, y hacerle imposible la vida, ¿acaso él iba a permitir que se vaya feliz a vivir con un rubio estúpido como lo era John Watson? Sherlock se merecía algo mejor, e iba a demostrarle, que nadie podía dejarlo por un enano de pacotilla.

Sin embargo, la vida da vueltas y vueltas, y eso es algo que todo el mundo sabe.

James lo descubrió como los primeros seres humanos al fuego, lo observaba con sorpresa, interés y como si fuera lo más especial que haya visto: Sebastian Moran, su otro vecino, lo veía desde su ventana.

Lo veía, cada vez que se cambiaba, cada vez que se movía de un lado a otro como un tigre salvaje encerrado entre cuatro paredes, cada vez que salía de la ducha, James podía contemplar ese sensual cuerpo, con músculos que parecían estar tallados a mano, un cuerpo como el de un Dios griego. Jim tenía que admitir que le caían las babas cuando observaba como de su pelo mojado caían gotas, éstas se deslizaban por su cuerpo. Empezando por su grueso cuello, seguían por su fuerte pecho y su trabajado torso, hasta que se perdían debajo de la estorbosa toalla que tiene atada a la cintura.

Cada día lo observaba más tiempo, Moriarty podía estar media hora, o incluso más, acosando desde su ventana a su nuevo vecino, no importa si estaba ahí, sentado sin hacer nada, si caminaba o leía, cada acción, por más aburrida que sea, a James le encantaba verlo, todo el tiempo desde su ventana, y era curioso que el hombre no se diera cuenta.

Hasta casi se olvidó de Sherlock Holmes, aunque claro, de vez en cuando, se aburría, y hacía planes malvados para Sherlock Holmes, e incluso para dominar el mundo. Los de Sherlock eran más rápidos, así que los ponía en práctica más seguido, acosarlo, encararlo en la calle, conseguir que John, su noviecito, se ponga celoso y tengan una discusión. Lamentablemente para el genio malvado, las discusiones nunca llevaban a la ruptura de la pareja, sólo al distanciamiento, que era mínimo y había veces en las que no funcionaba, ellos discutían y las cosas terminaban en la cama. James se frustraba mucho cuando esto pasaba, él podía verlos, por la ventana, y hasta en su cabeza parecía oírlos gemir como animales en celo.

Para sus momentos de amargura sólo existía una cura posible: sentarse a mirar a Sebby.

Lo malo es que a veces el maldito bastardo llevaba mujeres a casa, y no dudaba en darles todo lo que querían en la cama, James los veía, mientras se tocaba, y a la vez, sufría de una envidia terrible, porque le gustaría ser alguna de esas mujeres, rubias, morenas, castañas, de piel oscura, del piel blanca, de todos lados, distintas mujeres, James hubiese dado todo por ser una de ellas en ese momento que pudieron probar en la cama a su sexy vecino.

Pero, lo que realmente colmo su paciencia fue cuando Sebastian trajo a un chico a su casa. Un hombre de estatura baja, piel blanca, ojos grandes marrones y pelo negro, en realidad era muy parecido al mismo James, esto es lo que le hizo perder la cabeza.

De una u otra forma, definitivamente se iba a acercar a ese hombre, iba a ser suyo.

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¿En que estaba pensando?

No entendía en que estaba pensando cuando decidió aparecerse por la casa de Moran, de un día al otro, con un pie de manzana y con la patética excusa de que quería sociabilizar con sus vecinos.

Cuando Sebastian le abrió la puerta tuvo ganas de comerle la boca, para saber cómo reaccionaba, parecía alguien peligroso, eso hacía que fuera todavía más atractivo. Sus ojos le recordaban a los de un tigre, peligroso, hábil y audaz, sin dudas había leído todas esas cualidades en el desde que lo observó por primera vez. Y si, cada día le parecía más atractivo.

— ¿En qué te ayudo? — preguntó, Sebastian, sin ánimos, pero mirándolo de arriba a abajo y Moriarty vio cierto interés en su mirada.

Esto fue algo que lo alentó bastante y entonces extendió su mano ofreciéndole el pie que había traído.

— Hola, soy un vecino, vivo ahí — dijo señalando su edificio —. Quería conocer más a mis vecinos, soy nuevo.

Si había algo que James podía hacer muy bien, era fingir, y jugar, jugaba a ser otros personajes, como estaba jugando ahora al niño bueno, al buen vecino.

— ¿Tu nombre es...?

— James Moriarty.

— Soy Sebastian Moran.

— Lo sabía.

— ¿Lo sabías? — preguntó confundido Sebastian y James notó que se había mandado un moco* y debía encontrar la forma de solucionarlo.

— Si, bueno, algunos vecinos me habían contado.

Seb levantó una ceja, sin creerle nada, pero la sonrisa "inocente" y la mirada insistente hizo que no mencionara nada al respecto.

—...Pasa — terminó accediendo Moran, y cediendo el paso hasta el interior de su casa.

James sonrió: todo saliendo de acuerdo al plan.

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Aclaraciones: Mandarse un moco es una expresión para decir que alguien hizo algo mal.