Arriesgando demasiado.

Este fic es un regalo para Unicorniio por su cumpleaños. ¡Muchas felicidades!

Espero que te guste :3

o.o.o

Ch. 1 Ilusiones rotas.

John

Le habías confesado tus sentimientos. Lo habías hecho. Jamás creíste poder hacerlo y, cuando por fin sucede, cuando aligeras el peso de tu alma con la sinceridad, a ese egoísta detective consultor sólo se le ocurre decirte que está casado con su trabajo, que siempre lo ha estado, y que nada cambiará eso.

Te rompió el corazón en pedazos tan pequeños que no podrías reconstruirlos aunque quisieras. Pero ni siquiera quieres. Estás dolido. Un dolor que ningún medicamento puede sanar. Pero acaso, ¿no te lo esperabas? ¿No sabías, antes incluso de hacérselo saber, que él no sentía lo mismo?

Suspiras. ¿Cómo saber cómo piensa su mente? ¿Qué deducir de su corazón? Él, que un día quiso ser pirata. Él, que no gobierna barco pero si aquello que le viene en gana; como a ti.

Cuántas noches en vela, cuántas corriendo tras él. ¿Cuándo empezó todo esto? ¿Cuándo dejará de ser?

Muchas veces oíste: un clavo saca otro clavo. Nunca le hiciste caso. ¡Tú querías a tu clavo! Y aún le quieres, ¡pero duele tanto! Vuelves a pensar en él. Maldito invasor de mentes. ¿Qué sentirá en este momento? ¿Acaso sentirá dolor, tristeza o pena? ¿Acaso se sentirá como tú?

Siempre lo has defendido, pero eso se ha acabado. No quieres seguir sufriendo en una indiferencia eterna. Pero sabes que no podrás hacerlo, que no podrás abandonarle porque, aunque no quieras verlo, aunque el dolor y el resentimiento cieguen tus ojos, sabes, bien lo sabes que, a su manera, siempre a su manera, él te cuida a diario. Jurarías, incluso, que te protege de él mismo.

Pero todo eso ya no importa cuando el frío viento azota tu cara al doblar la esquina. No, no quieres volver a casa; no mientras él esté en ella.

No llega ningún mensaje porque apagaste el móvil nada más salir. No querías leerle, ni escuchar esa sensual voz si decidía llamarte. No resistirías más de medio minuto antes de caer de nuevo en sus palabras y volver a Baker Street.

Estás tan obnubilado que no la ves, y das con tu nariz contra la farola. Maldices como pocas veces haces por un día que sigue yendo a peor aunque parezca imposible.

Notas la hemorragia nasal y la pinzas con habilidad. Tu eficacia como doctor era de las pocas cosas que se salvaban de los ataques del detective. Oh, ahí estaba de nuevo abarcándolo todo.

Notas una mano en tu hombro y te giras rápido y enfadado, dispuesto a no intentar controlarte. Si alguien quiere enfrentarte contigo, éste no es el momento.

- Mo-Molly - la voz casi no puede salir de tu cuerpo. Molly, la dulce Molly, te sonríe con esa sonrisa tan tierna, tan inocente. ¿Cómo puede alguien con su trabajo seguir siento tan..., así?

- Doctor Watson, ¿se encuentra usted bien? - te ofrece su pálida mano, casi tan pálida como la de..., ¡oh, no, otra vez no! ¡Tienes que acabar con esto ya!

- La verdad es que no - rechazas su mano con educación y pones tu mejor cara de pena. Tienes un plan.

- ¿Quiere venir a mi casa? Esa herida no se ve bien - su amabilidad nunca dejará de sorprenderte. Sonríes y aceptas con la cabeza. Todo va como quieres que vaya. Tal vez parezca aprovechado por tu parte pero, cuando ves cómo te mira, cómo sigue tus movimientos con la mirada, no te queda duda: ella siente algo por ti. O tal vez todo sea un engaño de tu mente para sentirte menos culpable.

Pero este diálogo interno queda un poco al margen cuando ves la casa por dentro. Es exactamente como te la imaginabas. Es una casa-Molly.

- Bonita decoración, es muy...- pensaste un sinónimo de cursi que sonara menos duro.

- Lo sé, parece una casa de muñecas - levantó los hombros - pero a mí me gusta. Me ayuda a mantener la realidad fuera de ella.

Hasta ese punto le afectaba su trabajo y tú, doctor de profesión, no te habías dado cuenta. Sentiste un irrefrenable sentimiento de pena por ella y la abrazaste, primero temeroso de invadir su espacio pero, al ver que ella te correspondía, profundizaste un poco más en él. Tanto profundizaste que vuestros labios se encontraron al levantar la mirada. Un beso dulce, uno que te recordó las ganas que tenías de besar al detective, y algo se revolvió en tu interior. Los besos que continuaron fueron salvajes y desenfrenados. La boca te sabía a sangre, pero no te importaba. Nada importaba, sólo llegar a la meta, a tu meta: borrar todo pensamiento relacionado con Sherlock al menos por esa noche. Y no parecía estar funcionando, así que decidiste llevar la situación a un segundo nivel: el dormitorio.

Molly se amoldaba a cada uno de tus movimientos. No emitió quejido alguno ni nada parecido a una protesta. Parecía disfrutar con la situación.

Cuando caísteis en la cama, tú quedaste encima, mirando su labio lastimado en su sonrisa eterna. Te latigueaste mentalmente y besaste su cuello, con cuidado, como una disculpa.

Tus párpados comenzaron a pesar, cansados sin tener sueño. Tus ojos no podían ver con claridad, no podían mantenerse abiertos. Poco a poco la luz de la sala se fue apagando, o a ti te costaba verla. Cada vez más oscuro, más lejano a cada segundo, hasta que acabaste profundamente dormido.