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Unos golpes repentinos en la ventana de mi habitación me despertaron lentamente de un sueño profundo (hablar del sueño?- algo sobre su padre?). Abrí los ojos y contemplé la pared oscura durante unos segundos. Las estrellas y pequeños planetas fluorescentes adheridos al techo desprendían un verde incandescente que iluminaba tenuemente el resto de la habitación. En medio de ese estado de semi inconsciencia podía percibir el temporal que se había desatado en las últimas horas. oí los golpecitos otra vez, esta vez mas insistentes. Sabía lo que eran. Los había escuchado cientos de veces en los últimos años. Me dirigí a la ventana y aprentando con fuerza giré el pasador.
Y ahí estaba él. Kris. Con sus deslumbrantes ojos azules y las facciones más perfectas que jamás había visto. (más descripción?).
—!Por fin!Me he empapado de agua —dijo Kris dando un simple salto para entrar en la habitación—. ¿Estabas durmiendo?
Me volví y abrí la puerta de mi habitación con mucho cuidado para no despertar a mi hermano pequeño que dormía en la habitación conjunta. Desaparecí por el pasillo y pasados unos segundos regresé con una toalla. Volví a cerrar la puerta con mucho cuidado.
—Toma. —Le tiré la toalla y me giré levemente para que no viera mi sonrisa—. Vas a coger una pulmonía.
Kris se quitó la camiseta totalmente pegada al cuerpo y tomó la toalla de mi mano. Se la envolvió en el pelo y empezó a secarse con rapidez. Pequeñas gotas de agua salían disparadas en todas las direcciones. De reojo observé el pelo rubio oscuro de Kris. Siempre me habían fascinado esos pequeños toques rojizos que relucían en las leves ondulaciones de su pelo. Me gustaba su estilo desenfadado, corto y medio despeinado. Mis ojos también se fijaron sutilmente en el pecho perfecto de Kris. ¿Cómo un chico de apenas 21 años podía ser tan magnífico, casi insuperable? Me mordí el labio y desvié la mirada rápidamente. Kris acabó de secarse y me arrojó la toalla mojada mientras contenía una pequeña sonrisa.
—Carol, no he visto a nadie dormir como tú. —Me contestó con una sonrisa burlona—. Casi echo la ventana abajo. ¿Por qué la cerraste?
—Oh, lo siento. El viento sacudía la ventana sin parar.—
Kris avanzó hasta mi con tan sólo dos pasos y se paró justo en el sitio donde nuestros pies se tocaban. Hice un esfuerzo sobre humano para no bajar la mirada y ojearle el pecho. Me sentía ridícula últimamente. Estaba a punto de cumplir los 18años y terminar la secundaria, y me estaba comportando como una niña pequeña que se enamora de su ídolo de la televisión. A veces tenía miedo de que incluso Kris se diera cuenta y pudiera escuchar los intensos latidos de mi corazón cada vez que se me acercaba. ¿Qué me estaba pasando? Lo conocía desde que era niña. Era mi vecino de la puerta de al lado y había dormido en el suelo de mi habitación casi todos los días en los últimos años. Él fue la persona que me ayudó a superar la muerte de mi padre.
—¿Y no se te ocurrió que a lo mejor vendría esta noche? —Kris me respondió con una sonrisa —.
