disclaimer: Akira Toriyama (c).

Drabble creado para el reto Ōzaru del FB "Por los que leemos fanfics de dragon ball".


La piedad de las bestias

La derrota era definitiva.

A cada paso que el soldado daba su sonrisa petulante veía con satisfacción los escombros de aquella ciudad y los cadáveres del pueblo cocinándose entre el fuego de la destrucción. Era su misión, nada personal (aunque lo disfrutara).

Aún quedaban algunos heridos retorciéndose en unos minutos finales de agonía, las explosiones no cesaban, ese pueblo de seres enclenques enfilaba sus últimos recursos hacia la derrota. ¿Con qué objeto? El scouter no mentía: eran débiles.

Freezer no quería esclavos esa vez, el planeta era magnífico y la civilización sobre él había cuidado bien de todo, ¿para qué, al final? Las razas fuertes depredan los planetas, se desarrollan y luego compran uno intacto, justo como ese. Así habían obtenido los saiyajin el planeta Veyita, claro que ellos no lo compraron… lo tomaron.

—Piedad… —una voz minúscula se coló hasta sus oídos, el soldado paró la marcha mirando a sus pies. El paso que había dado había sido sobre una pila de escombros que se removía quejumbrosa: sobrevivientes.

Enseguida movió un par de vigas de la construcción derrumbada y vio la especie de caverna en la que habían quedado atrapados un par de esos seres. Extendió la palma de su mano hacia ellos y la esfera de energía que formó para exterminarlos iluminó la oscura escena un instante. Se trataba de una hembra y unos niños temblorosos con lágrimas en los ojos.

—¡Piedad por favor! —balbuceó ella, tenía un hilo de sangre corriendo por la frente y el rostro lleno de polvo al igual que los pequeños. Los observó con desdeñosa irritación, ni siquiera valían la energía que acumulaba en la mano. Era indigno para un soldado saiyajin quitarle la vida a criaturas tan débiles mientras la verdadera batalla estaba en otra parte. Además eran inofensivos, insignificantes, llorosos, suplicantes.

Cerró el puño extendido y descansó el brazo. Él no haría tal cosa, que Freezer se encargara de tal deshonor. Así que giró sobre sus talones y se dispuso a levantar vuelo para buscar "acción" en algún otro lugar, pero justo al mirar el cielo…

La sacudida dentro del pecho del saiyajin cambió la expresión rígida de su rostro por una adolorida, se encogió sobre su estómago ante la mirada atónita de la familia escondida, la cola que traía enroscada en la cintura se desató y pronto todo su cuerpo adquirió una apariencia similar a ella entre alaridos monstruosos. Los ecos de otros gritos similares llegaban de todas partes a ese rincón del planeta y se fundían con los de la bestia frente a ellos: el soldado ganó un tamaño descomunal y un aspecto salvaje.

En el momento en el cual volteó hacia sus víctimas los ojos color sangre reflejaron el miedo… y el final.

Porque un saiyajin quizá pueda sentir algo similar a la piedad, pero no un Ōzaru.

FIN


Gracias por leer, que lo hayan disfrutado.