Nota: Los personajes no me pertenecen. Esto es sólo un entretenimiento y no busco ningún lucro económico al escribir sobre ellos.
Entrenado para superar toda clase de pruebas y peligros sin temor. Sin dudar. Sin amedrentarse ante los riesgos. Hasta que llegó él y volvió todo su mundo patas arribas. Hasta que se percató que si los riesgos y peligros le implicaban a él no había forma de evitar que el terror le atenazara la garganta e hiciera latir su corazón como un caballo desbocado.
Eso sí, que le matasen si dejaba que nadie lo notase. Pero claro, el otro no era sólo detective de nombre. Sus ocheintaitantos casos resueltos antes de llegar a las islas le señalaban como un buen policía. Y cada día mejoraba un poco más. Era agudo, perspicaz e inteligente. Sabía observar y ver cosas donde ni siquiera él, un Navy preparado para ver más allá, era capaz de verlas.
Esas habilidades eran sumamente valiosas dentro del Cinco Cero, pero no desaparecían del rubio cuando pasaban a estar fuera de servicio. No, Steve Mcgarretth era conocedor de que hacía tiempo su compañero había captado ese miedo atroz que le invadía cuando le veía en peligro. Había visto que, por fin, entendía porqué le gritaba cuando se lanzaba a un tiroteo o persecución sin medir los riesgos. Sentía lo mismo que él. Pero lo sentía casi desde el día que se conocieron.
Él porque, en principio, tenía una hija a la que no se podía permitir abandonar muriendo. Y luego un hijo. Y, poco después, o mucho antes, no lo tenía claro, un jefe de unidad del que estaba empedernidamente enamorado. Aunque eso si fuera algo que su gruñón compañero se hubiera estado negando así mismo desde siempre.
En eso también habían coincidido.
En sentir pavor a reconocer que ese miedo atroz era sinónimo de que no se podían imaginar vivir una vida sin estar el uno junto al otro. Y, no sólo como amigos o compañeros de trabajo. Sino como muchísimo más.
¿Te parecería de cobardes que te dijera que tengo mucho respeto a un aspecto de lo que estamos comenzando, Steve? - el Seal miró al otro frunciendo el ceño pero al ver el ligero rubor de sus mejillas tragó el mismo saliva comprendiendo.
Entiendo que eres tan novato como yo entonces…
Recién salido del cascarón.
Aprenderemos juntos, Danny. E iremos avanzando a nuestros ritmo. Sin presión. Y diciéndonos cuando parar si en algo no nos sentimos cómodos o seguros.
¿Prometido?
Prometido. - el detective sonrió suavemente.
Te quiero, Steve. - y ahora se rió por lo bajo al ver lo rojo que hacían que esas palabras hacían ponerse a su estoico líder. - Quién me lo iba a decir… el bajito de Jersey conquistado a todo un Navy Seal.
No eres bajito, Danny.
Vamos, Steve, 1.65 me hace ser de lejos el más bajito de la unidad.
Naaa… esa es Tani. - el rubio sonrió ampliamente.
La gano por poco.
Y, repito, no eres bajito. Lo tienes todo del tamaño adecuado.
¿Ah, si? ¿Todo? - se lamió los labios sugerentemente. - Steve, ¿tú alguna vez has tenido sexo anal? ¿Con Catherine o… - su pareja asintió. - Yo también pero un par de veces. Y he de reconocer que siempre he sentido curiosidad por saber qué se sentirá.
¿Tienes curiosidad ahora? - Steve fue ahora el que sonrió al ver como el otro se sonrojaba azorado. - Ya te he dicho que iremos a nuestro ritmo, cariño. Además… - - - se inclinó sobre el de Jersey para acercarse a su oído. - Hace semanas que compré un gel dilatador con anestésico... Una vez me dijiste que no comprase por internet pero hay ocasiones en el que el anonimato es lo ideal. - Se levantó y le tendió la mano al su ahora mudo compañero. - ¿Vienes?
Danny se la cogió y con el otro tirando de él se levantó.Se aproximó a su cuerpo.
Qué remedio. - llevó la mano del moreno a su entrepierna y la depositó sobre su miembro. - Esta hinchazón tiene que ser atendida con urgencia.
El antiguo comandante de fragata prácticamente arrastró a su chico hacia la casa para tenerle sin ropa sobre la cama en apenas 10 minutos.
Señor, Danny… Medirás 1.65, pero que jodidamente bien hecho estás. - Murmuró con la voz ronca. Se inclinó sobre él poniendo sus piernas a ambos lados del cuerpo del rubio e iniciando un recorrido sinuoso y sin pausas sobre la piel del otro. Desde la sien, pasando por los labios, la barbilla, el cuello donde succionó con ganas.
Parecía no acabar de satisfacerse. El sabor de su chico era adictivo y cada suave pasada con su lengua le descubría un matiz nuevo. Leves mordiscos que dejaban pequeñas marcas que le señalaban de, alguna manera, como suyo. Y ese sonido. ¡Oh, Dios! Esos gemidos, esos jadeos tan enloquecedores.
Su mano descendió por el costado, delineando su perfil. Pronto sus dedos se ciñeron a la dureza del rubio.
¡Steveeee! - gimió el inspector. Notó la incipiente humedad producto del líquido preseminal. Y eso le excitó más aún a él. Dejó un momento sus actividades para desprenderse de sus pantalones y de la ropa interior que aún presionaban su, a estas alturas, dura erección.
Me vuelves loco, Danny. - murmuró con la voz ronca. - Date la vuelta. - el tono de orden de militar curtido fue obedecido al instante. Se colocó arrodillado entre las piernas del otro y procedió a lamer la piel de sus nalgas acercándose cada vez más a su objetivo.
¡Oh, joder! - gritó Daniel al sentir la lengua de su pareja en aquella zona. - ¡Joder, joder! ¡Diossss!
Una sonrisa asomó a sus labios. Y, entonces, volvió a cambiar la postura para acercarse a la mesilla, abrir el cajón y sacar el pequeño bote de lubricante. Le quitó el precinto para esparcir un poco por la apertura del rubio y por sus dedos.
Prepárse, inspector. Hoy será una iniciación pero pronto suplicarás por más. - Le oyó reír encantado. - Pervertido. - rió él también. - Lo estás deseando.
Por una vez solo puedo decirte una cosa… `¡Menos charla, capitán de fragata! - La mirada depredadora se acentuó. No hizo falta que se lo repitiesen, le hizo elevar un poco las caderas para poner una almohada bajo su pelvis. Abrió sus nalgas y empezó a introducir lentamente el dedo anular en la abertura.
¡Dios, Danny eres tan estrecho! - se mordió el labio mientras decía aquello pero al no oírle se preocupó. - ¿Estás bien, amor?
Sí… sí… - tartamudeó el policía. - Es una sensación extraña, Steve pero me gusta. No te pares, por favor. - le rogó. - Sólo ve despacio.
Tan lento como tu marques, Danno. Tú decides el ritmo.
Gr.. ra… cias… - Se inclinó sobre su espalda para pasar un brazo por el cuello del otro y hacer que girase la cabeza para mirarle y besarle suavemente.
No tienes que darlas. Te quiero. - Murmuró sobre sus labios mientras con su otra mano seguí trabajando con delicadeza el interior de su pareja con, ya, un segundo dedo. Estuvieron un rato en silencio, tan sólo roto por los gemidos de placer que fueron creciendo a medida que crecía la velocidad y el número de dígitos que Steve colocaba en aquel caliente y estrecho canal. La música de jadeos y gruñidos casi animales eran la banda sonora de aquella habitación.
El placer, sabía Steve, estaba siendo tan abrumador para su chico que era consciente de que no tardaría en correrse. Tenía la polla tan dura y húmeda que si no la tuviera entre su mano no hubiera sido capaz de creerselo. Que fuera capaz de provocar esa reacción en el otro le llenaba de una inexplicable calidez que estaba muy lejos de ser sólo lujuria y pasión. Era algo que era incapaz de traducir a palabras. Se inclinó sobre él para ahondar su labor e intentar entrar más profundo. El gesto le sirvió también para esconder el rostro en el cuello del otro y de, esa manera, captura entre sus dientes el lóbulo de una de sus orejas.
Córrase para mi, polizonte.
¡Oh, jodeeeer…! - le oyó exclamar de nuevo para un segundo después sentir el caliente espesor de su semen en la palma de la mano.
Con un sólo movimiento Seteve se dejó caer al lado de Danny para dar tiempo a que la capacidad de habla, las fuerzas y el alma del chico, que debían andar por la estratosfera, descendieran. Sin embargo, se vió sorprendido al verle incorporarse en ese mismo instante, aún jadeante, sonrojado y sudoroso para ver cómo descendía con gesto decidido y una sonrisa lasciva en sus labios sobre su propio pene para introducírselo de un sólo ademán hasta lo más profundo de su garganta.
¡Por todo lo sagrado, Danny… - Definitivamente habían superado cualquier barrera al contacto físico. Desde luego que… Y, Steve fue incapaz de seguir pensando racionalmente cuando sintió como su compañero aumentaba la velocidad de su felación y pasó a estar convencido que todo lo que sentía era lo más cercano a estar en el cielo. Tan sólo pudo murmurar, casi para sí mismo un contenido. - ¡Cómo te quiero…! - que sí que llegó a percibir hizo estremecerse por completo al que era, sin la más mínima duda, el amor de su vida.
