El rostro de la chica estaba completamente rojo. Sus mejillas ardían, y sus lágrimas parecían quemarle la cara. Sus azules ojos, siempre tan vivaces, carecían de su ánimo innato en ese momento.
El hombre que estaba frente a ella, había perdido su seriedad. Consternado como nunca, sólo atinó a tomar las pequeñas y suaves manos de la chica entre las suyas. Sus temblorosas manos estaban calientes, y el llanto de la muchacha parecía no acabar pronto.
-¿Lo dices en serio? –preguntó, incrédula
-Totalmente –asintió –No podría bromear con esto
Él había aceptado su declaración de amor. De pronto, ella sonrió.
