Ienari contuvo un suspiro mientras observaba el salón con fingido interés. Por supuesto, entendía la importancia de atender a los eventos, tanto los creados por los Vongola como sus aliados, pero éso no significaba que le gustasen. Siendo honesto, de cualquier manera, ninguno de sus compañeros parecía estar disfrutando exactamente. Ciro se había sentado en una de las sillas hacía más de media hora, e Ienari podía jurar que estaba durmiendo. Reborn probablemente lo asesinaría después por su 'falta de respeto' o algo por el estilo. Takuto estaba inmerso en una conversación con Don Abandonato; aunque el Don era el único interviniendo en la conversación. Takuto se limitaba a asentir con su mejor expresión de interés - que sólo engañaba al Don. Ienari sonrió sin poder evitarlo. Era imposible escapar a los eventos sociales dado que Reborn estaba empeñado en que los ayudaría a ser más diplomáticos en el futuro, pero no importaba cuanto se esforzara, encerrar a un grupo de adolescentes en una aburrida reunión social entre adultos nunca acabaría bien.
Por lo menos ;se dijo, todavía sonriendo; esta vez son sólo las Familias Aliadas. No querría repetir el incidente de los Scordata.
Tras estirarse levemente, y haber apoyado su vaso en la mesa, el candidato a Undécimo se decidió a pasear un poco por la amplia sala utilizada para el evento. Ienari analizó el recorrido más rápido y seguro hasta la zona dónde pululaban todos sus amigos (con la esperanza de poder evitar a cualquiera de los Dones o Donnas que quisieran interactuar con el hijo del Décimo) e inició su táctica. Usaría a Ciro como escudo; probablemente atraería la atención de Reborn, pero con suerte el ver a Ciro dormitando en medio del evento cambiaría su atención hacia él. Ienari se disculpó mentalmente con su amigo, pero en la mafia era comer o ser comido, así que no tenía más remedio.
(Además Ciro ya le había echado la culpa del sombrero de fedora carbonizado. Se la debía.)
Tendría que ser rápido o su plan fracasaría. Ienari avanzó con sutileza, conteniendo la respiración, e ignorando las miradas de burla que le estaban lanzando algunos de sus amigos (leáse Alessia y Yuki), avanzó casi totalmente pegado contra la pared. En un par de metros alcanzaría a Ciro, que marcaba el punto de guardado entre su objetivo y el resto de la misión - quizá debería plantearse dejar los videojuegos -, ¡y entonces sería libre! Ienari centró toda su atención en la figura de Ciro, se adelantó un par de pasos y consiguió tocarle el hombro sin mayores percances.
Pero, por supuesto, las cosas nunca son tan sencillas cuando se trata de los Vongola.
(Quizás Ienari debería haberlo visto venir. No es como si sus planes salieran bien tan a menudo).
—Ienari—dijo, justo mientras el muchacho empezaba a celebrar su victoria, una muy conocida voz a su espalda.—¿No estarás intentando huír otra vez, verdad?
Como un niño atrapado en la plena ejecución de una trastada, Ienari se giró con su mejor sonrisa de inocencia.
—¿Y-yo? No sé qué te habrá dado ésa idea, nonno.—con una última mirada de disculpa hacia Ciro, Ienari añadió;—Tan sólo pretendía despertar a Ciro. Es de mala educación no prestar atención en este tipo de eventos, ¿verdad?
Como si estuviera presintiendo la catástrofe que estaba a punto de echarsele encima, Ciro alzó la mirada mientras pestañeaba, conteniendo un bostezo. Ienari se forzó a sí mismo a no sonreír ante su buena suerta, al tiempo que Ciro parpadeaba y miraba a su alrededor.
—¿Nari?—masculló con voz ronca.—¿Porqué me has...? ¡Ah! ¿No estará papá por ahí, no?
E inmediatamente se puso en pie, mirando hacia todos los lados en busca de una presencia no deseada. Ienari se sintió ligeramente mal, pero su supervivencia era claramente más importante. A fin de cuentas él tenía que heredar la Familia, ¿no? Ciro tendría que perdonarlo. Se suponía que su trabajo era cuidar del jefe, de todas formas.
—Colonello te ha vuelto más lento en un sólo fin de semana. Tengo que darle mérito.
Reborn alzó una ceja e Ienari aprovechó el salto poco elegante de Ciro para alejarse del peligro. También se hizo una nota mental de comprarle una caja de sus chicles favoritos mientras el chico era arrastrado fuera de la sala, probablemente a una sensión de entrenamiento espartano con el demo-Reborn. (Una pequeña parte de sí se rió ante la mala suerte del joven, que había pisado accidentalmente a Leon durante el día). Ienari llegó a su destino sano y salvo, e hizo una señal de triunfo. Alba sonrió con tímidez y Tohru le dio un golpe amistoso en el hombro. Finalmente a salvo de cualquier Don excesivamente sociable, Ienari aprovechó para relajarse y disfrutar de un rato de tranquilidad.
A lo largo de los años de ser obligados a asistir a ese tipo de formalidades, excesivamente asfixiantes para la mayor parte de los adolescentes, habían desarrollado un plan infalible para mantenerse al margen de la atención. Bastaba con acudir a uno de los rincones, quedarse ahí mientras interactuaban entre ellos, y ninguno de los adultos presentes haría amago de interrumpirlo. Nadie quería impedir que la siguiente generación formase lazos de amistad fuertes, así que preferían mantenerse al margen, aunque su curiosidad quisiera otra cosa. Lo cual, por supuesto, fue explotado de inmediato por los jóvenes miembros de la nueva generación quienes no podrían preocuparse menos por la situación económica o política italiana.
Ienari se estiró, soltó un poco la corbata y dirigió una sonrisa a Lavina, que acababa de aparecer frente a él con dos copas en las manos (aunque sabía que no era alcohol, Ienari siempre había fingido que se trataba de champán. Añadía caché al asunto).
—Por una huída bien planeada.—brindó Ienari.
—Y por la supervivencia de Ciro.—añadió Lavina con una sonrisa.
Ienari contuvo una carcajada mientras bebía.
(Zumo de manzana. Su padre los trataba como si fueran niños).
~Undicesima Generazione~
Ienari debería haberlo sabido.
(Puede que estuviera empezando a repetirse a sí mismo, pero, de verdad; ¿de qué servía tener Hiper Intuición si esta aún no había despertado? Sus antepasados debían estarse riendo a sus espaldas).
Debería haberlo sabido porque la guerra entre Ciro y él era casi una tradición más de los Vongola, así que era obvio que acabaría pagando su actuación del día anterior. Pero Ienari no se había planteado siquiera la posibilidad de que, ésa misma mañana, Ciro ya hubiera hecho su movimiento.
—¡SAWADA, TE VOY A DESTRUIR AL EXTREMO!
Y, en realidad, era culpa suya. Ienari debería haber recordado que Hideoki se había unido voluntariamente a los Varia.
—¿Porqué nunca pueden ser silenciosos? ¿Tan sólo por la mañana? No es tanto pedir, ¿verdad?—masculló Takuto, ignorando al heredero Vongola, que se había ocultado debajo de la mesa.
—¡Es mejor así!—exclamó Tohru con una sonrisa.—Todos tienen energía por la mañana.
Takuto se limitó a gruñir como respuesta y Tohru se rió entre dientes. Ienari rodó los ojos desde su escondrijo, pero no dijo nada. No pensaba salir de ahí hasta que Sasagawa se fuera, fuese cuando fuese. El ruido de las puertas abriendose de golpe lo alertó de la presencia de Hideoki. Ienari contuvo la respiración, mientras Tohru y Takuto permanecían en un tenso silencio.
—Oh, ¿estás probando un cambio de look, Hideoki?—escuchó que preguntaba Tohru.—El rosa te queda bien, aunque creo que quizá el violeta hubiera resalzado más tus rasgos.
Un repentino espasmo en la pierna derecha de Takuto consiguió patear a Ienari, que se lo devolvió con un codazo. Takuto soltó un suspiro excesivamente largo para representar tristeza, e Ienari tuvo la seguridad de que estaba esforzándose por no hacer un comentario en voz alta. Hideoki no parecía encontrar la situación divertida.
—¡No estoy de humor para aguantar tu EXTREMA ingenuidad, Yamamoto! ¿Dónde demonios está Sawada? ¡Tsukumo dijo que estaba aquí!
¡Traidora! pensó Ienari, llevándose una mano al corazón ¡Se suponía que éramos amigos! .
—No ha pasado por aquí todavía.—replicó con calma Takuto.—Prueba a buscarlo en la oficina del Décimo; Kyoko y él suelen pasarse a saludar por las mañanas.
Hideoki lanzó una especie de gruñido afirmativo, se dio la vuelta y salió corriendo hacia la oficina. Ienari dejó pasar cinco segundos de precaución antes de asomar la cabeza de nuevo. Tanto Tohru como Takuto lo miraron, el primero con una sonrisa amistosa y el segundo con una expresión resignada - ¡como si Ienari tuviera la culpa!
—¿Porqué nunca me invitáis a vuestros juegos?—protestó Tohru, su sonrisa cancelando cualquier sentimiento de animosidad que podría haber sentido.
—¿Qué has hecho ahora?—preguntó en cambio Takuto, e Ienari se llevó una mano al pecho profundamente ofendido. ¿Desde cuando causaba él problemas? Bueno, vale, hubo una vez que destruyó accidentalmente un pasillo completa, y ésa otra vez en que había encedido la mitad de la dinamita de Hayato para ver su potencia, y aquella ocasión en que había apostado sobre quién era el más fuerte de los Guardianes y provocado una Battle Royale en el vestíbulo. Pero en general era bastante buen niño. De verdad.
(Ni siquiera él mismo podía creerselo. Qué triste.)
Aún así, por una vez, Ienari no había hecho nada. Era tan inocente como un bebé. Vale. Quizá esa no era la comparación más adecuada, pero se entendía su punto.
—Estoy seguro de que fue el idiota de Ciro.—respondió con un resoplido frustrado.—Es culpa suya. A mí no me mires.
Takuto simplemente alzó una ceja.
—Por supuesto.—dijo. Ienari entrecerró los ojos ante el sarcasmo.—Pero él no lo sabe. Si yo fuera tú aprovecharía para alejarme de aquí mientras pueda.
—¿Porqué? ¿Van a jugar al escondite? ¿Puedo unirme?
Ienari asintió sin hacer el más mínimo caso a Tohru. Simplemente tendría que asegurarse de no encontrarse a Reborn por el camino, o el asesino lo arrojaría a la boca del lobo sin el menor remordimiento.
—¡SAWADA!
Pero ya tendría tiempo para preocuparse de éso. Cada problema en su momento.
~Undicesima Generazione~
15 de septiembre,
Mansión Vongola
Décimo;
Aunque el protocolo indica que cada carta debe pasar primero por las manos de uno de sus Guardianes, he considerado, dada la gravedad de la situación, que esta puede ser una ocasión excepcional. Ha vuelto a suceder, en menos de dos semanas. Cuatro de mis subordinados han sido hayados muertos en uno de los callejones de Florencia. No hay marcas ni restos de Llamas. Mis hombres sospechan de los carabinieri, y Charlotte ha descubierto varios planes para atacar la oficina central de Florencia. Si permitimos que esto continúe es muy probable que se repita la historia de hace diez años. No puedo permitirlo. No podemos permitirnoslo.
Si prega di Decimo*, envie a uno de sus Guardianes, y acabemos con este asunto antes de que sea demasiado grande para detenerlo.
Donna Sofía Falcone
Tsunayoshi contempló la carta durante unos instantes antes de fruncir el ceño con preocupación; se inclinó en la silla y cerró los ojos, respirando hondo. De esa forma su intuición podía fluír con mayor libertad. Había algo, aunque no estaba seguro de qué, en todo el asunto que le producía escalofríos. Tsunayoshi estaba seguro de que en algún momento iba a tener que enfrentar la amenaza que se cernía sobre Italia, pero su intuición se empeñaba en negarlo. ¿Porqué? Un atisbo de duda se reflejó en la mueca de su cara. Fuese lo que fuese lo que estaba sucediendo, tenía que acabar con ello antes de que afectase a su Familia; a su hijo, o a cualquier de la futura generación. No importaba lo que dijera Reborn, el Décimo no les permitiría tomar ningún riesgo mientras no fuera absolutamente necesario, no importa si algunos ya lo habían hecho por su cuenta. Éso era lo de menos. Era su deber como Don protegerlos, y éso haría.
La convicción que siempre lo había caracterizado se materializó en sus ojos, otorgándole un toque anaranjado. Tsunayoshi se puso en pie. Tenía que encontrar a Takeshi y a Hayato, y decidir quién lo acompañaría a Florencia. Era hora de hacer una visita a sus viejos aliados.
~Undicesima Generazione~
—¡Pero si te vas ahora te perderás mi cumpleaños! ¡Además, si vas a Florencia deberías llevarme! Si me arrastras a reuniones y bailes, entonces también debería tener derecho a ir a una visita diplomática. ¡Papá, deja de reírte! ¡Esto no tiene gracia en absoluto!
Ienari se cruzó de brazos, claramente ofendido, mientras Tsunayoshi se limitaba a reírse con suavidad. Kyoko los observaba con una sonrisa gentil en el rostro desde su sitio en el sofá de la oficina. Ienari se giró hacia ella.
—¡Mamá! ¡Dile que tengo razón!
Lo cual sólo provocó que ambos adultos soltaran una pequeña risita, como si estuvieran compartiendo un chiste privado. Ienari frunció el ceño, los miró a ambos, y rodó los ojos.
—No lo veo gracioso...—masculló entre dientes, con un tono tan infantil que provocó que Tsunayoshi le revolviera el pelo. Ienari le dirigió una mirada ofendida.
—Pero si te fueras, Nari-kun, yo me quedaría sóla.—intervino entonces Kyoko con una sonrisa amable en el rostro.—¿Y qué sería de mí sin mi pequeño hombrecito?
—¡No soy pequeño!—protestó Ienari, ruborizándose al notar cuan infantil había sonado.—Mañana cumpliré catorce años. ¡Y entonces seré el candidato oficial para herederar la Familia! Así que no soy pequeño.
—Por supuesto que no,—dijo Tsunayoshi.—eres todo un hombre.—y sonrió, aunque su sonrisa estaba eclipsada por una línea de preocupación. Ienari sintió una repentina necesidad de abrazar a su padre, pero la ignoró. (Quería demostrar lo mayor que era; abrazar a sus padres no ayudaría con su punto).
—Entonces, ¿porqué no...?
—No. Todavía no. Disfruta un poco más de ser un niño, Ienari. Antes de que nuestro mundo te obligue a crecer.
Aunque Ienari no estaba seguro de comprender qué quería decir su padre con éso, su madre se levantó y le pasó un brazo por los hombros. Incluso sin entender lo que había sucedido Ienari sintió un nudo en la garganta que no pudo explicar. Su padre le sonrió de nuevo antes de revolverle el pelo y asegurarle que no se iría hasta que hubiera pasado su cumpleaños. El miércoles, le prometió. Se iría el miércoles por la mañana. Ienari soltó un suspiro, pero no tuvo más remedio que ceder. Kyoko lo mandó a la cama apenas unos minutos después, alegando que tendría que reservar su energía para el día siguiente. A fin de cuentas, el martes sería el día en que, por fin, iniciaría su propia aventura como candidato oficial a Undécimo.
(Ienari no dijo nada, pero no consiguió dormir en toda la noche. Su mayor sueño se acercaba cada vez más, y algún día sería un Cielo tan increíble como su padre.)
(Y si tenía suerte encontraría a alguien tan genial como su madre que estuviera a su lado y le ayudase a ser el mejor Don de todos los tiempos.)
~Undicesima Generazione~
Las celebraciones en la mansión Vongola siempre eran extravagantes, por definirlo de alguna manera. Ya fuera porque la tradición marcaba una cierta ruta a seguir, o simplemente porque la Décima generación tenía un claro problema de comprensión, no había una sola festividad que trancurriese en completa armonía. Ienari no esperaba menos para su cumpleaños, pero aún así tuvo que reconocer que se había sorprendido cuando se levantó sólo para encontrarse toda la mansión decorada, personas por todas partes, y una tarta tan grande que apenas cupo por la puerta. Los catorce años eran una fecha importante para cualquier joven perteneciente a la Familia, así que en realidad no resultaba sorprendente en absoluto. Pero aún así Ienari se permitió el lujo de disfrutar, reír y ser sorprendido por las ideas de sus amigos y familiares.
El día empezó con una extraña calma que fue perdiéndose a medida que avanzaba. Cualquier esperanza de tener un evento tranquilo desapareció con la llegada de los Varia. Squalo entró gritando sobre lo mucho que odiaba las tartas y las mil razones por las cuales deberían haber servido alcohol en la fiesta
—¡VOIIIII! ¿¡Qué es una fiesta sin alcohol, escoria!?
—¡Maa, maa, Squalo-chan! ¡No puede haber alcohol porque hay menores! Hahaha.
—¡VOIII! ¿¡QUÉ ME HAS LLAMADO, MOCOSO!?
—¿Squalo-chan? ¿Porqué? ¿No te gusta? ¡Ah, ya sé! ¡Podría decirte Squ-chan!
Lussuria soltó un gritito de emoción y declaró, con toda su honestidad, que ése era el mejor apodo para Squ-chan. Ienari se apartó del camino, sabiendo lo que venía a continuación. Squalo desenvainó su espada y, mientras gritaba, se lanzó a atacar a Takeshi quien, siendo él, creyó que Squalo simplemente quería entrenar y se limitó a seguirle el juego. Ienari rodó los ojos (¿no se suponía que él era el protagonista de la tarde?) pero no pudo contener una pequeña sonrisa. Los Vongola no serían lo mismo sin ésos arrebatos de locura tan característica suya. Mammon materializó una libreta de cuentas de la nada y ofreció apostar por el ganador. Ienari, Ciro, Filippo y Alesha apostaron por Takeshi, mientras que Hideoki, Yakumo, Lux y Tsukumo apostaron por Squalo. Alba, convencida por Ciro e Ienari, apostó también; pero por Tsunayoshi. Ninguno dijo nada al respecto, aunque dudaban que fuese a ganar. Tsunayoshi no estaba ni siquiera cerca de la pelea.
Tras varios minutos de pura acción, Squalo lanzó un ataque bastante poderoso contra Takeshi, que consiguió esquivarlo a tiempo. Sin embargo el ataque continuó en su camino y acabó chocando contra la pared de la sala, destruyéndola en el acto. Tsunayoshi, que hasta entonces había estado manteniendo una conversación con Colonello y Lal, se giró en el acto. Toda la sala se quedó en completo silencio mientras el Don se limitaba a mirar la pared, con una expresión tan cargada de incrédulidad que era incapaz de reaccionar. Tras pestañear durante unos segundos, Tsunayoshi se giró con calma hacia Takeshi y Squalo, el primero sonriendo nerviosamente y el segundo todavía agitando la espada como si esperase que la pared se arreglase si producía la suficiente energía cinética.
—¿Qué he dicho sobre destruír cosas en la mansión, Takeshi, Squalo?—preguntó con una sonrisa tan fría que todos contuvieron la respiración por medio segundo.—Informaré a uno de nuestros empleados, pero juro en la tumba de Primo que al próximo que haga algo así, lo convertiré en la mejor estatua de hielo que haya visto el mundo. Nada de destruír, ¿está claro?
Takeshi se rió de nuevo mientras se disculpaba y, aunque Squalo dijo una serie de palabrotas, él también guardó su arma. Tsunayoshi sonrió una vez más antes de volver a dirigirse a Lal, con un perfecto aire de inocencia. Ienari se giró entonces hacia Alba, que estaba sonriendo levemente, y sacudió la cabeza. La suerte de ésa niña.
—Trampa, trampa, Alba ha hecho trampa—canturreó Tony con burla.—¡Usar la clarividencia es trampa! Hacer trampa es malo. Y a los niños malos les salen ranas de la boca.—continuó, todavía con un tono cantarín.
Takuto le dio un golpe en la nuca, provocándo que Tony se girase hacia él e hiciera amago de sacar su baraja de cartas (su principal arma y medio de uso de las Llamas). Ienari, conteniendo un suspiro, se metió en medio y redireccionó su atención hacia la tarta gigantesca que aún tenía que ser devorada. Después de eso obtendría sus regalos y probablemente se iría a dormir tras despedirse de su padre. Ienari sacudió la cabeza. No quería pensar en ello en ése momento, así que se apresuró para cortar la tarta.
~Undicesima Generazione~
—¿Qué es?
—Se supone que un regalo sorpresa es sorpresa porque no sabes lo que es.—Filippo soltó una pequeña carcajada.—La curiosidad mató al gato, Ienari. Ahora abre el regalo o me lo llevaré de vuelta a casa.
Ienari sujetó el regalo con todas sus fuerzas antes de reírse también. Filippo le dio un golpe amistoso en el hombro. Al final resultó ser una pulsera de cuero rojizo que Ienari había visto en una tienda hacía un par de semanas. Sorprendido como estaba de que alguien se hubiera acordado le dio las gracias y procedió a ponersela. Le quedaba perfecta. (Aunque Ienari estaba seguro de que todo lo que se pusiera le quedaría bien. Era él, después de todo).
Alessia también quiso darle su regalo, pero se tropezó en el camino y la caja se cayó de sus manos. Al haber sido un aparato eléctrico, este se rompió y, al final, no pudo entregarle nada salvo sus más sinceras disculpas, totalmente ruborizada. Ienari se rió y le dio un abrazo, ignorando su expresión avergonzada, y le aseguró que no tenía importancia. Lo único que quería como regalo era poder estar con sus amigos, así que ella ya había entregado el suyo.
Ciro, con una sonrisa que no prometía nada bueno, le aseguró que le entregaría su regalo más tarde, cuando nadie pudiera quitárselo de las manos. Ienari también sonrió; pese a las constantes peleas que mantenía con Ciro, era uno de sus mejores amigos. Y si él consideraba que era necesario esperar, es que lo era. Ienari no iba a ser el que se entregase a los adultos y su obsesión con las reglas (que eran mafiosos, por Primo, ¿porqué tenían que seguir normas?).
Sus padres le otorgaron unas goggles con un funcionamiento parecido a las lentillas de Tsunayoshi, pero estas también permitían ver en la oscuridad. Funcionaban con Llamas, éso sí, así que Ienari tendría que prácticar para manejar su uso correctamente. (Ienari estaba seguro de que eso era algún tipo de plan ultra-secreto para conseguir que entrenase).
Finalmente, tras muchos regalos, felicitaciones y tirones de oreja, Reborn se acercó a él para ofrecerle su propio regalo. Ignorando su intuición y su instinto, Ienari la abrió sin dudarlo medio segundo.
Obviamente, ésta explotó en su cara.
—Muy amable de tu parte.—masculló Ienari, con los ojos cerrados.—No tendrías porqué haberte molestado.
—Ha sido un placer, Undicesimo.—replicó Reborn, e Ienari tuvo que hacer un gran esfuerzo para no tirarle la caja a la cara. Tampoco hubiera merecido la pena.—Puedes considerarlo un regalo de introducción a mi tortura.
Ienari abrió la boca para contestar, analizó la frase y se quedó en silencio un par de segundos.
—¿A tu qué?
—Entrenamiento.
—¡Eso no fue lo que dij-!—el asesino ya había desaparecido.—¡REBORN!
Pero ya era demasiado tarde, así que, resignado, Ienari se limitó a suspirar, mientras el resto de los presentes se reían o le dirigían miradas de compresiva pena.
~Undicesima Generazione~
—Volveré antes de una semana; ni siquiera notarás que me he ido.
—Papá, tengo catorce. Por supuesto que no notaré que te has ido.
—Se me olvidaba que ahora eres todo un hombrecito.
—Sin el diminutivo. Hombre, a secas.
—Por supuesto.—rió Tsunayoshi.—¿Cuidarás a la Familia por mí?
Ienari sonrió llevándose una mano al pecho.
—¡Cuenta conmigo!
—¿Y a tu madre?
—No creo que haga falta. Me da más miedo ella que cualquiera que pueda atacarla.
—Tienes razón, tienes razón. Entonces, me voy.
—Hey, ¿papá?
—¿Sí?
—...traéme algún recuerdo de Florencia, ¿vale?
—Claro, lo haré.
Tsunayoshi le hizo una seña con la mano antes de irse e Ienari le sonrió, pero, una vez hubo su padre desaparecido tras la puerta, pudo sentir su sonrisa desvaneciéndose. Tenía una sensación extraña en el pecho, que no sabría identificar. Eso era lo que lo había impulsado a detener a su padre en un primer momento, pero, al final, no había dicho nada. Ienari suspiró. Probablemente no fuera nada. Su padre era el Décimo, el Don más fuerte de la mafia. No había nada de qué preocuparse.
En cambio él sí tenía problemas serios, como por ejemplo el primer día de clase en la Academia. Eso sí eran problemas graves. Ienari se estiró antes de dirigirse a la cama. El día siguiente prometía ser un día muy, muy largo.
Aunque la sensación de inquietud no lo abandonó en toda la noche.
¡Hasta aquí el primer capítulo de Undicesima Generazione! Aunque más bien debería decir prólogo. Como podréis notar tiene un estilo algo extraño de escritura, pero no es así como escribiré el resto de capítulos (salvo los que abran un nuevo Arco, quizá). Este es un resumen de los hechos que llevan al primer punto de la historia, para el cual aún nos quedan unos cuantos capítulos. Dejad vuestra opinión, comentarios, cosas que debería mejorar, cosas que queráis ver, o ideas que tengáis, todo es bien recibido. ¡Gracias por haber participado y leído!
Fiamma out~
PD. La lista de OCs aceptados, con sus nombres y edades se trasladará a mi Perfil. Si hay algún puesto que aún diga libre (SOL MILLEFIORE) podéis mandar un OC (SOL MILLEFIORE). Si no (SOL MILLEFIORE), se cerrarán los puestos. (SOL MILLEFIORE) xD Nos leemos~
