"Barcos en la noche" – a Sherlock fanfic.
Como barcos en la noche, sigues de paso por mí.
Sólo estamos perdiendo tiempo, intentando probar quién tiene la razón.
Y si todo va a chocar dentro del mar,
Si sólo somos tú y yo, intentando encontrar la luz…
UNO – Detrás de unos ojos azules.
Nadie sabe lo que se siente ser el hombre malo, ser el hombre triste
Detrás de unos ojos azules.
Apresuré mis pasos hasta alcanzar a Sherlock y me mantuve a su lado, mientras caminábamos hacia la puerta principal de la escuela. Él seguía hablando sobre la estupidez e ineficacia de nuestros profesores como si yo hubiera estado escuchándolo todo el tiempo, sus ojos azules clavados en la pantalla del móvil.
- Hola, Sherlock – saludó tímidamente Molly, a un lado de la puerta. Llevaba su cabello rojo suelto y se veía muy bonita en un vestido primaveral. Mi amigo ni siquiera volteó a verla, como en los anteriores ocho meses de clases.
- ¿Qué tal, Molly? – le devolví el saludo cortésmente y ella se sonrojó hasta las orejas. En esos dos breves segundos, Sherlock se había adelantado y ya caminaba por los pasillos del establecimiento, por lo que volví a apresurarme para alcanzarlo.
Siempre era así. Ya éramos amigos desde hacía casi un año y aún parecía el primer día de clases… Todo era nuevo con Sherlock. Bueno, algunas cosas se habían vuelto pequeñas costumbres, como tenerme a mí corriendo detrás de él de un lado a otro como un perro tras su dueño… Sí, podrá sonar precipitado pero describe perfectamente la situación. Hablando de costumbres…
- ¡Señor Holmes! Su celular, ¿le importaría? – gruñó la gorda preceptora, atravesando los pasillos con paso apurado. La apodábamos "la Morsa", ya que cualquier día de esos su formal falda apretada estallaría en mil pedazos, desatando una lluvia interminable de retazos de paño sobre el corredor. Como de costumbre, puse mi mano sobre la pantalla del móvil y conseguí que Sherlock se deshipnotizara y me dirigiera su mirada, aunque echara chispas de irritación por los ojos.
- Ya déjalo – susurré. La mirada de la Morsa terminó por convencerlo y guardó el celular en su bolsillo, callado. Yo sabía que él tan sólo esperaba que la mujer estuviera lo suficientemente lejos para hacer un comentario picante. Me limité a soltar un suspiro y poner los ojos en blanco.
Podría haberle dicho que si seguía así terminaría en problemas… no es que ya no se lo hubiera insinuado antes. Más precisamente, el primer mes desde que lo conocí. Sabía su respuesta; no le importaría. Ni siquiera intentaría negarlo. O, dijese lo que fuera, él siempre tendría la razón… De cualquier manera, todos conocían su tedioso carácter; sabían que Sherlock era un hueso duro de roer en cuanto a entendimiento. Y nadie se atrevería a hacerle frente; era el genio infartante que a pesar de discutir eternamente con los profesores, tenía el mejor promedio en todas las materias. Bueno, en casi todas…
- Sherlock – le hablé mientras atravesábamos el patio, hacia el kiosco. Apenas dio muestras de escucharme. – La semana que viene es tu oportunidad para levantar tu nota de Gimnasia. Y yo puedo ayudarte.
- No necesito ayuda – gruñó. No le gustaba que mencionaran sus falencias y eso se notaba. Pedí dos cafés al kiosquero y volvimos a ir hacia los salones.
- Sabes que no es cierto – objeté. Mi amigo era terriblemente brillante, pero su habilidad física no iba al ritmo de su cerebro; yo, en cambio, siempre me había destacado en los deportes. Ese año, por ser el último, había renunciado a mi puesto de capitán del equipo de rugby para enfocarme más en los estudios; mi cuerpo era mi mejor herramienta.
- No tiene sentido, tengo un alto porcentaje de faltas – dijo él tranquilamente.
- Café solo, dos azucarillos, como a ti te gusta – le extendí el café, dando a entender que no admitiría discusiones sobre el tema. Me dirigió esa mirada fría, que en el fondo se sentía como unos ojos de cachorro implorando que lo consintiera. – No, Sherlock. Vas a aprobar y yo voy a ayudarte. Podemos empezar a entrenar hoy mismo, ¿qué dices?
Solíamos llegar a clases un par de minutos antes; los suficientes como para tomar nuestro café preferido y disfrutar un rato de soledad antes de que ingresaran los demás. A esa hora, algunos de nuestros compañeros ya estaban llegando, empezando a generar un leve bullicio en el salón.
Él bebió un sorbo de su café, cerrando los ojos. "También es humano", pensé en mi interior, "debo darle ánimos, un empujoncito para que resuelva lo de esa materia". Por mucho que Sherlock se esforzara en hacernos creer que era un robot, una máquina perfecta, yo me negaba a pensar que no existían sentimientos en su interior. Desde el primer momento, me pareció que esos sentimientos estaban en su corazón, tan apartado… seguramente sólo le costaba demostrarlos. Y yo no me rendía con respecto a eso, a pesar de ver cómo cada día él ignoraba a Molly o se resistía a utilizar cortesías del tipo "gracias", "por favor", "permiso"…
- Tienes que estudiar para álgebra – observó; yo interpreté el "¿realmente vas a hacer un tiempo para ayudarme?" que se escondía en la frase.
- No importa, ya tendré tiempo… porque tú vas a ayudarme – repliqué, ocultando mi sonrisa – Es lo que los amigos hacen, Sherlock.
Pude sentir que me pulverizaba con la mirada. No soportaba que le hablaran de amistad; siempre lo había considerado un concepto superficial… y a mí nada me gustaba más que fastidiarlo, para que recibiera una cucharada de su propia medicina.
- Si quieres, empezamos el entrenamiento mañana – ofrecí. Sé que en su interior me lo agradeció, aunque en ese momento él estuviera ocupado reprochándole los veintiséis segundos de retraso a la profesora, que cruzaba la puerta prácticamente haciendo malabares con una gigantesca pila de libros.
*******CONTINUARÁ...*****
