Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Entre otoño y primavera
Prólogo
Alargo con cuidado mis piernas sobre la suave cama sintiendo un ligero escozor en mi zona vaginal, también siento mis piernas doler como si hubiese hecho ejercicio en exceso. Tiro del edredón color beige cubriendo mis senos mientras me muevo reposando sobre mi costado izquierdo —hago un mohín por la molestia— y mi respiración se queda presa en mis pulmones cuando veo su figura acostado junto a mi; él tiene los ojos cerrados, con un semblante relajado mientras sus manos descansan a los costados de su cuerpo —me acerco un poco apoyada sobre mi codo— su cabello es un desorden, su nariz recta combina muy bien con sus delgados labios, pero sin duda lo que llama más mi atención es su marcada mandíbula que le hace lucir atractivo —acerco mis dedos a su mejilla apenas rozando la creciente barba, continuó despacio recorriendo sus rasgos con mucha timidez hasta llegar a sus pobladas cejas— tiene algunas líneas de expresión marcadas en su frente, quizá tenga más de 40 años, no lo sé.
— ¿Qué haces? —cuestiona somnoliento.
Retiro mi mano avergonzada por haber sido pillada.
— Lamento haberme dormido. —frota las palmas en su rostro desperezándose un poco.
Me hundo entre las almohadas volviendo a cubrir mi cuerpo hasta el cuello con el edredón, miro el techo perdiéndome entre las formas simétricas del acabado que tiene la habitación. La luz clara colándose por los ventanales me indica que ya es otro día.
— ¿Estás bien? —murmura.
No entiendo su pregunta, ¿qué se supone debo decir?, tal vez debo explicarle que estoy aterrada porque nunca imaginé que mi primera vez en entregarme, sería así. Fue tierno, amable, paciente y pasional. Y para ser un total desconocido, esta noche quedará en mi memoria como la mejor. O quizá deba fingir indiferencia, no sea que se haga ideas que no van, lo más probable es que yo sea una más. Él se ve a simple vista un hombre importante lo imagino por su traje de diseñador que ahora reposa a los pies de la cama junto con mi ropa unos simples vaqueros y un desteñido suéter.
— Oye, me estás asustando —sacude su mano frente a mi.
— Estoy bien... solo un poco dolorida —respondo en voz muy baja.
— Llamaré a recepción para pedir ibuprofen eso te quitará la molestia —se levanta de la cama con el teléfono en la mano y me decepcionó verlo con sólo bóxer. Lo sigo con la mirada hasta verlo desaparecer en el baño.
Suspiro tratando de no recordar su cuerpo sudado fundido al mío, empujando con una pasión arrebatada que nos había arrancado varios gemidos. ¡Listo! las imágenes están grabadas en mi memoria, así como su delgado cuerpo en mi retina algo me dice que no será fácil olvidarme de él.
Me incorporo con algo de torpeza sujetando con fuerza la sábana alrededor de mi cuerpo, busco entre la cama mi ropa interior poniéndola sin mucho ánimo; mi pudor volvió a mi, cuando observó la mancha que hay en el colchón de inmediato siento mi cara arder y sé que estoy convertida en un tomate viviente, recojo mis demás prendas y me enfundó en ellas en menos de dos minutos. Camino hasta el pequeño tocador donde la chica castaña que hay en el reflejo del espejo me murmura que todo estará bien.
— Aquí está… —pone dos píldoras y la botella de agua encima del tocador— tomalas. —ordena— Te harán bien.
Trago las píldoras bajo su ardiente mirada a la vez que él se quita el albornoz blanco mientras se viste con total calma frente a mi. Vuelvo mi vista al espejo ahora tratando de ordenar mi cabello pero mis dedos no son de mucha ayuda.
— ¿Cómo te llamas?
Siento mi corazón palpitar con tanta velocidad que siento me dará un ataque al miocardio. Quiere saber mi nombre ¿por qué? Acaso pretende que yo…
— Soy Edward Cullen —extiende su mano hacia mi— Creo que sobran las presentaciones después de lo que hicimos, pero no quiero que te hagas ideas que no son.
Acepto su mano. Sintiendo un cosquilleo recorriendo mi piel
Me sonríe. Alejándose de mi toque.
— Es la primera vez que engaño a mi esposa —susurra, manteniendo su cabeza inclinada— Supongo que sentirme mierda es parte de esto. No voy a justificarme con pretextos innecesarios, ni echarle la culpa a mis 40, mucho menos a mis amigos. Creo que lo hecho, hecho está.
— Yo... voy a casarme —confieso en voz quebrada. Haciendo el ambiente más tenso de lo que ya era.
Agacho mi cabeza escondiéndome de su mirada, me escudo en mi cabello usándolo como cortina hasta llegar a la cama donde acomodó las sábanas para que no sea visible esa mancha que muestra la pérdida de mi virginidad.
Me siento en el borde de la cama mirando con extrema curiosidad la alfombra beige de la habitación. El ruido de su móvil me alerta que debo alejarme antes de que me dé por contarle mi patética vida.
— Tengo que irme, mi vuelo está por salir —escucho decir—, no tengo un marco de referencia de qué hacer en estos casos. Sólo puedo ofrecerte una disculpa por mi mal comportamiento, yo…
— Lo que hicimos fue de mutuo acuerdo, así que no hay nada que disculpar.
Miro sus zapatos negros frente a mí y elevo mi mirada para encontrarme con unas orbes esmeralda.
— Que seas muy feliz en tu matrimonio —sonríe de una manera torcida que hace mi corazón palpitar.
— Espero no vuelvas a engañar a tu esposa. —trago saliva con dificultad— También te deseo que seas feliz… con ella.
— Puedes quedarte si quieres, pague por dos días más —pasa sus dedos por su caótico pelo cobrizo dejando ver su argolla matrimonial, desvío mi mirada de él mientras se instala de nuevo el silencio— Quiero hacer muchas preguntas, pero sé que no es necesario.
Por el rabillo del ojo miro como se aproxima a la puerta con paso elegante, pone su mano en el pomo hasta abrir con lentitud como si deseara no irse. Lo veo salir y antes de que cierre la puerta me escucho gritando.
— Bella… mi nombre es Bella —escucho el golpe seco que indica que la puerta se ha cerrado.
Me deslizó hasta quedar sentada en la alfombra, abrazo con fuerza mis piernas apoyando mi mentón en mis rodillas, trato de no pensar en nada mientras suspiro con pesar.
— Tengo una boda que organizar. —murmuro a la soledad.
Hey chicas, no me pude resistir a publicar esta historia, sé que no debería porque tengo un fanfic en proceso, pero en fin, yo nunca entiendo razones. Así qué, aquí vamos de nuevo.
¿Les parece bien actualizar los viernes por la noche? Acepto sugerencias por si no les gusta el día que indiqué. Sólo les pido que me apoyen con sus comentarios, es importante leer sus opiniones para darme una idea si voy bien o no.
Me disculpo por los errores ortográficos y/o gramática que puedan encontrar.
Ana Laura
