Reglamento interno del inframundo.

Sección B. Juicio y condena de almas humanas.

División 4. Adultos.

Párrafos 1, 6, 29 y 37.

"Todo aquel que sea declarado culpable por el libro de la muerte deberá cumplir de manera inmediata la condena que el juez en turno considere conveniente"

"De tratarse de humanos que sean acusados por el uso de fuerza bruta con la finalidad de someter o esclavizar a sus semejantes, la sentencia deberá incluir el equivalente a las acciones del agresor"

"La condena de cualquier humano que cometa homicidio premeditado, deberá ser cumplida en el circuló infernal correspondiente a la razón del delito"

"Todo delito que involucre cualquier tipo de agresión intencional a infantes deberá ser castigado, sin excepción, con el eterno desmembramiento del acusado, anexando la sentencia que el juez en turno considere adecuada"

Año de 1938. A dos cuadras del palacio de justicia.

Pasaba de las 3 de la madrugada en un fin de semana como cualquier otro a lo largo de las calles del corazón de la bulliciosa ciudad de Grecia, donde las altas farolas de metal oxidado y los desgastados letreros luminosos de los prostíbulos, apenas eran suficientes para divisar el contorno de los deformados rostros de personas cuyas almas, víctimas de su codicia y sed de placeres, se alimentaban succionando la carente vitalidad que irradiaban las ruinas de un pueblo que año con año era hundido cada vez más profundo en un vórtice decadente que arrasaba cual fuego con cualquier vestigio de progreso, propiciando así el nacimiento de más inmundicia y miseria humana.

Aquella era una madrugada que, al igual que todas las quincenas, ocultaba bajo un opaco manto azul a toda aquella persona cuyos carentes ingresos eran invertidos en el mórbido goce provocado por los actos más deplorables, sellando con un aura sepulcral los gritos de las víctimas de un mal negoció y camuflando la picante fetidez de un cuerpo al descomponerse en el drenaje con el rancio aroma de los perfumes de mala calidad que las prostitutas usaban para atraer a clientes necesitados.

Y como todas las noches se veía cómo la muerte, la lujuria y la corrupción seducían cual canto de sirena el alma de cada uno de los habitantes, silenciando así de manera eterna a un pueblo que alguna vez había brillado cual oro.

-sal de ahí linda gatita- fueron las palabras que resonaron a lo largo de la estrecha y solitaria calle, acompañadas del incesante jadeo de una maltrecha mujer, que por más que se pegaba a la pared de una de las tantas casonas abandonadas, no era capaz de ocultar su cuerpo de las garras de aquel grotesco escenario - no me hagas perder más tiempo...

Aquellas palabras retumbaron en la obscuridad, sacando un involuntario gemido por parte de la mujer, quien inmediatamente volvió a comprobar que el pequeño bulto de sus brazos se mantenía seguro y resguardado del frío. Una débil sonrisa surco su rostro al ver las pálidas mejillas del pequeño bebe que llevaba en sus brazos y una lágrima salió de sus ojos al recordar cómo había asfixiado a su cliente en turno con una almohada, para posteriormente tomar al hijo de una de sus amigas, una hermosa nórdica víctima de la trata de blancas y salir de aquel prostíbulo de mala muerte lo más rápido que había podido.

Un suspiro salio de su boca y contuvo el ácido sabor que se había instalado en su boca al recordar la imagen de su amiga al ser descubierta, para posteriormente ser asesinada a sangre fría por el dueño de aquel insalubre establecimiento, mismo que, no conforme con el asesinato de aquella mujer había decidido salir tras ella en compañía de sus trabajadores.

-aun no - dijo la mujer entre jadeos y procurando ocultar el rostro de aquel bebe entre el roído cobertor.

Se despego del muro de aquella pared, esperando así poder llegar lo más rápido posible a algún lugar donde resguardarse, sin embargo, el doloroso chirrido de las llantas de un vehículo al patinar por la calle la horrorizó y al ver como aquel auto se acercaba a ella a toda velocidad lo único que pudo hacer fue darle la espalda y proteger con su vida al hijo de aquella mujer que la había ayudado a escapar, dándole todo el dinero que había podido ahorrar de su mísera paga.

Sintió como el frente de la camioneta golpeaba contra su espalda mandándola a volar a unos metros de distancia y al instante supo que ya no tenía salida, sería capturada e inmediatamente tendría que volver a trabajar con aquel hombre.

Al instante las lágrimas desbordaron por sus ojos cual última lluvia de otoño, no quería volver, odiaba todo lo relacionado con ese lugar, desde los pegajosos pisos cubiertos por una gran capa de suciedad, hasta las deterioradas camas llenas de manchas de alcohol, sangre y otros fluidos. Así mismo odiaba profundamente el asficciante aroma a hierba que despedían los pasillos, colándose a las habitaciones y plagando cual peste las recámaras, excitando a los clientes y anestesiando a las mujeres con las que compartían el lecho, haciendo cada estocada más soportable.

-pequeña Kalvera ¿En verdad Creíste que podrías huir de mi? - preguntó el hombre que había bajado de la camioneta, únicamente para acercarse al maltrecho cuerpo de aquella mujer - no me jodas - pronunció pateando el vientre de la mujer, quien de último momento había logrado apartar al bebe de la trayectoria - ¿Hasta donde pensaste que podría haber llegado una prostituta si dinero y con un mocoso? - pregunto pisando esta vez la cabeza de la mujer - solo eres una mujer, no lograrías nada lejos de mí y menos con tu historial - dijo ejerciendo presión en la cabeza de la mujer - pero soy un hombre bondadoso así que sólo aumentare al triple tu cuota semanal y será como si nada hubiese pasado.

-eres un monstruo - jadeo la mujer lo suficientemente alto para que aquel hombre la escuchara, recordando la manera cruel en la que drogaba a las nuevas *gatitas* como el las llamaba, para que montaran como locas a sus clientes hasta quedar embarazadas, para después drogar a sus bebes y mandarlos con sus madres a pedir dinero a las calles sosteniendo una receta falsa.

-no hermosa, no lo soy - dijo el hombre pateando el rostro de la mujer, para luego tomar su larga cabellera azabache entre sus manos y levantarla a su altura - yo soy como un dios piadoso que se encarga de alimentar a las pobres mujeres solteronas que sin mi no tendrían más que un puñado de sueños rotos - y dicho esto le dedicó una sonrisa torcida, para posteriormente arrancar al bebe de sus brazos y jalar su cabello hasta hacerla caminar hacia el auto, lo cual se volvía un martirio gracias a las posiblemente costillas rotas de la mujer.

-suéltame -intentaba pelear la mujer, sin embargo el dolor de cabeza a causa del agarre del hombre no le permitía hacer más que jadear y patalear con su pierna buena.

-silencio - ordenó el hombre mientras impactaba el rostro de la mujer en el cofre del auto, haciendo que la mujer se deslizase inconsciente hasta caer sobre la acera - metela a la cajuela, cuando lleguemos la quiero con droga en todo su organismo y que todos los hombres estén listos para la mejor orgía de su vida, la pequeña gatita va a tener que aprender nuevamente su lugar aquí - finalizó, sin embargo un extraño aroma a azufre llamo su atención, haciendo que este fijara su mirada hacia el frente, encontrándose así con un alto hombre cubierto por una larga gabardina negra, situado debajo de la luz de una farola, recibiendo así, la suficiente luz como para proyectar en el suelo de la calle una aterradora sombra amorfa.

-Kaysa Lymnades, expediente adulto número 301268927, el libro de la muerte te ha declarado culpable de los delitos de homicidio, privación de la libertad, trata de menores y trata de blancas con la finalidad de alimentar tu codicia - comenzó a hablar el hombre con voz profunda - se ha solicitado tu alma de manera inmediata por lo que yo seré quien dictamine tu sentencia…

Aquel hombre miró con los ojos desorbitando como la persona bajo la farola comenzaba a caminar tranquilamente hacia él y abrazo al bebe que tenía en sus brazos sobre la cajuela del vehículo, dispuesto a usarlo de escudo o rehén si la situación lo requería, mientras el ambiente que lo rodeaba comenzaba a cargarse de una intensa sensación de congelamiento, que provocaba en las personas que se encontraban a los costados del vehículo una profunda sensación de desasosiego, que quemaba sus pechos cual hiel tras cada bocanada de aire, paralizando sus cuerpos víctimas de su propia desesperanza.

-no te acerques más imbécil - hablo el hombre temeroso mientras dejaba ver la plateada arma que mantenía oculta entre los pliegues de su gran chamarra de cuero - si sigues acercándote a mi lo matare.

Volvió a pronunciar el hombre a la par que desenfundaba su arma para enfocarse en apuntar al pequeño entre sus brazos directamente al corazón, decidiendo de último momento dejar al bulto sobre el cofre del auto y dispárale al hombre recién llegado una vez que sus abrazadores ojos escarlata se habían quedado fijos en los suyos, dejándole ver por una milésima de segundo a las escuálidas almas que merodeaban eternamente a lo largo de una obscura prisión con piedras sobre sus hombros, implorando a gritos por su perdón y la redención de sus almas, recibiendo como respuesta los chasquidos producidos por los látigos de los carceleros al impactar en las espaldas de los condenados.

-¿lo viste? - fueron las palabras del hombre tras ver como Kaysa vaciaba su arma sobre él, suspirando de frustración al ver como el hombre caía sobre sus rodillas al ser testigo de cómo todas y cada una de las balas atravesaba su cuerpo para terminar impactadas en la maltrecha avenida - ese es el castigo que le espera a las personas como...

-¡espera! - lo interrumpió el hombre, llamando su atención ¿Acaso él se atrevería a intentar disuadirlo tal como lo hacían todos los condenados al descubrir lo serio que era que un demonio estuviera frente a ellos? - tu eres un demonio ¿no es así? - preguntó el hombre, a lo cual el otro afirmó, dispuesto a escuchar las palabras de aquel hombre, después de todo estaba aburrido y esa era la última alma que recolectaría en esa luna - entonces hagamos un pacto o lo que sea que ustedes hacen, sálvame de eso y a cambio te daré lo que quieras incluso puedes comerte a esos dos - propuso el hombre señalando a los dos hombres ubicados a los costados del vehículo que se mantenían petrificados a causa del miedo.

Aquellas palabras hicieron que una risa divertida sonara en la mente del demonio, en momentos como aquellos amaba la enajenante idea que los humanos tenían de que los demonios eran realmente las bestias malvadas que los cuentos bíblicos relataban, mofándose de la historia real, la cual distaba totalmente de la farsa que los mismos ángeles se habían empeñado a tejer en el mundo humano. Miro al hombre a los ojos nuevamente y sonrió ampliamente, dejando ver los blancos colmillos que sobresalían de su perfecta dentadura, incitando a que una nueva corriente helará la espina dorsal del hombre que se mantenía de rodillas frente a el, tendiéndole una repugnante mano cubierta de anillos.

Aiolos tomó la mano de aquel hombre entre sus frías manos, dejando que en un instante se modificaran hasta volverse largas garras purpúreas.

-tu alma bajara directamente al cuarto círculo del infierno - hablo serenamente el demonio de alborotada cabellera castaña, mientras una de sus frías garras abandonaba la escuálida mano de Kaysa, únicamente para adentrarse en el pecho del hombre - cumplirás con el eterno paseó al que están sometidos los que forman parte de aquel lugar - continuó hablando el demonio mientras rebuscaba en el pecho de Kaysa - la roca que tu cargues eternamente deberá pesar mil veces tu peso y a cada paso que des tu carne se desprenderá de tu cuerpo hasta quedar en los huesos, para nuevamente regenerarse y volver a desprenderse de manera eterna - sentenció mientras sacaba su ahora pálida mano del pecho del hombre, contemplando como perdían la vida los llorosos ojos del hombre que exhalaba un último aliento.

Abrió su mano, liberando así una diminuta luciérnaga que al instante emprendió un depresivo vuelo hacia el firmamento, iluminando de manera intermitente las lúgubres calles de aquella decaída ciudad con su nostálgico resplandor, un resplandor que de manera discreta intentaba instruir a cada humano sobre lo efímera y asombrosa que era la vida. Volvió su mirada hacia los cuerpos inmóviles de los humanos y con un chasquido de sus dedos los cuerpos de los dos hombres dispuestos a los costados del vehículo comenzaron a derretirse hasta formar en el piso una densa plasta parecida al alquitrán, de la cual salieron dos luciérnagas volando para perderse en el firmamento suspiro satisfecho de terminar con aquellas almas que también habían sido declaradas culpables por el libro de la muerte y con una cálida sonrisa volvió su mirada hacia el cuerpo de la voluptuosa mujer que yacía tirada en la acera, extendió su mano hasta tocar su cuello y al instante sintió su débil pulso, dándose cuenta de lo cerca que estaba de obtener el dulce consuelo de la muerte.

Tomó a la mujer entre sus brazos, como si de una delicada muñeca de porcelana se tratase, y pudo apreciar como en un gran esfuerzo la mujer abría sus ojos, conectándolos así con los profundos ojos verdes que el demonio ahora poseía.

- bebé - fue la palabra que salió en un susurro de sus delicados labios rojos, haciendo que este recordará al pequeño bulto que había pasado desapercibido sobre el cofre de la camioneta.

Lentamente depósito a la mujer de nueva cuenta en la fría acera y con cuidado tomó al "pequeño ejemplar humano" entre sus brazos, notando al instante como su ritmo respiratorio iba en decadencia, con una mirada triste paso sus dedos sobre la fría piel del pequeño, descubriendo así que aun cuando recibiera los cuidados de médicos profesionales de manera inmediata, sería imposible sacar a tiempo toda la droga que se mantenía dentro de su organismo, matándolo lentamente, aquella era una de las tanas razones por las que de vez en cuando llegaba a odiar su trabajo, no soportaba el dolor que los humanos podían llegar a hacer pasar a sus semejantes solo por un poco de placer material.

Suspiro y tras meditar unos instantes decidió que ese era un caso que él podía remediar.

- te propongo un trató mujer - hablo con voz aterciopelada volviendo a conectar su mirada con la de ella - salvaré la vida de esta cría a cambio de que tú me des tu bien más preciado - ofreció mirando como desaparecía de momento la luz en la mirada de la mujer, para posteriormente volver con más fuerza, demostrando la lucha férrea que se llevaba en su interior con tal de obtener al menos un poco más de tiempo.

-mi vida - hablo la mujer con seguridad mientras dejaba salir finas hebras escarlata de su boca, a la par que le tendía una mano al demonio frente a ella, la cual el tomó justo antes de que ella exhalará su último aliento.

Pasados unos segundos una diminuta luciérnaga salio por la boca de la mujer, la cual en lugar de emprender un vuelo hacia el firmamento, revoloteo alrededor del demonio, para terminar posada sobre uno de los hombros del demonio, sacándole una nostálgica sonrisa.

-Sísifo, sé que puedes escucharme así que ven de inmediato ángel bueno para nada que he de cobrarme un favor - vociferó el hombre mientras pegaba a su pecho el diminuto cuerpo de aquel bebe, viendo como al instante un resplandor dorado iluminaba la calle, para después quedar en total penumbra, dejando ver apenas la silueta de un hermoso hombre ataviado por extravagantes ropajes de oro.

-esperó que sea importante Aioros - hablo mientras se acercaba con un andar gallardo al demonio - estaba en un gran festín con Dioniso.

Aioros rodó los ojos hastiado por la actitud de su interlocutor, pensando en lo equivocados que estaban los humanos al creer que aquellas egoístas y vanidosas criaturas eran quienes se encargaban de abogar por sus almas, Tomó la luciérnaga que reposaba en su hombro y con un suave movimiento se la tendió al bello hombre de ropajes de oro que se mantenía de pie frente a él.

-quiero que la tomes y la lleves al paraíso - comenzó a hablar tranquilamente.

-no- fueron las palabras del ángel - Pídeme lo que sea menos eso, algo como ella no tiene lugar en el paraíso.

-ella no merece el infierno - continuó hablando el demonio - es cierto que su alma esta demasiado maltratada, pero no fue porque ella quisiera, es solo una víctima.

-su alma solo contaminaría el paraíso - refutó el ángel - esa alma no se merece tanto, deberías mandarla al limbo y ya.

- Sísifo, llévala por favor - presionó el demonio, sabia en un principio que sería difícil ayudar a aquella alma a causa de los prejuicios de los ángeles, pero no podía permitir que la población del limbo siguiera aumentando por cada vez que esa raza le negaba la entrada a inocentes que no cumplían con sus estándares de calidad - recuerda que me debes favores - hablo el demonio haciendo que el ángel recordara a la hermosa señorita de la que se había encaprichado Y que gracias a la intervención de este había obtenido una mejor familia, que le aseguraría un pase directo al paraíso.

-está bien - hablo el ángel y tomó la luciérnaga que se mantenía en la palma del demonio.

-ponla en la esfera lunar o en la pequeña estrella de mercurio - pidió finalmente Aioros.

-no con las vírgenes - se horrorizó el ángel - la pondré en el pequeño mercurio.

Y dicho esto dio media vuelta y un nuevo resplandor dorado ilumino la calle, dejando sólo nuevamente a Aioros, el cual miró al pequeño entre sus brazos y decidido a cumplir su promesa emprendió un descenso hacia el remoto lugar del inframundo en el que se encontraba la única persona que podría ayudarlo.

Año de 1945. A un kilómetro de Nagasaki.

La lluvia caía intensamente sobre los campos de arroz ubicados en la orilla del río, desafiando la resistencia de sus delgados tallos, burlándose con cada fría gota de las torpes reverencias que el viento obligaba a hacer a la planta, simulando un intento de petición misericordiosa, ensuciando sus hojas con la lodosa agua que se había desbordado del río, permitiendo que el agua alcanzase los cultivares más alejados, destruyendo a su paso las pequeñas casas de madera que conformaban el pueblo, inutilizando las ventanas compuestas por bambú y papel de arroz, y obligando a los pobladores a resguardarse dentro de los albergues que si bien eran para apoyar a los heridos de guerra, servían lo suficientemente bien como para soporta las inclemencias del tiempo.

Toda aquella lluvia caía sin tegua ignorando totalmente a la mujer que corría a lo largo de la gran telaraña de calles que conectaban al pueblo, sosteniendo bajo su brazo una canasta, escurriendo de pies a cabeza, con la ropa hecha jirones y los pies descalzos, odiando con cada paso más y más su suerte, recordando que a pesar de formar parte de una familia influyente había tenido la osadía de seducir a uno de los tantos soldados alemanes que habían sido mandados a proteger las prefecturas, obteniendo como consecuencia un mes después el abandono de su familia al enterarse de su embarazo, iniciando así una vida que meses más tarde se tornaría aún más complicada, demostrándole que a pesar de que apenas llevaba una semana con vida, los cuidados de aquella criatura podían llegar a tornarse frustrantes.

Miro con odio a la cesta bajo su brazo, culpando a aquel inofensivo bebe de que ella viviese ahora bajo el puente que cruzaba el río, alimentándose de alimañas o de lo poco que podía sacar de la basura y dispuesta a terminar con su dolor continuó corriendo para adentrarse al agua bajo el puente que cruzaba el río, sobre las que vertió su sangre al acuchillar su corazón con la daga que horas antes había conseguido robarle a un pescador, dejando en el suelo la canasta con aquel bebé con la esperanza de la creciente afluencia de agua acabará con su vida, desconociendo la existencia de un alto hombre de larga cabellera celeste y profundos ojos azules que miraba todo a lo lejos.

-vaya que te hiciste mierda - comenzó a hablar el hombre mientras se acercaba al cuerpo inerte de la mujer - te has asegurado un pase directo al círculo de la violencia - continuó hablando al ver como una diminuta luciérnaga salía de sus labios - y has condenado a tu mocoso al limbo - continuó mientras miraba asqueado la escena que había encontrado aquel único día que había decidido salir de su palacio para dar una vuelta en el mundo humano. Destapó la cesta y observó como unos hermosos ojos azules cual mar le devolvían la mirada, haciéndole sentir por unos instantes completo - Albafica - llamo el hombre después de recuperarse de su turbación y decidir que pagaría justamente a aquella criatura el hacerle experimentar tan bella sensación, acortando su agonía.

- ¿Qué quieres ahora Afrodita? - preguntó la pálida señorita de fríos ojos cobalto y lacia cabellera celeste que había aparecido tras su llamada.

- quiero que te lleves personalmente a este bebe al limbo - hablo el hombre mientras chocaba su mirada azul rey con la desconfiada fría mirada cobalto de la pálida mujer frente a él.

- ¿Y por qué no te lo llevas tu al paraíso? - preguntó la mujer mientras daba una rápida mirada al bebe que se mantenía en silencio dentro de la cesta, admirando la rojiza mata de cabello que coronaba su cabeza.

-imposible - respondió al instante el hombre - esas cosas lloran mucho, llenaría de caos todo.

- yo no veo que llore - observó la mujer alisando los pliegues de su túnica negra mientras un rayo atravesaba el firmamento, iluminando momentáneamente aquel lugar, provocando que las doradas túnicas de Afrodita brillasen - además hay sobre cupo en el limbo.

- entonces mantenlo contigo y que crezca de la misma forma que la mascota de Aioros - se apresuró a hablar el hombre - yo no lo quiero, solo tuve la mala suerte de encontrarlo y sin pensar te hable a ti.

- me sorprende lo mucho que sabes del inframundo y la escasa noción que tienes de nuestras leyes - habló Albafica hastiada - en efecto, Aioros cuida al pequeño Aioria, pero para eso tuvo que darle la mitad de su poder demoníaco, después de todo ningún humano sobreviviría ahí, aparte un demonio no es como ustedes los ángeles ya que, gracias a la maldición que nos pusieron con engaños para desterrarnos del paraíso, tenemos prohibido ayudar a los humanos sin recibir un pago y a no ser que me des como pago tu bien más preciado yo no puedo ayudar a este humano - finalizó la chica malhumorada, después de todo cada vez que recordaba la traición de sus contrapartes del paraíso la sangre hervía dentro de élla.

Maldita sea aquel día que los ángeles habían decidido que condenar almas era un trabajo de baja clase, obligando a sus contrapartes a trabajar sin descanso, incitando a que los humanos los odiasen con el único objetivo de mermar su poder.

-no te daré mi bien más preciado demonio asqueroso - hablo el hombre preso de la ira y levantó bruscamente a la cesta del suelo - en todo caso seré yo quien se encargue de cuidar a esta cría de humano, conmigo nada le faltara y estará mejor de lo que hubiera estado contigo - finalizó desapareciendo entre un resplandor dorado, dejando al demonio sorprendido bajo el desgastado puente de madera ¿A caso Afrodita, en un arranque de impulsividad había dado su inquebrantable palabra, adoptando así a un humano?

La chica se encogió de hombros y con un chasquido desapareció de aquel lugar.

Hola! Nos volvemos a encontrar jaja ¿Cómo les va? Espero les haya gustado el inicio de este Fic, ya se que tengo otro fic pero me anime a comenzar este :) espero les guste, la temática es medio oscura y soy nueva con ese tipo de cosas pero pues aquí esta, este va a ser un fic de tamaño promedio asi que no se preocupen jaja no pienso sobrecargarlos :3

Para mi infierno me base en la divina comedia asi que si ven reaciones pues es por eso mismo :)

Espero les guste y también espero sus comentarios, este fic será actualizado cada mes y medio, es una promesa.

Se despide ¡Erait-san!.