Bueno pues he estado pensando y pensando en que hacer con esta idea sobre lo nuevo de Harry Potter, y me he dicho, que leñes escríbelo. Me apetecía ceñirme por primera vez en mis historias a la realidad, bueno a casi toda la realidad, he cambiado algunas cosas que poco a poco iréis viendo, pero en líneas generales todo se desarrollo post Deathly Hallows. En fin espero que os guste.
Disclaimer: todo esto pertenece a la jodía matachuchitos lindos que no me devolvió a mi Sirius… BUAHHHHHHHHHHHHH y yo lo hago sin más animo que el de haceros pasar un buen rato, si es posible claro.
James Sirius Potter acaba de comenzar el último de sus años en la escuela de Hogwarts. Se sentía pletórico, eufórico y con desbordantes ganas de comerse el mundo, puesto que no era solo mayor de edad, era también el capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor, uno de los chicos – sino el que más – más guapos de la escuela, incluso con su propio club de fans.
Sí, James podría decir que la vida le sonreía.
Tomó del carrito de su hermana pequeña la última de sus maletas y la subió al expreso, miró de izquierda a derecha por el largo pasillo del tren y saludó a algunos de sus compañeros, pegando un brinco bajó de nuevo al andén y caminó en la dirección donde su padre y hermanos le esperaban.
- James, compórtate – le dijo su abuela Molly después de verle saltar así del tren – Eres el mayor de tus hermanos, deberías darles ejemplo.
- Molly, eso es imposible – comentó Harry – Lily, ¿quieres estarte quieta? – la más pequeña de los hermanos Potter no paraba de pegar botes alrededor de su padre.
- Es que quiero ir con mis amigas – protestó mientras señalaba a un grupo de niñas más allá del tercer vagón – Me voy papá, un beso – ni siquiera llegó a rozar la mejilla de su padre cuando salió corriendo.
- ¡Lily! – Gritó Harry – Despídete de tus abuelos.
- ¡Adiós abuelo, adiós abuela! – les saludó con las manos y comenzó a correr de nuevo.
- Está niña… - dijo agitando la cabeza, mientras observaba como Albus miraba con recelo hacia donde Ron y Hermione se despedían de sus hijos – Vamos, ve– le dijo el moreno.
- Oh, gracias papá – el más parecido a él de sus hijos, besó a sus abuelos y corrió a encontrarse con sus mejores amigos.
- James, prométeme que está vez no vas a meterte en líos – dijo Harry mirándole seriamente – No quiero que Minerva vuelva a castigarte de continuo y mucho menos que me llame a mi para reprenderme.
- Papá, es mi último año. No prometo nada – sonrió.
- Déjale a tus hermanos la capa y el mapa – indicó – Os pertenecen a los tres.
- Ya… ya… - James se pasó la mano por su media melena negra, y sonrió a su padre – Bueno, yo también me voy, a ver si encuentro a Tom y Josh – se acercó a su abuela y la abrazó con fuerza – Cuida de papá y del abuelo.
- Mi niño, no me puedo creer que ya se tu último año – comentó a punto de sollozar – Si tu mad…
- Abuela no – le cortó el pelirrojo con seriedad – Bueno abuelo, dale caña a los del ministerio.
- Por supuesto – comentó Arthur abrazando a su nieto – Estudia, de este año depende tu futuro.
- Oh… si claro – se dirigió a su padre – Papá por favor, haz algo útil por nosotros y búscate una novia – antes de que Harry pudiera protestar James ya había subido al tren.
- ¡Merlín, que paciencia! – Exclamó mirando al cielo - ¿Ya os habéis despedido? – preguntó cuando Ron y Hermione se acercaron a ellos.
- Claro, estaban deseando marcharse – le dijo Ron – El último curso de James… - dijo algo melancólico.
- Crecen demasiado deprisa - añadió Hermione – Espera Harry – le detuvo cuando observó como seguía el paso del resto de la familia para dirigirse más cerca del tren y despedirse de los chicos - ¿Cómo estás?
- Bien, Hermione, como siempre – respondió con una media sonrisa.
- Como siempre no es bien – le reprendió mientras saludaba a sus hijos con la mano – Es ella quien tiene la culpa Harry, no tú o los niños.
- Supongo – comentó abatido – Solo que no entiendo porque también quiere perderse estas cosas.
- Ginny siempre ha sido una cabeza loca, pero… - suspiró - ¿Sabes qué? Que tienes que estar contento porque has sacado adelante tú solo a tres hijos maravillosos.
- Estoy orgulloso de ellos, pero necesitaban a su madre, ya son más de ocho años.
- Por eso mismo, olvida todo esto. Además, James tiene razón – el tren silbó y puso rumbo a los paramos escoceses – Deberías buscarte una novia.
- ¡Como si tuviera tiempo! – Exclamó - ¿Te crees que dirigir el departamento de aurores es fácil?
- Para nada, pero por eso mismo, porque no es fácil, necesitas una distracción.
- Estoy en la liga de Quidditch del ministerio.
- Harry – murmuró entre dientes – no me refiero a esa clase de distracción.
- …
- ¿Cuánto hace que no…?
- ¡Hermione! – Exclamó poniéndose más colorado que el pelo de su pequeña Lily – Vamos, vas a hacer que me sienta más patético aún.
Albus era el inteligente de los tres, el que mejores TIMOS había conseguido, a falta de que Lily se examinará al año siguiente. Lily era la pequeña, la dulce y risueña, demasiado parecida a su madre en palabras de su tío Ron y él, él era el gracioso y bromista, el que nunca se tomaba las cosas en serio. Parecía el más seguro de si mismo, el más lanzado, pero en realidad, bajo aquella fachada se escondía un chico algo asustadizo y con menos energía y arranque del que hubiera deseado.
Empezaba su último curso, estaba a las puertas de examinarse para sus EXTASIS y aún no tenía ni idea que iba a hacer al año siguiente, era bueno jugando al Quidditch, pero no tanto como su padre o su hermana que empezaba a apuntar maneras como golpeadora reserva. Aprobaba sus exámenes pero no era tan inteligente como Albus así que no podría meterse de lleno en una carrera demasiado difícil. Quizás debiera seguir los pasos de su padre y convertirse en auror, pero había convivido con el estrés que eso producía en su padre, y sobre todo con las largas ausencias que terminaron por conseguir que su madre les abandonara.
- ¿Qué piensas? – preguntó Melinda a su lado.
- Hmm… nada, nada – sonrió a la joven Ravenclan novia de su mejor amigo, Tom Bucker - ¿Ya te ha dejado sola?
- Tenía la reunión de prefectos.
- Oh, siempre cumpliendo con su obligación. ¿Qué tal el verano?
- Bien, mis padres y yo viajamos por Europa, ha sido divertido – cerró el libro que tenía sobre las piernas – Esto… yo… vi a Sheila en Milán.
- ¿Sí? – se encogió de hombros – espero que lo pasara bien, no sabía que había salido de viaje.
- Vaya, yo creí que vosotros…
- ¿Sheila y yo? – Preguntó frunciendo el ceño – Solo fuimos juntos al baile de fin de curso, nada más.
- Ya… ¿Y no te gusta ninguna chica?
- Melinda, ¡que tienes novio!
- ¿Qué? – Las mejillas de la rubia se tiñeron de escarlata – Oh, James no seas tonto… ¿James?
Había perdido el hilo de la conversación cuando a través del cristal de la puerta del vagón había visto pasar una casi figura etérea, de pelo rubio en cierto modo plateado, tez pálida, y rasgos finos. Se levantó y sin mediar palabra salió del vagón, dejando a una sorprendida Melinda. Buscó por los compartimentos de su vagón y no encontró nada, así que recorrió todos los vagones en su búsqueda, al final solo le quedó el último.
Apoyaba su cabeza sobre el cristal, con el pelo sobre el rostro, las manos contrastando con su túnica negra seguían el ritmo de lo que parecía ser una buena melodía que escuchaba a través de un pequeño IPOD, la puerta del compartimentos que estaba mal cerrada, cedió ante el peso de James y este trastabilló hacia delante. Cuando el huésped del comportamiento giró el rostro, James se quedó sin habla, sin palabras y en sus 17 años de vida, eso solo había ocurrido dos veces, cuando su madre les había abandonado y cuando los Chudley Cannons ganaron su único partido.
- ¿te has perdido? – preguntó con voz melodiosa.
- … - James le miraba fijamente, clavando sus ojos en el rostro del muchacho, deleitándose con los rasgos finos y ligeramente marcados de su rostro, tras un mechón de pelo que caía sobre su frente, logró descubrir unos inmensos y preciosos ojos grises.
- Gryffindors – murmuró para si mismo al ver el escudo en su túnica - ¿pasa algo? – preguntó nervioso al percatarse que no dejaba de ser observado.
- Eh… no… - James se llevó la mano a la nuca y la frotó - ¿Puedo sentarme?
- El tren es de todos – volvió a colocarse los cascos que se había quitado, y se enfrascó en la canción que escuchaba.
James se sentó en el banco de enfrente y durante unos minutos clavó la vista en sus relucientes zapatos, cuando se sintió un poco más calmado habló,
- ¿eres nuevo verdad?
- … - giró el rostro y lo miró sorprendido – Sí.
- Me llamó James, James Sirius Potter – le tendió mano que el otro miró reticente.
- Scorpius – la apretó con fuerza.
- ¿Scorpius? – preguntó.
- Creo que fue una venganza de mi padre, o algo por el estilo – James sonrió.
- Bueno, mi hermano se llama Albus Severus y créeme si te digo que no fue una venganza.
- … - Scorpius sonrió por primera vez.
- ¿Ya sabes en que casa estarás?
- Slytherin. – con algo de enfado comprobó que el gesto de James se contraía.
- ¿Has hecho la selección?
- No, pero toda mi familia ha estado allí, desde el primero al último. No creo que yo vaya a ser la excepción.
- Bueno, quizás tengas suerte y caigas en otra casa.
- ¿Suerte?
- Si, bueno Slytherin es… en fin… ya me entiendes.
- No, no te entiendo – dijo con enfado.
- Bueno ellos son los más, en fin… complicados de nosotros. Son más elitistas, más fríos… bueno, tú me entiendes…
- ¿Y qué hay de malo en eso? – preguntó airado.
- Eh… nada supongo – contestó encogiéndose de hombros - ¿Juegas a Quidditch? – tenía que suavizar el tenso ambiente que él mismo acaba de crear.
- Sí… - murmuró molesto.
- ¿En que puesto?
- Buscador.
- Oh, yo también.
- Como no – gruñó – Sabes, estoy cansado y no es que esta conversación vaya a llevarnos a ninguna parte, así que si me disculpas me gustaría dormir un poco.
- Solo trataba de ser amable – murmuró molesto
- Seguro…
- ¿Qué has dicho?
- Que estoy completamente seguro que solo has entrado aquí para ser amable – puso su tono más irónico.
- Pues… pues claro que sí… - dijo irritado – Si en tu casa no te han enseñado modales.
- Oh, por el amor de dios, ¿quieres dejar de hacerte el santo? Lo único que querías era comprobar al nuevo, si era o no un bicho raro – le miró directamente a los ojos – Te informo que sí lo soy.
- … - durante un segundo se quedó quieto y mirándole fijamente, después estalló en carcajadas – Jajajaja.
- ¿Qué? – se puso en pie de un brinco - ¿De que coño te ríes?
- Jajajaja – Scorpius dio un paso adelante antes de que James se doblara hacia delante y comenzara a reírse con más fuerza, un segundo después él también estaba riéndose.
- Jajajaja – si se observaban el uno al otro no podían parar de reír, cuanto más lo intentaban, cuando querían cesar sus risas están se atolondraban en torno a ellos y proseguían con las cascadas de estruendosas carcajadas.
Más de quince minutos después y con lágrimas en los ojos los dos pudieron al final parar de reír.
- Así que un bicho raro ¿eh? – le dijo James
- A mucha honra.
- Bienvenido al club.
- Venga ya, a ver… - le miró detenidamente – seguro que eres el mayor de tus hermanos – asintió - ¿último curso? – Sonrió efusivamente – Capitán del equipo de Quidditch, estudiante modelo, y con la novia más bonita de toda la escuela.
- Eh… eso de estudiante modelo, dejémoslo en estudiante a secas. Y gracias a Merlín estoy soltero y sin compromiso.
- Vaya. De todas formas no encajas en el prototipo de bicho raro. Deberías ser más como yo, mi padre dice que soy antisocial, ególatra y egoísta. Vamos su vivo retrato – rebuscó en una pequeña bandolera negra que tenía justo a su derecha - ¿Te importa que fume?
- No se puede fumar en el tren, ni siquiera en la escuela – se levantó y sacó su varita apuntó al cristal y este se cubrió de una especie de neblina negra – Creo que nos vamos a llevar muy bien – cuando se había dado la vuelta tenía un cigarrillo en la boca.
Durante todo el trayecto a la escuela charlaron de sus gustos, y de algunas de sus hazañas más memorables. James no sabía a ciencia cierta porque, pero el muchacho rubio le relajaba, se sentía sereno a su lado, era a la primera persona que le contaba cosas tan personales nada más conocerla, pero sin saber el que, Scorpius poseía algo que le hacía merecedor de su confianza.
Por su parte el joven rubio se sentía extrañamente comprendido por James, y eso era muy extraño para él, porque desde que tenía uso de razón no alcanzaba a recordar sentirse así con nadie, ni siquiera con su padre quien era lo más semejante a un amigo que había tenido.
- Mi hermano Albus también esta en sexto, es probable que vayas a clase con él. ¿Cuántos timos has obtenido?
- Todos.
- ¿Todos? Vaya, quien es el estudiante modelo ahora…
- Si no lo hubiera hecho a mis abuelos les hubiera dado un ataque cardiaco, a mi padre no le molesta tanto – dio una calada al cigarrillo – pero mi abuelo.
- Yo por suerte no tengo ese problema, mis abuelos tienen tantos nietos que no saben por quien preocuparse más. Y mi padre aunque lo intenta está demasiado ocupado con su trabajo.
- ¿A que se dedica?
- Auror, jefe de los aurores más concretamente.
- Vaya, un pez gordo. El mío trabaja en el mundo de los negocios, con mi abuelo. Tienen un consorcio de empresas en el mundo muggle.
- ¿Tu padre es muggle?
- Jajaja – la genuina carcajada de Scorpius le pilló de improvisto, el muchacho sonrió antes de lanzar la colilla por la ventana del compartimiento – Mi familia es una de las antiguas, de esas en las que solo hay sangre pura, ya sabes algo muy turbio, primos con primos y esas cosas.
- Ya… pues es raro que trabajen con el mundo muggle.
- Como si hubieran podido hacer otra cosa – murmuró.
- ¿Decías?
- No, nada, que parece que llegamos – le señaló el principio de la estación de Homesgade.
- Sí – miró hacia la puerta – tengo que irme, he de ayudar a mi hermana con su equipaje y recoger el mío.
- De acuerdo, gracias por la charla – le tendió la mano.
- Espero que la continuemos.
- Seguro – dijo un poco triste.
Cuando se quedó en soledad, Scorpius se puso en pie y terminó de recoger sus cosas, una foto resbaló del interior del libro que había ojeado al principio del trayecto, antes de que James llegara con su gran entusiasmo a sacarle una sonrisa que hacía mucho que nadie conseguía robarle. Observó la frialdad y sobriedad de la foto, un hombre adulto de la misma apariencia que él apoyaba su mano derecha sobre su hombro y alzaba la cabeza con porte aristocrático, él sentado en un enorme butacón rojo miraba a la cámara con la misma melancolía de siempre, con la tristeza que siempre poblaban sus hermosos ojos, porque como Scorpius vivía una vida tan gris como sus ojos.
Toda su vida la había pasado de país en país, de ciudad en ciudad, siguiendo los pasos de la ambiciosa vida que su padre llevaba. Su padre, era un buen hombre, con un turbio pasado, pero un buen hombre, y Scorpius lo amaba y adoraba por encima de cualquier cosa, porque se esforzaba por darle una buena vida. Cuando se mudaban siempre conseguía para él los mejores colegios, los mejores profesores particulares, a la tierna edad de dieciséis años, el joven rubio poseía numerosas habilidades y cada una mejor desarrollada que la otra. Hablaba más de diez idiomas con fluidez, sus largos y delicados dedos manejaban como un maestro el violín y el violonchelo, daban las más bellas pinceladas a un lienzo en blanco para convertirlo en una verdadera obra de arte. Scorpius había heredado el talento artístico de su madre ya fallecida, por eso, por la muerte de su madre, era un niño retraído y con dificultadas para las relaciones, todo ello profusamente aliñado por su carácter, heredado indudablemente de su padre. Era frío y distante, le costaba abrirse a los demás y mucho más expresar sus sentimientos.
Por eso, solo unas horas después de haber abandonado Londres se sentía realmente aturdido. ¿Qué tenía ese pelirrojo de ojos verdes que había conseguido arrebatarle tantas palabras? Su presencia había revolucionado su pequeño ecosistema, su propio mundo, pues había entrado en él a grandes zancadas y en unos minutos se había hecho con el control de todo.
¡Que tonterías! – murmuró cuando se dio cuenta por donde discurrían sus pensamientos. Pasara lo que pasara en aquel compartimiento, todo quedaría en el olvido cuando Scorpius entrara en el colegio.
Dejó las llaves sobre el cuenco de arcilla pintado de varios colores que Lily había hecho para él hacía ya más de diez años, arrastró los pies hacia la cocina y rebuscó en la nevera en busca de algo dulce que llevarse a la boca, un trozo de tarta de queso fue su victima y un vaso de leche su cómplice en aquel delito contra su figura. Lanzó los zapatos contra la pared cuando se desparramó en el sofá, invocó el mando a distancia y prendió el televisor. Media hora después y tras recorrer cinco o seis veces todos los canales que el satélite le proporcionaba, se dio cuenta de que de nuevo estaba completamente sólo.
Ocho años atrás volvía como cada noche de su agotador trabajo, había conseguido un ascenso, pero no era lo suficiente como para darle a su familia lo que realmente se merecía, así que trabajaba duro para poder llegar lo antes posible a dirigir el departamento. Dejó como siempre las llaves en el cuenco, pero enseguida supo que algo no iba bien. James estaba sentado en el último escalón de la escalera con, Albus y Lily a cada lado, la pequeña dormitaba sobre al pierna de su hermano mayor y el mediado sollozaba casi en silencio, James alzó la vista y clavó sus ojos verdes en él, llenos de lagrimas.
¿Dónde está mamá? – preguntó preocupado, pues era la primera vez que una situación parecida ocurría en su casa.
Se… se fue – dijo Albus entre sollozos, James seguía sin apartar la vista de su padre, rebuscó entre los bolsillos de su pantalón y le tendió un trozo de pergamino.
Lo siento Harry, pero ya no puedo más.
Gyn.
Aquellas palabras habían destruido su vida por completo, se quedó solo con tres niños pequeños a los que sacar adelante y sin más compañía que la de sus pensamientos. Ochos años durmiendo solo, ochos años llorando por no entender lo que estaba sucediendo, porque la vida se empeñaba en ponérsele cuesta arriba, ¿es que nada iba a salir bien? Solo sus hijos ponían una nota de color es su vida, gris y turbia, solo las risotadas de James, las canciones de Lily, y los progresos escolares de Albus iluminaban su vida.
Pero ahora, un curso más estaba solo, sin guía para aquel tortuoso año. Apagó la televisión y sin ganas de acostarse se fue a su despacho, leyendo informes mataría el tiempo. Apilados sobre su escritorio un montón de carpetas esperaban para ser leídas y clasificadas, todas esperaban una orden para que la investigación diera comienzo, la mayoría eran hechos aislados y sin importancia que se amontonaban esperando el visto bueno de un alto cargo, él solía llevárselos a casa cuando el curso comenzaba, la lectura de aquellos pequeños disparates, mataba las horas que debía pasar en soledad.
Dos horas después le dolía el cuello y la espalda, y apenas sí había archivado algunos de los casos que se le presentaban, eran riñas familiares, magia accidental o robos de poca monta de los que casi ningún auror quería hacerse cargo. El reloj marcaba las tres de la madrugada, y su cuerpo le pedía a gritos unas horas de descanso así que abandono su apasionante trabajo, al pasar junto a la pila de documentos los rozó con su cadera y tiró varios al suelo, el más alejado había volado casi hasta la puerta, lo recogió pero no lo dejó sobre el escritorio como el resto sino que lo subió al dormitorio.
Después de acomodarse en la cama ataviado con el pantalón rojo de su pijama, tomó la carpeta que había subido desde el despacho y comenzó a leer.
Posible caso de atentados contra el sujeto R249
Auror a cargo de la investigación: Charlie Weasley
A día de 12 de junio del presente año mágico, el auror Charlie Weasley se presentó en el domicilio del sujeto R249 después de recibir una llamada por parte de un civil Theoddore Nott, que alertaba a los aurores de un paquete sospechoso que el sujeto R249 había recibido al poco de su traslado a la ciudad de Londres.
Llegado a la casa, y una vez analizado el paquete, y una vez delimitado el perímetro de seguridad, el auror Charlie Weasley realiza los pertinentes conjuros de búsquela y prueba de explosivos en el paquete sospechoso. Se comprueba que en el interior del mismo hay una botella de vidrio con una sustancia explosiva que reacciona ante el conjuro Explossio, poniendo los hechizos de seguridad establecidos en el protocolo de actuación en estos casos, el auror Charlie Weasley lleva el paquete hasta los laboratorios del ministerio para el análisis del contenido del paquete.
Analítica del explosivo: Pendiente de Resultados.
Denuncia: Pendiente de trámite, sujeto R249 debe personarse para establecerla.
La carpeta no contenía más información pese a ser un delito catalogado entre los más peligrosos, dentro del ranking estaría en el numero dos, "Atentados contra los magos", tampoco le pareció extraño que Charlie no hubiera buscado más información tratándose de un sujeto R. Después de la guerra los que habían participado en ella del bando del Lord habían sido catalogados en varios tipos C, caídos, muertos en batalla; P, prófugos, huidos de la justicia y que estaban entre los más buscados; Pr, presos, cumplían condena en Azkaban. Y R, reinsertados, tras juicios y pequeños pasos por la prisión habían sido puestos en libertad puesto que sus delitos habían sido menores.
Invocó una carpeta que tenía en el primer cajón de su escritorio en su despacho y este apareció flotando frente a sus ojos, lo tomó y busco al individuo.
Sujeto R249: Draco Lucius Malfoy, reinsertado.
Tras un juicio rápido fue declarado culpable de pertenecer al círculo interno de los mortifagos, sin embargo no pudo inculpársele ningún delito de sangre, por lo que debido a su edad (menor de diecisiete años cuando fue reclutado) y a los testimonios a su favor, fue puesto en libertad tras pagar una indemnización a las victimas.
En la actualidad planea su regreso a Londres, como se comprueba por la petición que se adjunta en el informe, pero ha vivido por medio mundo, casi siempre en el mundo mágico donde ha desarrollado la totalidad de sus negocios. Los seguimientos y escuchas realizadas al sujeto no prueban su vuelta a la delincuencia, por lo que el ministerio aprueba su vuelta al país. Será sometido a estrecha vigilancia los primeros seis meses.
Depositó la carpeta y el dossier sobre los mortifagos encima de la mesilla de noche, sobre ellos colocó sus gafas, apagó las luces y se quedó mirando al techo. Malfoy había vuelto, era el único pensamiento que tenía cabida en su cabeza, había dieciocho años desde la última vez que se habían visto, en los pasillos del ministerio después de la vista a la que Harry había acudido como testigo, el joven moreno había narrado una de las visiones en las que veía como Voldemort obligaba a Draco a cometer cierto actos, como el rubio había sido sometido contra su voluntad y bajo presiones. Aquello sin duda fue la llave de la libertad del joven Slytherin.
La última vez que se habían cruzado Malfoy le había mirado directamente a los ojos, y Harry supo que sin palabras él se estaba disculpando por todo lo que había sucedido. Aquello fue para Harry un pequeño bálsamo, saber que había salvado a alguien que tal vez mereciera la pena
La selección de los alumnos de primer curso estaba llegando a su fin. Scorpius no era el único alumno de cursos superiores que llegaba este año a la escuela, junto a él otros dos chicos más entrarían en tercero y quinto respectivamente. Su mirada viajó por los cientos de rostros risueños que admiraban el proceso de selección, se les veía felices y encantados por estar allí, todos tenían en Hogwarts un segundo hogar, todos se sentaban juntos a sus amigos. Todos menos él.
A medida que el tiempo pasaba y que el turno estaba por llegarle el nudo en su estomago se hacía más y más grande, no tenía miedo por la elección puesto que tenía claro que Slytherin sería su casa, pero en el momento en el que…
Malfoy, Scorpius Draco
Todo la algarabía, las risas y pequeñas conversaciones que había entre los alumnos se silenciaron y todos y cada uno de ellos pusieron su atención en el rubio quien dio primero un paso titubeante, pero tomando aire y alzando la cabeza, orgulloso de ser quien era y de pertenecer a la familia al a que pertenecía tomó asiento en el pequeño taburete, sobre su cabeza la profesora Sinistra dejó caer el sombrero, un segundo y su destino estaba marcado.
Slytherin
Seguían observándole, pero ahora cuchicheaban por lo bajo, sabía perfectamente lo que decía, sabía que era de nuevo el centro de todos los cotilleos y que una vez más, el apellido que no quería considerar una losa, del que quería sentirse orgulloso, acaba de terminar con sus pocas esperanzas. En la mesa de su casa, los alumnos se habían apartado sigilosamente del asiento que tenía que tomar, como si fuera un apestado. Aquello no era una novedad.
Después de cenar en absoluto silencio caminó rumbo a las puertas sin apartar la vista de la línea recta que estaba dispuesto a seguir, no iba a darles motivo alguno para burlas, para bromas o simplemente para cuchicheos, el curso acababa de empezar pero él ya deseaba que todo terminara.
¡Scorpius! – se quedó inmóvil, como si acabaran de lanzare un hechizo petrificante, como si aquella voz hubiera ordenado que no diera un paso más, y de nuevo el silencio se hizo poco a poco en el comedor - ¿Qué pasa? – James se volteó al resto del colegio – Seguid a lo vuestro – Y como si fuera el general de un ejercito todos, sin excepción le obedecieron - ¿Todo bien?
Sí – dijo sin poder creer lo que estaba pasado.
Vamos te acompaña, y me cuentas eso de cuando viste a los Chudley en Mineappolis.
Claro – algo aturdido caminó junto al pelirrojo que hablaba sin parar, como si una corriente eléctrica lo hubiera recorrido se paró en seco - ¿No lo has oído?
¿El que? – preguntó parándose a su lado.
Mi apellido.
¿Malfoy, no?
… - asintió - ¿Y no te importa?
¿El que?
Que mi padre y mi abuelo fueran mortifagos. Ellos atacaron a tu padre.
Oh, ya… - se encogió de hombros – Pero tú no eres ellos, ¿Verdad?
