Nota del Autor: Hola a todos, en esta ocasión les traigo una especie de "What if" sobre Harry Potter. Siempre quise hacer uno, pero no sabía el cómo. Un dato que tampoco creo que sea de mucha importancia, yo descubrí este mundo mágico por medio del videojuego "Harry Potter y la Cámara de los Secretos" para la PlayStation 2 (mi eterna consola de sobremesa, nunca me desharé de ella. Algún día la tendré metida en un expositor para decirle al mundo que llegué a jugar con la mejor consola de la historia, en mi opinión claro xD), me interesé en la historia, y mucho, de hecho, me animé a jugar el resto de juegos (Tengo todas sus versiones, desde PS2 a PS3, incluso tengo el juego "Harry Potter: Quidditch Copa del Mundo", una pena que no sacaran una versión más actualizada de este último título. Yo creo que a todos nos gustaría jugar a un nuevo videojuego basado en el deporte rey del mundo mágico), ver todas las películas (incluyendo escenas eliminadas que no entiendo porque fueron eliminadas si con ellas podían hacer alguna versión extendida :V) y por supuesto, leerme todos los libros. Así que este fic seguirá inicialmente la trama ajustada a los libros, teniendo algunos cambios, los cuales, terminarán por alterar la historia original (si no fuera así, entonces, ¿Qué sentido tendría hacer este fic? :V)

Algunos de esos cambios son los siguientes: Harry conoce primero a Hermione, sin embargo, poco después también conoce a Ron y los tres se hacen amigos (claramente esta parte será distinta al libro, pero creo que ustedes ya pueden hacerse una idea xD). La diferencia está en que Harry es más apegado a Hermione (en los libros siempre se pone de parte de Ron, muy mal Harry -.-), ya que aquí nuestro protagonista es más activo en los estudios y menos flojo. Después ya iremos viendo cómo evoluciona esta relación y los personajes en cuestión.

En esta ocasión, y a diferencia de lo que todos consideramos como canon, Harry descubrirá que es el heredero de Gryffindor, ultimo descendiente y único por ser el primero con sangre mestiza, el cual tendrá un destino que cumplir (más detalles a los de la lectura xD). Originalmente esto no es así, ya que la propia autora lo desmintió (¿Por qué? Yo quería que pasara D:), he de ahí la trama principal de este "What if", que para los que hablamos en español significa "¿Qué pasaría si…?".

Hay una pequeña conexión de esta historia con cierto juego para teléfonos móviles que ha salido hace poco. Al no estar totalmente desarrollada la historia de ese juego no puedo poner todos los detalles, así que esa historia estará completa más adelante.

En algún momento de esta historia, se incluirá a un personaje nuevo e hipotético, que no existe en el libro, pero será protagonista en la historia (siempre me hizo ilusión tener a este personaje :3) que de seguro ya habréis oído algunas referencias sobre dicho personaje (en otras historias hechas por fans, bueno, está claro que mi versión no será igual a los otros fics, que yo sepa). No diré de quien se trata (obviamente), eso ya lo veremos más adelante. Cabe dentro de lo posible que lleguen a aparecer algún que otro personaje nuevo de más, quien sabe…

El carácter de Harry es muy parecido al del original, solo que aquí, además de valiente, intrépido, noble y temerario, también es más orgulloso (su carácter puede llegar a ser arrogante) y más estudioso, buscando convertirse en el próximo mejor mago de todos los tiempos.

De paso, de alguna manera, expandiré un poco mas el maravilloso mundo mágico. Tal vez algunas de esas cosas que incluiré no sean canon (lógico .-.), pero pienso que serían interesantes de incluirlas.

Bueno, sin distraeros más, os invito a que disfrutéis de esta lectura, la cual espero encontréis entretenida y emocionante, haré lo que pueda :)

"Parte de la historia (gran parte de la historia xD), así como personajes de este fic, pertenece a su creadora original, J.K. Rowling, a quien de corazón doy las gracias por traernos el fantástico mundo de Harry Potter, el mundo que me introdujo y me enseñó a disfrutar de la lectura fantástica, un lugar donde puedes (con tu imaginación) hacer tus sueños realidad".

Los textos que están en cursiva pueden referirse a pensamientos de los personajes, cartas o periódicos, bueno, ustedes ya me entienden.

Un último dato, en esta versión de Harry, ¡él no lleva gafas o_o!

Harry Potter

El Heredero de Gryffindor

Capítulo 1 - El Legado del ultimo fundador

31 de Julio de 1120

Contemplando los terrenos desde lo alto de la torre de astronomía a plena luz del día estaba el anciano director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, Godric Gryffindor. Era uno de los magos más grandes de su época: valiente, caballeroso y orgulloso. Le gustaba enseñar a jóvenes y talentosos magos y brujas a evolucionar como tales. Anteriormente su alargado cabello era rojo, pero con el pasar de los años se volvió más plateado y brillante ("Es lo que tiene cargar con más de cien años de vida sobre sus hombros", pensó el anciano). Lo que bien conservaba eran sus verdosos ojos.

Desde muy joven tuvo el deseo de poder enseñar y ayudar a esos prometedores niños a alcanzar la adultez conociendo los secretos mas importantes de la magia y el mundo que les rodeaba.

Sin embargo, su camino para lograr dicho fin había pasado por todo tipo de obstáculos. Para empezar, tuvo que volver a las tierras inglesas y enfrentar parte de su pasado, pero había merecido la pena. Conoció al que se convertiría en su mejor amigo y aliado: Salazar Slytherin.

Con él, los dos se embarcaron en muchas aventuras, centradas principalmente en enfrentar monstruos y villanos, defendiendo así a los más débiles. Su reto más importante antes de Hogwarts llegó cuando enfrentaron a Lord Derian, un poderoso mago oscuro que tenía como objetivo aniquilar a todos los sin magia, motivado por las barbaridades que habían cometido los sin magia con poder e influencia (ordenaron la búsqueda y ejecución de muchas brujas y magos, sin mas justificación que el estúpido rumor de que eran hijos del diablo).

Una vez derrotado Derian, se reunió con Salazar, Rowena Ravenclaw (una inteligente y talentosa bruja de las cañadas de Escocia) y Helga Hufflepuff (una vieja amiga de Salazar que venía de los amplios valles de Gales. Ella destacaba no solo por su talento mágico, sino también por su bondad y su habilidad culinaria).

Entre los cuatro fundaron el colegio y comenzaron su mayor desafío: la enseñanza. Todo mago y bruja que no encontraba donde desarrollar sus habilidades en paz y armonía hallaba lo que buscaba entre los muros del castillo. Godric se sintió muy afortunado de haber visto pasar ante sus ojos a grandes talentos que posteriormente harían grandes cosas por y para el mundo. Quizás el mas grande de ellos fuera Merlín.

Slytherin siempre había albergado grandes esperanzas y expectativas con él. Merlín había empezado como un fiel seguidor de los idealismos de Salazar, sin embargo, con tiempo y dedicación Godric le hizo entender a Merlín que podía hacer un mayor bien por el mundo olvidando su odio hacia las personas sin magia. Fue una gran alegría saber que eventualmente usaría su poder y su sabiduría para ayudarles, en especial al rey Arturo.

- Algo me dice que harán historias sobre Merlín. - pensó Godric con una sonrisa.

Salazar, desde luego, menospreció a Merlín, tachándolo de traidor. Rechazó unirse a su orden (Godric, a diferencia de su viejo amigo, se sintió honrado de poder formar parte de dicha orden), la cual tenía por objetivo crear una serie de reglas que plantearan la prohibición del uso de magia sobre muggles.

- Nunca le han gustado los muggles y sus descendientes mágicos. - pensó Godric con tristeza a medida que se retiraba a los interiores del castillo.

Tenía que ver a Isen, su bisnieto, en los terrenos. El muchacho había decidido casarse el mes pasado con una encantadora bruja de su casa (Gryffindor). Los dos fueron compañeros y amigos por años, hasta que en su sexto año empezaron una relación romántica. Como Ace, su nieto, viajaba mucho por el mundo expandiendo sus conocimientos en pociones, Godric pensó que le tocaba a él tomar su lugar como padre para explicarle ciertas cosas a su bisnieto. El matrimonio era algo serio y quería estar seguro de que la relación funcionaría.

- Hola abuelo Godric. - dijo un muchacho de cabello rojo y ojos azulados, una vez Godric llegó a verlo cerca del lago.

- Es una alegría verte, Isen…- respondió el mago anciano con una amplia sonrisa. - has crecido tanto…-

- Gracias. - sonrió Isen, asintiendo educadamente. - ¿Por qué me has llamado abuelo? ¿Sucede algo? -

- Ven, siéntate aquí conmigo. - dijo Godric, señalando un par de rocas que había junto al lago. Una vez los dos se sentaron, contemplaron juntos el flujo del agua. - ¿Cómo te sientes? -

- Muy bien. - dijo Isen.

- ¿Estás listo para el reto del matrimonio? -

- Por supuesto, - dijo el joven mago, lleno de emoción. - nunca me he sentido mas preparado. He estado enamorado de Mayda por años y el hecho de que estamos a punto de ser pajera por siempre es…-

- Lo entiendo, - dijo Godric, asintiendo lentamente. - puedo notar la sinceridad en tus palabras. Me da mucho gusto de que te vayas a casar con el amor de tu vida…Deseo de todo corazón que vuestro amor sea longevo y próspero. –

- ¡Gracias abuelo! -

- Pero también quiero que entiendas que es una gran responsabilidad…- añadió Godric con seriedad. - No descuides tu matrimonio…al menos no como yo lo hice…-

Isen miró a su bisabuelo con tristeza. - Sigues pensando en lo que pasó hace años con mi bisabuela y mis abuelos, ¿verdad? - dijo. - Abuelo Godric, sé que tu constante conflicto con Slytherin te mantuvo ausente de muchas cosas (tu familia, principalmente), pero si no le hubieras hecho frente…si no hubieras hecho nada por detenerle imagínate lo que habría podido pasar. -

- Perdí a mi querida esposa…- se lamentó Godric. - a mi hijo, a mi nuera…y también a Helga…-

- Quizás lo más doloroso para ti es que el causante fue un día tu mejor amigo…- dijo Isen, desviando la mirada.

Godric observó las nubes un instante. ¿Qué cerca estaría él de alcanzarlas sin magia? ¿Qué cerca estaría él de volver a verlos a todos? Sintió como si su alma quisiera partir de inmediato, pero aún tenía un par de cosas que hacer, antes de descansar…

- Salazar y yo no éramos meramente amigos, - dijo Godric, sonriendo con tristeza. - éramos prácticamente hermanos. Cuando no había una discusión sobre personas sin magia de por medio podías encontrar en él cierto humor (Isen soltó una risita). - alzó la vista y contempló el castillo desde la roca. - Salazar, Rowena, Helga y yo fundamos esta escuela porque compartíamos el mismo deseo de enseñar a muchos magos y brujas a utilizar la magia para el bien. Por supuesto, no todos los que salieron de aquí al graduarse siguieron ese camino. -

- Cada quien toma sus propias decisiones, abuelo. - repuso Isen. - Tu y los otros profesores habéis sido los mejores maestros que podíamos tener. La verdad, siempre estaré agradecido de haber estudiado en Hogwarts. Aquí descubrí lo que me gusta: ¡cazar magos tenebrosos! Como hacías tú hace años…-

Godric se rió. - Es una alegría saber que hay un nuevo aventurero valiente en la familia. - dijo, recordando su juventud y sus aventuras. - Es una pena que no me alcance el tiempo para oír alguna de tus futuras hazañas…- pensó.

- Tuve el mejor ejemplo de ti, abuelo. - dijo Isen con orgullo. - ¿Cómo van los preparativos para el nuevo año escolar? -

Las hojas de los arboles comenzaban a cambiar de tono, pasando a uno más anaranjado a medida que pasaba el viento. Era evidente lo que estaba por llegar, y Godric, como siempre, esperaba poder ver a sus nuevos aprendices entrar en el castillo y ser seleccionados para alguna de las casas de la escuela (Obviamente, no albergaba esperanzas en llegar a verlos, pues no contaba con tiempo suficiente).

El fin del verano era inminente, y un nuevo curso estaba a punto de comenzar en el Colegio Hogwarts de Magia y hechicería. Miles de cartas vía lechuza habían sido enviadas a pequeños magos y brujas, repartiendo así la ilusión del aprendizaje mágico. Parecía increíble que hubiera pasado mas de un siglo desde que Godric Gryffindor fundara la escuela con Rowena Ravenclaw, Helga Hufflepuff y su viejo amigo, Salazar Slytherin.

- Todo está listo. - dijo Godric con voz distante.

Se produjo un silencio, solo interrumpido por el sonido del agua y el viento. Isen miró a su bisabuelo con una mirada calculadora. Godric sabía que él se estaba dando cuenta.

- Abuelo, - dijo Isen. - ¿hay algo que quieras contarme? -

Godric no sabía si decírselo, pero era cuestión de tiempo en que lo supiera. Con Ace fuera del país, solo podía contar con Isen. Tenía que decírselo.

- Supongo que me toca ser honesto contigo, Isen. - dijo el anciano director finalmente, e Isen sonrió victorioso (claramente conocía a su bisabuelo). - Durante los últimos meses no me he encontrado muy bien…y si la vidente estaba en lo cierto, mi hora está a punto de llegar…-

Isen se quedó aturdido ante la declaración de Godric, claramente no se lo podía creer.

- No puedes hablar en serio…- dijo el joven, negando con la cabeza. - No puedes irte, yo…yo quiero que estés en mi ceremonia de matrimonio. Quiero que conozcas a tus tataranietos, yo…-

- Yo me siento honrado de que me quieras allí, - dijo Godric con una sonrisa. - pero no está en mis manos esa decisión. El destino es al único al que no puedo desafiar (lo intenté anteriormente y fallé). -

- Abuelo, - lloró Isen. - ¿no hay nada que pueda hacer? -

- ¿Por la vida de este viejo? No... - dijo Godric, sin dejar de sonreír. - Si de algo estoy feliz es… que mi familia pueda vivir tranquila y en tiempos de paz…al menor por ahora…-

- ¿Abuelo? -

- Escucha Isen, - le interrumpió Godric, tocando el hombro de su bisnieto. - no me queda mucho tiempo. Hace poco presenté mi renuncia al consejo, designarán en breve a un nuevo director…No harán publica esta noticia hasta dentro de cinco días, poco antes de iniciar el nuevo curso. Lo que quería era pedirte dos cosas…-

- Pídeme lo que quieras abuelo. - dijo Isen rápidamente. - ¿Qué necesitas? -

- Primero, - dijo Godric, sacando de su túnica un lingote de oro con el símbolo de león de la casa Gryffindor. - quiero que tengas contigo este obsequio…-

- Es precioso abuelo…- dijo Isen, recibiendo el lingote. - Gracias…-

- Quiero que se conserve en la familia por los siglos de los siglos, - señaló Godric. - que pase de padres a hijos. De generación en generación…Si me entiendes, ¿verdad? -

- Si abuelo. - asintió Isen, limpiándose las lágrimas. - Así será…-

- Y…segundo…- prosiguió Godric. - Tras mi muerte, imagino que deseareis enterrarme en el Valle que lleva mí nombre. Lamento decir que no podrá ser así…-

- ¿Por qué? -

- Digamos que mi cuerpo no podrá ser encontrado por nadie. - dijo Godric. - Estará…lejos del alcance de otros…-

- Entonces, - dijo Isen, aturdido. - ¿quieres que cabemos tu tumba y hagamos como que te enterramos allí? -

- Si. - respondió Godric.

- ¿Vas a alguna parte, abuelo? -

- Voy a un lugar donde no hay marcha atrás. - susurró Godric. - Es el camino que todos estamos destinados a recorrer alguna vez…No hay que tenerle miedo. -

- Tu nunca le has temido a nada. - dijo Isen.

- Te equivocas, hijo. - dijo Godric. - Como toda persona he tenido miedos, pero no me dejé gobernar por ellos. Me mantuve fuerte y los enfrenté, por dolorosos que fueran. -

- Y es por eso que siempre te he admirado abuelo…- repuso Isen. - Está bien, voy a hacer lo que me pediste…- los dos se pusieron en pie y se dieron un fuerte abrazo. - Te voy a echar de menos abuelo…-

- Y yo a vosotros…- susurró Godric, con una sonrisa. Miró a Isen a los ojos y dijo: - Ahora ve con tu chica, tu familia y tus amigos…Disfruta tanto como puedas de todos ellos y vive bien…-

- Soy quien soy ahora gracias a ti, abuelo…- dijo Isen en voz baja. - haré que estés orgulloso de mi…-

Unas lagrimas resbalaron por las mejillas del mago anciano. - Ya lo estoy…- dijo. - Eres mi más importante legado…-

Hablaron sobre la ceremonia y los posibles nombres para los hijos de Isen hasta que se hizo tarde. Godric acompañó a su bisnieto hasta la salida y le dejó marchar, deseándole lo mejor en la vida.

Mientras caminaba hasta su guarida secreta, su Santuario, comenzó a visualizar fragmentos de su pasado, un pasado lleno de batallas, amor, amistad…soledad, tristeza y muerte. Con tan solo recordar a los seres queridos que se habían marchado al otro mundo antes que él, la tristeza invadía su corazón. Durante su larga vida no solo tuvo que sufrir la perdida de mucha gente a la que amaba, sino también luchar contra los esfuerzos de Slytherin por erradicar a los sin magia. Su odio hacia ellos lo había envenenado de tal manera, que se obsesionó y terminó buscando cualquier medio útil con el fin de lograr su propósito.

Godric lo sabía…lo supo por mucho tiempo: Slytherin era un buen amigo, y a la vez, un mago muy ambicioso y rencoroso. Encontró en el odio a los sin magia la excusa perfecta para avanzar con sus ideales, comenzando con los requisitos que le había dejado a Petoratio para que un aprendiz sea elegido para su casa.

Astucia, perseverancia, ambición y lo más importante: ser de familia plenamente mágica, sin una pizca de sangre no mágica. Una lástima, de otra forma Godric no lo podía ver.

Salazar había llevado el asunto de la pureza de la sangre tan lejos, que incluso existían indicios de que había dejado una maldición dentro del castillo, destinada a amenazar a los nacidos de no mágicos. Era cuestión de tiempo de saber si era cierto.

Tiempo…era justo lo que se le acababa a Godric. Sabía demasiado, estaba tan cerca…y a la vez tan lejos de acabar con el plan que Salazar había maquinado con sus malas artes.

- Logré detenerlo, pero no fue suficiente…- pensó, mientras caminaba lentamente por los dorados pasadizos de su Santuario. - su plan, su odio, su obsesión, todo va más allá de este tiempo…-

Había consultado a la mejor vidente de la época lo que debía hacer si quería detener el plan de Slytherin. Intentó encontrar la supuesta cámara oculta dentro del castillo la cual (supuestamente) albergaba un terrible monstruo destinado a atacar y asesinar nacidos de sin magia, pero no hubo manera. Todo lo que podía hacer era un ultimo esfuerzo por dejarlo todo bien atado para que su heredero y elegido sea capaz de acabar con lo que él no pudo.

- Construí a mi asistente con el fin de que me ayudara a mantener el castillo a salvo y que pudiera ayudar a los aprendices que necesitaran de él. Ahora estoy por dejarle la misión mas complicada: Ser el guía de mi heredero. Aunque primero, mi heredero tendrá que encontrar los Sellos del Conocimiento si quiere recibir la asistencia para cumplir con su destino…-

Tosió y se aclaró la garganta. Llevaba sobre sus hombros mas de un siglo de existencia entre batallas, enseñanza y dolorosas perdidas. No podía más, necesitaba tomarse un descanso.

Una vez llegó a las profundidades de la tierra, Godric pisó un enorme vestíbulo decorado con pilares dorados. Mientras avanzaba, Godric extendió su mano y apagó con ella las llamas que iluminaban el lugar.

- Hola Trece. - saludó el anciano mago a su gigantesco león.

Trece era un Rexinis, una criatura capaz de vivir por siglos (a diferencia de su amo). Él custodiaba el Santuario y sus secretos y en breve, le tocaría hibernar hasta la llegada del heredero.

- Ya lo sé mi querido amigo…- susurró Godric, acariciando a su fiel amigo en una de sus enormes mejillas. - tendrás que ser fuerte hasta que llegue mi heredero. Creo que he dejado reservas suficientes dentro de su casa para que sobrevivas por muchos siglos (al menos eso espero). El resto dependerá de tu poder y fortaleza. Cuídate mucho Trece…-

El enorme león hizo una reverencia y se marchó cabizbajo por un enorme túnel hasta desaparecer de la vista de Gryffindor. A continuación, el anciano subió por las escaleras hasta dar con la entrada a su Santuario, donde se encontraba el recipiente de reposo de su poderosa espada y su más importante asistente.

- Parece que su hora se acerca, mi señor…- dijo la voz que venía de la estatua dorada con forma de león y ojos de rubí. Se llamaba Equonovi. - ¿Repartisteis los sellos restantes? -

- Así es. - repuso Godric, observando las ranuras donde iban depositadas los Sellos del Conocimiento. Solamente quedaba uno. - Una vez retire ese ultimo sello quedarás en estado de hibernación y no despertarás hasta que mi heredero encuentra alguno de los sellos. Por ende, tendrá que encontrar este Santuario y devolverte a la vida…-

- Estoy aquí para serviros, mi señor. - dijo Equonovi. - Y también a las futuras generaciones de brujas y magos que acudan a mi conocimiento…-

- Lo sé…- dijo Godric, sintiendo como si las fuerzas comenzaran a fallarle. - Tendré conmigo este ultimo sello…cuando llegue el momento y mi heredero reúna todas las piezas, entonces sabrá el terrible destino que debe evitar…-

- ¿De verdad…no puede hacer nada, mi señor? -

- No, - se lamentó Godric. - lo intenté todo, pero no he conseguido encontrarlo…Claramente, Salazar maquinó su plan con el fin de que su heredero continuara con su malvada labor. Yo…yo estoy intentando dejar el resto a mi heredero…-

La idea de dejar una misión sin acabar a un descendiente lejano no era muy agradable para Godric. Hubiera deseado poner punto y final a la amenaza el mismo, como había hecho siempre en innumerables ocasiones. Su frustración al saber que no le correspondía a él ser el salvador del mundo una vez mas era enorme, pero llegó a entenderlo.

- Tal vez sea cruel que así sea, desearía que él no…tuviera que pasar por lo que va a pasar, pero…si así conseguimos salvar este mundo…y las personas que viven entre nosotros tal vez entonces…todo ese dolor…ese sufrimiento…-

- Mi señor…- dijo Equonovi. - creo que os vendría bien descansar…-

Godric respiró profundamente. Cada vez sentía mas de cerca a la muerte, ansiosa por llevárselo al otro mundo. No parecía tan doloroso pensar en ello si al otro lado te esperaban tan buenos amigos…Toda esa gente que compartió tantas cosas contigo…

- Y sin embargo, - pensó Godric. - no podré ver de nuevo a mi viejo amigo…-

- ¿Señor? -

- Estoy delirando…- sonrió Godric. - Confío en que todo ese dolor y sufrimiento merezcan la pena al final de todo. - mirando con firmeza a su sirviente dijo: - Te lo encargo Equonovi. Te encargo a mi heredero, a los aprendices, al castillo y a todo aquel que merezca tu ayuda…-

- Cumpliré con su voluntad, mi señor…- dijo Equonovi.

Godric procedió a retirar el ultimo sello de las ranuras. La voz de Equonovi se apagó y dejó de brillas por sí solo. - Bueno, - dijo. - antes de descansar voy a…- desenvainó su espada y la introdujo en el flujo mágico del recipiente central donde descansaría la espada hasta que un miembro autentico de su casa o su heredero la empuñaran. - Que tu hoja defiende lo que es justo y correcto…Ojala te ayude a ti también algún día…- añadió, pensando en su heredero.

Su vista se nubló más y se dio prisa en acercarse a la pared detrás de Equonovi. Allá donde fuera estaba claro que no iba a volver…

31 de octubre de 1981

El frío azotaba con fuerza, pero mas que fuerza era la sensación de miedo que transmitía, como si portara consigo malas noticias. Rubeus (un hombre muy alto y robusto) había llegado a la casa de los Potter, una familia famosa por sus históricos pocioneros y por el rumor de que eran descendientes del legendario Godric Gryffindor (pero eran eso, rumores). Sin embargo, el motivo de su visita no era para tomar un té con pastitas, aunque le abría encantado. Después de todo, tanto James como Lily siempre fueron amables con el buen Rubeus Hagrid.

El corazón se le hizo añicos cuando se enteró de la tragedia: los dos (James y Lily) habían sido asesinados por Lord Voldemort, el mago oscuro más grande de todos los tiempos. ¿Cómo pudo haber sucedido? ¿Cómo logró el innombrable encontrar a los Potter? Todo apuntaba a que se trataba de una traición, a fin de cuentas, ni siquiera Voldemort era capaz de hacer frente a Albus Dumbledore (el mago más grande del mundo) y sus poderosos hechizos protectores.

Todo cuanto quedaba de los Potter se encontraba entre las ruinas de lo que hacía apenas unas horas era su casa, en el Valle de Godric. Estaba destruida y muchas de las estructuras habían quedado destrozadas por explosiones. ¿Sería cierto lo que había dicho Dumbledore? ¿Seguiría Harry (el hijo de Lily y James) con vida? No podía ser que un niño fuera capaz de detener al mago oscuro más poderoso, pero de ser cierto se habría obrado el milagro, y después de décadas de infernales combates la paz volvería al mundo mágico.

Dumbledore le había encargado a Rubeus la misión de ir en búsqueda de Harry y traerlo hacia él con vida. Deseaba que fuera cierto y que Harry estuviera vivo tras el ataque mortal de Voldemort.

Sus expectativas ante tal esperanza eran pocas, pero se aferró a la creencia de su estimado director. Si Dumbledore le encargó la misión es porque de verdad Harry está vivo.

De repente, su corazón dio un vuelco. El cuerpo sin vida de James Potter estaba en la puerta.

- No...no por favor, - lloró Rubeus. - no puede ser…Se suponía que estaban a salvo…¿Cómo pudo…? -

Le costó unos minutos recobrar el aliento y las fuerzas necesarias para seguir hacia delante y entrar en la casa. Tras abrirse paso entre destrozos y escombros, empezó a escuchar los sollozos de un hombre.

- ¿Por qué Dios? Por qué permitiste esto dios mío…-

Entró en la habitación y encontró a Sirius, el mejor amigo de James, con un bebé herido entre sus brazos. Era Harry, y tenía una extraña herida en la frente la cual había sido limpiada. Parecía un rayo.

- Ellos…ellos merecían ser felices…- gimió Sirius entre lágrimas. - ¡NO PUEDO SOPORTAR ESTO! No puedo…-

- ¿Sirius? - dijo Rubeus cautelosamente, mientras entraba en la habitación.

- ¿Hagrid? - dijo Sirius, hundido en la tristeza. - ¿Qué…haces aquí? -

Rubeus alzó la mirada, y de repente sintió como si su corazón se hundiera en un interior. Podía ver los cuerpos sin vida de una hermosa mujer pelirroja a un costado de la cuna del bebé. Cerró los ojos, dejando que las lagrimas cayeran sin mas remedio, no podía soportarlo. Estaba, quizás, ante su misión mas difícil. Lily y James siempre fueron buenos amigos con él, y el ver a sus dos queridos amigos, con los que había compartido muchas tardes de té en su casa, era lo mas terrible que podía pasar.

- No puedo creer que esto haya pasado…- lloró Rubeus. - Lily…James…como nos hacéis esto…¿Cómo seguiremos adelante sin ustedes…? -

- Todo es culpa mía…- dijo Sirius, mientras dejaba a Harry (quien estaba despierto y llorando) acostado en su cuna. - todo…No los protegí bien, Hagrid…ellos…ellos no tenían que morir…¡DEBISTE MATARME A MÍ, MALDITO! ¡NO A ELLOS! - le gritó al cielo, antes de derrumbarse. - Ahora…ahora Harry no podrá crecer con su familia…con sus padres…- añadió, llevándose las manos a la cabeza.

Rubeus le dio un fuerte abrazo a Sirius. El hombre, por supuesto, no podía estar mas destrozado: había perdido a dos de sus mejores amigos. Especialmente, estaba mal por James, pues él era prácticamente su hermano.

- Nunca me lo voy a perdonar, Hagrid…- sollozó Sirius. - Nunca…-

- Te entiendo Sirius, te entiendo…- dijo Hagrid, tratando de ser fuerte. - Pero no podemos dejar que esta tragedia nos golpee aún más…Debemos ser fuertes, debemos hacerlo por Harry…-

Sirius se separó de Rubeus, se limpió las lagrimas y dijo: - Tienes razón…yo…yo me haré cargo de Harry. Él es mi responsabilidad, si Lily y James…-

- Me temo que no puedo permitirlo, Sirius. - interrumpió Rubeus. - Dumbledore me envió aquí para recoger a Harry y llevárselo. -

- ¿¡Como!? - inquirió Sirius. - ¿¡Como que Dumbledore te ordenó recogerlo!? Hagrid, yo…-

- ¡Lo sé, Sirius, lo sé! - dijo Rubeus rápidamente, al ver lo alterado que estaba. - Pero debes entenderlo. No es seguro que Harry se quedé aquí. Dentro de poco llegarán los muggles, también es posible que aún queden seguidores de "Quien tu sabes" por ahí sueltos. Tengo que llevarme a Harry, confía en Dumbledore. Harry estará con él, estará a salvo…-

Sirius miró un momento a Rubeus, y luego a la cuna donde Harry estaba acostado. Se acercó al bebé y lo cargó cuidadosamente. Al principio, Rubeus pensó que Sirius haría una tontería y saldría corriendo con el bebé, pero se equivocó.

- Toma…- dijo Sirius, entregándole el bebé a Rubeus con cuidado. - protégelo con tu vida, Hagrid…-

- Así lo haré. - repuso Rubeus.

Asintiendo lentamente, Sirius rebuscó en sus bolsillos y sacó unas llaves que parecían de un vehículo. - Estas son las llaves de mi moto, - dijo, entregándole las llaves a Rubeus. - se encuentra aparcada cerca del cementerio. Sé que no te lo dije antes, pero mi moto está encantada, puede volar. Te la presto, así llegarás rápidamente con Dumbledore. -

- Gracias amigo. - dijo Rubeus, preparándose para marcharse. - ¿Qué harás luego? -

- Primero, voy a cazar a una rata. - respondió Sirius con enfado. - Una vez acabé con él iré con Harry y Dumbledore. -

- De acuerdo. - dijo Rubeus, sin entender del todo a Sirius. - Hasta luego, Sirius. -

- Cuídate Hagrid. -

Y mientras Rubeus abandonaba la destrozada residencia de los Potter, escuchó a Sirius gritar a todo pulmón "¡TE VOY A MATAR, MALDITA RATA!". ¿Había descubierto Sirius al culpable de que Voldemort encontrara a los Potter? No lo sabía, y mientras montaba en la moto de Sirius y cuidaba de Harry, siguió con esas dudas hasta emprender el vuelo, lejos del desastre, lejos del horror que había visto.

Capítulo 2 - Una herencia indeseada

Vernon y Petunia Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.

Vernon era el director de una empresa llamada "Grunnings", que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. Petunia era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos.

Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él. Ellos tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.

Lily Potter era hermana de Petunia, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que Petunia fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido (un completo inútil) eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera.

Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.

Un día, Vernon y Petunia se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. Vernon canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y Petunia parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.

A las ocho y media, Vernon cogió su maletín, besó a Petunia en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. "¡Tunante!", dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.

Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, Vernon no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. Vernon parpadeó y contempló al gato, éste le devolvió la mirada.

Mientras Vernon daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía "Privet Drive" (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). Vernon meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.

Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña: Individuos con capa.

Vernon no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. Pensó que se trataba de la nueva moda de los jóvenes. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. Vernon se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Uno era incluso mayor que él y vestía una capa verde esmeralda.

- ¡Esto es ridículo! - pensó Vernon.

Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, Vernon llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros.

Vernon siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, Vernon tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.

Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación.

- Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...-

- Sí, su hijo, Harry...-

Vernon se quedó petrificado, el temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo.

Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido. Potter no era un apellido tan especial. Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold. No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...! Pero, de todos modos, aquella gente de la capa...

Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.

- Perdón. - gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo.

Segundos después, Vernon se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban: - ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque "Quien usted sabe" finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día! - y el anciano abrazó a Vernon y se alejó.

Vernon se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado "muggle", no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación).

Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos.

- ¡Fuera! - gruñó Vernon en voz alta.

El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa. Vernon se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.

Petunia había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase ("¡no lo haré!"). Vernon trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche.

- Y, por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. - El locutor se permitió una mueca irónica. - Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim? -

- Bueno, Ted, - dijo el meteorólogo. - eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa. -

Vernon se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter...

Petunia entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa.

Se aclaró la garganta con nerviosismo y dijo: - Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? -

Como había esperado, Petunia arrugó la cara con molestia. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.

- No, - respondió en tono cortante. - me parece que ya te he dicho muchas veces que no quiero hablar de Lily, Vernon. -

- Lo sé, lo sé querida. - repuso Vernon. - Pero hay cosas muy extrañas en las noticias: Lechuzas, estrellas fugaces…y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro...-

- ¿¡Y qué!? - interrumpió Petunia con brusquedad.

- Bueno, pensé...quizá...que podría tener algo que ver con...ya sabes...su grupo. -

Petunia bebió su té con los labios fruncidos.

Vernon se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido "Potter". No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado: - El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no? -

- Eso creo. - respondió Petunia con rigidez.

- ¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no? -

- Harry. - bufó Petunia. - Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión. -

- Oh, sí. - dijo Vernon, con una espantosa sensación de abatimiento. - Sí, estoy de acuerdo. -

No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras Petunia estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo.

- Es otra vez ese maldito gato…- pensó Vernon, sin poder creérselo. - ¿Me estoy imaginando cosas? ¿O todo esto tiene algo que ver con los Potter? De ser así…si se descubre que nuestros malditos parientes son unos... bueno, no. Definitivamente sería insoportable…-

Los Dursley se fueron a la cama. Petunia se quedó dormida rápidamente, pero Vernon permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a Petunia. Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta)...No, no podría afectarlos a ellos...

- ¡Por supuesto que no! - repuso Vernon mentalmente.

Poco después cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche.

Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.

Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo.

Rió entre dientes y murmuró: - Debería haberlo sabido…-

Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle.

Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra: - Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall. -

Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño.

Parecía claramente disgustada. - ¿Cómo ha sabido que era yo? - preguntó.

- Mi querida profesora, - sonrió Dumbledore. - nunca he visto a un gato tan tieso. -

- Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo. - se quejó la profesora McGonagall.

- ¿Todo el día? - preguntó Dumbledore. - ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí. -

La profesora McGonagall resopló enfadada. - Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo. - dijo con impaciencia. - Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no...¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. - Terció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley. - Lo he oído: Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces...Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent…seguro que fue Dedalus Diggle. Oh cielos, nunca tuvo mucho sentido común. -

- No puede reprochárselo. - dijo Dumbledore con tono afable. - Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años...-

- ¡Ya lo sé! - respondió irritada la profesora McGonagall. - Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada: salen a las calles a plena luz del día, ni siquiera se ponen la ropa de los muggles, intercambia rumores...- Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando. - Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿cierto, Albus? -

- Es lo que parece. - dijo Dumbledore. - Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? -

- ¿Un qué? - inquirió la profesora, frunciendo el ceño.

- Un caramelo de limón. - repitió Dumbledore alegremente. - Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho. -

- No, muchas gracias. - respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos. - Como le decía, aunque "Quien usted sabe" se haya ido...-

- Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de "Quien usted sabe"... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort. - La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta. - Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo "Quien usted sabe". Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort. -

- Sé que usted no tiene ese problema. - observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración. - Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que "Quien usted...", Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.

- Me está halagando. - dijo con calma Dumbledore. - Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve…-

- Sólo porque usted es demasiado... bueno...noble... para utilizarlos. -

- Menos mal que está oscuro. - sonrió Dumbledore. - No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras. -

La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar. - Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo? -

Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera "aquello que todos decían", no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.

- Lo que están diciendo, - insistió. - es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James están...están...bueno, que están muertos. - Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora se quedó boquiabierta. - Lily y James...no…- lloró. - no puedo creerlo... No quiero creerlo...Oh, Albus...-

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda. - Lo sé... lo sé... - dijo con tristeza.

La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó: - E-eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry, pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió...y que ésa es la razón por la que se ha ido. - Dumbledore asintió lentamente con la cabeza, apesadumbrado. - ¿Es... es verdad? - tartamudeó la profesora. - Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo?

- Sólo podemos hacer conjeturas. - dijo Dumbledore. - Tal vez nunca lo sepamos. -

La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo.

Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo: - Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? -

- Sí, - dijo la profesora McGonagall. - y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.

- He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. - dijo Dumbledore. - Son la única familia que le queda ahora.

- ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! - gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4. - Dumbledore, no puede hablar en serio. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen...Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry no puede vivir ahí! -

- Como ya le comenté, son la única familia que le queda. - dijo Dumbledore con firmeza. - Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta. -

- ¿Una carta? -repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse. - Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso...una leyenda...no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry...todos los niños del mundo conocerán su nombre. -

- Exactamente. - dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas. - Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! Famoso por algo que ni siquiera recuerda…¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo?

La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo: - Sí...sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? - de pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry.

- Hagrid lo traerá. - dijo Dumbledore, adivinando lo que pensaba la profesora.

- ¿Le parece...sensato...confiar a Hagrid algo tan importante como eso? - preguntó ella, no muy convencida.

- Mi querida profesora, - sonrió Dumbledore. - A Hagrid…le confiaría mi vida. -

Parecía que la profesora estaba dispuesta a objetar lo que Dumbledore dijo, pero en vez de eso decidió cambiar de tema.

- Está bien, - suspiró ella. - esperemos que no se tarde demasiado. – se quedó mirando el numero 4 de Prive Drive un par de minutos hasta que miró a Dumbledore y dijo: - ¿Se sabe algo de Anderson? –

- ¿De Jacob? - dijo Dumbledore, con el semblante serio. - Me temo que no…Ya han pasado dos años sin conocer su paradero…-

- Ese muchacho…- suspiró la profesora McGonagall. - nunca debió obsesionarse con las malditas bóvedas. Aún siguen hablando de su desaparición en "El Profeta". ¿Sabe? Me preocupa que su hermano acabe igual…-

- A él le tocará lidiar con la mala fama que dejó Jacob (mala fama, si se me permite añadir, agravada mas por los rumores de "El Profeta"). - dijo Dumbledore, suspirando. - Bueno, no hay que ser tan pesimistas. Quizás la caída de Voldemort sea beneficiosa para que la gente se olvide de lo que pasó con Jacob. -

- Ojalá tengas razón. - bufó la profesora McGonagall. - Tuvimos a los periodistas haciendo preguntas a los docentes de la escuela por semanas. Me pregunto cómo será su hermano…¿Acabará seleccionado para la misma casa que él? y ya sabe a que me refiero. -

- La casa no determina al mago o a la bruja, - repuso Dumbledore. - sino sus acciones…-

De repente, un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba.

- ¿Qué ha sido eso? - dijo la profesora.

El ruido se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.

La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y además, tan desaliñado...Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas.

- Hagrid, - dijo Dumbledore, aliviado. - por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto? -

- Me la han prestado, profesor Dumbledore, - respondió el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba. - El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor. -

- ¿No ha habido problemas por allí? -

- No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.

Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.

- ¿Fue allí...? - susurró la profesora McGonagall.

- Sí…- respondió Dumbledore. – Me temo, que tendrá esa cicatriz para siempre. -

- ¿No puede hacer nada, Dumbledore? -

- Aunque pudiera, no lo haría. - aclaró Dumbledore. - Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. - la profesora hizo una mueca. Obviamente no necesitaba saber eso. - Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto. - se volvió hacia la casa de los Dursley.

- ¿Puedo...puedo despedirme de él, señor? - preguntó Hagrid. Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.

- ¡Shhh! - dijo la profesora McGonagall, alarmada. - ¡Vas a despertar a los muggles! -

- Lo...siento. - lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo. - Pero no puedo soportarlo...Lily y James muertos...y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...-

- Sí, sí, es todo muy triste, - susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. - pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos. -

Dumbledore dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado.

- Bueno…- dijo finalmente Dumbledore. - ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones. -

- Ajá…-respondió Hagrid con voz ronca. - Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore. - se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche.

- Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall. - dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta.

Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.

- La tristeza que supone que solo hayas podido disfrutar de la felicidad con tus padres por un año no tiene remedio, Harry…- pensó Dumbledore. - Espero que en unos años la vida sea mas justa contigo y tengas de nuevo la felicidad que tanto mereces. Por ahora, albergo esperanzas de que ese gran poder oculto que duerme en tu interior sea nuestra salvación el día de mañana. - cerró un momento los ojos y murmuró: - Buena suerte, Harry…- dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.

Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de Petunia Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley. No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: "¡Por Harry Potter... el niño que vivió!".