Before


Disclaimer: No soy dueña de Suicide Squad o sus personajes, todo pertenece al universo DC.

Dedicatoria: Esta historia está dedicada a mi nueva amiga, Paauuu, quien me ha impulsado a escribir sobre esta pareja y me ha divertido por medio de MP.


Nota previa: Para los que seguimos a esta pareja hace mucho, la película nos ha dejado un gusto extraño al advertir la relación un tanto romántica entre Harley y el Joker. Es por ello que, en lugar de seguirme quejando por ello, decidí basarme en varias teorías y realizar este short- fic (iba a ser one-shot pero al parecer no soy capaz de hacer historias cortas con facilidad, por eso decidí dividirlo) . Todo esto ha resultado en una posible explicación sobre qué sucedió para que el Joker modificase tanto su actuar con la rubia. En fin, espero que lo disfruten, es mi primera historia para este fandom y estoy muy emocionada. ¿Listos para el capítulo introductorio?


Changes and choices

...

Honestamente, quizá se debiese a las hormonas, Harley no auguraba demasiado de él en cuanto le comentó que estaba esperando un hijo.

Su hijo.

Pese a amarlo más allá de la locura que ambos compartían, ella sabía que su Puddin podía ser un tanto especial y demasiado dedicado para con su trabajo. Justificando su reacción con eso, buscó guardar todas las lágrimas que amenazaban con huir de sus ojos, evidenciando el dolor que le causaba la indiferencia del Joker.

-No me estorbes- había sido su escueta respuesta.

Suponía que era culpa suya, ella no debía de haberle molestado en sus horas de planificación. Él siempre trabajaba arduas y extensas horas, planeando nuevas formas de aterrorizar Gotham City y así molestar a Batman. Sí, todo era culpa de ella. Perpetuamente debía de ser culpa de ella ¿Por qué si no, su Puddin, le demostraría tanta indiferencia? ¡Tonta de ella que no era capaz de encontrar momentos apropiados para acercársele!

Caminó por el pasillo de la casa que ambos compartían en algún secreto espacio de la ciudad del murciélago, el sitio no debía ser pronunciado jamás. Un rastro de evidencia y la policía los encontraría.

Entró al baño amplio de su habitación y volvió a contemplar el test de embarazo, que se hallaba reposando sobre el lavabo. Lo tomó con calma, degustando el resultado una vez más. Positivo. Nunca una palabra le había parecido tan bonita. Se examinó en el espejo, admirándose extrañada, como si el simple hecho de estar embarazada la hubiese transformado en una mujer nueva. Rió con energía, develando toda su blanca y perfecta dentadura. Su cabello casi albo, sin rizar, se agitó con fuerza al mismo tiempo en el que empezaba a realizar un baile gracioso lleno de giros y contorciones de gimnasia, cuidando cada una de sus posiciones para no dañar a su pequeño puntito interior. No era nada que se asemejase en sus danzas del club, en realidad se trataba de algo bastante torpe y sin sentido.

Era feliz.

Salió del lugar, desplazándose siempre en medio de esa danza sin melodía, riendo como posesa. Intentando canalizar todas sus emociones en una sola. No quería pensar en el Señor J. No quería recordar su indiferencia, solo quería percibir la calidez de saberse madre. Como cualquier mujer.

Llegó a la cocina, en donde Jonny Frost aguardaba a por su jefe para salir a hacer de las suyas junto con el resto de sus secuaces. El hombre arqueó una ceja al verla de esa forma. Harley extendió su carcajada, recostándose contra una de las paredes de vidrio del recinto. Su risa se fue menguando hasta que la realidad pudo con ella y el corazón se le estrujó de un modo desgarrador.

El sollozo que tanto había estado guardando huyó de sus labios mientras se dejaba caer al suelo y escondía la cabeza entre sus piernas. Se negaba a admitirlo… Se negaba a ver que, pese a contar con la compañía del padre, estaría sola en eso. Lentamente, empujó el test de embarazo por el suelo de cerámica. Jonny reconoció el objeto al instante y entendió la situación sin ningún problema.

Harley elevó sus ojos celestes, enrojecidos a causa del llanto, y estiró las piernas con desgano, enterrando sus orbes en el único hombre de confianza que poseía el Joker.

-Tendrás que ayudarme.- murmuró con una sonrisa insana. El criminal tragó saliva audiblemente y le regresó la mirada.

-¿Va a deshacerse de él?- señaló a su vientre plano, indicando a su hijo. La reina de Gotham se inclinó hacia adelante, regalando una buena vista de su escote sin proponérselo.

-Mataré al desgraciado que intente arrebatarme a este niño- dictaminó la joven sin ningún resquicio de temblor en su voz- Sea quien sea- añadió demostrando la determinación de una leona. – Puedo cuidarme sola aún, pero cuando mi bebé comience a crecer no podré defenderme- La imagen de su Puddin siendo tajante volvió a su cabeza- Él no lo hará. Batman es más importante, seguramente.- El asistente del Joker la contempló con algo de pena, conocía de sobra a su jefe y había observado durante mucho tiempo la relación que mantenía con la ex psiquiatra de Arkham…

Ella era su juguete favorito, de eso no había duda. Pero, al igual que un niño, estaba comenzando a aburrirse de tenerla cerca. No le sorprendía, pues era más que sabido que la Doctora Quinzel solo había sido un medio fácil de escape del manicomio. Tras enloquecerla por completo, y luego de unos sucesos que él no conocía, el Joker había arribado con ella a su escondite. Para entonces, la joven se hallaba demasiado cambiada tanto física como mentalmente. El rey de Gotham la había transformado a su antojo y con ello había ganado a una guerrera poderosa en su arsenal de matones, pues su habilidad en la gimnasia le permitió desarrollar sin demora una increíble habilidad en el combate. ¿La mejor parte de todas? Ella ni siquiera vacilaba en dar la vida por su jefe, aún cuando este la maltrataba constantemente o la abandonaba a su suerte en múltiples ocasiones de riesgos. Harley Quinn siempre regresaba a él sin ánimos de venganza y con la misma devoción desquiciada que de costumbre. Y el Joker se la follaba, una y otra vez se escuchaban los sonidos de placer de ambos (Muerte a aquel que se atreviese a comentarlos). Pero luego de eso todo volvía a la normalidad. Él con sus ademanes abusivos y ella con su amor sin límites.

Jonny asintió en silencio, sin saber que rebatir precisamente.

-Te protegeré- aseguró- A ambos- añadió con una sonrisa de lado en tanto contemplaba el vientre femenino.

Harley rió una vez más y de un hábil salto arribó hasta donde el hombre se encontraba.

-Tú serás su padrino- bromeó.


Durante los primeros meses de su adorado embarazo, Harley se avocó por completo a la tarea de enlistar las cosas que serían necesarias para su bebé. El Joker poca importancia le había dado a todo aquello pues, desde que la joven comenzase con sus desvaríos de madre primeriza, ya casi no lo importunaba en sus momentos de trabajo. Con sinceridad, no sabía por qué le había permitido conservar esa cosa pero reconocía que le había sacado una buena molestia de encima.

Quería creer que era eso. Debía ser eso. Lo otro ya era cosa del pasado, no tenía ninguna influencia en todo ese embrollo…

La joven criminal no había modificado su vida en demasía. El señor J siempre seguía requiriendo de ella en sus bromas nocturnas al murciélago, o la ciudad en general. Claro que ponía más cuidado en no dejarse golpear en el estómago, incluso había remplazado su bonito traje de arlequín por otro más robusto y ornamentado, como si fuese una especie de armadura sobre su torso. Todo fuera por proteger a su hijo. Los golpes, y maltratos en frecuente, de su Puddin siguieron como una constante en su rutina, él no cambiaría sus manías y la verdad no esperaba que lo hiciera. Sólo un único detalle había logrado capturar su atención: ya no arremetía en contra de su bandullo, o su torso en general, las agresiones siempre tenían destino en su rostro o incluso sus piernas… Antes de estar embarazada, el Joker tenía una especial preferencia por patear sus costillas o arrojarla desde sitios demasiado altos. Al percatarse de un complemento como ese, no podía evitar sentirse esperanzada, albergaba el anhelo de que él también se encariñara con el bebé.

El señor J jamás había mencionado nada con respecto al niño, ni siquiera en cuanto Harley hizo un escándalo entre sus hombres a causa de todas las cosas que les había encomendado para la habitación de su vástago. Los secuaces habían terminado exhaustos, como si en lugar de organizar cosas para niños hubiesen arribado de una pelea con Batman. Quinn fue duramente reprendida a causa de todo ese alboroto, su mejilla izquierda era prueba de eso, pero el embarazo la había vuelto tan obstinada que debieron encontrar un punto medio. Así, el rey del crimen terminó por contratar a un nuevo grupo de pandilleros, en su mayoría mujeres, que desde ese día sirvieron a su insoportable chica en todos los caprichos posibles.

En cuanto a lo corporal, la rubia se había vuelto un torbellino de emociones y malestares, una granada sin seguro dispuesta a estallar ante el menor de los comentarios. No era su culpa que los senos se le antojasen demasiado sensibles, o que sus frecuentes ganas de orinar la fastidiasen en cualquier sitio… Ni que decir de los vómitos, mareos y la acidez... Al tercer mes, cuando los síntomas se intensificaron, Jonny procedió a retirar una a una las armas que estuviesen a su alcance, pues de ser de otro modo las cosas hubiesen acabado en nada plácido.

Casi llegando al cuarto periodo, la reina de Gotham se había vuelto una maquina que lloraba, reía y atacaba en partes iguales. El peor episodio, sin duda alguna, se produjo aquella jornada en la que se encontraba revisando su ropa, notando que todo se le quedaba más ajustado a causa de la curva pequeña que denotaba su bandullo. Acabó llorando, pero no por los motivos sospechados, ella había visto esa pancita varias veces… No, lo que realmente la redujo a un gatito emocional fue el hecho de que el Joker entró en el momento preciso en que se cambiaba y, contrario a ignorarla como de costumbre, se le quedó mirando como si realmente estuviese hipnotizado. Su vientre había capturado la atención del futuro padre por completo. Claro que, tras reparar en lo que estaba haciendo, él viró su rostro bruscamente y siguió su camino, pero ya era demasiado tarde. Realmente había sucedido.

Sin embargo las lágrimas aparecieron morosamente, cuando en el momento de salir a realizar otras de sus acostumbradas travesuras él ordenó que ella se quedara en la mansión, bajo el cuidado de los guardias sedentarios. Alegó que no quería estorbos en la operación, aunque la verdad era que Harley no había perdido sus habilidades a pesar de cargar un niño de casi cuatro meses. El Joker se había marchado con rapidez tras departir aquellas palabras, siendo seguido por sus secuaces.

-Puddin…- Había suspirado la joven con demasiada adoración. Jonny no había salido todavía, por lo que pudo oírla perfectamente.

-Tal vez no necesitarás que te defienda, después de todo. – comentó con una enigmática sonrisa antes de ir tras su jefe.

Harley Quinn terminó por deshacerse en lágrimas.


En el quinto mes de gestación, la azotaron los estreñimientos y sus senos aumentaron el tamaño levemente, pero agradecía al cielo que hubiese pasado la etapa de nauseas y acidez estomacal. Su bebé se hacía notar con toda claridad, al igual que la calma en sus hormonas. Nuevamente volvía a ser una muñeca chispeante y alegre, siempre y cuando nadie la sacase de quicio.

Justo por esas fechas, se dio la casualidad de que un rumor bastante peligroso llegó a los oídos de la reina: El Joker, en su mayor club nocturno, estaba en busca de nuevas bailarinas. Lo entendía, ella ya no estaba disponible y seguro él necesitaba de alguien que captase aunque sea un mínimo de la atención que lograba antaño. El problema se vio expuesto en cuanto uno de sus sirvientes personales le comentó de la exorbitante coquetería que las mujeres empleaban con su Puddin.

Grave error.

La misma noche en la que supo de esa desfachatez, Harley Quinn esperó pacientemente a que el Señor J se marchase en su Infiniti G35 Coupe con carrocería Vaydor , de un color purpura que bien tendía a confundir a la gente. Tras asegurarse de que él se encontraba lo suficientemente lejos, y enfundándose en un enorme abrigo de piel que apenas dejaba ver la parte baja de sus piernas, la reina de Gotham City se precipitó al asfalto una vez más con la única intención de abrirse paso en el club. Subió a uno de los tantos autos de alta gama, que mantenían ocultos en su garaje de proporciones asombrosas, y permitió que dos de sus hombres la escoltaran. Al pisar el acelerador se sintió viva, era hora de que las perras supieran quien mandaría por siempre en ese lugar.

Una vez que hubo llegado al sitio, descendió de su Audi R8 y se precipitó a la entrada del antro nocturno. Los guardias de la admisión la miraron asombrados, creían que el Joker la había matado o algo. Hacía meses que no se aparecía por ahí, y dado que él se había avocado a buscarle un reemplazo…

-¡A UN LADO!- Les gritó a ambos, el arma ya develada entre sus manos. Sin titubear, los hombres le cedieron el paso, recordaban perfectamente bien lo que esa mujer era capaz de hacer, y además se presumía intocable por órdenes del jefe.

...

El Señor J, en su espacio VIP, disfrutaba plácidamente del baile de otra de sus candidatas. La mejor parte de aún no haber tomado una decisión, sin duda, era el deleite que le ocasionaba ver todos los cuerpos esculturales de esas mujeres. Cada figura se contoneaba a su merced, seduciéndolo en la búsqueda de convencerlo. La flexibilidad de todas las aspirantes era sensacional, aunque ninguna igualaba a su arlequín, Harleen Quinzel.

Harley Quinn.

La gracia en cada movimiento que antaño realizaba su compañera era inigualable. La gimnasia le había otorgado una habilidad sublime para cualquier tipo de danzas o batallas nocturnas. También, aunque jamás lo reconocería, eso se lo debía a la arpía de cabello rojo que manejaba las plantas. Gracias al antídoto antitoxinas que había insertado en la rubia, sus habilidades se multiplicaron casi sobrenaturalmente. Daba igual, la odiaba y ella lo odiaba a él.

Muchas veces había intentado apartar a Harley de su lado, poniéndola en su contra y enredándola en su jueguito sexual lésbico. Pero se había encargado de dejarle bien en claro que nadie tocaba sus pertenencias. El arlequín era suyo y no lo dejaría ir con facilidad. Ni aunque tuviese esa cosa del demonio en su interior, de la cual debía ocuparse ni bien naciera.

Si, desde un primer momento él había sido capaz de ver las intenciones de la nueva "amiguita" de su chica. La pelirroja se había aprovechado del estado vulnerable de Harley, a quien había corrido de su hogar tras un arrebato de rabia bastante severo. No sabía cómo se habían conocido, pero no tardó en enterarse de su dupla: "Las reinas del crimen". Pamela Isley había avanzado sigilosamente, primero arguyendo una amistad con la que logró hacer desertar a la rubia de su lado, sin retorno, y luego seduciéndola. De solo pensar que esa cosa había puesto las manos sobre su patrimonio la sangre le hervía de odio. De suerte se dio cuenta a tiempo de su error, había sido un estúpido, Quinn era su mejor juguete ¿Cómo podía haberse deshecho de ella?

Pero, oh dulce fortuna, desde luego que la porquería vegetal no contaba con el eterno amor y devoción que la rubia a él le profesaba. Ella no demoró en buscarlo de nuevo, llamándolo por teléfono a hurtadillas. No tuvo que esforzarse demasiado: una palabrilla dulce, una cita secreta, una caricia romántica, un ronroneo seductor y unas disculpas hipócritas. Harley desfalleció de amor una vez más. El arlequín era suyo, siempre lo sería.

Era una lástima que su precioso y flexible cuerpo se hubiese arruinado a causa de la criatura en su interior. Bueno, también era su culpa… esa lejana mañana había estado tan ansioso de follársela que ni siquiera le dio tiempo de tomarse la píldora. Y la pastilla del día posterior le había parecido absurda. La verdad no creía que con tantos productos químicos en su interior pudiese llegar a quedar embarazada, pero ahora ya estaba hecho y algo le decía que si se deshacía de la cosa la perdería de nuevo. Casi podía visualizarla en los brazos de esa planta venenosa, planeando su venganza. No… debía esperar a que el feto naciera, ya luego planearía algún accidente para él. De ninguna forma se daría el lujo de quedarse sin su juguete favorito.

Decidió dejar de desvariar y centrar su atención en el cuerpo candente de la morena que tenía en frente suyo, el traje de cuero se adhería a sus formas con sensualidad. Era una belleza, quizá pudiese llevársela a la cama, Harley no había cooperado mucho desde que la cosa se dio a notar. Él tampoco la había buscado, se le hacía incómodo cogérsela sabiendo lo que llevaba dentro. Además había tenido demasiado trabajo.

Aplaudió a la dama con un ademán exagerado y se inclinó sobre la mesilla para dejar el vaso de licor que antes disfrutaba. Entreabrió los labios, degustando mentalmente una buena sesión de sexo.

-Ven aquí, chica- habló en un murmullo seductor. Desde la esquina del salón, Jonny miraba la escena de un modo neutral. Gracias al cielo Harley no tenía modo de enterarse de cosas como esas.- Muéstrame que más sabes hacer- La morena soltó una risita traviesa y obedeció. No había terminado de dar dos pasos cuando un sonoro estallido se extendió por la habitación y una bala le atravesó la frente. Los sesos y la sangre se esparcieron por el aire, encontrando su destino en los tapizados de los sillones, las paredes e incluso los cuerpos de Jonny y el Joker. Durante una fracción de segundo, la mujer muerta se tambaleó levemente para luego caer al suelo con estrépito. La figura de Harley Quinn, en un enorme abrigo de piel de oso, apareció en el umbral de la puerta. El arma en su mano aún dejaba entrever un humo zigzagueante.

El señor J curvó sus labios con morigeración, ensanchando la sonrisa conforme transcurría el tiempo. Sus hombros comenzaron a moverse producto del escozor de la diversión, al igual que el resto de sus extremidades, y al final se lo vio arquearse hacia atrás para soltar una carcajada que, contrario al disparo, parecía opacar la música del club. El intimidante sonido de su voz causó un desagrado en las personas que presenciaron toda la escena (Algunos otros criminales de negocio, tres guardias subordinados a Jonny, los sirvientes de Harley y la fila de chicas que aspiraban ocupar su sitio). El arlequín puso los ojos en blanco al oírlo, realmente estaba molesta. Ignoró su drama de locura e insano regodeo para luego apuntar su arma a la hilera de candidatas.

-¿Alguna más quiere intentar una estupidez como la de su amiga?- Pateó el cadáver en el suelo, sin dignarse a mirarlo y sin abandonar su postura. El Joker continuaba riendo cual energúmeno. -¿Ah?- las jóvenes, atemorizadas, comenzaron a escabullirse del salón. Ningún trabajo valía tanto como para intentar desafiar a la desquiciada Harley Quinn.

El señor J puso fin a su risa, aunque una curvatura se mantenía persistente en los labios coloreados de escarlata. Analizó a su chica sin escrúpulos en tanto se mecía de un lado al otro, con la tranquilidad de un paciente atontado por la droga. Miró a Jonny, y con un gesto de cabeza le indicó que se retirara, naturalmente todos los demás le siguieron.

-Harley, Harley, Harley…- murmuró pasándose la lengua por los labios. Caminó hacia ella, comenzando a acecharla. Así era su juego. La sangre encefálica sobre sus vestiduras y su rostro le daban un toque más siniestro que de costumbre- Eso no se hace bebé… - chistó repetidas veces, acentuando su frase con el movimiento negativo de su dedo índice- Que niña tan mala…- ronroneó gutural, ¿Para qué negarlo? Ella había logrado excitarlo. La rubia apretó los dientes molesta, no se dejaría engatusar, no esa vez. Con las hormonas a flor de piel, dio dos grandes zancadas y estampó su puño contra el rostro pálido de su Puddin. El cabello verde se agitó cuando él contorsionó el semblante bruscamente. Una nueva carcajada, más breve que la anterior, huyó de su boca perturbadora antes de recuperar su anterior posición y derribar a la ex psiquiatra con un golpe de su mano derecha. Los anillos en sus dedos ocasionaron cortes sobre la mejilla nívea del arlequín.

Harley, aún en el suelo, viró su rostro y escupió la sangre que comenzaba a acumularse en su boca. Era una suerte que no le hubiese roto los dientes. Olvidándose de su cabeza, dirigió su mano hasta el grueso tapado y lo abrió para acariciar su panza redondeada. El Joker se aproximó a su cuerpo y le pateó las piernas, haciendo que liberara un quejido.

-Ciérrate eso si quieres que esa cosa viva. – espetó. Harley rió extrañamente entusiasmada.

-¿Me golpearás hasta matarlo? – inquirió desafiante.

-Yo no- se inclinó para recoger su bebida – Si otros lo descubren podrían verlo como una maldita debilidad y buscarán hacerle daño pensando que con ello me lastimarán a mi- su risa maleva retomó protagonismo, con la diferencia de que en esa ocasión procedió a cubrirla con la mano tatuada y grotesca que tanto lo entretenía.

Harley lo contempló boquiabierta ¿Acaso estaba cuidando a su bebé?

El Señor J le dio la espalda ante su silencio, sabía de sobra lo que estaba pensando. Él también se hallaba sorprendido. Apretó el vaso en su mano hasta hacerle una fisura, pretendiendo convencerse de que había dicho aquello para que ella se quedase a su lado una vez que la cosa muriera. ¿Por qué ese puñetero pasado insistía en volver? ¿Por qué buscaba confundirlo?

El arlequín lo contempló estupefacta a medida que lograba ponerse de pie para cerrar su abrigo y, como si no la hubiese golpeado hace tan solo minutos, corrió hasta donde se encontraba para abrazarlo por la espalda.

-¡Oh, Puddin…!


-¿Qué estás haciendo aquí?- la voz a sus espaldas la sobresaltó bastante, pues la verdad no se esperaba que él fuese a buscarla o algo por el estilo.

Se encontraba ya en su séptimo mes de embarazo, las cosas se habían normalizado bastante en cuanto a síntomas y hormonas, pero ahora su pequeño parecía querer jugar al soccer dentro del útero. Había veces en la que llegaba a preocuparse por los dolores ¡Y diablos, odiaba no poder recurrir a un médico como cualquier persona normal haría!

-Está moviéndose mucho – explicó mirando a su abultado vientre. El Joker hizo una mueca asqueada- No quería molestarte, Señor J.

-No veo como esa cosa va a hacer que me molestes-la joven paseó una mano por su bandullo y lo miró con cariño, ignorando el modo despectivo con el cual su Puddin lo refería.

-Golpea mucho…- musitó, como si estuviese sumergida en su propia ensoñación- Casi siempre en lugares demasiados distanciados entre sí. A lo mejor le he heredado una buena elasticidad, ¿Eh?- El señor J fijó sus orbes preciosos, lo único normal en él, en el vientre del arlequín y una idea terrible lo asaltó. Su estómago era demasiado grande. Mucho para cargar con un bebé de siete meses. ¿Cabría la posibilidad de que su pesadilla fuese por partida doble? Queriendo quitarse esa horrible imagen de la cabeza, se avocó a responderle.

-Es probable.

Harley Quinn le sonrió con la misma dulzura que de costumbre. Su curvatura pronto fue reemplazada por una mueca de dolor… En verdad que llevar un embarazo era muy ambiguo. El Joker admiró el modo en que su rostro se contraía producto de las patadas de su heredero.

-Auch…- se quejó la rubia, desplazando su mano a lo largo de su estómago. -¿Quieres sentirlo?- propuso con ansias, algo en su corazón la impulsaba a buscar la compañía de su hombre pese a que él no se molestaba en ocultar el aborrecimiento hacía su bebé.

-No-gruñó sucinto- Mejor hazle entender a esa cosa que yo soy el único con derecho a ponerte la mano encima- pronunció con algo de sorna pese a estar refiriéndose a la cantidad de golpes que habitualmente le propinaba. Harley lo acompañó en su broma cual enamorada eterna.

-Tal vez él sea quien me castigue en tu lugar, Puddin. Al menos por un tiempo.- El Joker curvó sus labios enigmáticamente.

-Como sea- repuso ya comenzando a marcharse.- Ven a dormir, el cuarto no está para que lo desperdicies.


El último mes fue sin duda el peor de todos. No solo estaba terriblemente obesa, sino que le costaba trabajo hacer cualquier movimiento. Dependía de un sirviente para todo, caminaba de forma torpe, pasaba la mayor parte del día postrada y como si fuera poco los dolores no hacían más que ir en aumento con cada día que se le restaba al parto.

Su bandullo era enorme, considerablemente enorme. No sabía si eso podía darse en algunos casos o no. Con algo de miedo, lo terminó por atribuir a los productos químicos que recorrían su cuerpo. Quizá hubiesen alterado el desarrollo del bebé.

El parto se llevó a cabo dos días antes de lo previsto. Johnny se había encargado de conseguirle dos médicos a punta de pistola. Pobre de ellos, era evidente que morirían ni bien terminasen su trabajo. El Joker no deseaba que nadie estuviese al corriente de su vástago. Mientras menos personas lo supieran, más fácil sería hacerlo desaparecer.

El rey de Gotham City podía percibir los gritos de Harley desde su estudio, al parecer el enano la estaba masacrando. Solo esperaba que no arruinase a su madre, de lo contrario perdería su mejor carta de juego.

Tras unas cuantas horas, los alaridos cesaron. No había oído en ningún momento el llanto del bebé ¿Había nacido muerto? Harley no lo toleraría… ¿Pero en qué pensaba? Si ese mocoso nacía muerto le ahorraría muchas complicaciones. Por otro lado, siempre estaba la posibilidad de que los lloriqueos estuviesen lo suficientemente lejos como para escucharlos, contrario a los gritos de su madre.

Jonny ingresó unos diez minutos después de que todo quedase en silencio. El Joker enterró su penetrante mirada en él y aguardó a que le detallara la situación, tal y cómo le había pedido.

-Los médicos dijeron que ella estará bien, es fuerte.- informó. Perfecto, su juguete estaba intacto- Tiene como mucho una semana de reposo por ser primeriza…- prosiguió- … dos niños no han de ser fáciles de alumbrar- finalizó, captando toda la atención de su jefe.

Él no se había equivocado.

-¿Dos?- su mano derecha asintió.

-Mellizos. Hombre y mujer- especificó- Eso explica muchas cosas del embarazo- El Señor J soltó una larga carcajada que buscó acallar con su mano, en la cual la sonrisa tatuada resaltaba de un modo macabro y esclarecedor.

-Parece que tengo buena puntería, ¿Eh?- se mofó con orgullo. Jonny rió con él.

-Así es- confirmó tranquilo. Tras un incómodo lapso de silencio, volvió a enseriar su rostro- ¿Cuáles son sus órdenes, jefe?- El rey de Gotham respiró con profundidad sin eliminar por un momento la sonrisa maquiavélica de su cara.

-Si ya han acabado su trabajo, deshazte de los médicos. – Dictaminó- Ya veré que hacer después. – su mano derecha inclinó la cabeza en señal de respeto y se encaminó hacia la puerta, dispuesto a acatar lo demandado. En el último instante, se detuvo para decir algo que estaba carcomiéndole la cabeza a causa de la inmensa felicidad que había mostrado Harley al recibir a sus dos bebés.

-Jefe- habló, obteniendo su atención- Son un par de críos excepcionales… heredaron su nariz.

Cerró la puerta sin que el otro pudiese replicar nada.

Y, como era de esperarse, las cosas se pusieron de cabeza sin demoras. Los niños eran demasiado demandantes de atención, lloraban a todo pulmón si no tenían a su madre cerca y por lo general no dormían más de cinco horas al día, lo cual dejaba exhausta a Harley. Una de sus asistentes, quien había tenido un hijo en su pasado antes de volverse una criminal, le comentó que todo aquello cambiaría en algún momento, era cuestión de esperar.

El Joker debió mudar de sitio su despacho. De hecho, se vio obligado a trasladarlo al sótano. Los mocosos lloraban como un par de malditos demonios, era imposible hacer que se callaran con facilidad. No podía esperar al momento en que ambos muriesen para que todo retomase su curso normal, con el tranquilo silencio de su mansión y Harley Quinn en su cama.

Si, ella ya no dormía a su lado. La rubia se pasaba todo el tiempo en esa condenada habitación para bebés del fondo de la casa. Cualquiera que lo viese en esos instantes, sin su típica sonrisa maniática y refunfuñando por los rincones, pensaría que estaba celoso de ese par de cosas ruidosas y aborrecibles. No podían culparlo, antes su arlequín solo vivía para él, no tenía ningún tipo de interés que no tuviese que ver con su persona… La podía disfrutar cuando se le antojaba o, si se aburría, enviarla lejos y castigarla. Nada importaba porque ella siempre regresaba a sus brazos, hiciera lo que hiciera.

Al principio le había parecido relajante no contar con su chispeante personalidad rondándole las veinticuatro horas del día, ahora se sentía como un maldito perro desplazado. No arrumacos, no peleas, no apodos insoportables, no sexo, no Harley.

Toda esa situación no hacía más que aumentar más su aborrecimiento hacia ella. ¿Por qué debía importarle tanto su ausencia? Ni que fuese la gran cosa. Admitía que era una bestia en la cama, que solo ella podía adquirir esas posiciones exóticas en el coito y que las noches de placer a su lado eran las mejores que había gozado en su vida… Consentía el hecho de que era preciosa y, santos demonios, el embarazo había obrado bien en sus curvas pero nada justificaba sus actitudes de niño cabreado. Esos mellizos le habían arrebatado su juguete y no conseguía pensar en otra cosa que no fuese recuperarlo.

¡Ni siquiera podía planear una broma decente para Batman!

Aunque se reprochara internamente sus emociones, no lograba negárselas. Necesitaba a su pequeño monstruo… ¡Y se odiaba por ello!

Esa mujer conseguía causar los sentim… ¡pensamientos! más incómodos en su retorcido interior. Era intolerable tenerla lejos demasiado tiempo a pesar de ser terriblemente pegajosa e insoportable. Aborrecía el modo en que lo hacía experimentar cosas que creía enterradas en su pasado, como la preocupación mutua dentro de una pareja o los celos impulsivos que lo llevaban a querer matar a cualquiera que osase intentar ponerle las manos encima. La odiaba, la odiaba, la odiaba. La odiaba porque muy en el fondo sabía que no había otra como ella y que lo había vuelto dependiente de su esencia, su piel…

La última vez que se había sentido así con algui… ¡Estúpido y atormentante pasado!


Tres de la madrugada. La única noche en la que decidía no salir y, en lugar de ello disfrutar de una buena noche de sueño, las pequeñas bestias debían llorar como alma que lleva el diablo. No tenía idea de qué mierda les importunaba tanto, nada sabía de ellos a pesar de que ya contaban con tres meses de edad. Jamás había querido verlos.

Tampoco planeó nada para matarlos.

Ya era el colmo, algo debía estar pasando. Normalmente, Harley se encargaba de cerrarles la boca en unos cuantos minutos. Su rutina de sueño se había normalizado bastante, en especial en cuanto a lo nocturno respectase. Hastiado de tanto alboroto, apartó las mantas de su cuerpo con un movimiento brusco y se levantó gruñendo improperios. La enorme cama vacía no hacía más que intensificar su mal humor. Estúpidos niñatos, les pondría una bala en la cabeza.

Su torso desnudo recibió el confort de la calefacción mientras caminaba por el pasillo hasta donde se encontraban las escaleras. Descendió con prisa antes de verse inmerso en la extensión del segundo pasadizo de la mansión, el cual albergaba la habitación de los niños en su final. El chillido de los mocosos se intensificaba a cada paso que daba, indicándole que se su ubicación era correcta. Al hallarse frente a la puerta de caoba dudó en girar el picaporte. El cartel de la madera aprisionó su curiosidad por completo… "JJ & Lucy". Desde que esas cosas salieran del cuerpo de su chica no se preocupó en saber ni siquiera sus nombres. Jonny siempre le comentaba algún detalle al azar, él debía estar al tanto de todo lo que sucedía en la casa, pero nada demasiado relevante.

Sin titubear un minuto más, abrió la puerta y paseó sus ojos por el recinto. Todo era absolutamente empalagoso, fiel al estilo de Harley. Los colores no salían de la gama del rosa y el azul, incluso las cortinas se intercalaban de ese modo. A un lado y otro podían verse diversos tipos de juguetes, un cambiador, el armario entreabierto que ocultaba las pertenencias de cada vástago y, además, las de madre. Quinn ni siquiera iba a su cuarto para cambiarse, había ordenado a sus sirvientes que trasladasen sus pertenencias necesarias a ese lugar infantil. Y si, la muy perra se había dejado toda la coqueta lencería de encaje lejos, como si estuviese remarcándole que tenía algo mucho más importante aparte de tentarlo y acostarse con él. Los pañales, oleos y elementos de higiene se hallaban en una repisa cercana a el baño. Reprimió una pequeña sonrisa al toparse con un peluche, hecho por encargo seguramente, de Batman apuñalado… Su arlequín no había cambiado del todo. En la estantería de la pared izquierda reposaban tres portarretratos de tamaño medio. No lograba discernir bien las fotografías desde donde estaba parado, pero podía intuir que los laterales contenían a los bebés. El central, en cambio, mostraba a dos personas… recordaba cuando se habían tomado esa imagen… Al parecer Harley no lo había relegado en demasía…

Posó sus orbes, de un azul intenso, en las cunas de la esquina del cuarto. Una mujer se hallaba inclinada sobre ellas, pero no era su chica.

-¿En dónde está Harley?- ladró y la asistente se sobresaltó sin disimulo.

-Se-señor...- tartamudeó torpemente. El Joker arqueó una de sus inexistentes cejas y avanzó hasta donde ella se encontraba. De reojo percibió una tercera cama, más grande que la de los niños, e intuyó que allí debía de dormir la rubia.

-No me gusta repetir las cosas- gruñó amenazante en tanto develaba una de sus sonrisas sádicas- ¿Cuál es tu nombre?

-Le-Lena…- respondió con dificultad. Los niños no cesaban su llanto.

-¿En dónde está Harley, Lena?- inquirió por segunda vez, absteniéndose de mirar a los mocosos.

-En una de las habitaciones sin ocupante…- informó- Necesitaba descansar…. Le dije que por esta noche me encargaría de los bebés…- se mesó los cabellos nerviosa. Era una criminal, pero reconocía que ni siquiera las personas de sangre fría como ella podían hacerle frente a la imagen del Joker. Tanto cómico como sádico, él se las arreglaba para emanar un halo natural y oscuro que podía estremecer hasta al más valiente- Pero ellos son muy dependientes de su madre… no logro contenerlos.

-Y yo no logro dormir por su culpa- masculló- Trae a Quinn antes de que acabe con ellos- Lena abrió sus ojos alarmada y acató la orden sin rechistar. El Joker observó satisfecho el modo en que la mujer se alejaba corriendo.

Dirigió sus fanales hasta una de las cunas, que estaba cubierta por un tul rosado y repleto de mariposas. El llanto agudo que escapaba bajo las capas del mosquitero estaba acabando con sus nervios. Se volteó sobre su hombro para cuidar que nadie estuviese mirando y apartó la tela rosácea. El pequeño cuerpito de la niña asomaba entre las mantas revoltosamente, tenía las manitos apretadas en puños y la piel enrojecida debido a la fuerza empleada en el gimoteo. Su delicada carita poseía una contracción de disgusto, pero incluso de esa forma lograba distinguir cada signo de sus facciones.

Lucy había heredado las mejillas redondeadas de su madre, así como sus labios y la barbilla estilizada. Su tez, lejos de ser pálida como la de ambos padres, se notaba rozagante, igual que la de Harleen Quinzel antes de arrojarse a los químicos para transformarse en su arlequín. El poco cabello que se apreciaba sobre su pequeña cabecita era de un rubio marcado que reconocía perfectamente, pues también pertenecía a la psiquiatra que sedujese en Arkham. Y allí, en medio del semblante agravado, se distinguía la cereza del postre… Tal y como le había asegurado Jonny Frost, su respingona nariz acentuaba toda la belleza de su descendiente.

La pequeña interrumpió su llanto en cuanto el Joker apareció en su campo de visión. El cabello verde le atraía de sobremanera, al igual que la figura del cráneo de arlequín tatuada sobre uno de los pectorales de su padre. El señor J frunció el ceño confundido por la situación y retrocedió unos pasos, lo cual provocó que la niña nuevamente iniciara su insoportable lamento. Contrajo el rostro con molestia y volvió a acercarse a la cuna, cualquier cosa valía la pena si esa porquería cerraba la boca. Lucy se calmó una vez más y lo escudriñó con sus penetrantes ojos cerúleos, otra cosa que parecía haber obtenido de su progenitor.

Su desconcierto ante lo que sucedía era tan grande que no se había percatado del silencio que predominaba en el lugar. El niño también reposaba calmado. Sin alejarse del barandal de su heredera, giró su cuerpo para buscar al otro mocoso.

JJ, se había percatado de su presencia mucho antes que su hermana a juzgar por la concentración que denotaba al analizarlo. Era un crío perfecto, con las facciones masculinas refinadas y los labios delgados cual los de su madre y su congénere. El rubio en su cabeza se apreciaba sin problemas, puesto que poseía más cabello que la niña, y la nariz, también idéntica a la propia, hacía un juego espectacular en conjunto a sus ojos azules, cortesía de sus genes. La piel tornasolada era el obvio sello de Harleen Quinzel. Ambos niños eran una combinación regia de los reyes de Gotham City.

-Papi por fin conoció a sus bebés- La inconfundible voz de su arlequín se extendió por la habitación, haciendo que se volteara un tanto mortificado. No se suponía que estuviese cuidando a esos mocosos, él debía matarlos. De todas formas, la situación le importó una mierda al ver a Harley, parada en la puerta con una de sus camisas y las largas piernas al descubierto. Había recuperado su perfecta figura en todo el tiempo de separación y contaba con un añadido de tamaño en sus curvas. El cabello casi albino le hizo formar una sonrisa de lado, pues en sus puntas dos tipos de tinte diferente lo sorprendieron de improviso. Rosa y azul. Si se lo pensaba un poco no era tan sorprendente. Ella se había mimetizado con sus hijos al completo.

Ignorando su afirmación, procedió a hablarle como si no hubiesen pasado más de tres meses desde la última vez en la que sus rostros se cruzaron por más que compartían el mismo techo.

-Ya me preguntaba en dónde estaba esa camisa- articuló señalando la prenda que ella llevaba puesta. Harley se encogió de hombros, moviéndose de su sitio.

-Te extrañaba- repuso por excusa para luego dar un giro y contonear su cuerpo seductoramente- Además se me ve muy bien ¿No crees?- El Joker gruñó y se golpeó el muslo con la mano, deseando internamente recostarla en su regazo y nalguearla por haberlo mantenido tanto tiempo en abstinencia. Los dos eran unos orgullosos. Harley sonrió ampliamente ante su reacción y, sin que él pudiese preverlo, corrió los últimos centímetros que los mantenía separados para echarle los brazos al cuello y estrecharse contra su figura- ¡Me alegra que estés aquí, Puddin! – El señor J no la apartó, se sentía bien tenerla cerca de nuevo.

-¿Qué querías que hiciera? Tus mocosos estaban volviéndome loco.

-Ya estás loco- se burló ella, escondiendo su rostro en el hueco de su cuello. – Y son nuestros…

-No tengo nada que ver con esas cosas.

-Yo opino lo contrario.- rebatió- Míralos, tienen una atracción natural por ti. Es como si supiesen quien eres…- Ya estaba comportándose como una psiquiatra otra vez, había veces en las que Harleen Quinzel afloraba en su persona sin ser llamada. Era como si no pudiese existir una sin la otra… Harley y Harleen coexistían en un solo cuerpo, y colisionaban en una sola mente.

-¿Y quién soy?- indagó con la misma desgana que de costumbre. El arlequín deslizó una mano por su pecho, recorriéndolo genuinamente, feliz tras las arduas jornadas de distanciamiento.

-Su papi…- le respondió llegando a la cinturilla de los pantalones masculinos. Lo oyó gruñir complacido y siguió descendiendo hasta la entrepierna del hombre, incentivándola sobre la ropa. Las manos de su Puddin apresaron su cintura y la acercaron con violencia a su pelvis, manteniendo ambas intimidades en contacto. La rubia realizó un movimiento provocador, como si estuviese siendo penetrada, y luego llevó sus dedos a la espalda estructurada del Joker, arañándola hasta sentirlo estremecerse- Tu los pusiste en mi interior, ¿No lo recuerdas?- murmuró en su oído- Si quieres puedo ayudarte a hacerlo- su lengua recorrió el cuello tatuado del Señor J, sintiendo el pulso desbocado bajo su tacto- Puedo mostrarte cómo sucedió…

-¿No tienes que calmar dos mocosos, Harley?- devolvió él, también en su oído, aunque el tono ronco de su voz le indicaba cómo terminaría todo eso.

-Papi ya se encargó muy bien de ellos…- arguyó dejando un camino de besos desde su mandíbula hasta la comisura de sus labios- Ahora mami necesita un poco de atención…

Esa terminó por ser una excelente noche de reconciliación.


Después de aquella perfecta jornada, las cosas se acomodaron para bien. Harley volvió a dormir en conjunto a su Puddin, aunque para disgusto de este, eso significó tener que mudar la habitación de los niños al mismo piso que ambos ocupaban y, además, instalar un sistema de monitoreo para que su madre supiese en qué momento requerían de su presencia. No se quejaba, al menos ella ya no hacía caso omiso de su persona. Podía decirse que repartía su atención entre los tres. A menudo él se encontraba preguntándose a sí mismo- ah… los dulces debates mentales- por qué o cuándo había empezado a ser tan flexible en cuanto a su reina concernía, al final terminaba discutiendo con su propio cerebro porque todas las respuestas lo llevaban de lleno a… eso.

Cuando los niños se acostumbraron a estar con sus cuidadoras, Harley decidió que ya era tiempo de volver a las calles para barrer a toda la escoria que pretendía opacarla. Debía mantener una reputación como reina de Gotham City. El Joker no había podido disimular su entusiasmo el día en que ella había vuelto a acompañarlo al club y a sus bromas nocturnas. En no más de una semana, el payaso líder del crimen y su poderoso arlequín se encargaron de hacerle recordar a todos quienes eran, difundiendo el pánico en la ciudad al igual que antaño. El retorno de la reina ocasionó que todas las alertas policiales se activasen a su paso ¡Y eso era tan divertido! Amaba sembrar el caos junto a su Puddin, adoraba el modo en el que ambos se pavoneaban en el Vaydor púrpura, asumiéndose intocables, carcajeándose en su insana felicidad. Harley elevaba su voz todo lo que podía adrede, pues bien sabía que eso a el Señor J le encantaba, después de todo, él le enseñó a reír. No podría haber sucedido de otra manera, desde que la notase como un arma perfecta en Arkham el se avocó a la tarea de perfeccionarla. Jamás hubiese imaginado que, en medio de lunáticos, hallaría a su reina de corazones, a su diamante en bruto, a su trébol de la suerte y su pica letal. Harleen Quinzel, su cuerda doctora, terminó por representar más que una carta de libertad. Seducirla no había resultado difícil, ella era tan buena e inocente, tan apocada pese a que nadie podía negar su beldad e inteligencia… Era curiosa, y la curiosidad es la mayor criminal en las mentes. Su fascinación por el hombre de cabellos verdes la llevó al abismo, y feliz cayó al vacío romántico que había idealizado en su cabeza…

Regresar al trabajo la hizo sentirse igual a aquella ocasión en la que acompañó a su Puddin a jugar por primera vez. Había algo sumamente atrayente en la oscuridad que el rey dejaba al descubierto cuando realizaba una de sus acostumbradas travesuras… Era hermoso ver como la gente se asustaba en los instantes culmines, aquellos en los que él se les aproximaba, las carcajadas indicando su presencia en medio de la noche, haciendo estallar todo a su paso e infundiendo el miedo en cada ser. Lo mejor de su retorno, sin discusión de por medio, radicaba en la pequeña broma a Batman. El Señor J se había dejado capturar, cerca del muelle y, cuando el murciélago se disponía a llevárselo a Arkham, ella saltó ágilmente desde uno de los botes anclados, pateó su cara y la arremetió contra uno de los buques traseros, dejándolo atontado. Su Puddin se había reído muy fuerte mientras se incorporaba, el bastardo de negro lo había golpeado. Ella se había puesto más que feliz cuando él le besó la frente y enredó su brazo izquierdo en su cintura. Lo oyó emitir un prolongado gemido de angustia, como si realmente estuviese compadeciéndose de su adversario.

-¿Qué pasa, Bats? No te ves muy contento- liberó una nueva carcajada y ella lo acompañó en tanto se aferraba a su cuello. Batman intentó incorporarse, pero el golpe lo había mareado.

-Si, Batsy ¿Qué pasa? ¿Acaso no me extrañaste? – Esa vez fue ella quien inició la ronda de risas maniáticas- ¿No te has preguntado en donde estuve todo este tiempo? – el murciélago emitió un graznido adolorido y levantó la mirada para responderle a su enemiga.

-Sí, lo hice. – Admitió escueto- Tuve dos teorías. La primera: Ambos traían o traen algo entre manos…- una nueva queja abandonó sus labios- La segunda: Creí que él al fin se había deshecho de ti- Harley frunció el ceño, era clara la molestia que esa afirmación le ocasionaba- Teniendo en cuenta lo que le importas di por sentada la segunda opción- se burló. El arlequín chilló con histeria y se soltó del abrazo de su Puddin para avanzar hasta el hombre, ni bien estuvo lo suficientemente cerca le golpeó el rostro, haciéndolo caer una vez más- ¡Mi Puddin jamás haría algo como eso!- gritó- ¡El puede ser un poco duro pero…!

-Ya lo sé… te ama, ¿Verdad? – la cortó desde el suelo, sosteniéndole la mirada. El Señor J se recostó contra uno de los barcos, sabía que por más que su contrincante intentase manipular la mente de su chica, ella siempre le sería devota- No sé en donde has estado, Quinn. Francamente tenía una tercera opción, una que me decía que te habías marchado lejos para rehacer tu vida. Lamento que eso no sea verdad…

-Cállate…- siseó.

- Eres lista. Eres una psicóloga. Sabes que su relación es enferma, que no está bien…- prosiguió- Él solo te utiliza, eres su juguete, no te…- un nuevo golpe le fue propinado y Harley se sorprendió al notar que había provenido del Joker.

-No es bueno decirles cosas feas a mi arlequín, Bats- gruñó poniéndose a su altura. Batman escupió la sangre que se había acumulado en su boca, manchando así la madera del muelle- No me gusta que le hablen de mi de esa manera, menos en mi presencia – se volteó hacia Harley, que se encontraba seria- ¿Tu qué piensas, cariño?- La rubia se fijó en sus intensos orbes azules, los mismos que sus dos hijos poseían. Él la quería, la quería, la quería… debía de quererla… Y Batsy… Batsy estaba mal, él era el villano de su cuento de hadas, el solo quería arruinar sus vidas.

-Mátalo…- murmuró rencorosa, el fuego de sus ojos destilaba todo el odio que se acumulaba en su pecho. El Joker curvó sus labios en una sonrisa simple y apartó su chaqueta para retirar su arma de la sobaquera.

-¿Qué has dicho, Harley?- inquirió burlón pese a haberla oído.

-¡Mátalo!- gritó ella, liberando toda la furia que se acrecentaba en su interior. En otra oportunidad, él le habría castigado por levantarle la voz y darle una orden. Pero en ese momento solo deseaba hacer lo mismo que le pedía su reina. El señor J se encogió de hombros y apuntó su arma.

-Lo siento, Bats- pronunció- No puedo negarle nada a mi chica. – Justo cuando se disponía a dispararle, un borrón verde, rojo y dorado se interpuso en su camino con un golpe brusco y lo arrojó contra el cuerpo de Harley. La reina se repuso de la caída rápidamente y volvió a adoptar la posición de combate.

-¿Me he perdido de algo?- inquirió el inesperado visitante mientras analizaba la figura esbelta enfundada en el traje de arlequín- Ha pasado mucho tiempo, Harls.

-Eres más irritante que yo, niño- devolvió ella. Harley se dio un impulso para girar con gracia en el aire y caer sobre su adversario en medio de un porrazo seco. El joven ayudante de Batman no demoró en contestar al ataque con una llave china que derribó al arlequín, haciendo que su rostro perfecto se golpease contra la madera del muelle. Eso le dejaría marca. El Joker rumió, molesto por la intrusión, y disparó su arma. Desde el suelo, el murciélago aferró la pantorrilla de su secuaz, haciéndolo caer para esquivar las balas que no tardaron en agotarse. Las sirenas comenzaron a sonar a lo lejos, advirtiéndoles de la proximidad de la policía- Veo que invitaste a tus amiguitos a jugar, cobarde.- se mofó la chica mientras extraía un delgado cuchillo de su bota derecha y lo arrojaba a la pierna del recién llegado. El menor liberó un alarido.

– Que bueno que dejamos una sorpresita en la entrada del muelle ¿Verdad, cielo?- la secundó el Joker. Harley se rió con su locura y rencor a flor de piel. Aún le dolían las palabras del murciélago. El Señor J se inclinó para presionar el arma blanca aún más, retorciéndola en la extremidad del asistente, haciendo brotar la sangre con sadismo. Cuando estuvo seguro de que el muchacho no podría caminar, se apartó riendo.

-¡Eres el mejor, Puddin!- exclamó la rubia antes de echarle los brazos al cuello para besarlo fugazmente. El Joker se la quitó de encima por medio de un empujón y la tomó del brazo con hosquedad.

-¡Deja de perder el tiempo y vámonos!- gruñó arrastrándola. Ella lo siguió sin inmutarse, nada le importaba. De cualquier forma todo cuanto quería era llegar a la mansión para ver a sus bebés. El Señor J la cargó en sus brazos para luego arrojarla sin ningún cuidado dentro de una de las lanchas de motor. Ella le ayudó a subir y juntos buscaron el modo de hacer funcionar el vehículo. El gratificante sonido de las aspas actuando les causó gracia.

-¡Bye, bye! – profirió Harley a ambos hombres heridos en el muelle.

Una vez que los dos estuvieron a una distancia prudente, el Señor J le ordenó detonar las bombas de la abertura del puerto, lo cual provocó una enorme explosión que destacó por la magnánima cantidad de gritos de civiles y policías. El arlequín volvió a reírse, más su Puddin se mantuvo callado. Estaba segura de que era porque no habían podido matar a Batman. Y todo gracias a ese mocoso. Supo de inmediato quien sería el próximo objetivo de los planes del Señor J…

Robín.


Nota del autor:

Estúpido Robín 7n7

¿Qué tal? Esa ha sido la primera parte de esta historia. No sé cuantos capítulos abarcará, pero serán pocos. Quizá no exceda al segundo.

Si alguno tiene dudas sobre qué es eso que tanto evita el Joker, en sus pensamientos, la cuestión será tratada más adelante, aunque quizá los que están en el fanatismo maniático de este personaje, como yo, ya se deben estar haciendo una idea.

Cualquier comentario o crítica es más que bienvenido/a.

En fin, Paauuu, aquí tienes tu historia, espero no haberte decepcionado.

Saludos a todos,

Aliniss.

PD: Para los que manejen poco el inglés, El titulo del fic significa "Antes" (En alusión a que los hechos son previos a la película) y el título del capítulo quiere decir "Cambios y elecciones (u opciones)", ese no creo que sea necesario explicarlo jeje.

Bye!