Capitulo 1: La guerra ha comenzado
No era la primera vez que aquello le pasaba. Se encontraba nervioso, dando vueltas por su habitación, intranquilo por la situación que acontecía. Aquello era diferente, el corazón le bombeaba a más de mil por hora, como si hubiera corrido 20 kilómetros en poco tiempo. Se paró de golpe, se llevó la mano al pecho y respiró profundamente con los ojos cerrados, tratando de calmarse. Aún no conseguía su misión, cuando la puerta de su habitación se abrió de golpe.
- Por fin te encuentro.
Shun se sobresaltó al ver aquella figura frente a él. No era como en las anteriores guerras ahora ya pasadas. Tan solo un susurro de su voz y comenzaban a temblarle las piernas, al tiempo que un sudor frío recorría su cuerpo haciendo que un leve rubor tiñera sus blancas mejillas. Se dejó llevar y observó con detenimiento aquellas ropas que se pegaban a su cuerpo delineando perfectamente aquel perfecto cuerpo. Cerró la boca, que noto abierta por la imagen frente a él y respiró profundamente, para contestar.
- ¿Para que me buscabas? – Las palabras salieron de su boca y sin saber cómo, salieron con más soltura de la esperada.
- ¿Para qué?
La muchacha miró un breve segundo a Shun y apartó su mirada para llevarla al suelo. Unió sus manos ligeramente, como tratando de ocultar su nerviosismo. Debía inventarse un motivo para aquella búsqueda, pues no podía decirle cual era el propósito real.
- Pues…
"Piensa rápido" Se dijo a sí misma. "Ikki te busca. No. Demasiado falso." Rebuscaba en su cabeza algo que pudiera servirle, cuando su vista fue a parar a un libro sobre el escritorio. "Sí. Eso es!". Por fin, decidió hablar.
- Quería que me prestaras aquel libro del que me hablaste – Recordó brevemente la temática – Ese de dragones.
- ¿Geist?
- Sí. Ese mismo.
- Pero…. – El chico no estaba del todo convencido – No sé si será de tu agrado la temática.
- Tú… - Qué más le daba a la chica la temática, si lo que quería era tener un tema de conversación para hablar con el muchacho. – Solo déjame juzgarlo por mí misma.
El muchacho, un tanto recuperado de su taquicardia, se aproximó a la estantería existente sobre el escritorio y miró los libros hasta que encontró el que andaba buscando. Lo sacó despacio y con cuidado de no dañarlo y se acercó nuevamente a la muchacha.
- ¿Estás segura? De verdad creo que te gustará más Como una tarde de verano.
- Shun, estoy segura…. Solo déjamelo.
Resignado y tras suspirar levemente le entregó el libro. La muchacha buscó el roce con el chico y este se ruborizo ante aquel contacto. De nuevo su corazón se aceleró más de lo necesario, haciéndole voltear pues sus ojos habían pasado a admirar aquel escote tan resaltado.
- Tómate el tiempo que necesites. Yo ya me lo he leído.
La muchacha miró el libro y observó como Shun le daba la espalda y se dirigía hasta la silla de aquel escritorio para tomar asiento. Solo el muchacho sabía el motivo de aquel acto y es que su amigo parecía haberse despertado ante aquella estrecha visión. Al ver que la chica no se movía de aquella posición y deseoso de estar solo, miró a la muchacha y preguntó, con un tono más nervioso del esperado.
- ¿Necesitas algo más?
Ertia, que así se llamaba la muchacha, negó con la cabeza y tras ofrecerle una de sus mejores sonrisas al chico, salió de la habitación, para correr hacia el jardín. Bajado las escaleras casi tropieza con la mismísima Saori, que se dirigía a su habitación a descansar. Ertia se paró de golpe al verla y le hizo una reverencia, con el libro bien pegado a sus perfectos pechos.
- Discúlpeme señora Atenea, no me di cuenta de que subía las escaleras.
La que era su Diosa sonrió y levantó su mano en señal de despreocupación.
- No te preocupes Amazona de Casiopea, pero deberías prestar más atención, pues tú misma podrías salir lastimada.
- Así lo haré señora Atenea
Volvió a hacer una reverencia y prosiguió con su camino, con prisas, pues su amiga ya le estaría esperando fuera.
De nuevo en la habitación, Shun tenía la frente apoyada sobre la mesa del escritorio y miraba, derrotado, su entrepierna.
- Buena hora para despertar – Se dijo a sí mismo, apenado por aquella situación.
Sus recuerdos volvieron a perderse en aquel momento en el que, por error o más bien por curiosidad, la observó salir de la piscina cubierta de aquella enorme mansión. La muchacha con aquel cuerpo perfecto, el bikini de color blanco y tamaño diminuto, resaltando su perfección, aquellos largos cabellos oscuros resbalando por su cuerpo y acariciando casi el final de la espalda y esos ojos… esos ojos tan intensos que la hacían irresistible a cualquier vista… No se la podía quitar de la cabeza desde aquel momento y mucho de su entrepierna, que clamaba por hacerse presente en cada pequeño roce o vistazo a la chica. Suspiró de nuevo y se llevó la mano a la entrepierna debido al picor por la presión de aquel miembro, ya bien endurecido. Se levantó con prisas y se dirigió al baño dispuesto a aliviar aquella tensión que sentía bajo el pantalón.
Mientras, en el jardín, la amazona del camaleón, se encontraba sentada a la sombra de un gran árbol, esperando la llegada, de la que se había convertido en su mejor amiga.
- ¿Y bien? – Preguntó la muchacha rubia. - ¿Cómo ha ido?
La guerrera de Casiopea mostró el libro a su amiga y se sentó a su lado, sin prestar atención a la pequeña falda que llevaba puesta.
- Pues… - Volteó a leer la contraportada de aquel libro y levantó la vista a su amiga - … No sé si me convence, pero todo sea por poder hablar con él.
- Ese libro es importante para Shun. – Dijo la muchacha rubia – No es que le agrade la relación entre ambos protagonistas, pero fue el primer regalo que le hizo su hermano tras las guerras. Ikki desconocía que el contenido no era… - pauso buscando la manera más correcta de describirlo – apropiado para hombres, pero aun así Shun lo conserva como un tesoro. – Le robó momentáneamente el libro a su amiga y lo ojeó por encima – Lo que sí recuerdo, es que la relación de los príncipes de Herno le gustaba – Sonrió a su amiga del alma – Dice que le recuerda en demasía su relación con Ikki. – Cerró el libro y se lo volvió a pasar a la chica – Si entras por ese lado, de seguro te lo ganas.
- Si tú lo dices, te creeré.
Ertia, ahora contemplaba el libro con una sonrisa bien amplia en la boca, con la esperanza de que lo dicho por June fuera verdad y consiguiera acercarse un poco más a aquel muchacho.
Shun, ya libre de toda carga pero con un pequeño remordimiento en su conciencia, salió de su habitación, pues se le estaba haciendo la hora de ir a trabajar. La fortuna que dejara Kido había dado suficiente como para pagar los estudios a los muchachos que así lo desearon. Aunque Shun había trabajado a medio tiempo para poder costearse sus propios estudios, sí recibió aquella ayuda para montar su propio negocio y ahora era un reconocido fotógrafo.
Por su parte Ikki, y tras mucha insistencia por parte de Saori, había tomado cierta responsabilidad en la corporación, más que nada, por ser el mayor de todos los hermanos Kido. Hyoga, que ahora vivía con Fleur, era un actor bastante famoso que se dejaba caer de vez en cuando por la mansión para ver a sus amigos y hermanos. Seiya, que ahora era profesor trabajaba en el orfanato enseñando un poco a los muchachos menos afortunados y ni que decir, que se pasaba el resto del tiempo junto a Miho, en su pequeño apartamento en el puerto. Llevaban unos años casados y Miho llevaba a cuestas a su no nato primogénito. Shiryu había convencido a su, reciente esposa, de vivir en Japón, lejos del dolor que les provocaba aquel lugar debido a la ausencia de Dokho.
Bajó hasta la cocina, en donde se apresuró a preparar el que sería su desayuno, sin darse cuenta que la que fuera su diosa se había aproximado silenciosamente por la espalda hasta abrazar al muchacho, dejando sus pechos bien pegados en su fuerte espalda.
- Buenos días Shun. ¿Hoy también te vas?
Shun volteó con una taza en la mano y le regresó el abrazo, además de un tierno beso en la cabeza.
- Si. Hoy más que nunca, no puedo faltar. El representante del grupo Los santos de bronce viene para entrevistarme. SI la cosa marcha, podré hacerles una sesión de fotos para el nuevo disco.
- Vaya. – La muchacha se separó del chico y se dirigió al cesto de la fruta para degustar una manzana, se sentó en uno de los taburetes y se quedó mirando al que era su caballero de Andrómeda – Eso es serio. Debes marcharte pronto entonces o llegarás tarde.
El chico asintió y tras apurar el contenido de su taza, se acercó a la chica y le dio un fugaz beso en la boca. Era por todos sabido que en más de una ocasión habían compartido habitación y cama, por lo que no les era de extrañar aquel comportamiento por parte de esos dos jóvenes adultos. Si bien era cierto que ya no había nada entre ellos, seguía existiendo ese algo que les conectaba. Además, partían de que nadie podía decirles nada, pues ambos habían albergado a un Dios en su interior, aunque uno de ellos ya no lo hiciera, y eso era, por demás, normal entre los Dioses griegos.
Ajena a esto, Ertia se adentró de nuevo en la casa junto a June, mientras ambas ideaban el mejor plan para que la menor se ganara el corazón de aquel dulce caballero. Al ver a Saori sentada en la cocina, June prefirió callar aquella conversación, aunque la Diosa, les instó a continuar con la charla.
- Por mí, no os cortéis. – Decía mientras comía la manzana recién provista – Podéis seguir ideando el plan para ganaros a Shun, aunque… – las dos amazonas se quedaron extrañadas mirando a la que era su Diosa – podría ayudaros, pues esto está muy aburrido últimamente.
Ertia miraba sorprendida a la que era su Diosa pues no sabía en que momento esta había notado su decisión para con Shun. Saori sonrió e instó a sus amazonas a sentarse en la mesa junto a ella.
- Veréis. – Comenzó a decir la Diosa una vez las chicas se encontraban sentadas – Shun no es lo que parece. – Dio un nuevo bocado a la manzana y contemplo a las muchachas un breve momento – Su naturaleza no le permite dañar a nadie y es por eso que NUNCA dará un primer paso hacia una relación… – Miró a June para agregar – Pero eso ya lo sabes tú, June.
La chica nombrada asintió con un poco de tristeza. No había pensado en esa posibilidad y si era así, había sido una tonta por no hacerse entender por Shun. Un pequeño dolor se instaló en su pecho, pues quizá, aún estaba a tiempo de hacerse con el muchacho.
Saori seguía explicando lo que sabía de Shun, pero ninguna de las dos amazonas estaban atentas a lo que su diosa les explicaba. June ya estaba ideando un plan interno para recuperar a Shun, si es que alguna vez lo tuvo. Ertia, por otra parte, interiorizaba para sí misma los consejos, que previamente, le había dado la que era, hasta el momento, su amiga.
La tarde cayó pero en la mansión las tres chicas aún seguían hablando sobre el único caballero accesible y soltero: Shun de Andrómeda. Y como suele decir el dicho, Shun apareció nuevamente por la cocina tras una dura entrevista. Las chicas se callaron en ese mismo instante, mientras Shun dejaba el casco sobre la mesa y se quitaba la cazadora de cuero de camino al frigorífico. Los tres pares de ojos no hacían más que observar el perfecto cuerpo del muchacho, que se les estaba exhibiendo, sin siquiera darse cuenta. Más parecía una tienda y él el objeto más preciado de la misma. Cuando cerró la puerta del frigorífico y volteó, las dos amazonas desviaron la mirada, para no ser vistas. Saori, por el contrario, seguía perdida en ese cuerpo que más de una noche había disfrutado.
- ¿Y bien? – Preguntó Saori al tiempo que Shun bebía un largo trago de su botella de zumo.
- Pues… - Volvió a beber un pequeño trago de aquella bebida y continuó hablando – La entrevista ha ido bien, pero me han dicho que lo tienen que pensar. Me llamarán la semana que viene.
- Bueno, si dices que la entrevista ha ido bien, entonces perfecto.
Saori se levantó y aprovecho para volver a abrazar a ese muchacho con el que aún soñaba en las noches. Las dos amazonas se miraron recelosas y se levantaron apresuradas para ver quien se llevaba el gato al agua. Acabaron las tres rodeando el cuerpo de Shun y este, casi sin poder articular movimiento alguno.
- Chicas, por favor. – Tras un incómodo momento, prefirió hablar - ¿Podéis dejarme respirar?
Las muchachas soltaron al chico y vieron como este se marchaba de la cocina. Las tres miradas se cruzaron. La guerra había comenzado.
