Prólogo
Ha pasado tiempo desde que vi las estrellas reales, tan majestuosas y brillantes que realmente era impensable creer que podrían irse, que podían desaparecer, nadie lo creía y sin embargo éstas se fueron.
Cuesta trabajo olvidar aquel horrible día en que todo empezó, cuando lo que parecía ser una noche apacible se convirtió en el anuncio a una guerra para toda la humanidad. Todavía puedo escuchar los gritos de la gente que se encontraba en el centro de la ciudad de Tokio, donde una de las Puertas apareció; aún puedo ver sus rostros aterrados si cierro los ojos, y sus muertes todavía me asustan durante las noches.
Por aquellos días sólo tenía once años, era una niña pequeña, una infante. Se suponía que había nacido siendo especial, que veía el mundo de forma diferente a los demás; se suponía que debí haber visto venir aquella aparición, aquellas Puertas que nos condenaban a todos, pero me tomó por sorpresa como a cualquier otra persona, como al resto del mundo.
Ya pasó tiempo desde entonces. Ahora he crecido un poco, casi trece años, y aún me veo muy joven. Tantas cosas han ocurrido.
No puedo evitar sonreír ante el lugar donde estoy parada, varios meses atrás este lugar era como mi segundo hogar, donde pasé dos años en estado pasivo ayudando a una joven que había sido condenada al igual que yo. Es un lugar al que ningún humano se atreve ir: La puerta del Infierno.
Meses atrás esta Puerta y la Puerta del cielo se conectaron gracias a la aparición de una nueva Puerta bautizada por mí como la "Puerta del Centro" o "La tercera puerta". Su aparición sólo significaba el inicio del fin para el nuevo cielo.
El hecho de poder ver las estrellas reales me pareció bastante normal. Fue para eso que había nacido, para poder regresarlas al mundo. Verlas me pareció totalmente natural, aunque no para aquel hombre que se encuentra parado a solo unos metros de mí y que mantiene cerca a aquella chica escandinava de cabello plateado. La misma chica que yo cuidé por dos años.
La verdad no fue culpa de ella ser elegida, tampoco fue culpa de él enamorarse de ella. Son sólo cosas que pasan, y por eso merecen una vida mejor. El nombre de ella me recuerda el tiempo que pasé planeando esto y el nombre de él me recuerda la vida que podría tener actuaba ya.
¿Me duele verlos? Sí. No se suponía que estuvieran aquí. No debían verme hacer esto. No quería decirles adiós.
¿Me molesta pensar en sus nombres? Sí, otra vez. ¿Por qué? Porque me recuerda lo que soy, y lo que voy a hacer.
Antes de que piensen lo que no es, les diré algo. No soy una contratista, no soy una doll…pero tampoco soy humana. He aceptado toda mi vida lo que soy, pero justamente hoy desearía más que nada ser cualquiera de las opciones anteriores.
Suelo pensar eso, pero de todos modos, aunque pudiera jamás cambiaria lo que soy. ¿Por qué? Porque sería injusto para todos los demás. Mi existencia entera es por ellos y siempre estará dedicada a ellos. Sin embargo…una persona me dijo una vez que debía pensar en mí de vez en cuando…
…Si…ha pasado mucho tiempo desde que vi las estrellas reales. Es triste que sólo puedo verlas un instante antes de cumplir con mi misión, una misión que ya era mía incluso antes de nacer y que he aceptado toda mi vida.
Mi nombre es Shiori, mucha gente me conoce como la Hija de la Noche, y voy a devolver el viejo cielo…aunque quizás eso sea lo último que haga.
