N/A: Weell, quería escribir algo para navidad, pero no se me ocurría nada. Así que me pareció buena idea tomar los prompts de un reto titulado "25 otp Christmas challenge". Sé que es un poco tarde, y "con un poco tarde" quiero decir MUY tarde, para publicarlo. Lo siento (bloqueo del escritor).

Centraré esto en Perry y Doofenshmirtz, a menos que cambie de opinión y centre algunos drabbles en otros personajes. Se supone que sean 25 drabbles, según tengo planeado de 500 palabras en promedio, auto-conclusivos y no relacionados entre sí (no mucho, al menos), pero no sé si termine de hacerlos todos o si lo deje y continúe al año o algún día. No sé. Por ahora solo voy a ir sobre la marcha.


Disclaimer: Ninguno de los personajes de Phineas y Ferb me pertenece. Son propiedad de sus creadores, Dan Povenmire y Jeff "Swampy" Marsh… y de Disney. Solo escribo por diversión (y por practicar) no por lucro.


25 días de navidad

Día 1:

Colocando adornos

Aquella gélida mañana de diciembre, Perry había arribado al edificio púrpura esperando alguna trampa, un inador, un monólogo y, sobre todo, no haberse congelado, al ir allí, por nada, pero en cuanto abrió la puerta (utilizó la llave que tenía, puesto que no quería romper alguna pared y terminar escuchando los reclamos del científico) supo que no sería así.

Una gran variedad de adornos y una cantidad exagerada de luces navideñas se extendían por el suelo. Sabía que el departamento era grande, pero no creía que se necesitasen tantos metros para adornarlo.

No obstante, el gran desorden no era lo extraño. Lo curioso era que, entre todas las cosas regadas, estaba Heinz, enredado en una cantidad considerable de luces navideñas, forcejeando con los cables, en un intento vano por liberarse.

En cuanto el ornitorrinco entró en su marco de visión, sin embargo, el doctor cesó sus acciones bruscamente. Le miró durante poco menos de dos segundos y solo sonrió con timidez.

Perry simplemente se cruzó de brazos y, dándole una mirada cansada, levantó una ceja en forma de interrogatorio. No necesitó hacer más. Como siempre, Heinz entendió lo que quería decir.

Vanamente, el doctor trató de recuperar algo de su compostura, borró la sonrisa tímida de su rostro y la reemplazó por palabras.

—Ah, hola, Perry el ornitorrinco —dijo—. Llegas tempano hoy…

Perry no cambió su expresión. No necesitaba ver su reloj para decir que no era cierto. Ya pasaba de medio día. El sol en el cielo se lo decía.

Heinz dejó caer los cables de sus manos y, con ellos, sus intentos de excusas.

—Mira, no hay planes malvados hoy —admitió—. No tengo nada preparado, porque se me hizo tarde y todavía no he terminado con esto. Además que…

Iba a divagar. Perry lo sabía. Por lo que solo lo cortó con un asentimiento leve, casi imperceptible, y dio media vuelta para irse.

Si no había planes no tenía trabajo ni porque estar allí. Y, sin embargo, a medio paso de su movimiento, Heinz volvió a hablar:

—¡Oh, vamos! No vas a dejarme así, ¿cierto?

Lo cierto era que Perry estaba más que dispuesto a salir de allí, regresar al calor de su hogar, pasar el resto del día con su familia y dejar al hombre con sus asuntos (aunque estos fueran estar enredado con luces navideñas en el medio de su sala, todavía eran asuntos). Es decir, cualquier agente secreto lo haría y, por esta vez, él no quería ser la excepción, pero una parte de sí sabía que no sería así. Solo hacían falta unas cuantas palabras y él se quedaría, aun a pesar del frío que había calado en sus huesos en el viaje.

—¡Vamos! No seas tan grosero. Una ayudita por aquí no me vendría mal.

Y ahí estaban. Las dichosas palabras.

Con un suspiro de derrota, Perry dio media vuelta y, volviendo sobre sus pasos, se dispuso a ayudarle con el enredo de luces y cables, mientras mentalmente se prometía que solo le tomaría unos minutos y volvería a su hogar tan pronto como terminara.

Al final del día, sin embargo, habiéndose quedado en el apartamento más de tres horas continuas, ayudando al científico no solo con el enredo de cosas, sino también a colocar las decoraciones navideñas, solo pudo preguntarse por qué aceptaba este tipo de cosas.