Summary:
Reprimir y ocultar los sentimientos, puede convertir un vaso de agua en una tormenta completamente devastadora.
Se aman. Se necesitan. Se apoyan.
Entonces, ¿por qué lo suyo no funciona?
Esta historia comienza donde las otras terminan, cuando se apagan las luces y la vida sigue con el anonimato de las palabras no dichas.
¿Qué viene luego de los felices por siempre?
Disclaimer:
Obviamente los personajes son prestados por S.M para jugar a nuestro antojo, solo no se lo digan. La historia es mía! por completo. Ya saben, no copiar y eso.
Importante:
Esta historia es rating M, solo por el tema que trata. Hay situaciones narradas que no son recomendadas para menores, así que ya están advertidas.
Lift me up
Capitulo I
Edward observaba desde el octavo piso, con su frente pegada al cristal, la tarde más lluviosa en Londres de la que se tuviesen registros. Su pie marcaba inconcientemente el ritmo de la canción que sonaba en la radio, pero él parecía no percatarse de nada más allá de su propia cabeza.
En sus manos se encontraba el anillo que horas antes Bella había dejado sobre el velador de su cama, la misma que compartían todos los días. Aquella que no compartirían nunca más.
Los edificios de enfrente se veían borrosos y la ciudad era gris, todo parecía un gran manchón descolorido. Sobre todo su vida.
Sentía su garganta ardiendo como si en su esófago hubiese una hoguera. Soltó una risa seca con aquel último pensamiento.
— De saber que llevaba una hoguera, yo mismo quemaba a esa bruja —pensó.
¿Cómo llegamos a esto?
Era todo lo que ella podía pensar.
Sentía ganas de azotarse la cabeza contra un muro. Tenía rabia, se sentía fuerte estando lejos de él, controlando la situación. Pero después de todo, ella sabía que aquello era solo una farsa para sentirse mejor.
La realidad era que se había convertido en una tonta masoquista.
Su pelo castaño estilaba, junto a su abrigo. Evidenciando de algún modo la tormenta que se desarrollaba no solo en su corazón.
— Su relación es una mierda —comentó Alice apenas la vio entrar en el bar.
Bella sostenía un pequeño bolso de color negro, como si intentara sostenerse a si misma. En él llevaba algunas de sus pertenencias, pocas cosas que logró rescatar antes de escapar del departamento que compartía con Edward.
Su rostro se veía demacrado, el maquillaje había decidido quedarse en todas partes de su cara, menos en los lugares que debía.
Maquillaje a prueba de agua, mis polainas —pensó cuando observó su reflejo en el espejo de la entrada.
— Es demasiado tormentosa —añadió Rosalie con rabia contenida, sentada sobre uno de los taburetes del bar de sus amigos.
— Tormentosa no sería nada. Es como si un volcán se enfrentara a un tornado cuando están juntos —agregó Alice observando a su amiga de reojo con una extraña mueca, un tanto apenada, otro poco fastidiada.
— Podrían solo seguir ignorándome como hasta ahora y darme un vaso de eso que están bebiendo —exclamó Bella exasperada, viendo como las dos chicas discutían de su vida privada como si ella no estuviese presente.
Alice llenó el pequeño vaso con tequila y sacó un limón, pero antes de siquiera llegar a cortarlo por la mitad, Bella ya estaba pidiendo que le llenaran el vaso nuevamente. Apenas y sintió el ardor del licor pasearse por su lengua y, por el contrario de otorgarle un sosiego a su angustia, le brindó escuetamente un escalofrió al bajar por su garganta.
Rebuscó en su abrigo con manos temblorosas, hasta dar con la cajetilla de cigarrillos, pero al encontrarla se dio cuenta que, como todo en ella, estaba completamente arruinada. El agua, había traspasado las telas y acababan de terminar de devastar su día.
Sentía como una ola de furia se expandía por todo su interior, amenazándola con dejarla al descubierto frente a sus amigas. No quería llorar, no más. No valía la pena.
Se negaba a escuchar nuevamente un "Te lo dije", de Alice. O las preguntas de las que ella insistía escapar.
— ¿Qué pasó ahora? —preguntó Rosalie.
— Rompimos.
— Eso es nuevo —murmuró, con sarcasmo, su pequeña amiga soltando un bufido. Le tendió otro vaso con tequila y fue solo en aquel momento que reparó en que la castaña no llevaba su anillo de compromiso—. ¡Oh por dios! ¡Eso si es nuevo! —exclamó tapando su boca con una mano y señalando la mano de Bella con la otra.
Edward y Bella habían terminado su relación un montón de veces – más de las que ella tuviese memoria –, Pero nunca habían roto su promesa.
Eran novios desde la secundaria, para ser más precisos desde que se la levantó a Jacob, su antiguo novio. Luego, en la universidad, compartieron sus estudios de arte, él en música y ella en historia. Pero tras decidir compartir su vida, todo cambió. La vida dio una voltereta ridícula y en cierto modo casi burlesca, ocultarse los problemas comenzó a crear desconfianzas, estrés y finalmente pasándoles una factura que no estaban en pie de pagar.
— Esto es serio, completamente serio —continuó la pelinegro, sin caber en su asombro—. ¿De verdad se acabó?
— Se acabó —repitió la castaña en un balbuceo poco entendible. Se bebió su segundo tequila de un sorbo y lo dejó de golpe sobre la mesa. Lo extendió hacia Alice, dándole a entender que quería otro, pero Rosalie le atajó la mano bruscamente y negó enérgicamente con su cabeza.
— No quiero tener que llamar a Edward luego para que venga a buscarte —dijo con tono de amonestación—. Apuesto mis extensiones a que su discusión fue por culpa de esto.
— No realmente, anoche bebimos vodka, ¿recuerdas? —inquirió irónicamente en respuesta. Empujó su brazo para soltarse del agarre de la rubia y lanzó el vaso nuevamente a la barra de manera insistente—. Alice, si no me lo llenas tú, lo buscaré en otro lado— reclamó.
Estaba realmente hastiada de que todo el mundo intentara manejar su vida. Si había dejado al amor de su vida por ello, poco y nada le importaba una amiga… o dos.
El celular de Edward vibró sobre su escritorio. Abrió perezosamente un ojo y miró los números rojos de su reloj despertador, que anunciaban las dos de la madrugada. Estaba seguro sobre quien se encontraba del otro lado de la línea, sin siquiera tener que mirar el visor.
Bella seguramente se había ido a emborrachar, y quería fastidiarlo. Gritarle alguna estupidez por teléfono y luego dormirse en el sofá de alguna de las chicas. No sería la primera vez, así que decidió no contestar. Estaba harto de que la castaña no quisiera resolver sus problemas e insistiera en escudarse tras el licor. No era una alcohólica, pero se había vuelto una adicta a las fiestas y él ya estaba cansado de eso.
Mientras intentaba quitarse de la cabeza a la chica, su teléfono lo interrumpió. Enojado, estiró el brazo y alcanzó el aparato para apagarlo, pero se arrepintió al ver el nombre de Alice en la llamada entrante.
— Espero que sea importante para que llames a esta hora —gruñó a la persona tras el auricular.
— Quería saber si Bella estaba contigo.
Sino era ella, era por ella. Estaba harto de Isabella Marie Swan—. No, de hecho no la veo desde anoche. Rompimos —sentenció encendiendo la lámpara de su velador para dar con un cigarrillo—, por la mañana ya se había llevado las cosas y fue muy amable en dejar su anillo sobre mi mesa —añadió encendiendo el cilindro en su boca—, aunque seguramente eso ya lo sabes, así que me sorprende que me llames. De todos modos, no está aquí.
A Alice se le paralizó el corazón. Estaba segura que su amiga se había ido a molestar a Edward— Mierda.
— ¿Qué pasa?
— Salió del bar hace como dos horas, había asumido que estaba contigo, pero quería asegurarme.
El ceño del chico marcó toda la preocupación que sintió en aquel momento—. ¿Bebió?...demonios, olvida esa pregunta, ¿qué tomó?
— Una botella de tequila.
Edward soltó de golpe todo el humo del cigarro. Bella, ebria, molesta y sola, nunca había sido una buena combinación.
— ¡Demonios! ¿Y tú la dejaste irse sola? ¿En que estabas pensando? ¿Dijo donde iba? ¿Con quien? ¿En que lugar pensaba quedarse? Mierda…ni siquiera puedo pensar…
— Se fue sola, dijo que iba al baño y luego desapareció. La perdimos.
— ¿Cómo que despareció? —acució el chico levantándose de la cama con rapidez—. Alice, Bella es una chica, no un manojo de llaves. No pueden perderla.
— Se fue, ni siquiera se llevó sus cosas. Pensé que había salido a fumar, pero simplemente desapareció. Se hizo humo. ¡Caput!
— En ninguna puta frase puede ser bueno decir "caput", así que no lo repitas.
— No te enojes conmigo.
Pero Edward ya no la escuchaba. Había finalizado la llamada para poder buscar las llaves de su automóvil. Solo le importaba encontrar a su chica antes de que la muy burra cometiera una locura.
— Pequeña tonta, ¿Dónde te metiste? —murmuró con insistencia observando todo a su alrededor. Luego de más de una hora de dar vueltas por la ciudad, decidió ir al único lugar que le quedaba por ver.
La antigua casa de Bella.
Aún permanecían algunas vigas. Una parte del pórtico, un tanto carbonizado, y los muros de concreto. Todo lo demás había sido consumido por un incendio hace tres años. En él, la hermana menor de Bella, Mía, había fallecido trágicamente por asfixia. Solo tenía dieciséis años y tras beberse una botella de brandy con su novio, ambos se habían quedado dormidos. Según los peritajes, un cigarrillo mal apagado había iniciado la desgracia. Mía no fumaba, por lo tanto, Isabella siempre supo que la culpa fue del chico a quien tanto odiaba.
Un año mas tarde y sin poder resignarse a la muerte de su hija, los padres de Isabella, decidieron irse de Londres para radicarse en Estados Unidos. Ya apenas y tenían contacto con ella. Querían dejar atrás todo lo que les recordara a su hija, incluso la mayor de ellas.
Arrodillada frente aquel lugar, se encontraba la castaña. La lluvia no había tenido piedad con ella y todo su cuerpo estilaba, fundiéndose a ratos con el paisaje.
Edward la vio, a lo lejos, incorporarse con dificultad. La siguió con la mirada, acercarse a lo que antiguamente había sido la puerta de entrada y por primera vez desde el incidente, la vio entrar a aquel lugar.
Salió rápidamente del auto al oírla gritar, entró corriendo al lugar y la encontró con las rodillas pegadas al piso, la cabeza entre sus manos y su cuerpo temblando violentamente debido a las convulsiones que le provocaba el llanto.
Se acercó corriendo hasta ella y se dejó caer a su lado para abrazarla.
— Tranquila —susurró apegándola a su cuerpo.
— ¡Déjame! —aulló la castaña con dolor. Se hizo a un lado y con dificultad golpeó el pecho de Edward para apartarlo—. Hijo de puta ¡Te odio! ¡Es tu culpa! —gritó olvidando por completo que el chico que tenía enfrente no era Ashton. Le dolía la cabeza y le costaba pensar con claridad. En aquel momento lo único que podía ver era el rostro del novio de su hermana— ¡Mal nacido! ¡Hijo de puta! ¡Maldito! ¿Por qué ella? ¿Por qué?
— Bella, tranquilízate. Amor cálmate.
Bella sintió como el aire se volvía cada vez más escaso. Un fuerte tirón en su garganta y un mareo ridículamente aturdidor, la llevaron directamente al piso. Más tarde tendría que lidiar con la vergüenza que le producía expresar abiertamente la tristeza de aquella perdida. Una perdida que en el camino la había dejado extraviada a ella también.
Bueno, en vista que aunque no lo crean acabo de terminar de escribir el ultimo capitulo de "Take a Bow" y esta historia la tenía hace mucho guardada en el sotano, decidi colgarla y compartirla con ustedes. Los ultimos capitulos de TaB los voy acolgar por día, uno hoy por la noche, el otro, según los rv, mañana o pasado y así. Espero ponerme al día en todo esta semana.
Para quienes siguen mis historias quiero pedirles disculpas por mi larga ausencia, pero entre las clases, y un monton de factores externos, había estado en sequia mental seria. De todos modos ya estoy de vuelta y con las pilas puestas, asi que a comentar bitches!
Okaaaaaayyyyyyyyyy! las adoro, aunque nunca respondo los mensajes, saben que los leo, sino no pediria mi alimento egolatra de comentarios...jajaajaja...
Bueno chicas, nos leemos y comentenme para saber que les parece la historia.
¿Dudas, sugerencias, libro de reclamos? Ya saben solo diganme!
muá!
