Nota: Este es mi nuevo fic Richartin/modern Thilbo AU :3
Un lindo y apasionado amor homo victoriano. Crossover de North and South y las historias de Sherlock Holmes. La historia es desarrollada a partir del canon original de los libros de Conan Doyle pero haciendo algunos ajustes.
…..
Capítulo 1 — Extraño encuentro accidental
Londres, 1881.
El Doctor John Watson había nacido en una familia altamente adinerada y respetada, sus padres eran dueños de una importante cadena de hoteles de lujo establecidos en Londres. Pero al morir su madre cuando él era tan solo un infante, su padre había decidido que debían mudarse a vivir a la lejana Australia, junto con su otro hijo y hermano de John, Henry Watson. El nuevo negocio que sus socios y muy buenos conocidos le habían sugerido establecer en Australia prometía mucho. De esa forma el joven John Watson vivió su infancia lejos de su tierra natal hasta que retornó a Londres y comenzó a asistir al instituto. Se matriculó en la universidad de Oxford con gran entusiasmo y contando siempre con toda la influencia pudiente de la cual pertenecía su familia. Los Watson habían vuelto a invertir todos sus negocios en Londres. John Watson no se sentía nada mal de haber vuelto a casa. Seguía siendo británico de sangre y corazón. Pero su estancia ahí se vio interrumpida por el mandato que el deber le dictaba y partió a tierras lejanas.
Fue una dura época para el Doctor John Watson desde que había tenido que terminar sus prácticas médicas en las lejanas tierras de la India, justo después de terminar sus estudios universitarios en medicina en la universidad de Oxford. Pero debido a que en aquellos años se había desatado la Segunda Guerra Anglo-afgana el Doctor Watson se vio obligado a unirse al escuadrón médico de la milicia británica en las áridas tierras afganas. La milicia británica había requerido sus servicios en ese territorio durante poco menos de dos años.
Desafortunadamente durante su servicio le habían alcanzado a herir en el brazo y al contraer la enfermedad de tifus decidieron enviarlo de vuelta a Inglaterra para recuperarse
John Watson siempre había sido instituido bajo una educación refinada, había estado siempre rodeado de lujos y había asistido a las mejores instituciones. Su educación estaba enteramente culturizada. Sus modales eran motivo de orgullo para la aristocracia. Y sin embargo no tenía un ápice de soberbia. Su altruismo era íntegro.
Ahora el doctor Watson se encontraba de nuevo en Londres. Habían pasado algunos meses desde que había sufrido la convalecencia de aquel desafortunado impacto de bala, que se había incrustado dolorosamente en la parte superior de su brazo. En aquel momento el dolor intenso le había hecho sentir como si no pudiera ser capaz de utilizarlo de nuevo en el futuro pero ahora se había recuperado casi por completo, aunque aún debía de usar un cabestrillo para mantener rígido el brazo.
Aquel era un día lluvioso, sin duda la humedad del aire provocaría que la noche fuera fría, más de lo usual tratándose de la época de verano. John Watson decidió salir a caminar por las modernas calles empedradas del centro de Londres cuando la lluvia cesó. Le agradaba sobremanera observar el bello reflejo de las cosas en los charcos de agua. A pesar de que los enormes charcos de agua de lluvia cubrían el asfalto, las calles estaban tan concurridas de gente como si fuese un día soleado. En ese momento Watson reparó en algo que no había considerado desde que había vuelto a Londres, la población citadina estaba incrementando bastante en comparación con el año en que había zarpado con rumbo al medio oriente, hacía casi 3 años. Sin duda debía ser por causa de la inmigración, era el pleno auge de la revolución industrial.
Watson sabía que se debía andar con cierto cuidado al atardecer pues era la hora cumbre en que usualmente los trabajadores de las fábricas terminaban su turno de labores y se abarrotaban por todas las veredas que les conducirían a casa. Pero Watson era sumamente cauteloso, era un hombre estrictamente ordenado en la organización de sus horarios. Llevaba siempre consigo un fino reloj de bolsillo para no perder jamás la hora. Sabía que el tiempo de salida de los trabajadores había terminado hacía una hora.
La noche comenzaba a caer, en las calles pasaban finos carruajes tirados por hermosos caballos. Sin duda era algo que siempre amaría de Londres. Las casas comenzaban a iluminarse con faroles y candiles. La noche se volvía estrellada, las nubes se habían disipado en lluvia después de todo. Pero Watson también amaba los paseos nocturnos, hacía mucho tiempo que no daba esos paseos pues había tenido que permanecer en el hospital y luego en cama durante los últimos dos meses. En realidad ésta era la primera vez que podía darse la oportunidad de salir hasta esas horas.
Watson hizo una compra en una distinguida panadería. En ese lugar preparaban los mejores bollos y hacía mucho tiempo también que no los probaba. Le gustaba comerlos para la cena y disfrutaba aún más comprarlos por él mismo. Aún para hacer un simple pago Watson jamás perdía su elegancia, nadie hubiera pensado que él era un doctor militar que había servido en tierras afganas. Era todo un caballero inglés.
Pero al estar en el umbral de la panadería dispuesto para salir se dio cuenta que la lluvia volvía a caer. La gente de fuera corrió presurosa para protegerse. Watson no estaba dispuesto a que su preciado pan se mojara con el agua, eso parecía importarle más que sus nuevos y finos mocasines. Caminó presuroso por toda la calle para llegar a la esquina y tomar algún taxi, protegiendo la bolsa con pan bajo su largo abrigo. En un par de ocasiones no pudo esquivar algunos charcos por lo cual irremediablemente sus zapatos quedaron manchados de barro. Pero eso no le detuvo, faltaba muy poco para llegar a la esquina y seguramente ahí no tardaría mucho en pasar un taxi.
Antes de alcanzar a llegar a la esquina de la calle divisó lo que deseaba, un moderno taxi tirado por dos caballos marrones. Watson hizo la señal y el llamado para que el vehículo se detuviera y en cuanto lo alcanzó se apresuró a abrir la portezuela. Pero en ese momento una enguantada mano masculina se adelantó a abrirla primero. Watson no había volteado a ver el rostro de aquella persona en ese momento, en el acto repentino sólo había alcanzado a notar la elegancia del traje negro que el hombre en cuestión llevaba puesto.
—oh, lo siento—se excusó John Watson al tiempo que re sostenía la bolsa con pan cubierta bajo su gabardina y acomodaba su sombrero de bombín, que se había desajustado durante su recorrido acelerado.
—descuide, tome usted el taxi por favor—respondió el elegante hombre. Además de estar vestido con elegante saco largo y negro, llevaba también un sombrero de copa alta. En ese momento Watson divisó al fin su rostro. Aunque la lluvia le impidió verlo detalladamente en ese momento Watson se percató de que aquel hombre era sumamente atractivo y las patillas que llevaba le hacían lucir mucho más interesante. Watson se mantuvo dubitativo durante un breve lapso, aunque lo cierto era que había quedado un poco anonadado, en primer lugar debido al accidental alcance de sus manos pero también debido al elegante porte del misterioso hombre —por favor tome usted el taxi, puedo esperar a que otro llegue—dijo el elegante hombre de sombrero de copa usando una voz sutil y amable. Le dedicó una breve sonrisa y le indicó a Watson que tomara el asiento dentro del taxi.
Al escuchar su voz, Watson quedó mayormente intrigado. La pareció demasiado extraño, pero sin duda en tan solo un instante la cavernosa y masculina voz de aquel hombre le había cautivado. Watson se sintió pasmado pero cuando el elegante hombre le indicó por segunda vez que tomara asiento de forma sumamente caballerosa, Watson salió de su embelesamiento y decidió que podía dejar que él tomara libremente el taxi.
—oh no, no, por favor creo que he sido yo el inoportuno. Por favor tome usted el taxi—expresó el rubio. La lluvia parecía incrementarse poco a poco y si no se daba prisa su pan recién horneado irremediablemente quedaría completamente arruinado.
—Oh no, por favor tome el taxi, y hágalo pronto porque la lluvia está empeorando—dijo el hombre de sombrero de copa mientras veía como el sombrero de Watson chorreaba de agua en incremento.
—Por favor caballeros, ¿alguno de los dos tomará el taxi o no? —cuestionó de pronto el chofer del vehículo.
Watson volteó a ver de nuevo al elegante hombre y le sonrió. Entonces el señor elegante reparó en sugerir.
—¿Le importaría si tomo el taxi junto con usted…señor?—expresó. Agua torrente de lluvia caía también desde su sombrero. A Watson de pronto le pareció divertido y resistió reírse de ello y sin detenerse a dudarlo siquiera un poco asintió a su sugerencia.
—De acuerdo, no hay problema—respondió el rubio y de inmediato ambos caballeros de atuendos ahora empapados se subieron al vehículo. Watson le indicó al chofer que el domicilio al que quería llegar no quedaba demasiado lejos de ahí y le indicó cuál era la calle. El chofer ordenó a los caballos que avanzaran la marcha. Los caballos relincharon. La lluvia se mantuvo extensiva.
Estando dentro del vehículo ambos tuvieron que sentarse muy juntos, el taxi no era muy espacioso, pero eso no importaba porque al fin estaban atajándose de la lluvia. De pronto el doctor Watson se sintió grandemente avergonzado, nunca antes se había imaginado metido en tal situación, tratando de conseguir ocupar un taxi que también deseaba otro caballero para huir de la lluvia. Y el caballero era muy apuesto y de alta alcurnia. Y ahora ambos estaban empapados.
—lamento el vergonzoso incidente, debí haber pensado más pronto en sugerir utilizar ambos el taxi. Le ruego me disculpe, caballero—el elegante hombre se excusó con el doctor.
—oh no, también fue mi culpa no haberlo pensado antes. Tal vez usted tenía más prisa en ocupar el taxi. Creo que usted lo llamó antes, creo que he sido yo el inoportuno—expresó Watson dubitativo, soslayando un poco la mirada mientras se ocupaba por inspeccionar que su bolsa de pan no se hubiera estropeado. En cambio el elegante hombre no dejaba de mirarlo. Para ese momento ya se había quitado su sombrero de copa.
—permítame presentarme señor, mi nombre es John Thornton—dijo al fin y esbozando una sonrisa extendió su mano para saludar al doctor Watson debidamente. Watson tardó un poco en reaccionar, estaba tratando ahora de quitarse su sombrero de bombín. Cuando se hubo despojado de él quedó al descubierto su dorado cabello, que se mantenía seco aunque un poco desaliñado, seguro por culpa del sombrero. Entonces Watson extendió su mano para devolver el saludo.
—oh mucho gusto, yo soy el doctor John Watson.
—¡Vaya! que sorpresa encontrarme con un doctor de porte tan elegante y con el mismo nombre que yo—expresó Thornton efusivo. Le agradaba que su nuevo conocido se llamase igual que él.
—bueno debo decir que para mí también es algo muy grato. Usted parece ser una persona muy importante—agregó Watson.
—no sé cuál debe ser exactamente el factor para ser considerado persona importante pero debo decir que soy propietario de algunas fábricas distribuidas por toda Inglaterra—explicó con voz suave y serena.
—¿de verdad? Eso es fascinante. Entonces seguramente usted es alguien bastante adinerado. Ahora no me explico cómo es que usted andaba pidiendo por un taxi cualquiera—expresó Watson con asombro.
—bueno la verdad es que no me gusta ser demasiado ostentoso, sobre todo cuando me gusta dar pequeñas caminatas por las calles al llegar el ocaso y especialmente cuando ha cesado la lluvia. No veo la necesidad de usar un vehículo propio si sólo salgo a caminar un poco. Pero de pronto esta lluvia me sorprendió y éste fue el primer taxi que pude llamar. Por cierto, espero que no se haya estropeado su pan—el tono de voz del señor Thornton sonaba con refinada sutileza. Watson se sintió más interesado en el elegante hombre adinerado. Pero también se avergonzó un poco.
—oh descuide, parece que no le ha pasado nada a mi pan—respondió Watson un poco ruborizado, seguramente no era demasiado común que un caballero saliera a la calle sólo para comprar algunos bollos. De pronto le pareció incluso para sí mismo ridículo. Pero en cambio Thornton pensó que algo tan sencillo como eso era digno de apreciarse, precisamente por ser algo poco usual. Le pareció algo muy dulce. Thornton sonrió al notar el nerviosismo de Watson, pensó que no debía volver a tocar el tema del pan, podía ser un poco intimidante.
—bueno doctor debo decir que a pesar de los sucesos me ha dado mucho gusto conocerle. Me parece usted una persona sumamente refinada —expresó Thornton con sinceridad. Watson sonrió dubitativo y casi tratando de ocultar la aplastada bolsa de pan a su costado.
—Agradezco sus halagos. A mí también me ha dado mucho gusto conocer a tan elegante caballero— masculló el rubio doctor, un poco soslayado porque el señor Thornton le provocaba cierto bochorno. Tras dedicarle una sonrisa de pronto el coche se detuvo.
—aquí es el domicilio señor—anunció el chofer del taxi luego de hacer que su par de caballos se detuvieran frente a la entrada de un vecindario de clase alta, sin duda el sitio donde el doctor Watson vivía. Watson le pagó al taxista un par de peniques. La lluvia parecía haberse reducido a una simple llovizna suave.
—fue un gusto conocerle señor Thornton. Si algún día requiere alguna consulta general no dude en acudir a mis humildes servicios. Estaré siempre a su entera disposición—-dijo Watson al tiempo que descendía del vehículo pisando el suelo mojado con cuidado y acto seguido sacó de uno de sus bolsillos de su abrigo una pequeña tarjeta y se la entregó en la mano al señor Thornton. La tarjeta ponía "Dr. John H. Watson" e incluía la dirección de su consultorio. Lo cierto era que desde su regreso a Londres y luego de su recuperación en el hospital el doctor Watson había recién abierto su propio consultorio e iniciado las consultas hacia recién un par de semanas atrás y el negocio parecía estar yendo bien.
Thornton le sonrió y tomó la tarjeta con caballerosidad. La guardó con cuidado dentro de su bolsillo y volvió a fijar la mirada en el menudo doctor.
—gracias doctor, lo tomaré en cuenta—dijo Thornton y antes de que Watson se dispusiera a dar el primer paso, agregó —ah doctor, por favor espere un momento por favor —le detuvo Thornton y entonces sacó de su bolsillo también una tarjeta y se la extendió al doctor Watson. El rubio doctor la tomó con cuidado, pues ya se había vuelto a poner el guante.
—esta es mi tarjeta doctor Watson, es la dirección de mi despacho principal y de la fábrica matriz de mi industria. Por favor considere visitarme un día, con gusto le atenderé sin necesidad de que usted haga una cita previa— explicó Thornton con voz suave y le esbozó una sonrisa. Watson leyó con un rápido vistazo que la tarjeta ponía "industrias Thornton" y la guardó pronto en su bolsillo, para que no se mojara con la llovizna.
—gracias señor Thornton, lo tendré en plena consideración—expresó el doctor y Thornton le extendió la mano para estrechar la suya en despedida. Watson respondió ante ello. En el momento en que sus manos volvieron a estrecharse ambos sintieron por un breve instante que eso era algo familiar, como si fuera algo que ambos ya habían vivido. Pero descartaron de inmediato la idea. No podía ser posible si recién se acaban de conocer. Durante ese breve instante los ojos de ambos se encontraron por primera vez. Pero era tiempo de partir. Watson dio un paso atrás y Thornton cerró la portezuela del vehículo.
Watson caminó sobre la acera pero se detuvo por un momento para observar cómo el taxi se alejaba. La llovizna amenazaba con incrementar de nuevo. Watson se dio prisa para entrar al umbral de su vivienda.
….
John Watson se encontraba ya dentro de su dormitorio, el cual era amplio y finamente amueblado. Se había quitado los mojados mocasines llenos de barro al entrar y los había dejado en el pasillo. Ahora mismo estaba mirándose frente un gran espejo de forma ovalada y con marco dorado, al tiempo que se quitaba la corbata y miraba su propio reflejo. Se disponía a tomar una ducha, afuera seguía lloviendo y tal parecía que la lluvia persistiría toda la noche. Su ama de llaves le había preparado ya el baño caliente en la tina. En la mente de Watson no cesaba el recuerdo de lo que había vivido hacía casi una hora. La figura, el porte y el rostro del señor John Thornton eran algo que no podía ni quería olvidar. No podía olvidar a un hombre tan atractivo.
Watson se quitó cuidadosamente su cabestrillo y terminó de desvestirse y se sumergió en la cálida agua de la tina. La tenue luz de las velas del cuarto de baño comenzaba a provocarle sueño y sumado a eso el recuerdo del señor Thornton le hacía imaginar una situación onírica.
Pensó seriamente en hacerle pronto una visita. Después de todo siempre había sido particularmente bueno dentro de la burguesía relacionarse con otras personas de clase alta.
John Watson se sumergió dentro de la tina de baño. La temperatura del agua era muy agradable. El baño era relajante. Afuera la lluvia golpeaba por fuera el cristal de la ventana. En ese momento a la mente de Watson vino el recuerdo vívido con el señor Thornton dentro de aquel taxi que ambos habían compartido, la forma en que Thornton le había visto al preguntarle por su bolsa de pan, el tono de su masculina voz. John Watson reparó en que había sido un momento bastante vergonzoso, sobre todo por la mirada enternecedora que Thornton le había dirigido ante eso. Watson se sonrojó al recordar también su lánguida sonrisa.
…
Habían transcurrido algunos días desde que el doctor John Watson había conocido al señor Thornton y la rutina de su vida cotidiana había seguido su mismo curso, aunque ciertamente Watson a menudo se detenía a pensar en el distinguido señor Thornton durante el día. Salía a la calle ahora con más frecuencia y ánimo de hacerlo y cada vez que cruzaba por alguna esquina tenía la impresión de que podría encontrarse con Thornton de nuevo. Lo mismo le ocurría cada vez que veía de espaldas a un caballero con sombrero de copa alta. El sombrero de copa alta se había convertido en la clave. De pronto Watson pensó que esto podía llegar a convertirse en una obsesión. Trató de desecharlo de su mente.
Había sido una larga y pesada jornada, el doctor John Watson había tenido que atender a bastantes pacientes en su consultorio aquel día desde temprano por la mañana hasta el atardecer. Estaba exhausto. Su consultorio estaba muy bien equipado con todo lo necesario para desempeñar su cargo de médico general. La decoración de lugar era de un excelente gusto victoriano y en las paredes colgaban enmarcados sus títulos y diplomas. Por fortuna estaba atendiendo a su último paciente del día, solo debía terminar de escribir la receta, darle a la persona las indicaciones necesarias y marcharse al fin a casa. Terminó de hacer las últimas anotaciones y tras un apretón de manos con el paciente terminó su labor.
Al salir del consultorio el doctor Watson se percató que el cielo gris anunciaba una tormenta que se avecinaba. Esta vez había sido suficientemente precavido para traer consigo un paraguas. De nuevo retornó a su mente aquel anochecer en que se había encontrado por vez primera con el señor Thornton. Pero sería demasiada coincidencia encontrarse de nuevo con él en tales circunstancias. Watson llamó de nuevo por un taxi y ésta vez lo tomó sin problema. La lluvia cayó.
Al llegar a casa se encontró con la sorpresa de que su hermano Henry había llegado de visita. Hacía casi un mes que no le veía.
—buenas noches hermano mío—saludó Henry con educación y emoción de ver de nuevo a su hermano John y se acercó a él para darle un afectuoso abrazo fraternal –qué tal ha estado todo?- inquirió. Henry vivía en su propia casa, en un vecindario contiguo al de John.
—buenas noches Henry, ¡qué sorpresa tenerte por aquí! Pues ya casi me he recuperado por completo—respondió John.
—me alegra mucho saber eso. Y perdona mi atrevimiento de venir a visitarte a esta hora de la noche pero he sabido que el trabajo en el consultorio te mantiene ocupado todo el día. No quería interrumpir tu labor— expresó Henry. John terminó de darle su abrigo a uno de sus sirvientes.
—oh no hay problema y en eso tienes razón, el trabajo en el consultorio a veces está atiborrado, justo como hoy. Pero bueno, me da mucho gusto verte de verdad. Por cierto ¿qué tal ha estado todo en los hoteles? —preguntó John deseoso de saber el estado actual de la administración del negocio familiar que ambos habían heredado de su padre, después de todo uno de los hoteles era de su propiedad pero Henry se encargaba de supervisar la administración de ambos.
—los negocios están yendo muy bien, hemos tenido un gran aumento de ocupación en las últimas semanas. Puedo decir que estamos teniendo una muy buena racha—explicó el hermano mayor.
Henry era un economista distinguido, instituido en la mejor educación bajo las enseñanzas de los mismos célebres Neville Keynes y Alfred Marshall. Sin embargo Henry había acarreado consigo un problema psicosocial desde hacía años, el alcoholismo. Aunque desde hacía un par de años había entrado en rehabilitación para dejar el vicio.
—¿sabes hermano? Quiero hablarte de una nueva persona interesada en asociarse con nosotros—dijo Henry lacónico.
—¿en serio? Por favor háblame de esa persona interesada en el asunto—dijo John.
Los dos hermanos estuvieron conversando acerca de sus negocios familiares durante un largo rato hasta que Henry partió a su casa en su propio carruaje cuando ya había caído por completo la noche.
….
John Watson se fue a dormir luego de que su hermano se había ido. Esa noche había decidido no apagar un pequeño quinqué de su habitación, esa noche extrañamente la oscuridad le asustaba. Antes de poder conciliar el sueño pensó en su soledad, pensó que era la primera vez que reflexionaba sobre eso desde que había vuelto a Inglaterra. Quizá ya era hora de conociera a más gente para socializar. Quizá era buena idea ir buscando una esposa.
A la mañana siguiente John despertó temprano por la mañana, realmente seguía sintiéndose cansado, sintió casi como si no hubiera logrado dormir lo suficiente. La cocinera le preparó el desayuno que era un refinado desayuno inglés consistente en kedgeree.
Salió como siempre solía hacerlo cada fin de semana. Era sábado y John Watson no tenía que trabajar en su consultorio. Aquel día llevaba puesto un chaqué completo y elegante, correcto para llevar a la luz del día. John Watson terminó de abotonar su chaleco, acomodar su reloj en su bolsillo y tomó su bastón dorado, símbolo de su posición social.
Esta vez no tomó un taxi, había pedido a su chofer llevarlo en el carruaje tirado por dos corceles blancos. Había planeado ir a la plaza principal a hacer algunas compras en una prestigiada tienda. El recorrido le tomaría aproximadamente media hora y en un momento su carruaje pasó cerca de la zona industrial en auge en el moderno Londres victoriano. Watson había memorizado la dirección de la tarjeta que el señor Thornton le había dado hacía unos días. Cada vez pensaba más en el distinguido y misterioso señor Thornton. Algún día de estos seguramente no podría resistirse más a ir a hacerle una visita por cualquier pretexto. Pero pensó que éste no sería ese día. Podría ser todavía muy inoportuno.
—no hay necesidad de ir a visitar al señor Thornton—pensó Watson ensimismado. Miró su reloj, la hora marcaba que pronto sería medio día.
—hemos llegado señor Watson—anunció su chofer luego de hacer detener a los caballos. Watson abrió la portezuela y al salir del vehículo caminó hasta la plaza prestigiosa. En ese sitio tenían los artilugios más refinados de Europa. El escaparate de una tienda principal mostraba la nueva porcelana que estaba en venta.
Watson entró al lugar, lo atendieron con el mejor de los tratos que un caballero de su porte debía recibir. El interés total de Watson estaba posado sobre un lindo juego de té de porcelana que se exhibía en uno de los más vistosos aparadores. El precio era alto y eso le puso un momento dubitativo, pero pensó que no quería resistirse a aquel fino juego. Watson estuvo observando la vajilla durante un largo rato, la tetera y las tazas estaban detalladamente adornadas con flores pintadas artesanalmente. Figuró en su mente lo bueno que sería preparar sus reuniones de té diurno en esa tetera y disfrutar de su sabor en esas tazas. Watson adoraba el té y las reuniones, aunque usualmente no tenía a muchas personas a quienes invitar a disfrutarlo con él. Además desde que había partido de Inglaterra no había vuelto a organizar ni asistir a una reunión de té por la tarde.
Henry en cambio nunca había gustado demasiado la idea de tomar el té en organizadas reuniones, era una costumbre más propiamente femenina después de todo. Pero eso a John no le importaba. El juego de té terminó por seducirle, John Watson pidió al encargado que lo empaquetara porque pensaba comprarlo. Watson hizo el pago que pedían por el juego con 7 libras esterlinas.
Salió muy dichoso y orgulloso de su nueva adquisición. Tuvo enorme entusiasmo de estrenarlo, aunque tuviera que hacerlo en soledad.
El carruaje volvió a travesar la zona industrial, divisando todas las fábricas ahí erigidas Watson se preguntó en un momento cuál sería la de propiedad del señor Thornton.
El rubio doctor llegó a su casa, el chofer le abrió la portezuela ésta vez y John tomó con cuidado su caja que contenía dentro la frágil porcelana. Desde el umbral del jardín que conectaba a la casona en una vereda empedrada, John pudo observar que su hermano Henry se encontraba leyendo el periódico en una de las mesas del jardín que estaba más cercana a la entrada principal. John notó también que Henry estaba acompañado de un invitado, que vestía elegantemente. La doncella les servía un tentempié y Henry le agradecía. John se acercó a ellos aún con su juego de té en mano pero casi de inmediato se lo dio al mayordomo para que lo guardara dentro de la casa, indicándole que tuviera cuidado por tratarse de artilugios frágiles.
—hola Henry—-exclamó John y acto seguido el invitado y Henry le voltearon a ver. En ese momento John pudo ver el rostro del joven invitado. Era un joven muy apuesto vestido de etiqueta y que llevaba el pelo largo y amarrado en una coleta. El joven le sonrió con amabilidad y se levantó de su lugar de inmediato para estrechar su mano.
—hola señor Watson, gusto conocerle. Mi nombre es Aidan Thornton—expresó el joven. John le devolvió el saludo.
—el gusto es mío—respondió John, aunque aún se sentía enteramente curioso por saber quién era aquel joven, sobretodo porque llevaba el mismo apellido que el hombre elegante que no había dejado de estar en sus pensamientos. Aunque podía haber muchas familias Thornton en toda Inglaterra.
—oh hermano, permíteme presentarse al joven Aidan Thornton, él es nuestro nuevo interesado en asociarse a nuestros negocios—explicó Henry.
—oh ya veo, pues podríamos hablar más cómodamente de esto ahora. Me da gusto tenerlo aquí presente—dijo John con sinceridad.
Los tres hombres se sentaron a la mesa en el jardín y continuaron hablando sobre los negocios. De esa forma fue como John se enteró que Aidan era un joven emprendedor empresario recién graduado de la universidad que estaba aprendiendo a administrar los negocios de la familia y que venía ahora mismo en nombre de su tío.
—mi tío es un gran propietario de empresas textiles en toda Inglaterra y nos está enseñando a mi hermano y a mí a administrar los negocios de la familia. Aunque recién me gradué hace un año creo que ya tengo experiencia suficiente para manejar parte de esto, además Henry es amigo de mi tío…—expresó el joven animoso. John se sintió aún más intrigado aunque hasta ahora el joven Aidan aún no le había dicho el nombre de su tío. Cabía la posibilidad de que se tratara del mismo señor Thornton a quien había conocido en aquella tarde lluviosa.
—es verdad, John, conozco bien a su tío, es muy amigo mío desde la facultad en Cambridge y por eso te aseguro que nadie podría ser mejor socio para nuestra familia que ellos—dijo Henry sonriente.
—me gustaría conocer a ese señor Thornton, tú tío…—dijo John vacilante mientras sorbía sutilmente el contenido de su zumo de frutas.
—mi tío también desea conocerlo señor Watson, de hecho me dijo que hoy mismo le espera en su casa. ¡Oh que descortés y desconsiderado he sido!. Mi tío me encargó dejarles las formales invitaciones para ustedes al banquete que ofrecerá esta misma noche con motivo de la celebración del aniversario de una de sus fábricas. Habrá gente distinguida pero ustedes tienen una invitación muy especial, sobretodo porque Henry es muy amigo suyo—expresó Aidan al tiempo que sacaba de su bolsillo un par de invitaciones en tarjetas con bella letra de imprenta y se las extendía a ambos señores Watson. Y aunque ni Aidan ni Henry podían notarlo John se sintió un poco celoso de la última frase que el joven Aidan había pronunciado, que Henry era demasiado buen amigo de su tío.
—por favor John, no seas ridículo, ni siquiera sabes si se trata de la misma persona—pensó para sus adentros.
—oh, la dirección indica que se trata de una vivienda ostentosa—expresó John con voz queda, sin dejar de admirar la bella invitación.
—creo que sería mejor que llegasen una hora antes de iniciar la fiesta, así tendría tiempo de conocer a mi tío y hablar sobre el asunto de la sociabilidad de nuestras compañías—explicó Aidan, era un chico muy entusiasta lo cual contrastaba con la seriedad del mismo señor Thornton que John había conocido hacía días, pero también debía considerar que no había estado con él más que unos minutos y que desde entonces no le había visto. Seguía desconociendo demasiado del señor Thornton. Sin embargo podía sentir en el joven Aidan un aire parecido al señor Thornton, aunque eso podía también ser solo parte de su efímera imaginación.
—de acuerdo, muchas gracias por la invitación joven Aidan. Le prometo que estaremos ahí puntuales una hora antes del banquete—dijo John con gran amabilidad.
—además seguro que se divertirán mucho, a mi tío le gusta ofrecer sus fiestas de forma versátil y original.
—eso te lo puedo asegurar Johnny—añadió Henry esbozando una sonrisa, risible.
John se sintió emocionado ante la idea. Terminaron el tentempié y luego de hablar más acerca de los negocios de ambas familias, John y Henry ofrecieron a Aidan quedarse a comer para más tarde con ellos pero el joven rechazó amablemente la invitación porque debía alistarse para la celebración de la noche.
Despidieron al joven Aidan luego de que subió a su propia carroza de lujo, tirada por un solo caballo negro y luego Henry también se despidió de John. Se volverían a ver esa misma noche en la mansión de los Thornton. John entró a su casa y con todo el asunto del misterio del señor Thornton se había olvidado de que había comprado un lindo juego de té. Se detuvo un poco para destaparlo y contemplarlo durante un lapso. En un par de horas ordenó a la ama de llaves que le preparasen la ducha.
Luego del baño John Watson terminó de vestirse con su mejor chaqué, un conjunto de fina tela que había comprado procedente de París. Watson no era demasiado ostentoso en comprar ropa pero sí le gustaba estar a la última moda y ese traje le gustaba mucho. Además la ocasión lo ameritaba por completo, si iba a reencontrarse con el mismo señor Thornton que había conocido debía hacerlo vistiendo lo mejor posible. Se acomodó el cuello de su camisa, redobló los puños de sus mangas en la usanza londinense y ató adecuadamente su corbatón. Miró el reloj de péndulo que estaba dentro de su habitación y supo que la hora acordada estaba acercándose. Se sintió aún más entusiasmado. Peinó su rubio cabello lo mejor posible, jamás se había preocupado demasiado por cómo lucía su cabello pero esta noche extrañamente le parecía que debía cuidar cada detalle. Cuando estuvo completamente listo se dispuso a apagar el quinqué de su cómoda y salió de la habitación para bajar al recibidor. Afuera su carruaje ya le esperaba, listo para llevarlo al banquete.
Con total educación John indicó al chofer la orden para partir. En el camino el imponente Big Ben anunció las 8:00 pm en punto.
Al acercarse al lugar citado John Watson pudo escuchar y divisar como algunos carruajes comenzaban a acercarse, de todos ellos comenzaban a descender personas elegantemente ataviadas. Todo el camino que conducía hasta el portón principal estaba bellamente alumbrado con varios faroles a los costados del camino.
El carruaje de Watson se detuvo al llegar a la entrada principal donde los lacayos le recibieron de la mejor forma, su porte distinguido y su finura no podían pasar desapercibidos, era un invitado especial de clase alta y en cuanto Watson les dijo que él era el doctor Watson que el mismo señor Thornton había citado lo hicieron pasar de inmediato. Uno de los sirvientes le condujo al recibidor y le dijo que llamaría cuanto antes al patrón Thornton. Mientras el sirviente fue presuroso a avisar sobre el recién llegado Watson notó cómo sirvientes y doncellas estaban terminando los últimos preparativos para el banquete que se serviría dentro de una hora. Algunos de los otros invitados también estaban siendo recibidos.
La enorme casa era sin duda de un acabado glorioso, adornada de gusto muy refinado, se notaba que ahí estaba amueblado con lo mejor de lo mejor, los pisos y las paredes competían por belleza. Desde su perspectiva, Watson pudo divisar que en medio de las grandes escaleras había una gran pintura colgada sobre la pared. Era el retrato de un señor barbado, vistiendo ropas de la usanza del siglo pasado cuando los caballeros solían llevar aún los hombros almohadillados. Watson aún estaba admirando el cuadro desde su distancia cuando una mujer que lucía un vestido con enagua bien almidonada se le acercó. El vestido era de un precioso satín color carmín que brillaba bellamente por la luz de los faroles de la sala.
—¿Está usted esperando a mi hermano, señor? —inquirió aquella mujer. Watson se dio medio giro para ver la fémina.
—oh buenas noches bella dama, soy el doctor Watson, el señor Thornton me citó a mí y a mi hermano aquí una hora antes del banquete que ofrecerá. Aunque creo que mi hermano aún no ha llegado—explicó amable.
—Entonces usted es el famoso doctor Watson. Mi hermano le ha esperado gustoso toda la tarde. No tardará en bajar a recibirlo, le ruego le espere un poco-respondió ella.
En ese momento ella miró al frente con agrado, divisó que su hermano estaba bajando por las escaleras.
—oh, ahí viene mi hermano— dijo ella. Watson se dio medio giro y para entonces el señor Thornton estaba ya terminando de pisar el último escalón. Efectivamente se trataba del mismo señor Thornton que Watson había conocido previamente.
—buenas noches doctor Watson, que gusto verle de nuevo y en tan gratas circunstancias—expresó John Thornton con suma caballerosidad sin desdibujar una amplia sonrisa de su rostros. Watson se mantuvo un poco anonadado, estaba ciertamente emocionado, el señor Thornton de nuevo le estaba inspirando demasiada elegancia. Se estremeció.
—el placer es mío señor Thornton, además de que es una enorme sorpresa. Debo decir que jamás imaginé enterarme que es usted la misma persona que tiene interés en establecer negocios con mi familia— dijo Watson.
—será mejor que me retire, los veo en un rato caballeros—agregó la bella mujer y se retiró educadamente del lugar.
Entonces el señor Thornton extendió su mano para estrechar la mano de Watson en un caballeroso saludo. Watson un poco dubitativo le correspondió.
—su hermano Henry ha sido muy amigo mío desde hace algunos años cuando estudiábamos juntos en Cambridge— explicó Thornton mientras aún sostenía la mano enguantada de Watson. Thornton traía guantes de ante blanco. Y Watson no pudo evitar sentirse un poco celoso de nuevo ante tal comentario.
—Sí, él ya me lo ha dicho….—habló Watson secamente.
—y bueno doctor Watson, ¿por qué no mejor me acompaña a mi estudio? Ahí podemos hablar mejor a solas acerca de nuestro asunto a tratar. Henry aún no ha llegado, pero podría explicarle un poco mejor cómo va todo mientras él llega—sugirió Thornton audaz.
Thornton estaba elegantemente vestido con chaqué de etiqueta, su chaleco dorado hacía un excelente juego con su corbatón y el cuello amplio y almidonado de su camisa. Pero ésta vez no llevaba puesto el sombrero de copa alta.
—de acuerdo señor Thornton, me parece muy buena idea—respondió Watson, internamente se encontraba más entusiasmado.
Thornton le sonrió y le indicó que subieran las escaleras. Cuando pasaron a la mitad de las escaleras y estuvieron en la cercanía de la pintura del hombre barbado Watson notó que se trataba de un muy buen cuadro, una pintura bastante detallada. Un óleo de estilo neoclásico enmarcado en oro puro. Despertó su curiosidad saber quién era aquel hombre retratado, aunque seguramente era un ancestro de John Thornton.
Continuaron subiendo las escaleras hasta llegar al corredor. Thornton se mostró como un total caballero al dejarlo caminar al frente y luego de recorrer un poco el pasillo alfombrado Thornton le indicó cual era la puerta que daba a su estudio. Thornton giró la perilla de la puerta y al abrirla invitó a Watson a pasar primero.
Estando ambos dentro Thornton cerró la puerta de su estudio, la puerta era de caoba. La familia Thornton tenía muy buen gusto para decorar.
—y bien doctor Watson y dígame…¿por qué no fue a visitarme cómo se lo sugerí? ¿No le agradó mi persona? —dijo Thornton con voz cavernosa. Watson se intimidó un poco y estuvo dubitativo en qué responder exactamente. Entonces Thornton se acercó a él y le quitó el sombrero de bombín con atrevimiento y suavidad pero sin dejar de mirar la expresión de su cara. Watson se ruborizó tenuemente. Thornton colocó el sombrero del doctor sobre el perchero que tenía cerca de la puerta. Se volvió de nuevo hacia Watson para admirar de nuevo su expresión y el dorado cabello despojado. Thornton no había olvidado en todos estos días ese lindo cabello de oro. Seguía esperando por la respuesta de Watson.
—err perdóneme señor Thornton, la verdad es que no encontré demasiado oportuno ir a visitarle. No es por el motivo de que usted me haya desagradado, es porque no quiero que usted piense que yo soy una persona frívola. A mí me gusta conocer a la gente poco a poco—masculló el rubio doctor. Thornton trató de resistir una sonrisa burlona. El doctor le resultó de pronto bastante cándido.
—jaja bueno discúlpeme por favor doctor Watson. Disculpe mi atrevimiento, es usted un hombre bastante recto. Eso es de admirar. No quiero que usted crea que busco intimidarlo ni persuadirle, es sólo que…desde aquella vez precisamente noté que había en usted algo muy especial, precisamente esa rectitud y sinceridad. Debo confesar que sí esperé que algún día pudiera visitarme en mi despacho. Me gusta la gente interesante—confesó Thornton con voz trémula.
—bueno señor Thornton, usted tampoco se pasó por mi consultorio…—dijo Watson ahora un poco más temerario, casi como si quisiera provocarlo.
—oh lo siento doctor, tiene usted razón, pero la verdad es que a veces estoy muy ocupado…pero bueno, sólo han pasado unos días desde aquello de todos modos….
—Tiene usted razón también, sólo han pasado algunos días así que creo que es más conveniente zanjar estas nimiedades y atender el tema que nos atañe— expresó Watson tratando de no sonar tan áspero. La forma en la que Watson hablaba con determinación amigable despertó más el interés de Thornton por asociarse con el rubio doctor.
—doctor Watson, no sé por qué siento como si le conociera de hace tiempo…—Thornton le miró de nuevo fijamente y trató de acercarse más. Lo decía sinceramente.
—no sé exactamente a qué se refiere, no recuerdo haberle conocido antes. Además he de decir que estuve fuera de Inglaterra por más de dos años—contestó Watson con voz suave. Thornton seguía mirándolo, casi parecía que tratara de analizar cada parte de su rostro para recordar de dónde le conocía. Watson se sintió mayormente intimidado.
En ese momento Thornton dio dos pasos más al frente y le tocó un brazo, estrujándolo levemente. Watson sintió el contacto emocionante. Se mantuvo un breve silencio incómodo entre ellos hasta que Thornton le invitó a que tomara asiento. Thornton descubrió que Watson olía delicioso.
—por favor tome asiento, doctor…—Thornton le acercó la silla y Watson se sentó dubitativo. Cuando lo hizo Thornton posó ambas manos sobre los hombros del doctor con suavidad, intentando hacerle sentir confianza, que era totalmente bienvenido y recibido en su hogar, que estaba totalmente interesado en él…para hacer negocios y quizá también para entablar una amistad.
—gracias, es usted muy amable.
—por favor doctor Watson, antes que comencemos a hablar de nuestros negocios me encantaría poder conocer un poco más de usted. Quiero que nuestra relación sea amena y que exista confianza. No quiero que usted se sienta incómodo— Thornton trató de sonar lo más agradable posible. Su mirada azulina proyectaba dulzura, o eso fue lo que Watson percibió en ese momento. Watson pensó que compartía la misma opinión con Thornton, sentía como si ya le conociese de antes.
Antes de que Watson pronunciara palabra en respuesta a la sugerencia de Thornton en ese momento alguien llamó a la puerta.
…
Nota final: Bien, espero que hayan disfrutado de este primer capítulo. Ya verán cómo se irá desarrollando toda la historia. Todos vuestros comentarios son bienvenidos :3
