Disclaimer: Super Smash Bros., así como todos los personajes que aparecen en esta historia, pertenecen a sus respectivos creadores.
CAPÍTULO 1 - DÍA DE LIMPIEZA
Era el primer domingo de marzo. Para cualquier persona, eso significaba un día de descanso normal y corriente, pero en la Mansión Smash...
— ¡Wario, deja de intentar escaquearte!
— Esto es un asco...
— ¡Mirad, Mac no llega a la estantería!
— Donkey, si sigues tirando pelo, no acabaremos nunca.
En la Mansión Smash, desde hacía un año y por orden directa de Master Hand, el primer domingo de cada mes era día de limpieza general. Según la gigantesca mano, era un sistema para disciplinar a los luchadores:
"¡Limpiar curte el espíritu y requiere un gran trabajo en equipo! Deberíais estarme agradecido, que ya sé que muchos de vosotros ni sabéis lo que es un trapo.", había dicho entre abucheos.
Pero la verdad, o eso pensaba la mayoría de los guerreros, era que seguramente lo único que quería hacer era ahorrarse un día de servicio de limpieza. Tan simple como eso.
Aún así, les gustase o no, las órdenes eran las órdenes, y desobedecer a Master Hand era algo que no podían permitirse. Con más disgusto que otra cosa, los luchadores se acostumbraron a armarse cada principio de mes con cubos, fregonas y una gran colección de sprays de limpieza de dudoso uso.
Aquel día, y tras echar a suertes la división de los grupos de limpieza, hubo cuatro desafortunados a los que les tocó el sótano. A nadie le gustaba esa habitación porque hacía mucho tiempo que habían dejado de almacenar los objetos de combate allí, así que estaba llena de cacharros inútiles, casi como un trastero improvisado. Aldeana había dicho una vez que estaba convencida de que ese sótano era mágico y generaba polvo por sí mismo y, desde luego, nadie se había atrevido a contradecirla.
Normal. Cuando Samus, Roy, Mewtwo y Dark Pit entraron en el sitio, lo primero que les recibió fue una nube de suciedad que les atravesó las fosas nasales (menos a Samus, porque había sido lo suficientemente lista como para enfundarse su traje antes de bajar) y les hizo estornudar. Lo segundo, una familia de cucarachas que se marchó a toda velocidad escaleras arriba.
Suspirando, Dark Pit dejó caer de mala gana la escoba.
— ¡Pero qué asco! ¡Esto no lo han limpiado en siglos! Maldito Master Hand...
— Ya, la verdad es que es raro —contestó Roy mientras pasaba el dedo por uno de los recovecos de la puerta, llenándoselo de polvo en el proceso —. Juraría que los últimos en venir aquí fueron Peach y Shulk... aunque de sus compañeros no me acuerdo.
— Peach, Shulk, Mister Game & Watch y Zelda — la voz de Samus sonaba ligeramente metálica a través del traje. Tenía la mano colocada en la sien, como si estuviera activando alguna clase de función —. Lo acabo de comprobar en los registros.
Dark Pit se encogió de hombros, echando un vistazo más profundo a la sala. El sótano no era demasiado grande, pero horas de ingenio y cabezonería habían conseguido acumular en su interior centenares de objetos, desde muebles hasta pequeñas pertenencias que habían sido olvidadas con el tiempo. Algunos de ellos, los que estaban al fondo, estaban cubiertos por sábanas, probablemente para protegerlos del polvo. Otros no habían tenido tanta suerte y yacían así, al aire, invadidos por la suciedad y las mordeduras de los insectos.
Incluso la bombilla, que se mecía suavemente por encima de sus cabezas, estaba sucia, salpicada de un líquido indeterminado. Los borrones hacían que la iluminación de la sala fuese extraña, mareante. Irreal.
En cualquier caso, estaba claro que hacía muchísimo tiempo que nadie bajaba allí.
— Pues esos cuatro son unos cerdos — gruñó el ángel oscuro —. Se han saltado su tarea y se han quedado tan anchos.
Roy y Samus intercambiaron una mirada de desconcierto. Zelda, Shulk y Peach estaban entre los habitantes más responsables de la Mansión, y Mister Game & Watch era conocido por su amor hacia las tareas domésticas. Resultaba difícil imaginárselos ignorando su deber, especialmente si hacerlo suponía que otros tuviesen que encargarse de ello más tarde.
Sin embargo, la evidencia estaba delante de ellos. Ni siquiera los empleados regulares de la mansión, una gran tropa de goombas, wadlee dees y algún que otro míster Saturn que siempre, pasara lo que pasara, mantenían impecables las instalaciones, habían pasado por allí.
Era extraño. Muy extraño. Roy se propuso preguntarle a Peach al respecto a la hora de la comida, pero por el momento, lo único que podían hacer era aguantarse y ponerse manos a la obra. Si todo salía bien, en unas pocas horas habrían terminado.
— Bueno, quejándonos no vamos a solucionar nada, así que vamos allá — mientras hablaba, Roy se inclinó para coger un trapo húmedo —. Eh... Mewtwo, ¿podrías...?
Sin molestarse en responder, el Pokémon, que había permanecido durante toda la conversación apoyado en la pared con los ojos cerrados, levantó una mano. Algunos de los muebles empezaron a flotar por los aires, permitiendo el paso hacia la parte más profunda del sótano.
Roy se lo agradeció en voz baja. Desde que lo había conocido en el segundo torneo, Mewtwo siempre le había parecido un individuo... difícil. Siempre se mantenía en silencio y parecía incapaz de expresar cualquier emoción que no fuera enfado. Además, le inquietaba esa capacidad que tenía para adelantarse a todo lo que le pedían. Si de verdad lo conseguía porque le leía la mente a los demás, eso significaba que no tenían ningún tipo de privacidad. El Pokémon podía conocer sus secretos más oscuros, todo aquello que les daba vergüenza, que no querían recordar ni ellos mismos. Era como estar continuamente expuesto.
Concentrado en sus pensamientos, el lord solo se dio cuenta de que estaba mirando fijamente al Pokémon cuando le vio abrir los ojos levemente, clavando sus pupilas en las suyas. El tono malva que las rodeaba refulgía amenazadoramente y Roy, avergonzado, se giró para comenzar a limpiar.
No fue un rato agradable. Cada nuevo minuto que marcaba el reloj estaba acompañado por un insulto de Dark Pit. Al principio, por educación, Roy había contestado, confirmando que estaba de acuerdo con él aunque usase palabras más suaves. Pero pasada una hora, se hizo todo tan repetitivo que le fatigaba contestar. Por su parte, Samus, que siempre había sido una mujer de pocas palabras, se dedicaba por completo a su tarea en la más absoluta concentración, aprovechándose del filtro de aire de su traje para llegar a los sitios más sucios. Mewtwo no se movió de la pared. Su único apoyo consistió en levantar los muebles cuando se lo pedían y en alcanzar objetos que estaban demasiado altos. Nadie se atrevió a quejarse. ¿Para qué? Discutir solo les retrasaría.
Todos se extrañaron cuando Samus rompió el silencio. Agazapada en una esquina a la que había accedido con la Morfosfera, tenía el brazo extendido en dirección al suelo.
— Acabo de encontrar una trampilla.
Dark Pit chasqueó la lengua.
— Oh, Dios mío, una trampilla en el sótano. ¡Creo que me voy a morir de emoción! — dijo, imitando burdamente el tono animado de Pit — Cúbrela y ya está. Me niego a limpiar lo que haya debajo. Bastante mierda nos hemos comido ya con esto.
Pero la cazarrecompensas sacudió la cabeza.
— No es eso. Lo que pasa es que esta trampilla no estaba aquí antes.
— ¡Anda ya! — replicó el ángel oscuro — ¿No se supone que esto no se usaba desde el tercer torneo? Se te habrá olvidado que estaba y listo.
Roy se acercó como pudo a Samus, pero la gran barrera de muebles le impedía llegar hasta donde se encontraba. Se conformó con encaramarse a una de las sillas para intentar ver mejor, pero prácticamente no lo logró.
— Este sótano era el que se usaba en el segundo torneo para almacenar los objetos de combate — explicó —. Bajé muchas veces aquí para cogerlos y nunca vi una trampilla. ¿Seguro que no la pusieron durante la siguiente temporada, Samus? Yo no estuve, así que no puedo saberlo...
— Imposible. En cuanto vinieron los luchadores del tercer torneo, Master Hand dijo que era mejor recolocar los objetos. Decía que esto era demasiado pequeño para tanta gente. No tiene sentido que se pusiera a hacer obras después de quejarse de la falta de espacio.
— Ya, supongo que no, pero...
Dark Pit sobrevoló por encima de ellos, visiblemente enfadado.
— ¿Pero qué más da? ¡Dejad la trampilla de una vez! La haría Crazy Hand, que va a su bola.
— Puede ser, pero... — Samus hablaba en voz baja, casi para ella misma más que para los demás. Su mano se deslizaba por los botones de su casco a gran velocidad —. Noto algo extraño y no sé qué es.
— El monstruo del sótano, no te jode — murmuró el ángel. Luego, suspirando, regresó a la estantería que estaba limpiando —. Bah, haced lo que queráis. Pero yo, en cuanto acabe mi parte, me largo de aquí. Paso de perder el tiempo con estas idioteces.
Nadie le contestó. Viendo que Roy era el único que parecía interesado en lo que acababa de descubrir, Samus le tendió la mano para ayudarle a pasar por encima de los muebles. Los dos tuvieron que apretujarse en el pequeño espacio que quedaba entre la madera y la pared.
Ahora sí, el lord pudo ver a qué se refería su compañera. A sus pies había una plancha de madera hinchada, tan oscura que casi parecía negra. Al contrario que todo lo que les rodeaba, estaba reluciente. Ni una mota de polvo había osado posarse en las vetas, incluso a pesar de que eran muy amplias. Por las bisagras y la agarradera tampoco parecía haber pasado el tiempo: eran metálicas, pero sin rastro de óxido.
Súbitamente nervioso, Roy se pasó la mano por el pelo.
— Está muy nueva, pero los muebles... Nadie los ha movido en mucho tiempo. Si han dejado hasta marcas en el suelo...
— Así es — respondió Samus —. He intentado analizar la composición química del material, pero me salta un error. Mi ordenador dice que no se encuentran coincidencias.
Roy la miró de reojo, intentando que su voz no sonase demasiado alterada.
— ¿Y eso es normal?
— Mi sistema tiene registrados elementos químicos de la mayor parte del universo. No. No es normal.
— Ah.
Los dos se quedaron unos segundos en silencio, sin saber muy bien qué decir. De pronto, lo que había parecido un descubrimiento normal en el sótano, se había convertido en algo de lo que preocuparse.
Esa trampilla, simple y llanamente, no pertenecía al lugar. Era como si algo totalmente ajeno a la mansión la hubiese ocultado allí, esperando que nadie la encontrase.
— Voy a abrirla — informó Samus —. Roy, tú apártate. No sabemos si puede salir algo tóxico del interior.
El lord obedeció y se encaramó a la mesa más cercana, intentando alejarse. Por primera vez en el día, se lamentó de no haber traído consigo su espada. Confiaba en el poder de Samus, pero le angustiaba la idea de dejarla sola ante el peligro, viendo que sus otros dos compañeros habían decidido ignorar por completo el asunto.
Despacio, la mano de la cazarrecompensas rodeó la agarradera, dejando que pasasen unos segundos antes de volver a moverla. Ni quemaba, ni estaba fría. De hecho, según su traje, no había ninguna lectura de temperatura. Era como si el objeto entero no existiese.
Tras mirar una última vez a Roy y asegurarse de que estaba a salvo, Samus respiró hondo y estiró de la barra con todas sus fuerzas.
NOTOQUESAMIHERMANAQUÉESTASHACIENDOOHDIOSESNOELLANOPORQUÉHASIDOTODOMICULPAELLOSNOHEPODIDOHACERNADAPARASALVARLOSNOQUERIAMATARLOSELEXISTEPORQUETUNOESTUVISTENUNCACONSEGUIRASNADANONONONOMAMÁMAMÁPAPÁMAMÁNOSPROTEGIÓPERONOPUEDOHACERNADAAUNQUETENGAESTEDON
Sintió que volaba. A su alrededor, el sótano había dejado de existir, y también sus compañeros. Lo único que era real eran esas voces, esos gritos que se superponían, que hablaban a la vez, que llenaban su cerebro, sus oídos, su cuerpo entero. Quiso gritar y no encontró la fuerza para hacerlo.
Era demasiado. No podía soportarlo. Una espesa negrura había absorbido sus sentidos hasta convertirla en poco más que una de las criaturas con las que tanto había luchado en otros planetas.
TEABANDONARONPORQUENADIETEQUIERENISQUIERAPUDISTESERUNBUENAMIGOSELOSHANLLEVADOALOSDOSVOYASERELSIGUIENTENOPUEDOCAMBIARLASCOSASQUIENSOYNOMEGUSTALOQUESOY
El conocido aroma a sangre y carne quemada empezó a bailar sobre sus fosas nasales. Dejó de respirar, notando que el desayuno empezaba a ascenderle hasta la garganta. Luego parpadeó. Delante de ella estaba él, grande, con su cuerpo amoratado, sus garras, sus colmillos, su hocico que siempre conseguía retorcer en forma de sonrisa burlona.
Ridley. Llevada por el instinto más animal, levantó el cañón que llevaba adherido al brazo y apuntó entre los ojos de la criatura.
¡DETENTE!
El disparo resonó en el sótano con una potencia atronadora. De repente, Samus ya no se encontraba en aquel lugar extraño, ahogada por la negrura, sino rodeada... no: cubierta de polvo, y delante de ella, humeante y despedazada por el láser, yacía una mesa de metal que hasta hace pocos segundos estaba intacta.
Tras ella, y cuando lo vio sintió que se le hacía un nudo en la garganta, estaba Roy.
Si no hubiera sido por Mewtwo, que había interpuesto el mueble entre sus dos compañeros a una velocidad vertiginosa, Roy estaría muerto.
— ¡Samus! — gritó el lord, esquivando los restos de la mesa y acuclillándose al lado de la mujer — ¡Samus! ¿Puedes oírme?
La cazarrecompensas se llevó la mano temblorosa hacia uno de los botones de su casco, levantando la visera. En sus ojos se leía el más absoluto de los desconciertos.
— Te he disparado...
— Eso no importa. ¿Estás bien? Tenemos que subirte a la enfermería y...
— ¡Te he disparado, Roy! ¡Claro que importa! — gritó, aunque sin perder los estribos. El guerrero bajó la cabeza y Samus se dio cuenta de que estaba temblando. Se esforzó por bajar ligeramente su tono — ¿Qué ha pasado? ¿Por qué he hecho eso?
— Psé, si no lo sabes tú... — empezó a decir Dark Pit, pero Roy sacudió la cabeza, indicándole que no era el momento oportuno para eso. El ángel enmudeció.
— Abriste la trampilla y, de repente, te lanzaste hacia atrás. Luego empezaste a moverte, como si estuvieras huyendo de algo, y cuando te cruzaste conmigo...
Antes de que la cazarrecompensas pudiera responder, Mewtwo flotó hasta colocarse a su lado. Su rostro seguía mostrando la misma expresión que de costumbre, como si en ese cuarto no hubiera pasado absolutamente nada fuera de lo normal.
— Yo también lo he oído — dijo telepáticamente. Mewtwo rara vez hablaba usando su voz —. Todo lo que has escuchado ha resonado en mí. Los gritos. Las voces. Hombres, mujeres, niños y adultos hablando a la vez. Yo también lo he oído.
Roy y Dark Pit se sorprendieron. Fue el ángel el que acertó a preguntar primero:
— ¿De qué estás hablando?
El Pokémon, sin mirarle, respondió:
— Cuando Samus abrió la trampilla, algo entró en su mente. Demasiada información para un ser humano. Sufrió un colapso. Yo también pude oírlo.
— ¿¡Que algo entró en su mente!? — Dark Pit apretó los puños con fuerza — ¿¡Está poseída!?
Mewtwo sacudió la cabeza sin apartar ni por un momento la vista de Samus, que a su vez también estaba mirándole fijamente. La mujer no se atrevía a hablar, esperando el veredicto de su compañero.
— No. En ningún momento lo ha estado. Solo ha sufrido lo que a cualquiera de vosotros, humanos, le hubiera pasado ante tanta información. Vuestras mentes son muy limitadas.
— Y todo eso ha venido de la trampilla... — añadió Roy —. Deberíamos salir de aquí inmediatamente e informar a Master Hand. ¿Puedes levantarte, Samus?
La cazarrecompensas asintió. Se sentía muy mareada, pero no era nada grave. Había vivido cosas peores. Despacio, consiguió ponerse de pie. Roy se quedó a su lado por si necesitaba apoyarse en él para caminar, y aunque no aceptó el gesto, sí lo agradeció internamente. No estaba acostumbrada a encontrarse en problemas rodeada de gente. Casi todas sus aventuras las había pasado a solas.
— Venga, moved el culo — la voz de Dark Pit sonaba vacilante —. Me quiero largar de aquí cuanto antes.
Mewtwo ayudó a mover los muebles, despejando el camino para que Samus, que aún se movía despacio, presa del mareo, pudiera avanzar sin complicaciones. Aunque tardaron más de lo que les hubiera gustado, muy pronto los cuatro estuvieron frente a la puerta del sótano, listos para volver al piso superior.
Pero cuando Dark Pit accionó el picaporte, no pasó nada. La cerradura crujió como si alguien la hubiera bloqueado. Lo volvió a intentar, más fuerte y con más insultos.
Nada.
Mewtwo le apartó de un empujón y colocó los dedos delante de la puerta. Estaba dispuesto a mover los pistones con sus poderes, consciente de que el paso del tiempo debía de haber afectado al mecanismo. Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que no podía hacerlo.
Por más fuerte que lo intentara, los pistones no se movían. Era como si estuvieran congelados en el sitio.
— No puede ser... — murmuró Roy al ver la cara del Pokémon —. No me digas que...
La voz de Dark Pit le impidió continuar. Había perdido su tono chulesco y sonaba mucho más fuerte de lo normal.
— Chicos. Se ha hecho más grande.
Samus, Mewtwo y Roy, que estaban concentrados en la puerta, no comprendieron al principio a qué se refería el ángel. Un segundo más tarde, cuando se giraron, desearon que todo fuera una alucinación.
Pero no.
Tal y como había anunciado su compañero, la trampilla, que antes apenas había destacado entre los muebles, ahora ocupaba una buena parte del suelo.
Y lo peor era que, entre las tablas de madera oscura, una especie de neblina negra amenazaba con escapar, mortal, siseante.
Les estaba llamando. La trampilla quería que la abrieran.
Incluso sin tocarla, Mewtwo era capaz de notarlo. A sus oídos llegaban pequeñas frases en forma de cuchicheos. Estaba convencido de que sus compañeros, esos pobres humanos, o casi humanos, desprovistos de poderes psíquicos, ni siquiera podían percibirlas, pero existían.
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El Pokémon flotó ligeramente hacia delante.
— ¿Quién eres? — preguntó, y sus tres compañeros se volvieron hacia él como si estuviera loco.
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— No te entiendo bien.
No hay salida. No hay salida. No hay salida. No hay salida.
— ¿Por qué no hay salida?
Roy contuvo el aliento, sorprendido, al igual que sus compañeros, por el aparente monólogo del Pokémon. Mewtwo parecía estar comunicándose con lo que fuera que estuviera al otro lado de la trampilla...
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— Nunca. Es obvio que se trata de una trampa. Por mucho que nos retengas, los demás nos encontrarán. Saben que estamos aquí abajo.
Mientras hablaban, la trampilla continuó extendiéndose más y más, al principio lentamente, luego cada vez más rápido. Los muebles que la tocaban empezaban a vibrar, movidos por aquella extraña bruma negra.
Dark Pit empezó a golpear la puerta.
— ¡Socorro! ¡Estamos aquí abajo! ¡Socorro!
Roy se unió a sus gritos mientras Samus trataba, inútilmente, de ponerse en contacto con los teléfonos y ordenadores de la mansión. Como si el sótano ahora perteneciese a un mundo distinto, las conexiones estaban cortadas.
Por más golpes que intentaron dar a la puerta, ni una rasgadura apareció sobre ella. Cuando Samus, harta de todo aquello, disparó su rayo cargado al máximo, la superficie de madera volvió a aparecer entre el humo como si se tratase de una señal de victoria.
Gritaron. Incluso Mewtwo trató de mandar emisiones telepáticas al resto de luchadores, pero no hubo respuesta. No vino nadie.
laoracióndePaulaseperdióenlaoscuridad
Y lentamente, sin parar
elfuturoquevemosnoestágrabadoenpiedra
la trampilla continuó extendiéndose hasta que la neblina les tocó los pies
hayalgoquenosmantieneunidoscomohilosinvisibles
y quemaba y estaba fría a la vez. Una corriente de sensaciones les arrastró mientras la bruma ascendía por sus cuerpos, cubriéndolos por completo.
Lo último que vio cada uno de ellos fue a sus compañeros inundados de negro. Después, todo desapareció a su alrededor.
Nota de la autora: Después de mucho tiempo sin escribir, he decidido traer esta pequeña idea que me lleva rondando desde hace unos días. He aprendido de mis errores anteriores, así que ahora tengo todo el guion planificado para evitar atascos.
Creo que me ha quedado un capítulo largo (¡diez páginas!), pero ha sido inevitable. Lo único que espero es que a nadie le haya parecido aburrido.
Como aclaración, me gustaría explicar que con las palabras "torneo" y "temporada", los personajes se refieren a los diferentes juegos de la saga. El "segundo torneo" sería Melee, el tercero Brawl y el cuarto Smash Bros. for WiiU/3DS. De ahí que Roy explique que abandonó la mansión en cierto momento.
Sin más dilación, me despido. ¡Nos leemos!
