Ni Inuyasha ni sus personajes me pertenecen. No hago esto con fines de lucro.
Este fic será una serie de viñetas sobre lo que Sesshomaru considera que ha perdido, quizás para tratar de explicar un poco de su forma de ver la vida.
Espero que les guste, y que me hagan saber su opinión, créanme que es de gran utilidad para saber que está haciendo bien o mal un escritor
Lo que perdí
Capitulo I. - Lo que decidió irse
Sesshomaru era conocido en todo Japón como uno de los demonios más fríos y crueles que vivieran sobre esas tierras, nunca demostraba emoción alguna aún en la situación más peligrosa, nadie podía saber lo que realmente pensaba o sentía, ni cuáles eran los motivos de sus acciones. Nadie, excepto su padre.
Su padre, el único ser lo suficientemente cercano como para ver más allá de lo que dejaba ver. Si tenía que hacer o decir algo que implicara un tipo de emoción, Sesshomaru lo haría de forma sutil o lo diría entre palabras, y su padre comprendería el verdadero significado, porque él también era así, y ambos se entendían en la sutileza.
Para Sesshomaru, su padre era el demonio más grande de todos los tiempos, el más poderoso y honorable. Poco a poco y sin darse cuenta, había colocado un velo de admiración sobre sus ojos que lo mantenía en un mundo donde su padre era invencible, no tenía debilidades y no cometía errores. Un mundo donde él, al ser el hijo y único heredero del monstruo más respetado del oeste, podría verse siempre rodeado de poder. Nunca se le cuestionaría ni desobedecería y eso era una tranquilizadora ventaja en una época donde las guerras eran la única forma de supervivencia.
Sí, todo era como debía ser. Todo…hasta que su padre cometió un gran error: permitió que una humana cautivara su corazón y todo lo que eso implicaba. Para empezar, estaba el obvio desprecio a su sangre demoniaca, a su raza, el engaño a su madre, y claro, la humillación a la que exponía a su familia por involucrarse con un insignificante humano. Y fue ahí cuando el velo se desvaneció y lo dejó expuesto a la siempre molesta luz de la verdad; su padre no era perfecto, tenía debilidades, cometía errores.
A Sesshomaru le dolió el gran error de su padre. Pero jamás lo dijo ni lo reconoció a nadie, - ni a sí mismo - ¡porque un sentimiento de ese tipo era inaceptable para alguien como él! Así que le llamó "enojo" al dolor, para poder lidiar con él. Para que una palabra escondiera lo obvio, y adoptar una actitud de profunda indignación.
Pero cuando se enteró que la mujer estaba esperando un hijo, a su dolor – enojo se le sumo un resentimiento que nacía en lo profundo de su ser, pues su padre había decidido mezclar su valiosísima sangre con la de un asqueroso humano, cometiendo así, su segundo gran error. ¿Es que a su padre no le fue suficiente con tenerlo a él como hijo?, ¿Tanto lo había decepcionado como para necesitar otro heredero? Era incomprensible para él.
Pero al parecer, Sesshomaru no era el único que consideraba erróneo aquello, pues se corría el rumor de que un samurái humano estaba furioso y buscaba una forma de dar caza a su padre por "embrujar" a la princesa a la que él servía. Y esa furia no tardó en materializarse, pues, el día en que la mujer daría a luz, el samurái liberó un antiguo y poderoso espíritu para que se enfrentara a su padre, creyendo que de esa forma se libraría de él. Y su padre – siendo tan poderoso como era- logró sellar al dragón, pero resultó mortalmente herido.
Al saber que su enemigo seguía vivo, el samurái se apresuró a asegurar el castillo donde la humana estaba en labor de parto. Era obvio que la mataría junto al hibrido recién nacido y que esperaba que su padre fuera a rescatarlos para al fin darle muerte. Y, efectivamente, su padre iba en camino.
Todos sabían que Sesshomaru era un demonio frio y cruel, y que estaba demasiado "enojado" como para buscarlo y tratar de detenerlo, ni siquiera por ser de su propia familia. Pero, en realidad, el sí trató, a su manera, claro, pero lo hizo.
Porque a pesar de todo el resentimiento que había crecido en él, aún con toda la indignación y el dolor y el enojo, Sesshomaru decidió que todo podía ser olvidado, si su padre decidía no ir al castillo – que seguramente pronto ardería en llamas – y dejaba a esa mujer y su futura cria morir allí. El fuego se encargaría de borrar todo rastro de esos "dos errores" y las cosas podrían volver a ser lo que eran. Porque en el fondo, tenía la desesperada necesidad de tener de nuevo al padre que veía más allá de lo obvio, y entendía lo sutil, y escuchaba lo que nadie más podía.
En el fondo, Sesshomaru apreciaba a su padre y no quería que muriera.
Fue a buscarlo y lo encontró ya muy cerca del castillo, parado a la orilla del mar. Seguramente alcanzó a percibir que él se acercaba y había detenido su marcha para hablar – quizás por última vez – con su primogénito.
Tenía una profunda herida en su pecho y su aura era casi imperceptible. La muerte rondaba a su alrededor y su padre lo sabía, se le escapaba la vida en forma de gotas carmesí e ir al castillo en esas condiciones significaría una muerte segura…pero…si decidía quedarse a descansar sus heridas, quizás se recuperaría, quizás aún tenía una oportunidad de sobrevivir, solo era cuestión de que la tomara.
Sesshomaru quería decírselo, quería pedirle que reconsiderara todo, que no fuera. Quería decirle tantas cosas, pero, encontró que no podía, no porque fuera frío y cruel, sino porque, simplemente, no sabía cómo; toda su vida había sido de esa forma. Así que usó lo "sutil" y esperó que su padre entendiera…
-¿Vas a ir, padre? – "Quédate, olvídate de ellos", habló lo sutil.
Todo dependía ahora de su padre, de la elección que tomara, todo podía repararse o terminar de romperse con una decisión y Sesshomaru esperó que decidiera bien.
-¿Vas a detenerme, Sesshomaru? - "No puedo hacer eso"
Y todo fue dicho, y el resto de la conversación fue solo una extraña – y, por su parte – resentida despedida.
