Hola a toda la comunidad de FanFiction :D
Bueno, este es mi primer FanFic de Devil May Cry que publico, y me gustaría que me dieran su más sincera opinión :)
Espero que les guste, amo este proyecto ya que me sale solo, y estoy trabajando mucho en él.
Sin más, les dejo aquí el prólogo de mi historia, y repito, espero les guste :)
Título: The Return of the Damned Soul (El regreso del alma maldita)
Autor: Bakyuura
Marco temporal: Después de lo ocurrido en Devil May Cry 4
Disclaimer: Devil May Cry, así como sus personajes y trama base NO me pertenecen (por desgracia), sino a Capcom.
Sinopsis: Una nueva amenaza está de regreso. Algo o alguien está detrás del plan de levantar de nuevo la Temen-Ni-Gru, al igual que Arkham y Vergil lo hicieron tiempo atrás. Todo esto es presentido por Dante, el cual no descansará hasta descubrir qué es lo que ocurre y sobre todo, a quién pertenece esa presencia que tanto lo perturba. Un alma torturada vuelve a la vida para hacer lo que en el pasado no ha podido... Nero sufre un extraño trastorno, el cual altera su vida totalmente, así como la de todos a su alrededor; en especial la de Dante, el cual tendrá que tomar la decisión más difícil.
Así se lee la historia.
—"Devil May Cry"… (Pensamiento)
Devil May Cry… (Lectura o escritura)
—Devil May Cry…— (Diálogo y acción en un sueño)
Prólogo
En la oficina Devil May Cry, un impaciente Nero esperaba sentado frente al escritorio de un despreocupado Dante, el cual no sabía de la llegada de éste, y permanecía encerrado en el baño. Un fuerte rechinido provino en dirección a la derecha del ex-caballero santo, el cual giró la cabeza para ver al caza demonios salir con una revista en mano. Éste, al percatarse de una leve risita, giró bruscamente en dirección al joven, notando su presencia y su cara burlona; entonces se sintió enrojecer y arrojó la revista a lo más lejos y profundo del baño, cerrando después la puerta con brusquedad.
—¿Qué es lo que quieres aquí, mocoso? —gruñó el hijo de Sparda, aún con las mejillas rojas.
—Vaya, sabía que te gustaba el rojo, pero ¿No te parece una exageración pintarte la cara también? —dijo para después soltar una fuerte risotada—. Pero de qué te sorprendes, si ya todos conocemos tus perversiones.
—Niño insolente… ¿qué es lo que quieres? —gruñó todavía más enfadado.
—Primero baja esa cara de amargado que pusiste, que te podrían salir arrugas… bueno, más.
Nero no podía dejar de reír sin control, golpeándose la rodilla una y otra vez. Dante frunció el ceño con fuerza, entonces se dirigió a su asiento, sacando la silla con un movimiento brusco y ruidoso. Entonces, subió los pies a su escritorio, golpeando la cabeza de Nero, el cual la había recargado ahí mientras rompía en carcajadas. Después del golpe lo único que hizo fue dejar de reír y retirar los pies de Dante de su cabeza. Éste lo miraba divertido.
—Dulce venganza —murmuró por lo bajo, pero no tanto para que el joven lograra escucharlo—, ¿sabes? a veces me arrepiento de haberte dado mi dirección.
—No hubiera sido muy difícil encontrarte viejo —contestó mientras se cruzaba de brazos.
—Solo dime a qué has venido.
—Vine para que cumplas con un trabajo muy importante; ya que yo no podré atenderlo, quiero que tú lo hagas.
—¿De cuánto es la paga?
—No lo sé, pero…
—Olvídalo, que lo hagan Lady o Trish.
—No quisieron.
—¿Por qué? —preguntó el hombre de rojo, con curiosidad.
—Por la paga —contestó apenado.
Dante no pudo evitar pegar una fuerte carcajada.
—Y si ellas no quisieron, ¿qué te hace creer que yo sí?
—Pues —dijo, apuntando su Red Queen al cuello del cazador—, o es eso, o te doy una paliza.
El mercenario hizo cara de fingida preocupación, entonces volvió a soltar otra risotada.
—Bromeas, ¿verdad, niño? Tanto que te costó reconstruir tus armas después de la pelea contra el salvador de juguete que creó Sanctus… ¿y quieres que te las deje peor que antes? —rió a todo pulmón.
Nero bajó su espada y puso su más tierna cara de cachorrito indefenso.
—Sabes que jamás te haría nada, Dante, es solo que no puedo dejar ese asunto sin resolver, ¿podrías hacerte cargo?
Los ojos de Nero parecían engrandecerse, mientras brillaban y centelleaban como luceros. El cazador sabía que todo era una treta, y que en cuanto accediera, ese chico punk volvería con su misma arrogancia de siempre, pero aún así…
—Lo haré, chico… pero solo con una condición.
—¿Cuál? —preguntó entusiasmado y feliz, ya que se había salido con la suya.
—Quiero que corras en ropa interior por toda la plaza de Fortuna gritando "Me le ofrecí al hijo de Sparda y él me rechazo"
Nero apretó los labios con fuerza, mientras su cabeza parecía echar humo.
—J-Ó-D-E-T-E —gruñó con enfado.
—Bien —contestó el cazador con indiferencia, tomando una revista y empezando a ojearla—, pues igualmente.
El joven peliblanco tomó un respiro hondo, mientras intentaba volver de rojo a su color habitual.
—Hazlo, por favor, la paga no es muy buena, pero te divertirás un rato.
—¿Ah, sí? ¿qué tanto?
—Vas contra una vampiresa de unos 3000 años que parece colegiala de 15, ¿quieres más?
Una leve sonrisa de perversión se dibujó en los labios del caza demonios, entonces aquella expresión cambió a una de desagrado total. No era nada agradable recordar su pelea con Nevan y agradecía infinitamente que ahora le sirviera como arma.
—Olvídalo, yo paso.
—¡Pero vale contigo! ¿Es acaso que el viejo se está poniendo aún más viejo? Déjame adivinar lo que piensas "Soy demasiado viejo para ser un héroe, mejor se lo dejo al joven, guapo y simpático Nero" —se mofó.
—Dime dónde y cuándo, mocoso.
—Cuando quieras, que no pase de mañana, a las afueras de Fortuna, en una cueva cerca del río Lapis.
—Oh, ahí. ¿Por qué no lo haces tú?
—Estoy ocupado, Kyrie cumple años.
—¿Qué? —exclamó sorprendido— ¿solo por eso?
—Oye, destrozaras a una guapa contrincante y serás el héroe de Fortuna otra vez… solo quiero darte buena publicidad, que tienes una reputación que mantener.
—Nadie te lo pidió, además yo no soy un héroe.
—Oh, sí, eres un nene asustado; un nene muy viejo y muy asustado.
—¡Basta! —gruñó el cazador—, soy más viejo; pero más fuerte y sabio, mocoso infeliz.
Nero no podía evitar que las risitas se le escaparan.
—Claro, solo hazlo.
El joven se puso de pie y se dirigió a la salida, entonces se volvió a ver al cazador con mirada burlona.
—Ya, supera lo que esa vieja Nevan te hizo, con tu experiencia ahora será pan comido, solo ten cuidado con sus besos, ¿de acuerdo?
Nero logró salir del local antes de que la espada del caza demonios le atravesara la cabeza, quedando esta clavada en la puerta. Entonces la puerta volvió a abrirse.
—¡Adiós, viejo! —entonces el joven peliblanco volvió a cerrar la puerta antes de irse riendo a carcajadas.
—Menudo insolente —murmuró el de ojos azules.
Aquello era algo que se repetía cada vez que el joven peliblanco visitaba la sede principal de Devil May Cry, por lo cual la puerta del cazador estaba llena de parches y mondaduras de madera sobre los antiguos hoyos hechos por Rebellion. Y también, cada vez que el joven iba, este terminaba haciendo trabajos de más, y todos claro, con poca paga. Solo otro encuentro normal y rutinario entre el par de peliblancos.
Dante se puso de pie y se dirigió hasta la entrada del baño. Una vez adentro se sentó en el piso cerca de la puerta, arrastrando sus manos hasta tomar una gastada revista que se encontraba cerca del lavamanos; que al parecer ahí fue a dar. En la portada tenía un par de mujeres pelirrojas y de cabello largo, ambas desnudas y abrazadas. El cazador elevó una tenue sonrisa amarga. Entonces abrió la revista exactamente a la mitad, y entre las hojas se encontraba una vieja fotografía, la cual estaba amarillenta y casi destrozada. Parecía como si un incendio hubiera tratado de consumirla, pero lo más importante que contenía aún era visible. Tomó la pieza y arrojó la revista a un lado de él. En la foto se veía a una mujer aparentemente rubia, pero su rostro no era visible, mientras que detrás de ella había una mesa con un pastel de cumpleaños. La mujer parecía acariciar la cabeza de dos pequeños niños frente a ella. Esos niños eran de cabello largo y plateado, tenían las mejillas rosadas y ambos sonreían pícaramente. Los dos llevaban un colgante con una piedra roja, pero no en el cuello, sino que lo sostenían en una mano. Uno de los pequeños, el de cara más risueña y playera roja, rodeaba al pequeño a su lado en un efusivo abrazo, mientras que el otro pequeño, de playera azul, recargaba su cabeza en la de este y lo tomaba por el cuello. Ambos se veían felices, y uno de ellos, el pequeño de rojo, tenía parte de una de sus mejillas manchada con merengue blanco, mientras que el otro tenía la punta de la nariz manchada con merengue rojo.
Dante deslizó la punta de sus dedos por encima de la vieja fotografía, dibujando las sonrisas de ambos pequeños en una curva imaginaria, algo que hacía una y otra vez cada que entraba al baño sin intenciones de usarlo. Aquel lugar donde nadie sospecharía que guardaba su pequeño tesoro. Eran tantas las veces que había visto esa foto que las lágrimas ya eran innecesarias para explicar lo que sentía cuando la veía. Felicidad; frustración; culpa; rabia; tristeza; todo en ese orden.
El cazador tomó la revista a su lado y la abrió justo a la mitad, donde se veían las grapas, y entonces guardó la fotografía con cuidado. Se puso de pie y acomodó cuidadosamente la revista en un estante al lado del lavamanos, para después salir con desgana. Una vez en la estancia de la oficina, Dante pasó su mirada desde su escritorio, hasta un estante en la pared detrás de éste. Las miradas pasaban desde el retrato de su madre sobre su escritorio, hasta la espada de su padre en la pared. Entonces, sus nostálgicos ojos se posaron sobre su medallón obsequiado por su madre. Lo único que conservaba de su hermano, yacía fundido con lo único que él verdaderamente conservaba de su familia. Los recuerdos, aquellos dolorosos recuerdos que había tratado de dejar atrás con huidas; cambios de nombre; de actitud… en realidad, jamás lo habían abandonado, ni lo harían.
Pero entonces, el amuleto empezó a brillar tenuemente; la vista de Dante empezó a nublarse por completo; el aire le faltaba. De repente se encontraba solo en una habitación vacía y oscura. Un par de ojos luminosos y azules lo miraban a lo lejos. Estaban llenos de ira, pero a la vez eran suplicantes. Entonces todo volvió a la luz. Dante estaba sentado en el suelo de su agencia, ya no era más la misma habitación oscura, pero se preguntaba cómo es que cayó al suelo. Se puso de pie y decidió ignorar lo sucedido. Muchas cosas le habían pasado ya en la vida, eso no era nada. Tomó la enorme espada que se encontraba clavada en la puerta principal y se dispuso a salir del local; entre más rápido acabara con el asunto de la vampiresa, mejor.
Pero lo sucedido era algo demasiado extraño, algo que por más que quisiera, no podía olvidar. Y no tenía idea de la cantidad de problemas que acarrearía a partir de ese momento.
Continuará…
