Abrió los ojos, Hermione seguía dormida, se atrevió a pasar la mirada a través del cuerpo de su esposa, el inminente bulto que se formaba donde antes solo estaba el abdomen de la chica lo dejo con una sonrisa de tonto, y no era que no estuviera acostumbrado a imaginarse a si mismo sonriendo así al imaginarse cargando a la pequeña Rose, porque eso había decidido, la niña se debía llamar Rose, no solo porque el nombre le encantaba sino porque sabía que su hija tendría cara de Rose. Pero su sonrisa se borró al recordar que Hermione debería quedarse sola en casa, por que debería ir a Sortilegios Weasley, no quería, prefería pasarse la mañana completa viendo a su esposa así de tranquila.

Se levanto de la cama –con cuidado de no despertar a Hermione y con un solo movimiento de la varita y un susurro invoco al cachorro de Jack Russel.

-Dile a George que me descuente el salario de hoy si es necesario… -Volteo hacia Hermione quien seguía quieta –No quiero ir al callejón Diagon. –Termino su orden y el cachorro desapareció.

-Ron… ¿Qué demonios haces?

-Decidí pasar el día contigo –Hermione asintió. –Te vez hermosa, mujer.

Ella rió. –Ayúdame a levantar. –Ron corrió hacia su mujer y la levanto lentamente, ya en la cocina Hermione se sentó olímpicamente en la barra de la cocina esperando que el pelirrojo se dignara a servirle algo para desayunar.

-Mione, ¿Piensas que utilice esta cocina muggle? –Se quejo alzando una ceja.

-Oh, claro que sí. –La castaña no quería resultar odiosa con su marido, pero estaba embarazada y con los pies hinchados así que el hecho de que su esposo hiciera un mísero esfuerzo por ella no la asesinaría.

-Por lo menos me puedes dar indicaciones –Trató de mover los diferentes botones que había en la tusfa ¿o era esufa? Algo así.

-Ya te explique que debes usar el gas. –Mientras pasaba descaradamente la mirada por el cuerpo de su esposo froto su vientre. -¡Vamos, Ron!

-Hermione, no sé qué es eso.

-¡El pequeño botón de la derecha! –Ron pasó la mano por cada botón hasta que encontró el que decía "Gas".

-¡Oh acá esta! –Exclamo y al presionarlo unas llamas azules salieron de la estufa.

-¡Júralo!… -la castaña soltó una carcajada, aunque cada segundo que pasaba Ron era aún más terco, ella lo amaba y era por ese motivo que se había casado con él.

Ron se volteó hacia ella con una ceja alzada. -¿Se está riendo de su esposo, Señora Weasley?

-Ese es el resultado de tener al hombre más tonto del mundo como esposo, Señor Weasley. –Le respondió ella con una sonrisa y un segundo después los labios de Ron ya se encontraban sobre los suyos.

-Te amo –susurró él.

-Y yo a ti. –le respondió ella.