12 de Octubre de 1918
Bruselas, Bélgica
5:15 pm
Ya casi anochecía y el abrasante invierno estaba cerca, el frío lo impedía todo. Su situación cada vez empeoraba y la de sus compañeras también. Estaban acorraladas, escapar era una opción pero también un suicidio, no había de otra. Comenzaron a moverse, las pocas mujeres que quedaban aun con vida entre el frío bosque de Soignes. Lo que una vez fue su hogar ahora era un campo de batalla, huían del ejército de Las Noches. Estaban tras ellas, ya habían aniquilado a más de la mitad de su aldea, todas las mujeres habían sido violadas y ejecutadas por el ejército que ahora les llevaba la delantera. Un pequeño grupo de once mujeres la acompañaban. Las lideraba a través de la maleza y las espesas hojas de otoño. El frío le calaba los huesos pero debía seguir, a como de lugar tenia que llevarlas a un lugar a salvo. El bosque parecía salido de un cuento de hadas, los árboles lo hacían más tenebroso, el oscuro día de octubre no ayudaba y se sentía observada por ellos. En cualquier momento podrían aparecer y empezar a dispararles. Ellas también estaban armadas, aun así eso no bastaba ante el brutal ataque de estos hombres.
Debían llegar al lago, ahí había una barca que las llevaría hasta el pueblo mas cercano. Estaban escondidas en una zanja, hecha por la misma naturaleza. Ella miro a las demás con miedo, sin saber lo que les deparaba al salir de allí. Las otras mujeres la miraron con algún haz de esperanza en sus ojos.
-¿listas?- pregunto aparentemente tranquila no dejando entrever su temor.
Todas afirmaron con la cabeza. Era ahora o nunca. Saltaron prácticamente de la zanja que las protegía de su propio fin. Corrieron entre el bosque, los árboles escondían las sombras de la maldad que las perseguía. Continuaron corriendo adentrándose a un mundo oscuro y sin salida. De repente, como lobos con hambre aparecieron de entre la oscuridad. Los disparos no se hicieron esperar, lo único que ella hacia era correr, correr sin mirar atrás, no podía morir, hoy no podía morir. Corría todo lo que sus piernas le permitieron, el silencio que una vez reino en ese valle ahora era perturbado por los sonidos de las armas que les disparaban. Escuchaba los gritos de las mujeres que iban atrás suyo, las escuchaba caer en la fría tierra. Se escondieron tras unas rocas y respondieron al fuego enemigo tratando de no ser alcanzadas por una bala. Su mejor amiga la miro con desasosiego. Ella no le presto atención, estaba aterrada. Cargaba su arma con más municiones, mientras las otras mujeres continuaban disparando, a dos mas le habían dado en la cara. Con cuidado se asomo entre la vertiginosa balacera y disparo sin mirar a donde. Quería descargar su arma contra esos infelices…
De repente el ruido ceso y ellos desaparecieron nuevamente entre el bosque. Ella y las otras sobrevivientes se asomaron con cautela sobre las rocas para ver en donde se habían metido. Esto aun no acababa, debía aprovechar esta oportunidad.
-Sigamos- les ordeno.
Su rostro estaba sucio, su falda larga y su camisa de mangas también. Las botas estaban enlodadas y su largo cabello verde estaba desordenado, y lleno de barro igualmente. Eso no importaba, todas estaban igual o peor que ella, el hecho era que todo había cambiado de la noche a la mañana. Los comunistas y los demócratas se peleaban por un pedazo de tierra; su aldea estaba en ese pedazo de tierra y siendo hija del jefe era buscada para ser ejecutada.
Continuaron corriendo, su meta parecía infinitamente lejos. Tenía miedo de no poder llegar; su corazón le decía que estaba en lo cierto y eso mas la atemorizaba. Temio aun más cuando los vio salir de los árboles frente a ellas como fantasmas del bosque, les apuntaban con las armas de todos los ángulos y se acercaron, acorralándolas, ahora estaban sin salida. Su corazón se detuvo cuando vio al hombre a cargo de esa misión venir en su caballo azabache. Su vida había acabado, esos hombres apuntándoles, listos para disparar las habían rodeado por completo, su grave error fue bajar la guardia mientras corrían. Su miedo la aturdió por completo…
Habían sido llevadas a una casa en medio del bosque donde se alojaba el enemigo. Presas en un espacio reducido debajo del suelo de madera, asustadas los escuchaban celebrar y beber sin saciarse.
-¿Nell?- hablo su amiga. Ella no la miro. –Debes encontrarlo….- saco una foto en blanco y negro, arrugada y sucia. La imagen era de un niño pequeño.
-Se que tu saldrás de aquí…- le susurro al oído. Nelliel podía percibir su miedo en su voz, en su respiración, en cada gesto, lo veía en sus oscuros ojos.
Ella sujeto la foto y la guardo en un bolsillo de su abrigo empapado. No estaba tan segura de sus palabras pero le alentaban aun para luchar a escapar. Abrieron la escotilla de ese hueco donde las habían metido. Sus pensamientos de libertad se desvanecieron tan rápido como aparecieron. Las sacaron a la fuerza a todas. Las mujeres chillaban mientras las cargaban a distintas habitaciones, pataleaban entre los brazos de aquellos hombres que habían asesinado a sus familias. A ella la sujetaron de los brazos y la arrastraron por toda la casa, veía esos puercos embriagados hasta la coronilla, cantar y bailar, disfrutar de la carne femenina en cualquier rincón de la casa sin pudor ante nadie. Se rehusaba a que esas manos asquerosas la llevaran a esa pesadilla. Hubiese preferido morir que a sufrir esta atrocidad pero estaba condenada.
La arrastraron por las escaleras; su mente no dejaba de pensar hasta qué punto el ser humano podía llegar a degradar a otro, sin remordimientos ni penas.
La metieron a la fuerza en un cuarto cerrándole la puerta. No hizo más intentos de defensa pues sabia que en esos instantes escapar ya era casi imposible. Observo la habitación; la luz de la luna la alumbraba. Una cama vieja y un espejo quebrado colgado en un costado de la pared. Intranquila, fastidiada, adolorida en todo el sentido de la palabra y lo único que deseaba con afán era terminar esta angustia.
De pronto una sombra oscura salio del fondo de la esquina. Era alta y delgada, a pesar de su poca contextura denotaba su masculinidad. Se acerco a ella dejándole ver su rostro, era el, ese hombre que lideraba al ejercito. Su rostro era espantoso, tenía un parche en uno de sus ojos, su largo cabello negro y una sonrisa estirada dejando entrever sus dientes y su macabra intención con ella.
Ella se quedó quieta, parada a un lado de la cama. Bajo su mirada y se abrazó a sí misma en un intento en vano de protegerse de él, su miedo se extendía, su cuerpo temblaba al igual que sus labios. Este hombre, que se veía lánguido a primera vista la acorralo, podía sentir su asquerosa mirada encima de ella mientras caminaba a su alrededor, como lo hace un cazador con su presa, rondándola antes de atacar.
Sintió sus largas y delgadas manos remover su largo y desaliñado cabello de sus hombros. Pudo sentir su aliento sobre ella, parecía un animal olfateándola, degustándose de su aroma. El agarro su cabello, tirando su cabeza hacia atrás, sintió su fría lengua lamer su cuello. Se estremeció con repugnancia y las lágrimas de desesperación y horror se deslizaron por sus mejillas.
Estaba segura que no aguantaría más. Su codo lo golpeo con fuerza en el estómago haciendo que se retorciera del dolor. Ella corrió hasta la puerta intentando abrirla pero él fue más rápido, el sujeto de su cabello tirándola hacia atrás y haciéndola gritar del dolor. El la bofeteo y la lanzo a la cama.
-¡Zorra!- le escupió mientras la sujetaba por las muñecas sobre la cama. Nelliel pataleaba y gritaba con toda la fuerza que le quedaba en su ser.
-¡Serás mía antes del amanecer y te cogeré una y otra vez hasta que te guste, maldita perra!- ella lo miro con rabia y le escupió en la cara.
-Antes muerta- siseo con ira.
La puerta se abrió de golpe. El delgado hombre volteo su rostro y vio a la figura masculina parada en el marco de la puerta.
-Ahora no es el momento teniente.- refunfuño con molestia.
-Perdón capitán, un mensajero de Lord Aizen ha llegado a nuestro refugio y lo busca con suma urgencia a usted.-
El bufo con molestia empujando a la mujer con fuerza contra la cama. Se levantó y se limpió el rostro acercándose al hombre en la puerta. Lo miro de soslayo molesto por la inoportuna interrupción.
-Que no se vuelva a repetir teniente ¿Entendido?- le susurro. El teniente solo lo miro con indiferencia. Nelliel vio al delgado sujeto alejarse con arrogancia y al otro hombre en la puerta voltear la mirada hacia ella. Era un hombre de considerable estatura y podía divisar a través de su uniforme que poseía una constitución corpulenta y bien formada. Trago saliva y se sentó en la cama aun aterrorizada.
-¿Te encuentras bien?- le pregunto. Su tono de voz era grueso y profundo. Ella se sintió aún más intimidada. No le respondió.
El frunció el ceño y se aproximó desafiante hacia ella, Nelliel se atemorizo, ella ya no tenía fuerzas para pelear, sujeto su brazo, la levanto de la cama y la llevo nuevamente a la planta baja. Los hombres aun bebían y bailaban con las mujeres forzando a algunas a seguir con la sucia orgia, otras lloraban arrojadas en las esquinas de la casa. El hombre abrió la escotilla del hueco donde había estado antes, el hizo un ademan con la cabeza para que entrara. Ella no lo miro a los ojos y entro al pequeño espacio. Era su salvación esa noche. Una vez adentro se percató que estaba sola. Su corazón latía a mil por hora, estaba agotada y agobiada por toda la situación. Tenía hambre y mucho frio. Su alma no daba un segundo más. Agradeció por un instante a los dioses por no haber sido abusada y vivir una noche más. Con algo de alivio se acomodó en una esquina donde se pronunciaba la oscuridad y trato de reposar aunque solo fuera una noche más de octubre.
