Advertencias y Notas de la Autora: Este es mi segundo fic de FMA, aunque puede ser que el primero nadie lo haya visto porque FF me lo ha borrado. En fin, pero ahora hablemos de esta historia, que es lo que nos acontece hoy. Primero, que es un gran SPOILER, porque ocurre justo después del último capítulo de la serie (bueno, en realidad, unos seis años después) y sin tener en cuenta la película, porque todavía no la vi. Segundo, que las situaciones que no se entiendan probablemente se expliquen después, y que la edad de Alphonse está mal estimada por Ed, lo cual también se dirá en próximos capítulos. Tercero, que para los que hayan leído mi Con Violencia y Lágrimas en la categoría D N Angel, les aviso que esto, si bien tiene otra línea argumental, es del mismo estilo: tortuosamente largo, con mucho angst, relaciones prohibidas, cuestionamientos morales, shonen ai (quizás yaoi, dependiendo de mi ánimo) y bla bla, para qué decir si es mejor leer. Lo único que sí tengo que aclararles, para asegurarme de que nadie se lleve una sorpresa desagradable, es que me meto con el incesto y MUY de lleno, así que si eso no les gusta, pues no lean. Como FF sigue sin reconocerme los guiones, las cosas dichas en voz alta estarán en cursiva y en negrita. En cursiva sólo estarán los pensamientos o situaciones a resaltar. Los guioncitos así: -- quieren decir que se han interrumpido en mitad de una palabra o una frase. Ah, y no puedo prometerles que todos los capítulos sean así de largos… lo que pasa es que necesitaba que el primer capítulo dejara bien sentadas las bases de qué va a ir la historia (lo cual no sé si logré, pero bueh, no podía seguir alargándolo). Espero que les guste, y tanto si es así como sino, les agradecería que me dejen un review. Ahora… Enjoy!
+ Y al regresar a casa… +
Capítulo 1 – Desengaño
Durante seis años, había imaginado este momento. Seis años. Y sin embargo, ahora todo resultaba diferente. En su mente, había corrido miles de veces desde donde quiera que apareciera hasta la casa de Winly o de la sensei, había abierto la puerta de un golpe, gritando "¡Alphonse!", y siempre su hermano estaba allí, entre libros, buscando formas de encontrarle, y levantaba la mirada humedecida, mientras corría él a su vez, hasta que se fundían en un abrazo eterno, porque después de tanto, tanto, tanto… ya no quería soltarlo nunca más. Y sin embargo… ahora caminaba lento por las praderas de Rizenbul. La primer puerta que había abierto no había sido la de nada semejante a su hogar, sino que tocó en cualquier casa, exahusto y desnudo. El "viaje", como él lo llamaba, había sido un éxito, aunque conllevó demasiados detalles no tenidos en cuenta. Por suerte Rizenbul seguía siendo tan apacible como lo recordaba, por lo que los aldeanos que lo atendieron lo invitaron a pasar con plena confianza. Le dieron ropa, comida y bebida, así como le permitieron pasar allí dos días enteros, durmiendo. Cuando estuvo mejor, practicó el arte que había debido abandonar: usó la alquimia para reparar una buena cantidad de objetos, sintiendo así pagada su deuda. Salió de la cabaña por la mañana, con más fuerza pero con la mente aún confusa. Al despertarse le había asaltado una duda que le estaba destruyendo… porque¿Cómo podía saber él que Alphonse estaba vivo? No podía comprobar cuál había sido el resultado de su última trasmutación… y¿Qué tal si toda esta espera no había servido para nada¿Qué tal si los once años dedicados a recuperar su cuerpo habían sido en vano…?
Edward no quería saberlo. Le aterrorizaba la idea de llegar y oír una confirmación semejante. Por eso su paso no sólo era lento, sino irritante. Se sentía como en un sueño, y en los sueños no hay tiempo, ni verdad. Y entonces…
¿Niisan…?
Se volteó automáticamente, pero fue tanta su velocidad como su seguridad de que había sido su imaginación.
Qué tontería pensar que estaría por aquí… podría estar en tantos lugares, buscándome…
Retomó la marcha, esta vez un poco más ansioso. En su cabeza el sonido se repetía una y otra vez… niisan… niisan… Todavía no entendía como había resistido a traspasar el último borde que lo separaba de la locura, pero si seguía oyendo voces podría saber que ya no estaba resistiéndose.
Desde donde estaba podía ver a pocos kilómetros la casa de Winly y Tía Pinako. Tal vez Alphonse sí estuviese ahí después de todo… tal vez… apresuró el paso. Trataba de imaginarlo con 22 años, como suponía que debía tener, pero no conseguía dejar de lado la última imagen que había visto de él, cuando cumplía apenas los 10 años y lo miraba con miedo mientras le ayudaba a dibujar el círculo... Al fin, llegó. Levantó un puño, deteniéndolo en el aire.
Alphonse.
Golpeó la puerta con suavidad.
¡Ya va¡Un momento, amor!
Edward se preguntó internamente: ¿Es esa la voz de Winly? Y lo que lo intrigaba aún más, ¿A qué se refiere con "amor"?
Una mujer rubia abrió bruscamente, sonriendo, y se acercó para besarlo. Edward estaba paralizado, con la piel erizada, y entonces ella, dándose cuenta de lo que hacía, se detuvo en seco.
¿Eh…?
Ninguno de los dos contó el tiempo, pero es posible que hayan pasado varios minutos en silencio, observándose.
¿Edward…?
Sí… Respondió él tímidamente, como si fuera el responsable de una broma de muy mal gusto, y agachó un poco la cabeza.
¡YAY¡EDWARD! Gritó Winly tras un momento de vacilación, y se lanzó sobre él, abrazándolo como nunca lo había hecho, murmurando cosas sin sentido y riendo, riendo porque los nervios y la alegría la sobrepasaban sin límite. ¡Pensé que nunca más volvería a verte¡Eres Edward, Edward, Edward!
Sí… Sí, soy yo…
Edward había caído al suelo con Winly sobre él, y se sentía anonadado, confundido. La muchacha había cambiado mucho –más de lo que hubiera podido esperar- y, de alguna forma, no esperaba encontrarse con ella, sino con Alphonse. Así que, sin poder contenerse, preguntó, con un hilo de voz:
¿Está… está Al?
Winly abrió mucho los ojos, acomodándose. Se dio cuenta de que estaba sentada sobre él, por lo que se levantó de un salto, roja.
Pues…
¡Cuántas veces te dije que no anduvieras saltando así en los primeros--¿Edward?
Tía Pinako se asomaba por la puerta, con el mismo aspecto de siempre, fumando su pipa. En un principio pareció sorprendida, no obstante enseguida adoptó su postura acostumbrada.
Ya sabía que vendrías. Aunque nos hiciste esperar.
Y se volvió adentro.
Ayyy… esta mujer nunca va a soltar esa seriedad suya… pero, venga, Ed, que tienes mucho que contarnos…
Ehhh, Winly¡Espera! Pero ya era demasiado tarde, porque Winly lo había tomado de un brazo, arrastrándolo hasta la cocina.
Edward se moría de ganas por preguntar dónde estaba Alphonse. Y así y todo, Winly le insistió tanto en que se explicara, que estuvo por lo menos una hora hablando de sí mismo. Contó lo que había del otro lado de la Puerta –ese mundo ajeno y al mismo tiempo tan propio- y cómo se la había tenido que arreglar sin la alquimia, cómo había aprendido sobre la tecnología, los diseños que había realizado para lo que llamaba naves espaciales, el tiempo que pasó buscando a Envy sin resultados, la muerte de su padre, las guerras. Contó, en un último intento de que le respondieran, que lo único que le había mantenido vivo, lo único que le había traido de regreso, había sido la esperanza de encontrar a Al.
Ed… Murmuró Winly, apenada por las desgracias de su amigo. No te preocupes… Al ya debería haber llegado, pero sólo debe estar dando vueltas, él es así…
¡Qué? Edward saltó sobre su silla, excitado, viendo sus sueños realizados. ¿Entonces sí funcionó, está vivo, está sano¿Qué pasó cuando desaparecí¿Es realmente él, es su alma y su cuerpo¿Está bien?
Ya cálmate, Ed… Al está bien. De veras.
Dios mío… está bien… voy… voy a poder verlo…
Una sonrisa inmensa se dibujó en el rostro de Edward. Se puso de pie de pronto, musitando algo sobre ir a buscarlo ya mismo, y se dirigió a la puerta. Winly se interpuso y volvió a jalarlo del brazo.
Pero si ya viene… y te ves tan cansado… por qué no te quedás un ra---
Y se paró en seco, pálida. Edward se asustó, y cuando ella lo hizo a un lado para no vomitarle encima, lo primero que hizo fue acortar la distancia y tomarla de los hombros. La abrazó con delicadeza, ayudándola a arrodillarse, al tiempo que llamaba a Tía Pinako, pidiéndole un trapo. Cuando pareció que se había calmado, la llevó en brazos hasta el sofá y la recostó allí. Tía Pinako fue a verla mientras le dejaba a él la tarea de limpiar todo.
Yo… lo siento, mira cómo te recibo…
Pero no digas tonterías, Winly, si estás enferma no es tu culpa.
No, no estoy enferma, Ed.
Edward se volteó a verla, extrañado.
¿Y qué pasa entonces?
A sus espaldas, escuchó un portazo. Y una voz conocida que le heló la sangre.
¡Aquí traje un rico pastel para mi querida Winly y mi be--
Alphonse soltó todas las bolsas llenas de alimentos. Sus inocentes ojos pardos se ensancharon y la sonrisa se le borró.
Tú…
Edward vaciló. No era esa la reacción que había esperado: ni de él ni de sí mismo. Las manos le temblaban como nunca antes y, al fin, no lo aguantó más. Dio grandes zancadas sobre los restos de vómito y abrazó a Alphonse con fuerza, levantándole en el aire (a pesar de no llevarle ni un centímetro de diferencia), y de su boca no salía ninguna palabra, pero no podía dejar de refregar su rostro una y otra vez contra aquel cuerpo amado, contra aquel muchacho que por un momento había pensado que no vería nunca más. A Alphonse le llevó unos segundos entender lo que pasaba, hasta que también él levantó los brazos que dormían como muertos, y lo rodeó con ellos. Ninguno de los dos lloró.
Winly, desde el sofá, los contemplaba con una sonrisa aprensiva.
Después de un rato de estar así, en silencio, los hermanos se separaron un poco. Edward reunió valor para ponerle voz a sus pensamientos.
Pensaba que ya no te iba a ver.
Yo… yo también.
Ah, es cierto…
¿Qué cosa?
El mayor se acercó a su hermano hasta una distancia mínima, observándolo bien, y luego palpó con sus manos sus mejillas y sus hombros.
¿Estás bien¿Del todo sano¿No hice nada mal que te causara problemas?
¡Niisan! Respondió Alphonse, algo sonrojado. ¡Claro que estoy bien¡Hiciste todo perfectamente! Y me han dicho que no debía sorprenderme, que eras conocido en el continente como el niño genio…
Dijiste que… ¿Te han dicho…?
Winly trató de ponerse de pie e iba a decir algo, pero el mareo le hizo caer otra vez sobre el sofá. Alphonse se preocupó mucho y corrió hasta ella, acomodándola sobre los almohadones. Edward los miró con cierta tristeza: actuaban como marido y mujer, y sentía que sobraba. Dio un paso atrás, tropezando con el balde que había estado usando para limpiar el suelo. Causó bastante ruido y Alphonse se volteó un segundo a ver qué ocurría. Pero pronto se volvió hacia Winly, preguntándole si estaba bien, si había vomitado mucho ese día, si había sentido algo distinto, y a todo esto le tomaba las manos con fuerza, como si quisiera retenerla, impedir que escapara a algún sitio.
Edward se paró lentamente, sacudiéndose. Y entonces dijo:
Me voy. Volveré mañana. Espero que me dejen un poco de ese pastel.
Ahí sí que logró llamar su atención, y Alphonse le pidió que esperara.
¿Dónde vas a dormir? Preguntó Winly.
Estoy quedándome por aquí cerca. Mintió Edward. No se preocupen. Pero estoy muy cansado y veo que ya tienen bastantes problemas sin mí. Aunque no se librarán de que venga a desayunar, eso sí que no.
Niisan… ¿Estás seguro que quieres irte tan pronto? Yo…
Está bien, Al. Mañana vamos a tener tiempo de hablar. Ahora quiero dormir. Estoy seguro.
Y cerró la puerta tras de sí, serio.
Lila Negra
Miércoles, 04 de Mayo de 2005
