N/A: ¡Hola a todos! El fandom de Mad Father, lamentablemente, no es muy conocido, pero tiene para mí un encanto especial que me hizo escribir esta corta viñeta. Probablemente me vean más tarde dando vueltas por aquí, así que espero que puedan darme su opinión nwn

Disclaimer: Ni Mad Father ni sus personajes me pertenecen, no gano dinero haciendo esto, "Esta historia participa en ¡Fandoms unidos, Jamás serán vencidos! del Foro Las Cuatro Naciones".


Dejó que sus ojos castaños, ya envejecidos, se posaran en el rostro de la mujer que juntaba flores como si fuera una niña. Una sonrisa iluminaba su rostro, y la mayor sintió que, por esa sonrisa, era capaz de cualquier cosa. Era algo que había descubierto tiempo atrás, cuando Aya no era más que una niña y habían tenido que huir de una casa en llamas, el corazón casi saliéndosele por la garganta y la pequeña saliendo adelante con su conejo de ojos rojos y pelaje blanco.

Aya era, en cierta forma, su pequeño verano. Lo veía en su mirar cálido, en sus manos suaves y firmes cuando trabajaba en algún "sujeto". Lo veía en su sonrisa y en sus palabras amables cuando Maria se le acercaba con una tetera y una taza, y sin dudas lo veía cuando, casi como una niña pequeña, le pedía ayuda para elegir el mejor traje para sus nuevas "adquisiciones".

Sí, Aya era sin duda ese calor que tanto necesitaba en aquella tierra fría. Era la brisa cálida pero no caliente, el aroma de las flores veraniegas, un momento pacífico a mitad de la tormenta. Era todo por lo que Maria vivía, y probablemente moriría protegiendo también.

La mujer notó su mirada, devolviéndosela con unos ojos azules y profundos. Maria sólo le sonrió con cariño a su pequeño verano.