Prologo:
Los Ángeles, 25 de septiembre
Shelby ordenaba la casa, para la inminente visita de su hija, debía organizar los discos, libros, las series que sabia eran sus favoritas, y sobretodo tener preparado el Dvd original de funy girl por si las cosas no salían como esperaban.
El cuarto elegido metódicamente por si algún día su hija decidía visitarla estaba pintado, de color crema, una cama amplia, un velador, y sobre todo un gran cambiador, para que Rachel se sienta a gusto.
Esta era la oportunidad de acercarse a su hija como nunca antes había podido, y no pensaba desaprovecharlo.
Contaba con un amplio departamento en Hollywood west, tenía cuatro habitaciones 3 amplias y una más pequeña que utilizaba de oficina, una amplia cocina, que se separaba del comedor con una barra, de la cual colgaban copas y vinos finos preseleccionados. Al entrar al departamento se veía un amplio living con un sillón de 3 piezas, bien adelante del mismo una pequeña mesa color negro haciendo juego con el color mostaza del sillón, enfrente había un televisor con un juego de sonido exquisito, y a su alrededor 2 sillones de 1 cuerpo del mismo color que el otro.
Shelby intentaba ordenar sus pensamientos e inseguridades descargándose en la pobre Beth, la pequeña miraba a su madre ordenar desde lejos, no entendía muy bien porque tantos nervios. A Beth le había tocado ordenar su habitación su madre fue muy clara cuando le dijo "Beth sino dejas tu habitación brillando, no habrá postres, ni películas en toda la semana", por lo cual sin resistirse mucho había aceptado. La habitación de la pequeña era color rosa, en el medio de la misma contaba con una cama de plaza y media, una cómoda color blanca haciendo juego con todos los muebles que se encontraban en la misma, a la esquina justo debajo de la ventana se encontraba el juego preferido de la niña un pequeño escenario que en el mismo había un micrófono, y una batería, los instrumentos preferidos de la pequeña.
Ya eran alrededor de las 16 hs cuando Beth se atreve a hablar a su madre.
-Mami, teno hambre, podemos comel. Beth tenía apenas 5 años y algunas palabras la costaban más que otras.
Shelby mira su reloj y queda sorprendida con la hora, entonces regresa su mirada a la pequeña y con un tono de disculpas agrega.
-Si mi vida, perdona que no había visto que hora era, debes estar muriendo de hambre, pero en recompensa puedes elegir que comer.
La pequeña sonríe aplaude unas veces y sin dudarlo a los gritos pide una hamburguesa con papas fritas.
La madre la mira para reprenderla, ya que sabe que esa comida no es saludable, pero por los inconvenientes y los malos ratos, concede la petición de su hija.
Madre hija comían animadamente, Beth tenía partes de salsa por toda la cara, y Shelby reía al verla. Luego de comer y de ordenar todo, la pequeña se disponía a dormir un rato mientras que la mayor tomaba asiento mientras leía un libro para calmar la ansiedad.
En Ohio, Rachel preparaba todas sus pertenencias para el tan ansiado que viaje que le abriría las puertas para realizar por fin su sueño.
Luego de pasar 2 años en NYADA estudiando, y habiendo probado suerte en variados musicales, sin que nadie la llamara, estaba convencida de que Broadway no era para ella. Hacía ya 3 meses que estaba en Lima con sus padres, apenas se levantaba para hacer sus ejercicios, comer y ducharse. Su vida era un completo desastre, la cual había trasladado a Rachel a una depresión menor.
Sus padres al ver como se encontraba su hija, decidieron luego de mucho pensarlo que lo mejor era que probara suerte en Los Ángeles, allí podría audicionar para alguna serie o película. Por esta razón se habían puesto en contacto con Shelby para que aceptara alojar a la morocha en su casa, hasta que la misma decidiera quedarse definitivamente en dicha ciudad.
La hora del viaje se acercaba y la familia Berry se trasladaba al aeropuerto.
-Hija llevas todo?. Mientras le preguntaba Leroy revisaba las pertenencias de la morocha para asegurarse.
-Si papá, ya hemos revisado todas las cosas 3 veces con papi. Hiram sonreía y guiñaba un ojo a Rachel.
-Ya sabes cómo es hija, no puede salirse nada de su control. Hiram reía al ver la cara de su esposo, enojado por su comentario.
Al llegar al aeropuerto y despachar el equipaje, el momento de despedirse era inminente, Hiram lloraba, mientras Leroy se hacia el fuerte.
-Papis, los voy a extrañar mucho, pero prometo llamarlos todos los días, contarles todas las cosas, comerme todas mi verduras, y hacer los ejercicios de siempre.
Leroy abrazaba a la morocha besándola en la cabeza sin decir palabra, no quería quebrarse y llorar como un niño.
Hiram por otro lado entre sollozos, -Hija, ya sé que esta es tu oportunidad, pero luego de haberte vuelto a tener en casa es tan difícil dejarte ir, te extrañaremos horrores, te amamos mucho mi amor.
El hombre lloraba sin parar en los brazos de su esposo, mientras veía a Rachel embarcar, con destino a Los Ángeles.
La música sonaba a todo volumen, su tema favorito, creep de radiohead, se escuchaba en todo el edificio, ella estaba sentada frente a la computadora, realizando un trabajo para la facultad, aprovechando el día libre que tenía en su trabajo.
Su día había sido tranquilo, desocupado, se había levantado a las 12 del medio día, tomado una buena taza de café, había optado por leer un libro y luego almorzar.
Pocos días eran como ese, su trabajo como asistente de producción para Universal Chanel, le consumía unas 8 horas diarias, a eso debía sumarle las 4 horas que cursaba en UCLA, específicamente en la carrera de Producción y Dirección. Por esto estar tranquila en su casa y sin preocupaciones era casi un milagro.
Eran ya casi las 6 de la tarde, su hora preferida en Los Ángeles, puesto que desde su departamento veía esconderse el sol en el océano pacifico, y eso lograba sacarle siempre una sonrisa. Parada en el balcón con una taza de café en mano, mientras escuchaba su canción favorita, no podía despegar sus ojos de sus dos mejores amigas, que caminaban por la vereda de enfrente tomadas de la mano con dirección a su hogar.
Quinn, Santana y Britany compartían departamento desde el primer año que las tres decidieron irse a vivir a los Ángeles. Santana era modelo para una reconocida marca de lencería, mientras que Britany concurría a clases de baile y circo a diario, por lo cual de vez en cuando obtenía un papel como extra en algún que otro video musical. Las 3 vivían de manera muy cómoda en un amplio departamento que constaba con 3 habitaciones, una para la pareja, otra para Quinn y la restante era de invitados. Tenía un amplio salón, ambientado minimalistamente, sin sillones, sin mesas, ni nada muy ostentoso, todo era en el suelo, unos almohadones y una pequeña mesa ratona. Los únicos muebles grandes que había era una biblioteca que contenía todos los libros de Quinn, un increíble juego de sonido, y un amplio televisor en el centro.
-Q, que haces en el balcón todavía? Santana entraba en el departamento buscando a la rubia.
-Nada solo miraba el atardecer.
-Ufff siempre tan melancólica, ya aburres, porque mejor no te consigues a alguien que te entretenga. Santana subía las cejas sugerente mientras tocaba el trasero de Britany.
-Ya basta Santi, deja a Quinn que sea feliz como ella quiera.
Quinn revoleaba los ojos y agradecía a Britany con la mirada.
-Ya casi es la hora que me permiten ver a Beth, estoy un poco ansiosa por el regalo que le he comprado, espero que le guste.
