ALERTA: Esta historia la había empezado desde abril, pero por problemillas la tuve que suspender en julio, sin previo aviso. Y mientras la he estado releyendo y considerando todas las cagadas que he cometido. Sumándole a eso el hecho de que casi todos los lectores han cambiado para ahora (osea, que no queda casi nadie que haya leído esta historia en su lanzamiento original) he decidido que me vale sorbete, y que la voy a empezar de nuevo.

Así que, si ya la habías leído, por favor has de cuenta que no es así, y no dejes spoilers en los comentarios. Y si eres nuevo ¡Pues qué mejor! Puedes seguirla según la vaya resubiendo :)

No puedo quitar los reviews que ya estaban, pero si borro la historia, voy a perder otras cosillas de ella que no quiero perder. Asi que recomiendo no leerlos, pues algunos también pueden tener spoilers.

Voy a estar subiendo los martes, viernes y domingos. Pero si va a haber uno que otro cambio. No sé qué tan vitales sean para la trama, igual y puedes volver el domingo siguiente y ya. Pero quizá dar una repasada no sería mala idea.

Igual, los amo a todos. Que lo disfruten.


Capítulo 1:

Salomé

o

De la limosina a la casa

(Resubido)

-Recuerda, tienes que reportarlo todo, sin perder un detalle.- Dijo el elegante caballero de largas canas en la limosina. Como siempre, hablaba de manera campechana y sencilla, incluso algo seductor, mientras meneaba una copa de merlot en la mano. Pero Salomé escuchaba cada palabra como si fueran instrucciones para salvar su vida. No era tan tonta como para dejarse engañar por el aspecto relajado y bonachón de Karlheinz.

Bueno, no dos veces.

-Por supuesto.- La morena respondió tranquila a su nuevo jefe, con esa enigmática sonrisita suya de complicidad.

"Por supuesto" "me queda claro" "naturalmente", Salomé sólo usaba palabras de este estilo. Realmente le había enseñado bien el idioma. Para Karlheinz no era nada nuevo oír ese tipo de vocabulario, moviéndose en los círculos en los que se movía, pero ciertamente le resultaba difícil relacionarlo con ese rostro.

Ese rostro le despertaban a la vez una consabida sensación de repulsión y una inesperada sensación de culpa; y quizá esa culpa fuera una razón de peso para haberla contratado a ella, y a ninguna otra, como la nueva aya para la novia del sacrificio.

No que la hubiera contratado tan sólo por el impulso. Considerando las implicaciones del puesto, era obvio que un trabajo asi no podría realizarlo cualquiera. Además, había tantas, tantísimas chicas desesperadas por trabajar en esa cómoda y elegante mansión, al servicio de los famosamente apuestos y encantadores hermanos Sakamaki, que cualquiera diría que ni con palancas bastaba para estar donde esa alta y voluptuosa joven estaba ahora.

"Pero qué ideas tan extrañas tienen las jovencitas hoy en día."

Observó de nuevo a Salomé, de piés a cabeza: Alta (demasiado para una mujer, en su opinión), de piel morena, y no precisamente una varita de nardo. Seria muy interesante verla en su intento por pasar desapercibida, sobretodo en japón.

Mientras la observaba, notó un detallito casi insignificante. Tanto en ese país como en el de la chica, era una grosería tremenda mirar tan descaradamente a las personas. Uno se esperaría por lo menos alguna queja o mirada desaprovatoria; pero esa joven, más que consciente de su lugar y posición, no hizo mas que sonreírle de nuevo, sin levantarle la mirada realmente. Una chica con la cabeza fría. Definitivamente un requerimiento para no armar un escándalo a donde iba, lo cual era vtal para la "fase dos".

Aunque la "fase uno", ver la reacción de sus hijos cuando la vieran, era lo que realmente ocupaba sus pensamientos ¡Oh, pero qué emoción! Aquello sería algo tan memorable como imprevisible.

Por fin anunció el chofer que llegaron a los terrenos de la casa Sakamaki. Salomé observó la mansión, a lo lejos. Esa elegante y vieja casona al estilo europeo, con sus hermosos jardones verdes, era muy distinta a las chozas de Sahmeed, su pueblo natal, los nómadas del desierto.

Bajaron de la limosina, y se dirigieron a la casa. Claro que Salomé llevaba su propio equipaje. El amo no iba a llevarle las maletas a la criada. Pero ella ni lo esperaba, ni lo necesitaba. Si algo tenía, era una buena condición física.

La idea de trabajar en una mansión en Japón le sonaba de lo más exótico, pero eso no fué lo que más le impactó de la propuesta.

Llegaron de noche, pero no por eso no podía notar que el color dominante de la hermosa fachada era blanco, y probablemente la belleza exterior se apreciaría mejor si hubieran llegado de día. Aún así, sabía ya de sobra que no habían llegado tarde o en un momento inadecuado, pues esa mansión no cobraba vida en todo su esplendor hasta la noche.

La primera vez que le dijo que iba a trabajar para vampiros, creyó que era otra de las bromas del encantador señor Karlheinz. Cuando notó que él no reía, le entró el pánico, y estuvo a punto de rechazar la oferta. Pero se trataba del señor Karlheinz ¡El hombre que la había sacado del infierno donde vivía! a él no podía decirle que no, y mucho menos después de todo el tiempo y esfuerzo que había puesto en entrenarla.

Además, lo de los vampiros era algo impactante, pero no era lo peor que había visto.

-¿Qué quieres, viejo?- Respondió una voz grave y adormilada desde adentro ¿Pero quién se dirigía con tanta irreverencia a ese hombre?

-También te extrañaba, querido hijo. Pero he venido a hablar con tu hermano menor. Sé bueno y abre la puerta.

La puerta se abrió lentamente. Un chico rubio de ojos azules y práctiamente de la misma estatura que Salomé abrió la puerta. De haber estado, al menos, presentable, quizá le habría parecido atractivo; pero al atreverse a recibir a su padre con esa cara y esa actitud ¡Joder, si le daban ganas de abofetearlo!

El chico iba descalzo, traía el cabello revuelto, y miraba con ojos perezosos al señor Karlheinz, como si hubiera estado durmiendo hasta ese momento. Durmiendo en la noche ¿Acaso había otro humano en la mansión, además de la novia del sacrificio?

Pero si estaba adormilado, se despertó del todo cuando vió a la nueva sirvienta.

-¿Pero qué demonios...?

En cuanto dijo eso, un chico castaño de ojos verdes, y un poco más bajito, se apareció (dicho de la manera más literal) al lado del rubio; primero buscando con curiosidad aquello que había conseguido sobresaltar a su hermano, luego sonriéndole de manera lasciva, mirándola de arriba a abajo.

-Ni yo mismo pude decirlo mejor, querido Shu ¿Y tú cuándo volviste?- El chico castaño nunca le quitó la vista a Salomé, pero no pudo estar dirigiéndose a ella. De haber visto esos ojos antes, los verdes o los azules, los habría reconocido.

-Si van a recibir a las visitas, al menos tengan la decencia de avisarme cuando llegan.- Se oyó una voz, atrás de los hijos de su jefe. Aunque, por su selección de palabras, Salomé asumió que sería otro de sus hijos.

-Esta no es cualquier visita.- Dijo el castaño con una risita, quitándose del paso y dejándole la vista libre a Salomé para ver al nuevo jóven.

Y ahí, al final de las grandes escaleras, y mirándola desde las alturas, estaba el hombre más atractivo y elegante que había visto en su vida. Más, incluso que el señor Karlheinz. Cabello negro perfectamente peinado. Ojos de granate que destellaban dignidad, tras unos finos y discretos lentes. Alto, de cuerpo esbelto y elegante, en una postura aún más refinada que la del padre. Y el traje de seda que usaba... Nadie en Sahmeed habría visto nunca ropas como esas.

Cuando esos ojos de granate se posaron en ella, mostraron sorpresa, y quizá un poquito de aberración.

Una palabra salió de sus finos labios.

-¿Cordelia?


Dejar reviews debes, si leer mas quieres.

-Matta nee.