No soy dueña de Harry Potter. Qué lástima, el dinero me vendría bien.
¡Que lo disfruten!
tinurieaa*
Capítulo 1: Salazar y Godric
Tragó saliva nuevamente. El dolor de cabeza se negaba a abandonarlo. Y los gritos de la multitud no lo ayudaban a sentirse mejor. Asquerosos muggles. Allí estaban, gritando como animales salvajes, inmundamente contentos porque iban a ver una ejecución. Ingenuos. No sabían que no había forma de que se salieran con la suya. Lamentablemente, nunca se enterarían. Se quedarían satisfechos pensando que aquel hombre al que quemaron con tanto descaro de verdad habría muerto. Infelices. No se merecían ese deleite. Pero su compañero – su amigo – era demasiado benevolente con ellos y, al parecer, aquella actitud histriónica que poseía no se manifestaba en esos momentos en donde Salazar lo apreciaría tanto. En estas situaciones, ahí si aquel león orgulloso que tenía de amigo si prefería ser humilde y discreto. Nada de hacer un escándalo, no. Se concedió la libertad de sonreír recatadamente. Lo que venía a continuación era una rutina, un espectáculo que ya había visto muchas, demasiadas veces. Se situó entre la multitud de aquellos desgraciados bastardos que seguían animando a los jueces, se apoyó en un banco de madera para estar más cómodo y se dispuso a mirar. A ver cuanto le permitía soportar su paciencia esta vez. Una exclamación colectiva de la multitud le hizo dirigir su fría mirada hacia el centro de la muchedumbre, en donde la preparada hoguera se disponía a recibir a su victima.
Un guardia llevaba, o más bien, arrastraba a un hombre joven. Su ropa estaba gastada y rota, y su cuerpo y cara mostraban múltiples heridas. Salazar ni se inmutó. Godric era perfectamente capaz de defenderse solo, aun sin su varita. Muy pocos magos podían hacer magia sin una, pero Godric era uno de ellos. Su fachada de aventurero engañaba y hacía pensar que no era instruido en las artes mágicas y que prefería usar sus puños antes que la varita. Nada más alejado de la realidad. Salazar echó un vistazo a la varita de Godric, que él guardaba para dársela después de todo este circo. Su amigo podía ser tan infantil a veces. "No puedo evitarlo, Salazar" siempre decía, "es como darse un buen baño caliente, te relaja completamente. Deberías hacerlo". Salazar gruñó internamente, escandalizado de tan solo pensar en la idea. Él jamás dejaría que esos nauseabundos muggles lo tocaran, aun cuando él no sintiera nada ni recibiera daño alguno, aunque ellos pensaban que si. No le molestaba realizar el hechizo necesario para engañarlos. Era la humillación. De tan solo pensar en la tortura que tendía que confrontar. Ningún baño valía eso, y la etapa de tortura de confesión era un paso que no se podía saltear. Sería muy sospechoso que un hombre apareciera de repente y dijera "Soy un brujo, ¡quémenme!" Aunque no creía que eso detuviera a estos animales de mandarlo a la hoguera. Pero si sería extraño.
Salazar sacudió su cabeza. ¡Ja! El jamás haría eso. Demasiadas complicaciones para una pequeña recompensa. Para eso se daba un baño normal, no necesitaba vivir todo este lío. Pero Godric era como un gran niño, y no le importaba tanto la meta sino el proceso. Le gustaba vivir emociones extremas. Y Salazar era lo contrario. Pasivo, frío y calculador. Godric no. Él se lanzaba hacia el horizonte y no había nada que lo pudiera detener si se proponía algo. Esto no quiere decir que fuera impulsivo ni que fuera arrebatado. Godric si pensaba antes de actuar. Simplemente no tanto como Salazar y tampoco tenía tantas limitaciones como él. Salazar era educado y recto, Godric era más bien risueño y no dado a las formalidades. Sin embargo, su amistad era fuerte como ninguna, y ambos encontraban en el otro exactamente lo que necesitaban para vivir tranquilos.
El desgarbado guardia colocó a Godric en la hoguera y lo ató. La multitud gritó ferozmente. Empezaron a tirar todo tipo de objetos hacia él: comida, papeles, barro, tierra, basura. De todo. Salazar sintió como su paciencia se estaba acercando muy lentamente a la línea de límite.
-Godric Gryffindor – dijo uno de los decrépitos jueces al acercarse al joven hombre en la hoguera. No se atrevió a estar muy cerca de él, así que a unos metros de distancia se mantuvo firme y agarró con toda su fuerza un rosario que colgaba de su cuello. Tomó aire y miró a Godric como si fuera la peor basura del mundo. – Se lo ha condenado a morir en la hoguera en el día de hoy, acusado de actos impuros de hechicería y de herejía.
Salazar gruñó, esta vez externamente. Su paciencia se acababa. Era la milésima vez que debía escuchar esas malditas palabras, pero seguían enfureciéndolo. ¿La hechicería era impura?
-Usted mismo ha confesado esta mañana y se ha declarado culpable.
Apretó sus puños. Claro, monje infame, cualquier persona confesaría cualquier cosa si estuviera siendo sometida a tortura. Vio como la mirada verde de Godric se dirigía a la suya. Sus ojos se encontraron. Tranquilo, decía Godric. Recuerda que nosotros los estamos engañando, al fin y al cabo. Salazar sonrió. Está bien, haré un esfuerzo. Observó como Godric comprendía su mirada y se tranquilizaba. Le devolvió la sonrisa y Salazar se sintió divertido.
-Y por eso mismo – continuó el arruinado hombre – su único destino posible es morir en la hoguera, para que sus pecados sean consumidos por el fuego y para que al menos su cuerpo sea purifica, ya que su alma no podrá obtener el descanso del perdón de Dios.
Bla bla. Salazar pensaba en lo increíblemente estúpidas que eran las palabras de ese hombre cuando sintió que alguien lo estaba mirando. Se dio vuelta y observó a su alrededor. No, nadie lo miraba. Todos miraban a Godric. Qué extraño, estaba casi seguro de que había sentido que alguien lo miraba y aun más…ese alguien tenía poderes mágicos. Lo podía percibir en el aire. Miró rápidamente a Godric parta ver si él lo había notado, pero él estaba concentrado mirando a su verdugo. Se lo debía haber imaginado. No le dio importancia y se volvió a mirar al juez.
-¿Tienes algún último deseo?
Jaaa! Esta era la parte divertida de todo este paupérrimo asunto. La única parte de toda esta maldita actuación en la que Godric demostraba su lado extrovertido.
-Si, tengo un último deseo - dijo tranquilamente el condenado. Vio como sus ojos volvían a encontrarse con los suyos para poder compartir la broma con él. Se sonrieron mutuamente y Godric continuó – Deseo…deseo. ¡Deseo que todos ustedes, malditos e hipócritas santos, sean alcanzados por la voluntad de mal! ¡Ya verán, Satanás me vengará! ¡Satanás vendrá por ustedes, mal nacidos! ¡Y ahí se arrepentirán de esto!
Jajaja. Salazar tuvo que reprimir una carcajada al ver el escándalo que se armó. La gente empezó a gritar, volvieron a tirarle cosas y hasta había algunos que intentaron acercarse a Godric, como si pensaran que ellos eran capaces de darle un castigo más justo que el de hoguera. El griterío continuó por mucho tiempo, sin que los jueces ni los escasos guardias pudieran calamar a la gente. Salazar se encontró pensando que aquellos aquelarres, de los cuales acusaban a los supuestos brujos de hacer, no debían ser muy distintos a toda esta histeria que estaba presenciando. Hipócritas.
Cuando finalmente la multitud se calmó, el juez volvió a hablar.
-Evidentemente, estás condenado, hijo. ¡Quémenlo!
Salazar suspiró. La gente gritó en concordancia con la orden, y supo que no quedaba otra. Se dispuso a ver a su amigo morir por…perdió la cuenta, pero se sentía como la milésima. Dentro de muy poco, se encontraría con él nuevamente y podrían irse de este maldito pueblo de una vez por todas.
La hoguera ahora reposaba mansamente. Su fuego ya se había acabado y luego de ver consumirse al brujo, los aldeanos seguían su vida como si nada hubiera pasado. Para ellos, no era más que un evento público. Salazar caminaba entre ellos, dirigiéndose al nuevo lugar de descanso temporario de su amigo. Cuando estuvo frente a la hoguera, sacó su varita, sin importarle que todos los demás lo vieran y exclamó:
-¡ Festinatum tempus ¡
Toda la acción que se desarrollaba a su alrededor comienzo a ir muy lento. La gente pareció quedarse inmóvil y solo Salazar parecía continuar al ritmo de siempre. Sin embargo era al revés. Salazar se estaba moviendo muy, muy rápido. Sonrió sarcásticamente y se dirigió a la hoguera. Tocó las cenizas que restaban con su varita y a continuación se dirigió a ellas, como si esperara encontrarse a alguien en donde ellas estaban.
-Termina esto de una vez, Godric.
Las cenizas se elevaron en los aires y, mientras se mantenían flotando, parecieron volver a arder. Muy rápidamente, fueran formando la forma de aquel hombre que hace minutos había sido quemado. Cuando se vio completamente regenerado, Godric lanzó una carcajada y dijo:
-Si, si, si. Pareciera como si la experiencia fuera cada vez mejor. ¡Ah...! – Suspiró relajadamente y se estiró placenteramente. Dirigió su mirada satisfecha a Salazar, que lo observaba burlonamente – Sigo diciendo que deberías intentarlo. Es genial.
Salazar bufó.
-No, gracias. Por milésima vez, no me llama la atención.
-Pero seguramente te haría bien. Te ves muy estresado últimamente – concluyó Godric, riéndose.
-¿Quieras que me sienta mejor? Entonces larguémonos lo más rápido posible de aquí. Este lugar me da nauseas.
-Está bien, está bien. – Asintió Godric – Creo que ya fue suficiente de lo que yo quería.
Salazar sonrió tranquilamente y ambos se dirigieron hacia el bosque, dispuestos a seguir su viaje errante que al parecer no tenía final. No se dieron cuenta de que, en ese mismo pueblo, alguien empezó a seguirlos. Y tardarían bastante en notarlo.
