.-PRÓLOGO

Solo 2 días han pasado desde que me vine a vivir a Forks, la verdad es que en esta ciudad nada me llama la atención, los días son nubosos y no hay mucho para entretenerse. No soy una persona muy sociable, me gusta estar sola si es que se puede, mis padres Renée y Charlie, siempre están al pendiente de mi, aún no les queda claro que ya tengo 17 años, que me merezco tener un poquito nada más de libertad.

Estoy inscrita en el único bachellirato que hay aquí, por lo que mis clases comenzarán este Lunes, solo faltan dos días para que mi vida comience de nuevo, desde cero. Mis padres eran los más emocionados con esto, decían que tendría muchos amigos y que esperaban que la pasara bien, aunque pocos eran los amigos que tenía en mi antigua ciudad, los extrañaba, ellos habían estado conmigo a lo largo de todos estos años, pero lamentablemente, a mi padre le ofrecieron ser el jefe de policía de esta pequeña ciudad, por lo que todos, incluyéndome, tuvimos que sufrir las consecuencias. Sé que a Renée tampoco le gustaba esta ciudad, pero pretendía parecer feliz por el bien de Charlie, si él era feliz, ella lo era también, ¿Y quién analizaba mi opinión? Nadie, solo me avisaron que empacara mis cosas sin darme si quiera un minuto para quejarme, lo siento, soy una adolescente y tengo mis crisis de vez en cuando.

Mi habitación, pequeña en resumen, la casa era pequeña también, pero lo que más me incomodó fue mi habitación, que un día fue grande y espaciosa, ahora era pequeña y reducida, solo tenía una cama, con cobertores muy lindos no lo podía negar, un pequeño cajón al lado de esta con una lámpara, el mueble de mi computador y un estante para la ropa, que no era mucha, pero me acompañaba en todo. Tenía una ventana que daba a la calle, en ella solo se podían observar árboles, cemento, y el coche de patrulla de Charlie, quien ya se estaba marchando para su primer día de trabajo.

Mamá de seguro estaba arreglando todo abajo, lo supuse por el gran bullerío que había de loza y aspiradora, así que no me quedó más remedio que ordenar mis viejos libros de confianza en el pequeño estante que tenía. Sacudí el polvo de ellos, algunos ya estaban destruídos por el viaje, así que con cuidado los fui ordenando en su lugar. Miré otra vez por la ventana, y afuera, por la calle, se acercó el auto más increíble que haya visto en mi vida, no sabía mucho de autos, pero sí podía distinguir cual era de este año, y ese, de seguro, no lo vendían en este país. Abrí la ventana silenciosamente, un hombre muy guapo, de no más de 24 años, se acercó a mi padre quien estaba a punto de subir a su auto, se estrecharon la mano y conversaron unos segundos, el hombre se llama Carlisle y trabajaba en esta ciudad, no pude escuchar en qué, pero lo hacía, de su auto salieron dos jóvenes, una mujer bajita, de aspecto dulce, su tono de piel era de un blanco pasivo, nada que ver con el de Carlisle, quien parecía estar enfermo o algo, su rostro estaba más pálido que una hoja de papel, dejé de concentrarme en ellos cuando me fijé en la otra figura al lado de la pequeña muchacha, era un hombre, que digo, era el hombre más apuesto que había visto en mi vida, su piel denotaba un hermoso color arena, y sus mejillas enrojecieron al saludar a mi padre, era tímido, pero muy hermoso. Dejé de mirarlos y me entré nuevamente para seguir ordenando mis libros, no podía admitir nada aún, pero si ese muchacho estaba en el bachillerato, por favor que las clases empezaran ya.