DISCLAIMER: Esta es una adaptación, de una historia encontrada en la revista "ROMANCES" de la autora Carmen Martell, publicada en el número del mes de Agosto de 1951

Encontrada entre cosas viejas de mi abuela, que al parecer, gustaba de leer estas revistas. Si alguien conoce la revista o a la autora, por favor comenten, algo al respecto.

Espero que les guste, ya que me pareció la adecuada para los personajes, del manga INUYASHA, de Rumiko Takahashi.

Los capítulos serán un poco más cortos, que en mi anterior fanfic, que aunque está en proceso, debido a la condición de las páginas, y también serán algo más espaciados, espero que les guste…

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I

En la habitación reina una suave penumbra. Suaves paneles cierran el paso a los rayos tórridos del sol en aquella mañana de agosto y mantienen una temperatura algo más agradable que la del exterior.

Sentada junto a la ventana, una mujer cose e intenta coser, pues al verla sé adivina que su imaginación está muy lejos de su labor. La aguja permanece a ratos en el aire que cumpliendo su misión… Solo de vez en cuando, cómo impulsada por una fuerza mecánica, da unas cuantas puntadas y vuelve de nuevo al reposo.

Realmente, la viuda del Lord del Oeste, en aquellos momentos, fracasa por completo en buscar en su trabajo la distracción para sus grandes preocupaciones. En su cerebro martillea incansable una idea fija que la tortura atrozmente. Es inútil que no quiera pensar en ella… que quiera relegarla al olvido en la profundidad de su memoria. Está ahí, ante ella, cómo escrita cómo caracteres indelebles, y muy cerca está el mañana, en que ha de tomar cuerpo y ha de convertirse en triste realidad.

Una voz fresca y bien timbrada, llega hasta los oídos de la Lady, y al oírla parece salir de sus ensueños y su frente, coronada, por punzantes pensamiento, cree sentir la caricia de una mano querida.

Sus ojos oscuros, velados por unas lágrimas, brillan por un momento, así como el sol cuando aparece entre las nubes, y vuelve a verse en ella algo de aquella belleza que las penas marchitaron antes de tiempo. Aún no había cumplido los cuarenta años, y, sin embargo, algunos de sus cabellos son grises y su pálido rostro ya tiene señales de algunas prematuras arrugas.

Un suspiro de su pecho se escapa cuando la voz juvenil canta:

oh mio babbino caro

mi piace e bello, bello

vo' andare in Porta Rossa

a comperar

l' anello!

_¡Pobre hija mía!_ monologa la Lady. _ Pensar que ella podría ser una rica heredera, y ahora ni siquiera por amor podrá casarse, no puedo resignarme al porvenir que nos aguarda…

Más la muchacha debe estar ajena al drama que emsombrece la vida de su madre, pues su garganta sigue lanzando al aire sus cantares:

andrei sul ponte Vecchio,

ma per buttarni in Arno!

mí struggo e mí tormento!

o Dio, vorrei morir!

La voz calla y la Lady repite sus palabras: _ mí struggo e mí tormento! o Dio, vorrei morir! feliz edad en que solo se sufre por adornos y las penas reales resbalan y no oprimen el corazón…!

La costura descansa en su falda, y esta vez no intenta volver a retomarla. Sus manos buscan, en cambio, algo en la profundidad de un bolso negro. De el sacó una carta arrugada, y sus ojos vuelven a leerla por centésima vez, como si su contenido no estuviese ya grabado ya en su pensamiento.

"Mí querida señora _dice en ella _:No sabe lo que lamento ser yo, su viejo administrador, que tan sinceramente la quiere, el que tiene que darle mala noticias. He intentado por todos los medios inimaginables para parar el golpe, pero he sido impotente. Son muchos los años que llevo luchando para sacar su casa adelante con la mermada fortuna que nos dejó Lord I. Taisho. Usted bien sabe que hice todo lo posible para evitar las hipotecas; pero la manutención de su casa, aunque reducida era costosa de sostener, sobre todo la educación de su hija también nos hacía salir del presupuesto, y especialmente el ultimo año pasado en Londres, ha ascendido a una respetable suma.

Paso a paso, aunque yo haya hecho todos mis esfuerzos por evitarlo, se han ido complicando los asuntos…, los años han sido malos, y usted me pedía, y yo era realmente débil y no tenía el valor de negarme y hacerle oír la voz de la razón. Las cosas han llegado a un punto en que hay que tomar una determinación, pues así no sé puede continuar, si no quiere llegar a la más completa ruina.

Me han venido a proponer la compra de su finca en Edo "Tessaiga". Comprendo que le será doloroso despojarse de ella, pensando en lo querida que era para el difunto Lord I. Taisho, que había puesto en ella toda sus esperanzas de fuera al casarse su hija, parte de su dote; pero creo que debe resolverse a ello. Con el importe de su venta, podriamos pagar sus deudas y guardar lo que sobre para una pequeña dote. La casa de Londres es imposible de sostener por más tiempo, por eso espero que comprenda que para poder vivir modestamente, pero con dignidad también se debe de vender y espero comprenderá que tiene que renunciar la señorita Higurashi, a volver este invierno a continua estudiando en Londres. Sin embargo, si se resigna a encerrarse unos años en ese pequeño pueblo en la casa de campo donde actualmente vive, pueda salvar lo poco que quedara y al porvenir pueda asegurarle una poca de tranquilidad…"

La mano de Lady Higurashi (ya que le fue negado el apellido de su marido al igual que a su hija), se crispaba sobre la carta arrugada, como si el papel tuviera la culpa de sus desventuras. Olvida que es por ella misma la que por confianza al administrador de sus bienes que dispuso su marido y a su ligereza al delegar las riendas de su vida, era la única causante de su desastre económico.

Kagome tendría que enterarse de todo, y a los diecisiete años, cuando apenas empezaba a vivir y todo lo veía color de rosa, se vería obligada a renunciar a lo que amaba… a aquella vida de comodidades que esperaba que siempre fuese la suya… tendría que renunciar a la perspectiva de hacer un buen matrimonio con base en el amor, y comprometerse cuanto antes, para asegurarse un porvenir antes de que se supiera la noticia de su desavenencias económicas y ella misma a vegetar en aquel pintoresco pueblecito, que era soportable en verano, cuando sus playas atraen turistas y que había un hervidero de comerciantes y festivales, pero que en invierno era de una desesperante monotonía.

Lady Higurashi da un suspiro, sabe que su esposo confiaba en su administrador y que a pesar de que tenía la leve sospecha de que no supo invertir sus bienes de la mejor manera, sería una loca en no seguir sus consejos y pagar las deudas para que no se ensucie el buen nombre de su querido esposo, de su amado Inuyasha. Kikyo ahora más que nunca extrañaba a su amado Inuyasha, él no hubiera permitido que llegaran a ese extremo. Ahora el porvenir le aterra…

En el jardín, la voz fresca sigue cantando lindas canciones, que ya no son oídas. Kikyo solo vuelve a salir de sus tristes meditaciones cuando la voz se aproxima y en los pisos de madera se oyen los pasos rápidos de una persona que sé acerca. La puerta corrediza se abre y el papel vibra como si le hubieran hecho daño. En el cuarto, sumido en una suave penumbra, entra como una tromba una figura femenina.

_No sé cómo puedes vivir, mamá, en estas tinieblas _ dijo _ cuando es más agradable salir al jardin donde aun pega la luz del sol _

_ Estás loca Kagome, yo no soporto estar a los rayos del sol, si fuera como tu ya me hubiera muerto de una insolación, andando todos los días paseando en las playas como tú _ dijo Lady Kikyo.

_¡Mi pobre mamá, que frágil y delicada eres, te educaron como planta de interior y todo te hace daño _ los brazos delicados de Kagome se enredaron en torno al cuello de su madre, y sus labios se posaron en sus mejillas _ ¡Ay mi madrecita! como la quiero.

Kikyo siente cómo la emoción la invadió, e intenta dar término a aquella cariñosa escena:

_ No me aprietes tanto hija_ le dice _ Tienes una fuerza que hasta cuando me abrazas me haces daño. Haces bien en decir que soy cómo una planta de interior, en cambio tú has crecido, gracias a Buda, fuerte como un roble. No te pareces a mí, salvo en el cabello… eres el vivo retrato de tu padre. Kagome suelta a su madre y se dirige al cuadro que ocupa el sitio principal de la habitación, en el a tamaño natural, está pintado al óleo un adolescente de cuerpo espigado, ojos dorados y cabello color negro. El capricho del artista que lo ejecuto le hizo vestir con un kimono una hakama color rojo oscuro, su mano de dedos blancos y afilados acariciaban la cabeza de un gato color trigo, lucía tan real, sus ojos tan vivos, congelando la edad en la que su madre lo conoció por primera vez. Kagome clava sus grandes ojos en los del retrato, luego se estira y se coloca cerca de la figura, y sonríe mientras pregunta:

_ ¿ Es verdad, mamá, que me parezco tanto?_

Lady Kikyo mira largamente a su hija. Es más alta que ella casi como era su padre a su edad y delgada, en la edad ingrata en la que sus atributos aún no quieren madurar. Su rostro de facciones correctas y hermosas, más parecidas a las de ella misma, pero sin quererlo notar, tiene la misma forma de labios de su padre, y los ojos igual de rasgados que él, sus mejillas son un par de manzanas ahora que sé tostaron por el sol y con ellas se adornan las hermosas pupilas color azul que heredó de ella. Cabellos largos, lacios y alborotados como los de su padre, era como ver su cabeza coronada con su mismo cabello, sujetada con un lazo de seda azul, que contrastaba en el color negro ebano que heredó también de su padre y su madre. En aquel momento estaba vestida con una sencilla yukata color verde y un obi amarillo y no había en ella ningún adorno o afeite. Todo era en ella natural, vestida sencilla cómo una muchacha del pueblo, pero con ese aire de nobleza indiscutible, sus colores, sus largas pestañas y su alegría. Lady Kikyo, después de mirar a su hija, contempla el retrato y contesta:

_ Sí, hija mía, si te peinaras el cabello igual y un traje rojo como el suyo te parecerias a él, aunque con los ojos azules como los míos. Cuando hicieron su retrato casi era de la misma edad que tu tienes ahora, y siempre fue lampiño y de rasgos finos y nobles, luego cuando lo volví a ver, años después, había cambiado mucho, era más masculino, pero siempre conservo esos ojos infantiles y esa mirada franca color dorada, casi como la tuya, a excepción. ¡Que pena que no te pueda ver ahora!¡Te hace tanta falta, igual a mí, para velar por nosotras! Yo sola no p…

Y Kagome corrió para volver a abrazar a su madre:

_No me digas eso madre, sé que soy medio niñata, pero me doy cuenta de las cosas, demasiado que he sabido que tú has sido padre y madre para mí, y gracias a tus desvelos, he sido y soy completamente feliz. Me siento tan dichosa que no hecharia nada de menos.

_ Pero ¿y si las cosas cambiarán…? A veces..._

La Lady dice estas palabras despacio, mientras espiaba el rostro de su hija, que ha venido a sentarse en seiza frente a ella. Kagome pregunta extrañada:

_¿que quieres decir mamá…? ¿ocurre algo?_

_No_ su voz no es muy segura _ pero nunca sé puede tener la seguridad del día de mañana. Cuando menos se piensa…

Y Lady Kikyo no puede continuar. Teme que su llanto la ahogue y prefiere callar, pero los ojos perspicaces de Kagome han adivinado en su madre una triste expresión, y ha comprendido que algo estaba pasando y sé lo estaba ocultando.

_ ¿porque no me cuentas tus penas mamá?_ pregunta cariñosa, aunque preocupada.

_ Dejame las preocupaciones para mí. Tú eres una chiquilla y no debes amargarte la vida. Además solo tengo dolor de cabeza, nada que una taza de té y un poco de tranquilidad no pueda aliviar. ya veras que quedare como nueva. Tú mientras ve con tus doncellas a la playa y diviertete, que tiempo te quedará para sufrir.

Lady Kikyo intenta levantar a su hija, pero esta se resiste, no le cree absolutamente nada.

_ No me creas tan boba que me voy a creer a pie juntillas que tienes dolor de cabeza. Ya no soy una chiquilla y tengo derecho a saber qué es lo que le aflige a mí madre.

_ Pero ¿de dónde has sacado que estoy triste?_ dice la Lady _ A mí edad no sé suele tener esa alegría loca que tu tienes y que se desborda en cánticos y risas. Yo nunca fui tan alborotada y con la edad me fui volviendo más seria, pero no por eso hay que confundir la seriedad con la tristeza.

_ Veo que me quieres engañar como si fuera una niña pequeña. Es inútil que intentes convencerme. Sé que algo te preocupa, pero no quieres decirme qué es, estás en tu derecho y me voy.

Por un momento los labios de Lady Kikyo se mueven como para revelar el triste secreto que la atormenta; pero no sé siente con fuerzas para ello y permanece silenciosa mirando fijamente. Kagome se levanta, le da un beso en la mejilla a su madre y sé dispone a marcharse; pero al hacerlo ve por primera vez la carta del administrador, que su madre, en su precipitación por ocultarla, al entrar ella, la ha dejado caer al suelo por accidente. Lo arrugado del sobre y el sello del administrador, que ya conoce, le hacen comprender la índole de las preocupaciones que atormentan a su madre.

_ ¿Van mal los asuntos?_ pregunta inquieta _ ¿ es ese el motivo de tu pena?

Rápida recoge la carta, y Kikyo temerosa de que la lea, le dice angustiada:

_ No la leas Kagome. Mis asuntos no te interesan _

_ ¿Porque no? ¿ acaso no son también los míos? Dime lo que sucede.

_ Después de todo _ dice Lady Kikyo resignada a hablar _ las cosas han llegado a un punto, que es preferible que lo sepas ya que te empeñas. En efecto he recibido malas noticias; pero no hay que preocuparse demasiado, todo se arreglara con tener este año un poco de economía. No pasaré el invierno en Kioto.

_ ¿ Y yo…? ¿ No iré a Londres a terminar mis estudios?_ en el rostro de Kagome ya no ríen alegres los ojos, que esperan la respuesta de su madre llena de ansiedad.

_ ¡ Tú…! todavía es pronto para decidir, es preciso tener noticias concretas _ dijo Kikyo recuperando su habitual calma.

Kagome se pone pálida como la cera. Los colores saludables, de manzana, desaparecen y en sus ojos hay el brillo de unas lágrimas que pugnan por salir. No es tonta, y en las frases incompletas de su madre, en su aspecto abatido, hay motivo más que suficiente para que comprenda que la situación es grave. Por primera vez, en su vida feliz, se enfrenta con el dolor, pues a pesar de su edad, aún era una bebé cuando la muerte de su padre ocurrió, y ella aun no conocía lo rudo que puede ser el primer golpe de la vida para el corazón. Le parece que un peso muy grande la oprime y la ahoga. Le parece que su vida, llena de sol, ha quedado en espesas tinieblas. Quiere llorar y no puede, y, cómo cuando era pequeñita, va a buscar consuelo en los brazos de su madre. Lady Kikyo nada le dice, sus labios no pueden articular palabra, y solo sus manos acarician con infinita ternura los cabellos alborotados de su hija y su frente tersa, tras la que se albergan tristes pensamientos. Y por fin de los ojos de Kagome pueden brotar lágrimas amargas.

Durante un rato callan, madre e hija; pero sus mentes no están ociosas, Kagome casi se avergüenza de su debilidad, ¿ no acababa de decir a su madre que es fuerte para afrontar lo que fuera? ¿ donde estaba su fortaleza en ese momento?. Al primer disgusto se ha doblado como una débil espiga.

"Kagome (sé dice a sí misma con severidad), tienes que ser valiente, tienes que ser fuerte, las cosas no sé arreglan llorando, y la felicidad no solo es patrimonio de ricos. También los pobres cantan y ríen, esto no nos puede doblegar".

Su cabeza, de azabaches cabellos, se levanta altiva, como la de una reina, y sus ojos rojos por las lágrimas vertidas, sonríen con esfuerzo heroico.

_ No he podido evitar llorar mamá _ dice Kagome disculpándose _ lamento preocuparte. Soy una egoista en pensar solo en mí. Es bien sabido que a mí edad puedo acostumbrarme a cualquier situación, pero tu que has vivido toda tu vida en la opulencia, me preocupo de tu bienestar madre.

_ Eso es lo de menos, lo que me más preocupa eres tú, ¡deseo tanto que continues estudiando en…!_ le dice Kikyo afligida de no poder cumplir el deseo de Inuyasha, de que su hija sea un mujer inteligente e independiente…

_ De eso no hay que hablar _ interrumpe la hija _ ya soy mayor y a mí edad muchas chicas ya están en sus casas gobernando una hogar y eso es preferible. Ya procuraremos pasarlo bien las dos ¿qué te parece?.

El esfuerzo es demasiado, y antes de que las lágrimas vuelvan a salir de sus ojos, Kagome sale del cuarto diciendo a su madre:

_ Bajaré a la playa para distraerme un poco _

Sale corriendo sin pedirle a alguna de sus doncellas que la acompañe, necesita estar sola y desahogar toda su pena. Ella será fuerte como un roble, pero eso no le impide llorar ese día con todas sus fuerzas, ya mañana será otro día, ya mañana…

II

"¿ Donde estara metida esa chiquilla?" piensa Lady Kikyo inquieta.

Desde hace días la actitud de su hija la tiene preocupada. Desde la mañana en que sé entero, con dolorosa sorpresa, del mal estado de los negocios, no ha vuelto siquiera hacer la más mínima mención de los problemas que había, como si de repente hubiera olvidado la dura revelación, y eso le preocupa a Lady Kikyo.

Kagome a vuelto a ser la misma muchacha alegre y alborotadora de siempre. Sus canticos han vuelto a sonar por toda la mansion, y en lo unico que ha cambiado es en la aficion desmedida de salir por las tardes, sola a pasear a caballo, ¡ella que antes no podía moverse sin ir acompañada de su doncellas o de amigas!.

Grande sería el asombro de su madre si supiera el motivo de sus salidas. Ella abandona sus finos trajes y entra a un pueblo vestida de sencilla mujer, buscando en un desesperado intento, la manera de conseguir dinero honradamente, y no ser una carga para su madre. Mas , aunque es optimista, empieza a notar que no cualquier contrata a una mujer y menos a una que reconocen forastera. Cansada de ir de un lado a otro, vuelve una noche decidida a intentar otra cosa. Su juventud es un estorbo para ser una institutriz, pero a pesar de todo sé alegra, ¡debe de ser espantosamente aburrido serlo!. En su imaginación, construye nuevos planes, podría escribir a las monjas del colegio donde estudiaba para que le consigan una colocación, podía enseñar japonés viviendo en inglaterra o inglés viviendo en japón. Eso sería maravilloso para ella, y dejando llevarse de nuevo por sus sueños, regresa a su hogar llena de nuevo optimismo.

Su madre se da cuenta del brillo en su rostro cuando la ve entrar, ya ha anochecido, y en el tiempo que Kagome estaba afuera, ella aprovechó para revisar las cuentas que le ha mandado el administrador, y por ellas darse cuenta de que las cosas estaban peor de lo que sé figuraba. La realidad la tiene ante sus ojos y si las cosas no cambiaban, les esperaba un futuro lo más próximo a la ruina total. Vender "Tessaiga" solo sería el primer paso, la finca no lograria mitigar las deudas.

Lady Kikyo, al pensar con angustia en lo que le aguarda, siente deseos de al final seguir el último consejo que su administrador le ha dado, ponerse en contacto con su suegro, el padre de su difunto Inuyasha y abuelo de Kagome, Lord Inu no Taisho.

Su administrador piensa que pesar de su enojo, por el que renegó de su hijo y por el que no ha conocido a Kagome, al verlas en desgracia puede socorrerlas, pues al final de cuentas, Kagome es su única nieta y heredera de su primer hijo.

Kikyo vuelve a evocar esos años de juventud. Su noviazgo feliz con aquel Inuyasha Taisho, aquel hermoso Lord que lideraba a los soldados de su padre, que se había enamorado de ella, una señorita de un pequeño pueblecito, señorita de familia distinguida, pero de poco dinero. Lord Inu no Taisho, cayó en la indignación renegando del amor de su hijo por una muchacha sin nombre, él tenía ya planeado el matrimonio de su heredero con señorita de la nobleza. Pero quería a su hijo, a pesar de todo, único vástago de su difunta Izayoi, por lo que sólo renegó de él, sólo le negó su bendición desterrandolo de su vida, pero dejándole sus beneficios.

Cuando iba a nacer Kagome, pensaron que había llegado el momento de la reconciliación, pero la venida de una niña al mundo, contrario al abuelo, que hubiera preferido un varón. Y el varón nunca llegó. Al morir Inuyasha, la Lady intento que Inu no Taisho recibiera a su protección a su hija, víctima inocente de aquella disputa que jamás sé arreglo entre padre e hijo.

Pero Lord Inu no Taisho, no quiso abrir su corazón a la huérfana. De un carácter soberbio, no perdonó a su hijo aun después de muerto, encerrándose en su dolor y alejándose del mundo. Líquido muchas de sus propiedades, finiquito compromisos y se alejó de la sociedad, instalándose en una magnífica finca al norte del país y dedicó sus actividades al manejo de la hacienda y su riqueza a la inversión de diferente negocios, que solo hacían crecer su capital, intuyendo que por mucho que hiciera ese dinero, al morir se perdería.

Los años lo habían convertido en un viejo huraño, de genio insoportable y al pensar en ello, su nuera perdía la esperanza de una aproximación.

Sin embargo las cosas habían cambiado. Al fin y al cabo ella era la intrusa, pero Kagome llevaba en sus venas su misma sangre, y necesitaba aquel dinero que a él le sobraba. Tal vez, si ella le escribiera… es verdad que para eso, ocupaba poner a su hija en antecedentes de ese asunto que ignoraba; pero ya era mayor, y el día que menos pensara podía enterarse de la existencia de aquel abuelo que no la quería.

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La más viva sorpresa se refleja en el rostro de Kagome cuando su madre, excluyendo algunos tristes detalles, le habla del pasado que desconoce.

_ ¿Es verdad mamá, que tengo un abuelo? ¿ porque no me lo has dicho antes? dejame ir alli y veras como luego lo conquistó, él me querra asi como yo lo hare _ dice la jovencita con su voz vibrante de alegría.

_ Mi pobre hija contesta Kikyo _ te haces demasiadas ilusiones, en vano intentaras ver a tu abuelo. En cuanto supiera quien eres, mandaría a sus criados a sacarte y daría la orden terminante de jamas dejarte entrar de nuevo. Es muy testarudo, y ha prometido que las puertas de su casa no sé abrirán nunca para recibirnos.

_ ¡Ah! ¿con que es testarudo? mejor que mejor. También lo soy yo, y no descansaré hasta que mi abuelo me estreche contra su corazón.

_ ¡ Ojala lo consiguieras! tu abuelo es muy rico y asegurarias tu porvenir _ decía esperanzada Kikyo.

_ Eso sería estupendo, es tan complicado buscar un empleo cuando eres mujer y nadie te reconoce _ dice pensando, Kagome pensando en su frutada peregrinación para encontrar un empleo, _ pero no creas que solo pienso en el dinero, tal vez te parezca boba, pero desde que sé que tengo un abuelo, hasta me parece que le quiero, seria tan feliz si llegara a conquistarle y me viera querida y mimada por él _ Kagome sentía el corazón rebosante de ensueño, saber de su abuelo es como si una parte de su padre aún viviera.

_ Tienes un gran corazón y un gran optimismo, con ellos tal vez consigas el milagro que tu padre y yo no conseguimos; pero no te hagas demasiadas ilusiones para que no te lleves un desengaño, ¡Si fueras un chico sería totalmente diferente! tu abuelo vería en ti a continuación de su apellido y se sentiría orgulloso pues sabrías llevarlo dignamente; pero tu, su única nieta, eres una muchacha y eso no te lo perdonará nunca. Pero por su administrador, me he enterado, que pensaba hacer un testamento, donde dejaría toda su fortuna al hijo de una ahijada de tu abuelo, que adoptó cuando murieron sus padres y que se crió con Inuyasha, cómo su hermana mayor.

Ella se casó un par de años antes que nosotros y tuvo un hijo que es mayor que tú, y que al quedar huérfano también, y al sentirse traicionado por tu padre, vive con tu abuelo desde que era un niño ya hace muchos años. Tu sitio, hija mia, ya debe de estar ocupado, difícil será llegar y ganarse un lugar que por tu sexo te fue negado.

Kagome escuchaba preocupada. Ante ella ve grandes dificultades. El Abuelo solo, ya sería difícil de suavizar, siendo tan difícil de caracter, pero sentía que tenía al menos de su parte, la voz de la sangre, que la fin de cuentas compartían; pero aquel muchacho, tal vez vería en ella una enemiga y le pondría los mayores obstáculos.

Sin embargo, no estaba dispuesta a cruzarse de brazos con el bienestar de su madre y el suyo están en juego, tenía que conseguir la ayuda de su abuelo para continuar estudiando y así al menos poder valerse por sí misma, y ayudar a su madre. Pero ante ella solo ve dificultades y no tiene más remedio que lanzarse al combate por su dicha. Y en ella veía al abuelo Taisho queriéndola.

Sus ojos sé dirigen al retrato de su padre para buscar en él inspiracion, y la vista del adolecente vestido de hakama y haori rojo, le sugieren una idea que la hace sonreir. Durante unos momentos sé deja llevar por sueños felices. Ya no sé acuerda de sus preocupaciones economicas, con las perspercitivas que tiene ante ellas.

_ ¿Triunfare papá? _ pregunta emocionada a la muda figura . _ ¿Conseguiré mis deseos?_ y tras una pausa en la que mira el bello rostro, aún infantil, de su padre, continua: _ yo creo que sí, porque tú me ayudaras desde el cielo. Los padres después de muerto jamás abandonan a sus hijitas.

Y Kagome cree leer en los inmóviles ojos dorados, del retrato de su padre, alientos para su loca empresa.

_ ¿ En qué piensas, hija mía?_ pregunta Lady Kikyo. _ ¿Empiezas a comprender que es un imposible lo que intentas?.

_ No madre, antes de lo que supones estaré dentro del corazón de el abuelo Taisho, y entonces…

_ ¿Vas a marcharte?, deja al menos que te acompañe, yo conozco cómo es tu abuelo…

_ No, antes intentaré escribirle una carta anunciando mí visita _ dice Kagome pensando en las posibilidades.

_ La romperá sin leerla, como han dicho que hace con las mías _ suspira Kikyo recordando cada fracaso, al intentar acercarse.

_ Pues si fracasa mí carta, me colare desapercibida por su finca. Ya veré cómo me las compongo, pues yo también soy testaruda y me he propuesto lograr mis deseos y los lograre. No dudes de mí, y no pongas esa cara tan triste. Verás qué felices vamos a ser las dos, más bien los tres, pues en nuestro futuro está mi querido abuelo.

Kagome abraza a su madre con fuerza, y esta protesta:

_ ¡ Por Kami, Kagome, que me haces daño! Me aprietas como si fueras un chico.

Ella ríe alegre como un pajarillo y cantando sale de la habitación:

andrei sul ponte Vecchio,

ma per buttarni in Arno!

mí struggo e mí tormento!

o Dio, vorrei morir!

Y aquella noche, cuando después de cenar se encierra en su habitación, Kagome no sé acuesta en su futon, aunque el sueño la reclama, empieza una carta. Al principio duda. Con el cabo de madera de su pincel entre los dientes, piensa en frases respetuosas, temerosa que su estilo franco de muchacha moderna y poco protocolario, moleste a su abuelo. Después de muchos sudores, la carta que logra escribir parece sacada de un "epistolario", y la encuentra cursi, e indigna de conseguir sus propósitos.

"Yo firmare esto _ pensó _ el abuelo Taisho creerá que tiene un nieto pedante e insoportable. Después de todo es mejor que me conozca tal como soy".

Y cómo Kagome estaba más que decidida, tomó otra parte de pergamino, y sin pensar esta vez, sin pararse para entregarse a inutile cavilaciones, escribe y escribe… Ya no tiene sueño, y una hora más tarde, después de leer la carta cuidadosamente y quedar contenta de su contenido, sonríe dichosa, mientras estampa al pie de su apurada caligrafía, casi podría decir que parecía varonil, su firma y el sello de su familia, T. Higurashi.

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EDITADO… GRACIAS POR LEER...