Estaba tendida sobre la hierba, tan suave y delicada como plumas frágiles, el sol me deslumbraba con su claridad; notaba su suave calor sobre mi rostro, me sentía en el cielo, pues todo alrededor era paz y tranquilidad.
Estando yo tendida escuché la hierba crujir, alguien se acercaba, pero no era un paso acelerado, sino lento y sigiloso, pocos segundos después, sentí unos labios posándose sobre los míos, no me asusté, ni siquiera me molestó, pues sabía de quien eran. Esos labios suaves y cálidos solo podían ser de Harry, la persona mas querida para mí. Yo abrí lentamente mis ojos, y observé esos verdes esmeralda que irradiaban calidez. Luego seguí con un :
- hola amor, hoy has tardado, creí que ya no venias –
- como podría olvidarme de mi querida amiga – respondió él
en ese momento me dio un pinchazo el corazón, sí, he de reconocerlo, me dolió que me llamara amiga, pero eso es lo que éramos, por mucho que a mí me pesase.
Nos conocíamos desde hacía bastante tiempo, y nos teníamos mucha confianza, por eso nos saludábamos y despedíamos con un beso sobre los labios, pero el nunca pensaría en llegar a más a pesar mío.
Estuvimos toda la tarde hasta la caída del sol, sobre ese nido verde que nos acogía con su comodidad inexpugnable.
Hablamos de muchas cosas, la mayoría vanales, pero que bien me sentía estando a su lado; pero como todo lo bueno se acaba, esto también. Entonces llegó la noche, con su perfecta luna llena, como me gustaba esa luna y al mirar a Harry a los ojos me maravillé del esplendor que contenían , a la luz de esa luna tan especial.
El paseo fue muy leve, pues mi casa era una campiña rodeada de un verde prado.
