Hombre en la luna
Por TokioCristal
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NOTA DE AUTOR: Estaba escribiendo la actualización de otro de mis fanfics llamado "La niña de mis ojos." Entonces me dije: "bien, estas ideas son para comenzar a escribir una historia completamente nueva" xD y así se me ocurrió publicar otra historia completamente diferente a lo que llevo escribiendo. Es una idea que lleva en mi cabeza desde hace algún tiempo... digamos mejor un bueeeeeeeeeeeeeeeeen tiempo, por lo que ya tengo una visión sobre la trama y el rumbo de este fanfic, aunque algunos detalles se irán puliendo a medida que transcurren los capítulos.
Nos estamos viendo y espero que les guste este comienzo.
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UNIVERSO ALTERNO. Darien y Serena.
Todos los derechos reservados a Naoko Takeuchi y sus asociados.
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"Sueles encontrarme en cualquier lugar
y ya lo sabes nada es casualidad.
Tu misteriosa forma me lastimara
pero a cada segundo estaré más cerca..."
··Soda Stereo··
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CAPÍTULO I
Podía sentir la adrenalina correr por mis venas al observar las furiosas llamas consumir los alrededores, que le daban un tinte bélico y desolado al lugar. Finalmente descansé mi mirada sobre aquella diminuta flor dentro del hueco de mi mano. Se veía tan vivaz y frágil, con sus pétalos blancos y puros, aunque el tiempo la marchitara por haber sido arrancada cruelmente de sus raíces.
Cerré el puño y apreté con fuerza, destrozando aquel símbolo romántico que de la nada sentí aborrecer.
—Te devuelvo tu insignificante regalo —respondí sin emoción, lanzando los restos de la marchita flor hacia el precioso rostro de aquella mujer pelirroja.
Mi ejército rió a mis espaldas y las comisuras de mis labios se alzaron en una sonrisa irónica.
Ella sólo miró los pétalos destrozados caer sobre sus pies: la tierra donde segundos antes había sucedido una masacre sin precedentes.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó desconcertada.
No le respondí y me di media vuelta dispuesto a irme, pero ella sostuvo mi antebrazo en un estúpido y débil intento de retenerme.
—Príncipe Darien, por favor, no entiendo el porque de su rechazo. Yo lo he amado desde la primera vez que lo vi y siempre he sido fiel a sus deseos…
Suspiré con fuerza sin siquiera mirarla. De algo que me habían dotado los dioses era de paciencia, aunque este día no estaba especialmente de buen humor.
—No puedes hacerme esto… —susurró, y reconocí el naciente rencor en los decibelios de su voz.
Sin color ni emoción la miré con la misma frialdad con la que observaría al cadáver de mi peor enemigo. Ella no me generaba nada; ni siquiera un suspiro y mucho menos un latido frenético dentro del pecho.
—Suéltame—pedí con tiento y sus frágiles dedos titubearon en mi brazo. Me sostuvo la mirada por un rato y finalmente me soltó—. Me da igual tus sentimientos y toda esa fanfarria cursi. Deja de estar siguiéndome o tendré que cambiar de planes respecto a tu existencia…
Sus ojos ambarinos se llenaron de lágrimas y me observó con resentimiento.
—¡Te odio Darien!
Reí suavemente.
—Que rápido has pasado del amor al odio… —respondí sonriendo con burla.
Ella gruñó con fuerza.
—Teníamos un trato…
—Oh, ¿de verdad? Mi memoria no es muy buena…
—¡Se supone que te ayudaría a eliminar con mispoderes al territorio de Tesalia a cambio de que te casaras conmigo!
—Bueno, en realidad ya no me eres útil y yo no recuerdo haberte prometido nada… —revelé sin emoción aparente, colocando mi mano sobre la empuñadura de mi espada—. Y sinceramente, no quiero sonar poco caballeroso, pero no me interesa estar con una bruja que seguramente ya lleva cientos de años deambulando sobre la tierra…
Ciertamente Beryl era una mujer de atractivas curvas y de apariencia longeva y, aunque no me interesaba casarme ni tener ningún tipo de lazo romántico con ella, podría haber considerado ser su amante por una noche. Sin embargo, algo nos apartaba de que existiera algo más: ella no era humana, era una asquerosa demonio, y yo detesto a los híbridos y a los demonios.
Beryl apretó con fuerzas sus manos y yo presioné con más fuerza mi arma, dispuesto a desenfundarla si era necesario.
—Así son los humanos, narcisistas y mal intencionados. ¡Deberían pudrirse toda su especie en el peor de los abismos! —amenazó y su figura comenzó a rodearse por un aura oscuro.
—No pensaba en eliminarte pero considerando que ahora somos enemigos a muerte, creo que me divertiré un rato contigo —indiqué desenvainando mi arma.
—¡Te maldigo Darien!, ¡te maldigo por haberme rechazado!
Sonreí de medio lado y coloqué el filo de mi espada contra su frágil cuello de princesa.
—Algo más que quieres decirme antes de que me lleve como trofeo tu preciosa cabeza. No te preocupes querida, lo convertiré en un grandioso recuerdo de mi conquista sobre el territorio de Tesalia…
Ella gruñó con fuerza y sus ojos se retornaron de color carmesí.
—¡Eres un ser abominable!, ¡deseo que sufras por culpa del amor, que sea tu perdición y que por eso te hundas junto con tu reino!, ¡te maldigo príncipe de Elide!
Sonreí.
—Oh, que mal, aunque en realidad no planeó enamorarme…—admití para luego agregar—, ¡ya que mi mayor deseo es conquistar todo el mediterráneo! —y entonces le rebané la cabeza del cuerpo.
Su figura desapareció repentinamente en una ráfaga de polvo negro y de un segundo a otro no quedaba rastro de ella, como si nunca hubiese estado frente a mí.
Fruncí el ceño.
—Príncipe Darien —escuché decir a uno de mis soldados detrás de mí—, ella… ella ha desaparecido…
Miré el filo de mi espada. No había ni un mínimo rastro de sangre, es más, sólo mi malhumorado rostro se reflejaba sobre ella.
—Como detesto a esa raza inmunda de demonios e híbridos —admití en un susurró y una mueca de disgusto se asomó por mi boca.
Volví a colocar mi espada en su lugar y caminé hasta mi caballo.
—Príncipe Darien, ¿no cree que deberíamos tomar con cautela la advertencia?
Lo observé como no entendiendo a que se refería.
—¿Qué advertencia?
—Hay que tomar en cuenta el peligro que supone unasúcuba para un joven como usted…
Alcé mis cejas.
—¿Una súcuba?, ¿peligro?, ¿te refieres a Beryl? Ella no regresará…
—No me refiero a eso. ¡Ella le ha lanzado una maldición!
—Las palabras no generan maldiciones…
—… y lo ha condenado a caer en las tentaciones del amor y por ende nuestro reino caerá junto a usted.
Coloqué el filo de mi espada contra la garganta de aquel hombre. Él tambaleó asustado hacia atrás, cayendo de espaldas.
—¿De verdad crees qué soy capaz de caer en la tentación con una inmunda súcuba?
—No me refiero a eso pero ella ha dicho que el amor será el que traerá desgracias a su vida y por ende a nuestro reino…
—¿El amor?, ¿me crees tan débil como para caer en las tentaciones delamor...?
Intercambiamos miradas y él omitió responder, intimidado por mi seriedad. Pasaron unos segundos, hasta que finalmente volví a enfundar mi espada. Me siento completamente frustrado por culpa de mi fallido ataque hacia Beryl. Miré mis alrededores. Chozas prendidas fuego, humo negro, cuerpos sin vida en el suelo, personas escondidas detrás de los escombros de sus hogares. Fueron semanas de lucha interminable, algo que nos hubiera llevado meses si no hubiésemos recibido ayuda de Beryl y sus malditos poderes de bruja.
Dirigí mis ojos hacia los destruidos pétalos. ¿De dónde había sacado Beryl aquella vivaz flor en este mundo destruido? Ella que, luego de que asesinara diestra y siniestra todo ese pueblo, se acercó de manera tan sádica para regalarme una mísera flor. La única sobreviviente en esta tierra que parecía infértil desde hace semanas. Beryl ni siquiera se atrevió a arrancarla de raíz.
Fruncí el ceño con seriedad.
Que retorcido parecía ser el mundo.
—Es hora de comenzar a arreglar este desastre. Dentro de una semana comenzaremos nuestro viaje de retornó a Elide —ordené.
Ellos asintieron y uno de ellos se acercó a mí con una sonrisa tonta, que interiormente deseé desarmarla con un golpe:
—Elegiremos a las chicas más guapas para llevársela al harem de su padre, el rey Etlio. Príncipe Darien, ¿usted no elegirá algunas mujeres para el suyo?
—No es de mi interés —respondí desdeñoso y subí a mi caballo.
Sin agregar nada más, me alejé de aquella zona rodeada de muerte. Siempre me voy luego de una conquista, y desaparezco durante un par de días, hasta que el desorden más o menos se vea controlado. Me adentré en el frondoso bosque y dejé que mi caballo tomara rumbo incierto.
Volvió a retumbar en mi mente el comentario de aquel soldado. Fruncí el ceño con más fuerza. No soy de frecuentar mi harem, es más creo que la gran mayoría de mujeres se mantienen inmaculadas en ese sitio, aunque creo que en estos instantes no me haría mal la compañía de alguna de mis amantes habituales, sólo por algunos momentos. A mi padre, en cambio, le gusta pasear como trofeos de guerra a las mujeres más guapas que conseguimos en cada nueva conquista, además que el comercio de esclavos es un negocio muy rentable. Cada tanto hay ferias a las que concurren nobles y representantes de otras soberanías, interesados con el trafico de personas, buscando prostitutas o simples campesinos para que trabajen en sus tierras. Yo nunca he concurrido a esas exposiciones, ya que eso se lo dejó a mi padre y la gente que lo rodea. Sólo me dedico a conquistar tierras. Desde los catorce años he comenzado a expandir mi imperio y ahora, con veintiséis años, continuó cobrándome la vida de seres humanos, sin diferenciar entre hombres y mujeres, o ancianos y niños. Así he sido criado: sólo sobrevive el más fuerte...
... y yo sé que sólo soy un títere más dentro de esa distopía que es la vida y no me quejo, porque estoy destinado a conquistar todas las tierras conocidas y por conocer.
Dejé que mi caballo me llevara por los inframundos del bosque hasta llegar a un hermoso arroyo rodeado por arboles. Me baje y miré hacia el cielo, con sus tintes anaranjados pronosticando la pronta llegada de la noche. Necesitaba darme una ducha y limpiar todos los restos de sangre ajena en mi cuerpo.
Así era yo: en la guerra, cuando todos me miraban, sanguinario y frío; en lasoledad, sólo una marioneta infeliz que detestaba ver en que se había convertido. Descarté mi armadura y ropa a lado de mi caballo, mientras éste parecía entretenido comiendo las hierbas de los alrededores. Me adentré en el agua fría, observando mi reflejo entristecido.
No quiero analizar todo lo que ha sucedido durante estas semanas, muertes, sangre, gritos de ayuda...
Las facciones de mi rostro se suavizaron y alcé mi mirada hacia la luna. Redonda y radiante. Única y solitaria. En mis días más tristes siempre era mi fiel acompañante y yo estaba secretamente enamorado de su belleza. De repente escuché el sonido de unas ramas y me levanté del agua mirando hacia aquel lugar. Una niña, de no más de trece años, me observaba escondida detrás del tronco de un frondoso árbol. Le vi el largo cabello rubio atado en dos curiosas coletas y la palidez en su llamativa piel, que parecía más brillante en la oscuridad. Su mirada azul quedó tatuada en mis ojos y pude sentir a mi corazón latir frenéticamente dentro de mi pecho.
Me sentí vivo por primera vez.
—¿Quiéneres? —cuestioné con la voz calma, sin ánimos de ahuyentarla.
Ella sólo me observaba con curiosidad, de arriba a abajo, sin ningún tipo de pudor. Nos mantuvimos así, rodeados por el silencio que no resultaba ser incomodo, sino todo lo contrario, me generaba paz. Entonces volví a sentarme bajó el agua y miré hacia la luna, que de repente se me hizo tan parecida y deseable como la pequeña que me analizaba. Luego la miré a ella otra vez y le sonreí.
—¿Por qué me miras tanto? —cuestioné con la voz aterciopelada—, ¿acaso quieres estar bajo el agua conmigo?
Ella parpadeó con rapidez y pude percibir un leve tinte rojizo en su pálida piel. Entonces la vi abrir los ojos como platos, para luego irse corriendo, como supuse que lo haría al escuchar mi mal intencionada"propuesta."
Vi mi reflejó en el agua. Mi rostro por primera vez tenía un temple diferente, más calmado y humano, y sonreí con sinceridad. Volví a mirar hacia la zona por donde se había marchado. Que niña más curiosa...
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