Antes de comenzar me gustaría hacer una pequeña aclaración: Los personajes de Hetalia no me pertenecen a mí, sino a Hidekazy Himaruya. Yo simplemente he querido hacer esta historia sin ánimo de lucro y con el único fin de entretener.
Los personajes empleados son:
Fem!Russia: Anya ; Male!Belarus: Nikolai ; Male!Ukraine: Dmitri ; Fem!Norway: Freya ; Fem!Lithuania: Helena ; Fem!Estonia: Mirjam ; Fem!Latvia: Sonja ; Fem!Germany: Monika Fem!USA: Amelia ; Fem!Japan: Sakura
Cap 1: La maquiavélica mente de Noruega.
Reuniones mundiales.
Sí, reuniones mundiales, ¿acaso había algo más pesado que eso? Solo el simple hecho de reunir a un montón de representantes de naciones en una misma sala y dejarles discutir sobre cosas que no tenían aparente solución, como era el tema del cambio climático, era una verdadera tortura. O al menos así era para los representantes que tenían muy poco interés en estos temas de política.
En estos casos lo mejor que podían hacer era entretenerse como pudieran: Algunos optaban por echarse una siesta, como era el caso de Grecia, otros se decantaban por ligar con los agradables trabajadores que se encargaban de servirles bebidas y algunos aperitivos, como hacía Francia o... simplemente miraban fijamente y con gran admiración al objeto de sus deseos amorosos, como era el caso de Bielorrusia.
El joven representante siempre se aburría en esta clase de eventos. ¿Para qué tenía que ir allí si siempre haría lo que Rusia decidiera? Todo lo que apoyara su querida hermana lo apoyaría él y todo lo que denegara su amada rusa lo denegaría él. Este sistema era sencillo y así no tenía que pensar demasiado ni estresarse con tontas decisiones políticas y sociales. Pero aún con todo su jefe le había insistido en asistir a las conferencias, por "aparentar un poco" le había dicho.
Así era como se entretenía Nikolai, claro que... admirar a Anya durante horas, aunque no era cansado, sí era un poco insatisfactorio. El chico quería algo más que observarla, quería tocarla y, aunque estuvieran en plena reunión y Amelia se hallara dando uno de sus inconcebibles discursos sobre el calentamiento global, Nikolai no se echó atrás y se dispuso a tocar a su hermana.
De modo que, tras mirar un par de veces a los lados comprobando que nadie le prestaba atención, se deslizó bajo la enorme y larga mesa de reuniones y comenzó a gatear poco a poco y con extremo cuidado hasta llegar a las piernas de su amada hermana.
Una vez estuvo frente a ella, la primera reacción que tuvo fue la de lamerse los labios con gran deleite pues la visión de las largas y esbeltas piernas de Anya cubiertas por la suave tela de sus medias blancas era lo más maravilloso del mundo que pudiera ver un hombre. Tan seductora, tan atrayente...
No pudiendo soportarlo más y con su mente ya divagando en perversas fantasías, el bielorruso posicionó una de sus manos sobre uno de los muslos de la rusa y fue subiéndola poco a poco por éste hasta casi llegar a cierta zona prohibida.
Lo que hizo que su toque se quedara en ese "casi" fue el tremendo grito que dio Anya al sentir aquel inapropiado roce.
Rápidamente la rusa se levantó de su asiento y, sacando fuerza de ni donde ella misma se imaginaba, volcó la mesa de reuniones descubriendo así a su hermano pequeño. Justo con las manos en la masa, y nunca mejor dicho.
Todas las naciones allí presentes se quedaron sin habla durante al menos un par de minutos pues ni ellos, que estaban acostumbrados a las locuras del bielorruso para con su hermana, se esperaban que llegara tan lejos.
Mas pronto este silencio helador se interrumpió por los llantos de cierto ucraniano que no podía creer lo que veían sus preciosos ojos azulados.
—¡N-Nikolai! ¿Se puede saber qué estás haciendo? — Preguntó entre lágrimas Dmitri.
—Nada. —Contestó el bielorruso aún sin moverse del sitio donde estaba.
—¿¡C-cómo que nada!? ¡Estabas a punto de tocar a la pequeña Anya!
— ¿Si lo sabes para qué preguntas?
— ¿E-es que no te da vergüenza? ¡Q-que es tu hermana! ¡N-no si la culpa es mía por no saber criarte como es debido! ¡He sido un pésimo hermano mayor! ¡N-no he sabido estar a la altura!
Y así siguió el pobre ucraniano durante unos minutos más, parecía que nada podía calmarle, ni siquiera su amiga estonia, que siempre que le pasaban esta clase de cosas acudía en su ayuda. Pero no, esta vez no. Nada podía detener las lágrimas y el sofocón del rubio...
Bueno, nada... excepto un fuerte grito con acento alemán, claro.
—¡YA BASTA! —Estalló de pronto Mónika dando un fuerte golpe en el suelo con una de sus botas. —¡Que todo el mundo se calle de una maldita vez!
Y como por arte de magia todo el mundo se calló y centró su mirada en la ahora malhumorada alemana.
—¡Ya me he cansado de todo esto! ¡Es que nunca podemos tener una reunión en paz! ¡Si no es por una cosa es por otra! ¡PUES ESO SE ACABÓ! ¡Ahora mismo todo el mundo se va a tomar diez minutos de descanso y luego volverá a la sala con el ánimo en calma y sin hacer tonterías! ¡Y esto va sobre todo por las naciones soviéticas!
—¡E-exsoviéticas! —Interrumpió de pronto la pequeña letona mientras alzaba su mano tímidamente.
—¡LO QUE SEA! ¡Pero todo el mundo fuera! ¡YA!
Así, en menos de lo que tarda una persona con picor en los ojos en pestañear, todas las naciones salieron de la sala dejando a Monika recuperando el aliento y calmado sus propios nervios.
La rusa fue la primera en huir, como era de esperar, no quería ver a Nikolai ni en pintura, solo le faltaba que en ese pequeño descanso de diez minutos comenzara a perseguirla por todo el edificio de juntas y a pedirla matrimonio.
Pero estaba equivocada, el bielorruso no hizo tal cosa, se levantó lentamente del suelo, se sacudió su tan amado abrigo y salió al pasillo quedándose cerca de una de las ventanas para poder fumarse un cigarro tranquilamente.
—Stalker...
Susurró una tétrica voz de pronto en el oído del joven. Fue tal la sorpresa al escucharla que el mechero que portaba para poder encenderse el cigarro se le cayó por la ventana. Nikolai retiró el cigarro de su boca y se giró abruptamente y con el ceño fruncido para ver quién le había interrumpido de tal manera.
Pero pronto relajó su ceño al ver de quién se trataba.
—Ah, Freya... eres tú.
En efecto, la noruega había ido al encuentro del bielorruso en cuanto este salió de la sala. Realmente no pretendía asustarle, simplemente esa era su forma de hablar. Casi siempre susurrando, como el eco de un fantasma...
—¿Te he asustado, "stalker"?
—No. Y no vuelvas a pronunciar esa palabra. Es idioma capitalista y es asqueroso.
—No lo puedo evitar. —Comentó la chica mientras se encogía de hombros con aparente aburrimiento. —Además, te queda bien.
—No soy un maldito acosador. —Dijo en bielorruso en tono áspero mientras volvía a asomarse por la ventana, vislumbrando a algunas naciones que habían salido a tomar un poco el aire.
—No, claro que no lo eres...
—¡... Es todo culpa de Anya! ¡Si me hiciera más caso no tendría que recurrir a estos extremos!
—Ya veo... No lo estás enfocando desde el punto correcto, Nikolai.
—Explícate. —Exigió el joven mirando de reojo a su amiga con cierta curiosidad por lo que acababa de decir.
Sin decir una palabra, Freya se acercó a la ventana también posicionándose justo al lado del chico y señaló con una de sus manos a la figura de la representante de China.
Ésta se hallaba charlando animada y alegremente con la nación vietnamita.
—Es China, ¿y qué? —Espetó Nikolai sin entender lo que la chica le quería enseñar.
—Mira la cara de Anya.
Nikolai agudizó su visión hasta encontrarse con la figura de la rusa. La chica tenía una expresión de enfado y desagrado en el rostro. Su cuerpo estaba tenso y sus ojos eran fríos como el hielo. Estaba mirando la escenita que estaban teniendo la chica y el vietnamita.
—¿Ves? La manera de atraer a Rusia es no hacerla caso. Ponerla celosa.
—Ohhh... —Dijo súbitamente Nikolai como si hubiera descubierto una nueva galaxia en el universo. —Poner celosa a mi hermana mayor... Dime cómo.
—Fácil. Busca alguna chica que te aguante lo suficiente como para contarle que quieres poner celosa a Anya y que esté dispuesta a ayudarte. Mmm... quizás no sea tan fácil.
Dicho esto Freya y Nikolai colocaron sus dedos índices bajo sus respectivos mentones, adoptando así una misma posición, y escanearon a las naciones que se hallaban en el exterior del edificio descansando.
—Amelia. Ella te ayudó y aguantó en el pasado. Pídeselo a ella.
—Antes me como una hamburguesa del McDonals. Siguiente. —Dijo Nikolai adoptando una expresión de absoluta repulsión. Luego ojeó un poco por sí mismo descubriendo a alguien que le serviría. —Ya está: Sakura. No sabe decir que no, así que me ayudará.
—¿Japón? Sí, funcionaría, pero... —Noruega hizo una pausa y luego se quedó mirando a la japonesa durante un par de segundos.
—¿Pero?
—Mejor que escojas a una chica cercana a Anya. Sakura no tiene relación con Anya... Pídeselo a Polonia o a una de las bálticas.
—A una de las bálticas, a una de las bálticas. —Dijo rápidamente y asintiendo el chico. —A ver... Estonia no, siempre consigue evadir mi hermana mayor.
—Letonia no. Sería como pederastia. —Añadió la noruega antes de que Nikolai pudiera decir nada.
—Entonces...
—Solo te queda Lituania.
—Joder... —Dijo con extrema pesadez el bielorruso. Tras frotarse el puente de la nariz dio un suspiro y asintió. —Si no hay más remedio... Todo sea porque Anya me quiera.
—Buena suerte...
Tras decir esto Bielorrusia abandonó su lugar junto a la ventana y caminó por los pasillos en busca de la lituana. Aquello iba a ser duro, muy duro. Helena podía ser muy pegajosa y se emocionaba con nada. A veces (la mayoría del tiempo en realidad) resultaba una verdadera molestia, pero era la única que podía ayudarle a tramar su pequeño plan.
—Me gustaría poner cámaras en casa de los soviéticos para ver cómo resulta el plan. —Dijo Freya sonriendo con cierta malicia mientras veía al bielorruso alejarse, expresión que pronto borró de su rostro. —Creo que no debería salir tanto con Nikolai, se me están pegando sus métodos...
Nikolai no tardó mucho en encontrar a la lituana. En realidad no tardó mucho en encontrarse con todas las naciones, pues el descanso de diez minutos que había impuesto Monika ya había llegado a su fin y todo el mundo estaba volviendo a la sala de juntas.
Sea como fuere allí estaba Helena, caminando a paso ligero pues no quería llegar tarde a la reunión, seguramente Anya la habría mandado preparar algo antes de que ella llegara a la sala, por eso corría tanto.
El joven no perdió el tiempo y, sin decir ni media palabra, agarró a la chica por el brazo con cierta brusquedad y la llevó casi corriendo hasta uno de los pasillos más cercanos a la sala de reunión. Tras esto la empujó contra la pared haciendo que su espalda quedara pegada a esta.
Nikolai se acercó a su rostro con presteza dejando a Helena sin aliento y con un bonito rubor adornando sus mejillas.
—Helena.
—¿S-sí, Nikolai?
—Sé mi novia.
—¿¡Q-q-q-qué!?
Continuará...
¡Hola a todos! Gracias por leer mi pequeña historia, si os ha gustado ya sabéis que podéis dejar un pequeño comentario.
¡Un saludo!
_Anoushka
