Apesar que soy sumergido en la otra historia. Tengo una que ya esta escrita desde hace tiempo. Si les gusta la seguire publicando. Saludos a todos y mañana actualizare la otra..

DISCLAIMER: Todos los personas de Sailor Moon no me pertenecen son de la master Naoko Takeuchi..


Haruka Tenoh, duodécimo duque de Arenberg, había llegado a la conclusión de que no había en el mundo ninguna mujer que reuniera los requisitos que debía tener la que había de convertirse en su duquesa.

— Maldita sea — murmuró. Bebiéndose de un trago su segundo vaso de coñac, extendió el brazo y acarició a su gato, Faraón, un lustroso siamés que no aguantaba a nadie a excepción de su amo.

— ¿Qué pasa? — preguntó Darien, su primo, confundido por la repentina maldición de Haruka. Habían estado discutiendo sobre la reciente adquisición de una mina que Haruka había hecho en Egipto, pero resultaba obvio que los pensamientos del duque estaban en algún otro sitio ahora.

Darien volvió a pensar en la mina un momento más. Haruka la había comprado simplemente porque se sospechaba que la cantera podía encerrar un tesoro, y la adquirió ante las mismas narices de un segundo comprador interesado.

No sólo habían descubierto los mineros esmeraldas dentro de esas oscuras y húmedas cavernas egipcias, sino que las autoridades decían que la mina era una de las más ricas que jamás se habían encontrado. Prácticamente en el transcurso de la noche, la abrumadora fortuna de los Tenoh se había triplicado. Sí, y en muchos aspectos Haruka llevaba una vida de cuento, incluso de niño.

Una vez, cuando él y Darien corrían por un campo de flores silvestres, Haruka había descubierto el resplandor de unos diamantes diminutos en medio de la masa de brotes pisoteados.

Sólo Haruka Tenoh podía haber encontrado joyas esparcidas entre un montón de plantas aplastadas. Desde entonces, todo lo que tocaba se había convertido en mayores riquezas.

Saboreando su propio coñac, Darien sintió cómo la chispa tan conocida de la envidia le quemaba, pero como no sentía malos deseos contra su primo, no experimentó ninguna sensación de culpa por sus celos. Había tomado la decisión hacía mucho tiempo de que sólo un santo de la más alta orden celestial podría resistirse a desear el título, las riquezas y el poder del ilustre duque de Arenbeg.

Se inclinó hacia el diván de raso que había junto al fuego.

— Muchas veces me he dicho que naciste bajo una estrella de la suerte, Haruka. NI siquiera te ha picado una avispa una sola vez, ¿te acuerdas? Siempre que nos acercábamos a esas criaturas inmundas, parecía como si por arte de magia se alejaran de ti. ¡Eh, incluso las serpientes que nos encontramos ese día cerca del palacete se fueron huyendo de ti!

Haruka dirigió una mirada de soslayo hacia su primo, un tipo despreocupado que siempre llevaba su pelo espeso de color negro bien peinado, y cuyos ojos de un brillo azul marino estaban casi siempre llenos de una mezcla de malicia y alegría.

Al ser pariente de Haruka por parte de su madre, Darien no poseía ni una gota de sangre Tenoh ni ningún otro derecho legal que le pudiera situar entre los nobles de Alemania, pero el fuerte lazo existente entre ellos era algo que ningún miembro de la nobleza se atrevería a pasar por alto. Darien era el único pariente que Haruka tenía.

— ¿Haruka, te acuerdas de las serpientes?

— ¿Las serpientes? —dijo Haruka frunciendo el ceño—¿De qué demonios estás hablando?

— Yo podría preguntarte lo mismo — contestó Darien, dejando entrever una sonrisa malévola— En realidad, creo que lo he hecho.

Haruka alcanzó la botella de coñac.

— Mujeres — adivinó Darien de repente— El hecho de no tener duquesa siempre te lleva a beber. Sólo pensar en la esquiva dama te convierte en un vulgar caballero entregado a la bebida.

— Darien, no estoy de humor para aguantar ninguno de tus chistes. Lo que es más, el asunto de mi vida sentimental no está abierto a discusiones.

— ¡Pero ¡qué dices! — se echó a reír Darien — Haruka, tu vida sentimental es el tema, el asunto del que más se habla en toda Alemania. Eh, incluso he oído decir que el circulo de las familias reales de todo Europa se preguntan por qué no puedes encontrar pareja entre la multitud de bellezas que produce la estación año tras año. Tiene razón. Seiya Kou no puede esperar más para verte casado.

— Seiya Kou — dijo Haruka, pensando en el desvergonzado mujeriego— ¿Es que está esperando la oportunidad de seducir a mi esposa?

— Es su deporte preferido, como bien sabes. El mes pasado se las arregló para seducir a la nueva esposa de aquel japones Akita Kameda, convenciéndola de que se reuniera con él en el jardín durante una pequeña reunión que organizaron los Tomoe. Pobre Sr Kameda todavía no se ha enterado.

— Si Seiya Kou se atreve a mirar a mi esposa...

— Seducir a una mujer que no existe sería toda una hazaña. Dijo Darien

Haruka se sirvió más coñac. El alcohol no haría que consiguiera una esposa, pero sin duda alguna le ayudaría a olvidar que no tenía una.

Acostumbrado como estaba a tener todo lo que deseaba en el mismo instante en que se le ocurría pensar que quería algo, sencillamente no podía concebir por qué la tarea tan trivial de elegir duquesa le resultaba tan desquiciante.

Llevaba observando en secreto desde que cumplió los veintiocho años las ofertas de matrimonio que le ofrecía la sociedad, ya que fue entonces cuando decidió que le había llegado la hora de casarse y tener herederos. Ahora tenía treinta y dos años y todavía tenía que encontrar a una mujer adecuada para él.

Maldita sea, encontrar a la esposa perfecta debería haber sido un objetivo tan fácil de lograr como cualquiera de los que se había propuesto y conseguido.

Y sin embargo... Hizo un gesto negativo con la cabeza.

— Encontrar la cesta de los deseos sería con diferencia mucho más sencillo — murmuró.

Pasándose los dedos por su pelo ondulado color oro, echó un vistazo a su alrededor.

El salón de color verde era una sala noble, con el techo esculpido de forma elaborada sostenido por columnas de mármol rosáceo. Cuatro exquisitas arañas de cristal colgaban del techo, produciendo unos destellos luminosos que parecían bailar sobre las cortinas de seda y las magníficas sillas doradas, todas de un suave tono verde musgo.

Esta habitación había sido la preferida de sus padres. Una pena que sus Excelencias no hubieran pasado en casa el tiempo suficiente como para haber disfrutado de ella, pensó Haruka.

— Sabes, Haruka — dijo Darien— , que estás adquiriendo la fama de que eres un hombre totalmente imposible de agradar. Hay muchas personas que dicen que si la misma diosa del amor y la belleza se presentara ante ti en persona, la desdeñarías

— se levantó del diván y se acercó a su primo, que estaba delante de la enorme ventana. Con cuidado de no acercarse demasiado a Faraón, que le miraba con sus ojos de un azul glacial que prometían toda la violencia imaginable, se sirvió otro vaso del coñac de Haruka

— La gente se está intentando imaginar a la mujer que por fin aparecerá en tu vida y que te conquistará. Y no son sólo los nobles los que se lo preguntan, sino que tus inquilinos y tus criados también.

Haruka jugueteó con la base de su copa, observando cómo el coñac subía y bajaba por los bordes de tan delicado recipiente.

— Me alegro de saber que le estoy dando a todo el mundo tanto entretenimiento.

— ¿Entretenimiento? — sonrió Darien con ironía— No conoces el significado de esa palabra. No pareces tener ningún interés aparte de lo que está relacionado con las propiedades de los Tenoh.

— A excepción de la necesidad que tengo de encontrar heredero, estoy satisfecho con mi vida exactamente tal y como es.

— No tienes vida. Y si no te importa que te lo diga...

— ¿Que si me importa?

Haruka dejó su copa en una bandeja de plata— ¿Desde cuándo te ha importado si me importan o no tus desagradables intromisiones? Se ha hecho cada vez más obvio que te metes en todo y no tienes nada mejor que hacer. Si yo no estuviera tan chiflado como para considerarte mi amigo, haría que no te dejaran entrar en esta casa para poder lograr un poco de paz.

Alegremente, Darien continuó con el rapapolvo, una sarta de consejos que le daba a su primo por lo menos una vez al mes. Por todo el bien que le pudiera hacer.

— Haruka, este sitio ya se parece a un mausoleo. Si tuvieras que conseguir más paz de la que ya tienes aquí, serías un cadáver. Y eso es el principio y el final de todo cuanto tenía que decirte.

— Pero no tengo dudas de que pronto llegarás a la mitad.

— Acertaste — dijo Darien apretando el hombro de su primo

— Un primo tan dedicado como yo ha estado haciendo algunas averiguaciones en tu nombre. En vista del resultado de mis pesquisas, por decirlo de algún modo, he decidido que Makoto Akino o Setsuna Meioh te vendrían como anillo al dedo. Setsuna va a heredar la fortuna de su abuela materna, ya sabes. No se trata de una cantidad insignificante si hemos de creer las habladurías.

Haruka fingió una expresión de entusiasmo.

— ¡No! Bueno, como soy tan pobre, imagino que debería pedir la mano de la dama ya mismo.

— ¿Qué? Oh. Sí, la herencia de Setsuna no te daría más que dinero para comprar mermelada. Pero quizás alcanzara tu corazón para casarte con ella, y ¿me podrías dar el dinero de su abuela a mí? Es terriblemente difícil vivir con la miseria que gano como inversor.

Haruka volvió a recuperar su coñac, dio un sorbo, y miró a Darien por encima del borde de la copa. La mayoría de las personas podrían vivir de forma bastante cómoda con el dinero que Darien hacía con sus diversas inversiones, que el mismo Haruka le había aconsejado que hiciera. Por supuesto, la mayoría de las personas no poseían la misma pasión por llevar una forma de vida tan extravagante.

Pero Haruka comprendía que no era la codicia lo que causaba la implacable fascinación que su primo sentía por el dinero y las lujosas posesiones. Más bien se trataba de los inolvidables recuerdos de una niñez desamparada.

— ¿Necesitas fondos, Darien?

Darien sintió cómo una emoción conmovedora se apoderaba de él. Si no hubiera sido por Haruka, todavía estaría en Nigata arando los mismos campos que su padre y viviendo en la misma choza medio derrumbada en que había nacido, y preguntándose día tras día si habría suficiente comida en la mesa corno para calmar su hambre.

Pero Haruka había intervenido, y Darien quería a su primo corno si fuera su propio hermano. De hecho, no había nada que no hiciera o a lo que no se atreviera para ayudarle a encontrar la felicidad, una emoción que a Haruka le parecía más extraña cada año que pasaba.

— Lo que necesito — empezó a decir Darien con tranquilidad— , es que encuentres la verdadera alegría que tanto mereces pero que parece no poder llegarte.

Moviéndose con incomodidad, Haruka hizo un gesto con la cabeza y se quedó mirando la alfombra de color frambuesa. Nunca sabía cómo responder al afecto de Darien. Ni tampoco sabía cómo expresar el suyo propio.

— ¿Te importa que te recuerde que tú también tienes que encontrar una bendita esposa?

Darien se encogió de hombros.

— Yo no estoy en tu misma posición. No tengo ningún título importante que legar a un heredero.

— Te presto el mío durante un tiempo.

— Ojalá se pudiera.

Haruka sonrió. Darien siempre había deseado poseer un título. Desgraciadamente, un título era lo único que Haruka sería incapaz de conseguirle.

— Nos hemos alejado del tema, Haruka. ¿Qué estaba diciendo? — Haruka suspiró.

— La herencia de Setsuna.

— Ah, sí. Muy bien, primo, no necesitas la herencia de Setsuna. Pero, ¿Qué piensas de ella corno persona?

— Tiene una serpiente pitón. La mascota más estrafalaria que jamás he visto.

Darien dirigió su mirada a Faraón.

— Una pitón es una mascota mucho más segura que esa endiablada bola peluda que tú tienes. Nunca olvidaré aquella vez en que saltó de la repisa de tu oficina, aterrizó sobre mi pecho e intentó pegar un mordisco a mi nuez. Me habría abierto la garganta si no le hubiera lanzado la jarra de agua encima. A la orgullosa bestia le preocupaba más su pelo mojado que comerme el cuello, gracias a Dios.

— Sin embargo, un gato es una mascota normal.

— Hubo un tiempo en que tenías una lagartija...

— No tenía la lagartija de mascota, cargaba con ella porque mi maestro me obligaba a estudiar los hábitos alimenticios de la criatura y...

— Estabas enamorado de la lagartija.

— No se puede estar enamorado de un reptil.

— ¿Por qué no?

— Y no sólo Setsuna tiene una mascota absurda

— Haruka añadió, negándose a discutir la posibilidad de que hubiera lazos afectivos con una lagartija— , sino que además le encanta montar a caballo.

Darien se echó la mano al pecho, como si el susto casi le hubiera paralizado el corazón.

— ¿Montar a caballo? Dios mío, ¡le deberían cortar la cabeza por cometer un crimen tan atroz!

— No me opongo a que monte a caballo, pero una vez le oí decir que llevaba tiempo queriendo saber qué se siente realizando acrobacias en un circo. Un deseo tal es realmente poco ortodoxo.

— Algo que estoy seguro ella también comprende. Simplemente le llama la atención la forma de montar a caballo en los circos, ¿no puedes entenderlo? Siempre he querido luchar con un cocodrilo, pero eso no quiere decir que me vaya a tirar a un pantano para satisfacer mis deseos.

— ¿Luchar con un cocodrilo, Darien? Por amor de Dios, ¿por qué...?

— Para ver si son lo bastante fuertes como para ganar el combate, por supuesto.

— Por supuesto — dijo Haruka con ojos de sorpresa.

— Quizá deberías volver a retomar tus relaciones con Minako Aino

sugirió Darien, dándose unos golpecitos en la barbilla

— Es una mujer muy bella, y por lo que sé, no tiene mascota y nunca ha dicho nada sobre el circo. Siempre que la veo me pregunta por ti. Está bastante claro que ella cree que hubo algo más en tu relación con ella que lo que tú pretendes. ¿Sabes que su padre admitió que la joven ha rechazado a otros pretendientes, incluido a Taiki Kou?

— Taiki Kou? el hermano mayor de de Seiya Kou- dijo Haruka frunciendo el ceño ya fruncido de tal manera que casi se le unieron las cejas al pensar en su único rival, Taiki Kou, un hombre avaricioso y sin escrúpulos que había hecho todo lo posible para acabar con la hacienda de los Tenoh, que el padre de Haruka había comenzado. No había tenido éxito. Y Haruka juró que Taiki nunca lo conseguiría.

— Dime, Darien, ¿sigue ese peludo castaño molesto por lo de la mina de esmeraldas?

Darien sonrió también.

— Dicen las malas lenguas que cuando supo que te le habías adelantado, se encerró en sus habitaciones y no salió durante una semana. No puede soportar la idea de que tú seas el noble más rico de Alemania y que él sea el segundo.

— He echado el ojo a unos vastos huertos frutales en Hannover — dijo Haruka, todavía con la sonrisa en los labios

— Dicen que el dinero no crece en los árboles, pero el dicho no es aplicable a estas arboledas. Conociendo a Taiki, seguro que está interesado por los mismos huertos.

— Muy probablemente. Lo que es más, me imagino que también se plantea si Mina le mirará alguna vez de la misma manera en que te mira a ti. Cuando salías con ella, él no era sino una masa de ira sangrante y de celos vengadores.

Haruka se sentó en la silla del respaldo de tablitas que había cerca de la ventana. Mirando al techo moldeado, trajo la imagen de Mina a su cabeza.

— He estado jugando con la idea de casarme con ella — se permitió admitir— Pero es que... Hay algo en ella. Algo... Aunque intenta ocultarlo con mucho cuidado, tiene una naturaleza un tanto avarienta.

— ¿Naturaleza avarienta? ¿Quieres decir que se interesa por tu nombre y tu hacienda? Yo también envidio tu título y tu fortuna. ¿Por qué no me echas de tu lado también?

Haruka tardó un rato en contestar. No porque no supiera qué decir, sino porque le resultaba muy difícil expresar sus sentimientos con palabras.

— Puede que tú envidies mi título y mi fortuna, Darien, pero no tengo dudas de que si lo perdiera todo, el día de mañana no cambiarías de idea con respecto a mí.

Darien asintió.

— Es cierto, pero sólo porque sé que podrías de alguna manera hacerte con otro título y otra fortuna.

Incapaz de reprimirse, Haruka se echó a reír entre dientes.

— Pero, ¿qué oigo? — preguntó Darien, poniendo una mano junto a la oreja— ¿Se trata en realidad de que se me está honrando con el extraño sonido de la alegría de Haruka Tenoh? Es una pena no poder embotellar el sonido, porque estoy seguro de que podría hacerme con mi propia fortuna vendiéndoselo a la multitud de personas que no creen que exista.

— ¡Qué gracioso! He oído decir que la reina de Inglaterra está desesperada por encontrar un bufón para la corte. Quizá deberías solicitar el cargo.

— ¿Y descuidar mi obligación de ayudarte a encontrar una duquesa? Piénsate lo de volver a ver a Mina.

Haruka se tocó el hombro.

— Lo pensaré, pero...

— Y piensa también en Amy Mizuno. Es callada y dócil. Nunca le he visto hacer nada extraño. Además es muy sencilla. Aunque su padre podría permitirse lo mejor para ella, sus vestidos son muy modestos, y casi no lleva joyas. En mi opinión eso indica que no le preocupan mucho las posesiones materiales.

— Se deja llevar por las tonterías de la superstición. El año pasado en la fiesta de cumpleaños del señor Van Haunten, la vi mirando por la ventana con una expresión tan intensa en el rostro que estaba seguro de que había visto algún ser horrible. Me dijo que simplemente estaba pidiendo un deseo a las estrellas.

Darien se acercó a la silla de Haruka.

— Venga ya, Haruka; no hay nada raro en formular deseos a las estrellas. Cuando nosotros éramos niños te enseñé cómo hacerlo, y pedíamos cientos de cosas. Coleccionábamos tréboles de cuatro hojas, poníamos peniques en los zapatos y buscábamos el final del arcoiris para encontrar la olla de...

— Cosas de niños, y ninguno de los deseos que yo formulé se hizo realidad. Y si mi memoria no me engaña, dejé de creer en ese tipo de absurdos mucho antes de que tú lo hicieras.

Darien se restregó la barba que le crecía en el rostro.

— Bueno, en realidad no he dejado de creer en los deseos que se formulan a las estrellas. De hecho, anoche esperé a que apareciera la primera estrella en el cielo y pedí una montaña de oro.

Haruka se quedó mirando a su primo.

— No me lo creo.

Darien dirigió el vaso hacia sus labios, vio cómo la última gota de coñac le caía en el labio inferior, y después se lo lamió.

— Pues lo hice.

— ¿Y te crees que tal tipo de sueños se hacen realidad simplemente porque se lo pidas a una bola caliente de gas?

Darien sintió tanta pena por Haruka en ese momento que no resistió el deseo de abrazar a su primo.

— Lo que creo es que cuando uno deja de creer en los deseos...

— Se muere. Me sé tus discursos de memoria, Darien.

— Puede que te sepas mis discursos de memoria, pero está claro que no te los has tomado en serio.

Haruka se resignó aún a otra de las charlas incesantes de Darien, pero no pudo ahogar un bostezo.

— ¿Aburrido, primo? Bueno, verdaderamente puedo entender el porqué. He estado en Arenberg el tiempo suficiente como para memorizar tu monótona rutina. Te despiertas a las siete, y te bañas a las siete y cuarto. Te vistes exactamente a las ocho menos diez, y desayunas a las ocho y media. Estás en tu oficina a las nueve en punto, y...

— Te...

— Los lunes por la noche tu cocinero sabe que el plato principal ha de ser pierna de cordero con ostras. Los martes tu cena consiste siempre en solomillo de buey, servido inmediatamente después de acabar tu sopa de perdiz, por supuesto. Los miércoles por la noche toca langosta, los jueves...

— ¿Qué hay de malo, por Dios, en cenar ciertas comidas ciertas noches? Los platos están todos bien hechos, y no veo motivo alguno por el que...

— Y tú quieres una mujer que se parezca a ti en tu calendario semanal de comidas. Has puesto pegas a todas las mujeres que te he nombrado porque todas quieren, hacen o tienen algo que consideras poco o nada convencional. En una palabra, una duquesa tiene que ser aburrida.

A Haruka se le pusieron los pelos de punta.

— Yo no creo que porque una esposa tenga una personalidad sencilla haya de ser aburrida.

— Quieres una mujer que sea tan indiferente a la pasión de vivir como tú

Siguió Darién sin hacerle el menor caso— Que no sólo siga tu tediosa rutina, sino que además se acoja al ritmo imperturbable de la mansión de los Tenoh. Y que además dé poca importancia a tu nombre y a tus riquezas. Más bien, que dedique todo su tiempo desde que se levanta a ti y a tus hijos, sin que tenga ningún otro tipo de intereses en el mundo. Esa mujer será...

— Basta ya, Darien...

— Ya sé por qué quieres ese tipo de esposa.

— ¿Y cómo no ibas a saberlo? — Haruka contestó— Sabes todo sobre mí, ¿no es cierto?

Darien se dirigió hacia la chimenea. Cogió entonces el marco ovoide de oro que contenía una miniatura pintada de los difuntos duques de Arenberg el matrimonio Tenoh.

— Eric e Isabella Tenoh duques de Arenberg — dijo, manteniendo el marco en alto— El amor de Isabella por las aventuras exóticas todavía se menciona de vez en cuando entre los habitantes más ancianos de la ciudad. Dicen que Eric permitía a Isabella todos sus caprichos y que la llevó a escalar los picos de las montañas nevadas de medio mundo. Le concedió el deseo de montar en elefante por selvas infestadas de serpientes, la llevó a la búsqueda de tesoros enterrados desde tiempos inmemoriables en fantasmagóricas islas desiertas, y le mostró termitas vivas subidas a un palo, y salvajes que llevaban cabezas reducidas colgadas del cuello y astillas de hueso atravesándoles la nariz.

— Conozco bastante bien los detalles que conciernen a los viajes de mis padres.

— No, Haruka, no es así. Ni nadie más lo sabe. Tu madre y tu padre viajaban con tanta frecuencia que no tenían mucho tiempo para describir sus grandes aventuras a nadie, incluyéndote a ti. Pasaban fuera muchos meses seguidos, y cuando volvían se quedaban en casa muy poco tiempo antes de partir en la búsqueda de otra extraña aventura.

— ¿Por qué me haces esto, Darien? — preguntó Haruka— Estoy convencido de que te pasas las noches metido en la cama con lápiz y papel, anotando todas las formas posibles que puedes buscar para ponerme de mal humor.

Darien se encogió de hombros.

— Es una tarea que me da miedo, pero alguien ha de llevarla a cabo

Colocó el marco de nuevo sobre la repisa y, con las manos entrelazadas por detrás, comenzó a caminar por la habitación

— El deseo incesante de Isabella de ver el mundo hizo que tu propio mundo resultara muy solitario. Su obsesión por las cosas extrañas, que fue lo que la llevó a realizar esas salvajes excursiones, te dio a ti una terrible necesidad de las cosas más convencionales. Y su adoración por las riquezas de tu padre ha hecho que sospeches de cualquiera que se sienta mínimamente interesado por tu propia riqueza.

Darien se detuvo junto al sofá, cogió un almohadón, y pasó su dedo gordo por el retorcido encaje.

— Un sentimiento de rebeldía es lo que te ha llevado a convertirte en el hombre que eres ahora. Tu vida en este momento se parece mucho más a una rebelión en contra de los recuerdos incómodos. Después de todo, un niño al que le obligan a comer guisantes cuando no le gustan los guisantes se convertirá en un hombre que nunca permitirá que un guisante entre en su casa.

— ¿Guisantes? Ésa es la cosa más absurda...

— Quizá, pero describe lo que ha pasado contigo

Con un golpecito con el puño, Darien arrojó el almohadón de encaje en el diván

— ¿No lo ves, Haruka? Todo lo que haces va en contra de algo que te obligaron a soportar cuando eras pequeño.

— Ya te he oído demasiadas tonterías, Darien — dijo Haruka levantándose de la silla.

Viendo la expresión de la cara de Haruka, Darien se dio cuenta de que no era su primo al que tenía delante, sino al duque severo, a un hombre cuya fría conducta revelaba un genio muy volátil.

Y con un corazón seriamente herido.

— Haruka...

— ¡Basta ya!

— ¿Otra vez el duque amargado, eh? ¿Qué tomas para desayunar por las mañanas? ¿Una jarra de vinagre?

— Keroseno — respondió Haruka sin pensarlo.

— Te sugeriría que probaras el zumo de limón de vez en cuando, pero un cambio tan radical podría sacarte de la rutina culinaria en que estás metido —

Tirando de los puños de la camisa, Darien se dirigió hacia la puerta

— Sé lo afligido que te dejará la pérdida de mi cautivadora compañía, pero he de marcharme. Parece que el tiempo no va a empeorar, así que me voy a merendar con los Tomoe. Soichi Tomoe disfruta muchísimo almuerzos al aire libre durante el otoño. Oh, y si no me equivoco, hay un cementerio no muy lejos de la hacienda de los Tomoe. Quizá sea una buena oportunidad para encontrarte una esposa.

Haruka sonrió.

— Hablaré con la Reina Inglesa. Estoy seguro de que si te recomiendo te empleará como el bufón de su corte.

Echándose a reír, Darien realizó una reverencia baja y muy dramática.

— Buenos días, Su Excelencia. Le dejo con sus amigos, Monotonía, Tedio y Aburrimiento. y buenos días a ti también, Faraón — dijo al gato— Te dejo con tus amigos, Vil, Odioso y Malévolo.

Cuando su primo se marchó, Haruka se quedó mirando hacia el umbral vacío durante un instante, y después dirigió con lentitud la mirada hacia el marco dorado de la repisa de la chimenea.

Las semejanzas de sus padres parecieron devolverle la mirada. Los dos estaban vestidos con el atuendo típico de México, Eric con sombrero, e Isabella con una alegre blusa de campesina hecha con encaje blanco. Los dos estaban sonriendo, debido sin duda alguna a que estaban disfrutando inmensamente.

Haruka recordó el viaje de sus padres a México. Él tenía siete años entonces. Quizá ocho. A su madre le habían dado permiso para enfrentarse a un toro en Ciudad de México, un favor concedido después de que su padre sobornara a las autoridades con una auténtica fortuna. Haruka se interesó por todo lo concerniente a corridas de toros cuando sus padres regresaron del viaje.

Pero Isabella estaba demasiado ocupada intentando convencer a Eric sobre su próximo viaje: una excursión a alguna isla tropical cuyo nombre Haruka ya no podía recordar. Allí, su madre había caminado sobre carbón ardiendo con los nativos y le habían perforado la nariz. Desde entonces siempre había llevado un rubí en la aleta izquierda de la nariz.

Haruka no había vuelto a saber nada más sobre las corridas de toros.

Reprimió un suspiro dentro de su pecho. Salió de la habitación, pidió que le ensillaran a Magnus, su semental, y se preparó para salir a montar antes de que los muchachos del establo le trajeran el caballo a la mansión.

Pasados diez minutos se sintió demasiado impaciente para esperar más tiempo y se dirigió airado desde su hogar palaciego hacia las cuadras. Soplaba un frío viento de noviembre que le despeinó y que agitaba también los coloridos macizos de pensamientos que florecían a lo largo del sendero de guijarros que llevaba a los establos. Las botas rozaban las relucientes piedras blanquecinas, produciendo un sonido que le resultaba terriblemente molesto.

Apartando con violencia las hojas rojizas y amarillentas que le llegaban al rostro y que se le quedaban en los hombros, no se dio cuenta de la pequeña carreta de madera que, cargada de calabazas, bloqueaba su camino, y chocó contra ella. Los frutos de color naranja luminoso rodaron por el suelo, creando una carrera de obstáculos que pusieron, si cabía más, a prueba su paciencia.

Cuando por fin llegó a la cuadra, vio que el mozo todavía tenía que preparar al semental del color del carbón.

— Lo siento, Su Ex... Excelencia — dijo Bill, tartamudeando aún más debido a la intimidante postura del Duque

— Está... está un po...poco ra...raro ho...hoy. Es el soplido del viento, imagino — enseguida acabó de apretar la cincha de la silla, para entregar después las relucientes riendas al duque.

Mientras Haruka poco a poco fue llevando a Magnus a un galope terrible por el campo, reflexionó sobre la descripción que su primo había hecho de la futura duquesa de Arenberg. Darien no se había alejado demasiado.

Pero había otro voto más que Haruka había realizado en lo que concernía a su esposa, uno que Darien no había logrado discernir Los labios de Haruka se estrecharon en una fina línea según se recreaba en los recuerdos de su padre. Antes de que Eric Tenoh se casara con Isabella, había sido uno de los hombres más poderosos de toda Europa, concentrándose intensamente en las posesiones y la fortuna de los Tenoh.

Pero el matrimonio había cambiado todo. Tanto se había enamorado Eric de Isabella que había dejado de lado todas sus responsabilidades con respecto a su nombre.

Y después Isabella murió.

Pero incluso después de que los viajes exóticos y el despilfarro de dinero hubieran cesado, Eric había seguido ignorando su hacienda y a su heredero. Hundido en el dolor, se había aislado de todo el mundo y siguió a Isabella a la tumba siete años más tarde.

Haruka agarró las riendas con tanta fuerza que los nudillos se le volvieron de color blanco. La pena había acabado por fin con su señoría, primero en alma, y luego en cuerpo. Y el amor había sido el motivo de una angustia tan profunda y fatal. Haruka estaba seguro de todas estas cosas.

Y por tanto, quienquiera que fuese su muy corriente y modesta esposa, Haruka había jurado no amarla.


Que les parecio? Si tienen alguna pregunta me dicen.. Saludos